Esta historia la había comenzado a escribir y publicar con mi hermana, pero ella ha dejado el proyecto abandonado. Yo decidí reformarlo y resubirlo en esta plataforma, porque quiero darle una buena conclusión.
La coloqué como romance adulto joven porque los personajes protagónicos tienen al rededor de 23 a 26 años. También tendrá toques de humor, aventuras urbanas, algo de drama y toques de suspenso.
Espero que la disfruten. Y si lo hacen, pueden seguirla y dejar un comentario, reseña o corazón, que serán muy apreciados.
Ahora sí, les presento el verdadero prólogo:
(Aeropuerto internacional Incheon de Seúl-Corea del Sur)
—¿Qué? —Exclamó Ingrid, mientras su hermana se quedaba atónita por la noticia— Pero qué mierda…
—¡Shh! —Oriana calló a Ingrid—. Para, que averiguo bien —se dirigió a la señorita que esta sentada, detrás de la ventanilla y le habló en inglés—. Disculpe, ¿qué pasó con el vuelo JPN254?
—Espere un minuto, por favor —pidió la mujer en inglés también, y bajó la vista. Luego de revisar su computadora, esta le contestó muy amablemente— Lo siento, señorita, pero el avión está volando a Japón en este momento. y no puedo hacer nada por usted. Lo siento. ¿Puede llamar a su agente de viaje?
—Por supuesto. Gracias —respondió Oriana y se volvió a Ingrid—. Hermanita tenemos que hablarle a la agencia, solo necesitamos un teléfono —buscó con la mirada alguna cabina pública.
Ingrid se mostraba nerviosa e indignada, con un leve temblor de las cuerdas vocales al hablar cuando dijo: —¿A dónde vamos a llamar? ¿A Argentina? ¿Cuánto nos va a salir esa llamada?
—El que no arriesga no gana —respondió Oriana, a pesar de su preocupación.
Apenas encontraron un teléfono, se dieron cuenta de que no podían usar su dinero y tuvieron que cambiar algo del efectivo que traían encima por la moneda local. Oriana comenzó su llamada, con el tubo del teléfono pegado al rostro y murmurando a su hermana "Hakuna matata". Ingrid, por su parte, cruza los dedos y dirigió su vista hacia arriba, como si elevara una suplica.
—Dios, Alá, Buda, los amo a todos.
Oriana comenzó a discar, lo que se le dificultaba por sus dedos temblorosos. Aún así lo hizo lo más rápido que pudo, y esperó un momento, hasta escuchar a alguien del otro lado.
—Hola, hola... —se sintió desilusionada al no poder entender lo que le estaban diciendo— ña ña ñaña…
Por su parte, Ingrid observó a su hermana, llena de nerviosismo, y ésta le cedió el tubo, mientras confesaba que no había entendido a su interlocutor, al teléfono.
—En castellano hablame, en castellano —pidió la morocha de manera absurda, presa de la frustración. Luego comenzó a golpear el aparato contra la cabina reiteradas veces—. Maldito teléfono, maldito avión y maldita e insoportable vejiga de mi hermana, que no se puede aguantar y tenemos que…
—Bueno para, que la gente nos esta mirando — pidió Oriana, mientras observaba a su alrededor con una tímida sonrisa, y agarraba del brazo a su hermana.
—¿Qué? ¿Y ahora qué? —Preguntó Ingrid, notablemente disgustada.
—No lo sé —mencionó su hermana, luego de observarla un momento y de lanzar un suspiro—. Tal vez podríamos ver al cónsul…
Ambas muchachas se miraron esperanzadas, esbozando pequeñas sonrisas en sus labios.
—Qué buena idea —la felicitó Ingrid.
—Sí, esperame acá que voy a Información al turista para que me tiren una data.
Mientras Oriana se marchó felizmente, Ingrid permaneció exactamente en el mismo lugar, observando a su alrededor, al tiempo en que su mirada se perdía en sus pensamientos. Sentía una frustración que no podía expresar con palabras, y estaba enojada por como la suerte les daba la espalda en un absurdo chiste del destino o lo que fuese. Después de todas las ilusiones, los gastos, las vueltas, idas y venidas… y, sobre todo, cuánto lo desearon, cuánto lo soñaron... ¿Y ahora qué? ¿Qué paso? ¿Podía, realmente, resultarles tan adversa la fortuna que antes les sonreía?
Recordó en un instante aquel momento en que el presentador, con el sobre en la mano, aquel que contenía el del concurso, anunciaba: — “...y las ganadoras del viaje a Japón son...” El publico estaba lleno de ansiedad, devorando con la mirada a aquel hombre, y entre tanto este prolongaba agradecimientos y añadía varias formulas más para sumar suspenso. Los sentimientos iniciales se mezclaban con rabia, de esas que hacen querer ahorcar al sujeto, o por lo menos propinarle algún que otro golpe. Pero sabían todos que pronto lo diría, que solo faltaba un segundo, uno solo, un segundo que, internamente, parecía durar días. Ya había jugado demasiado con ellos, así que, al final, lo dijo: —¡Las hermanas Correa!
Jamás habían ganado algo, y justo el premio era un sueño que les parecía a veces imposible: conocer Japón, el tan adorado e inalcanzable país del sol naciente; y su cultura, tan divina, conocida a través de sus dibujos de la infancia que luego se transformaron en series de anime, mangas, convenciones, cosplay, ramen y mucho más. Era tanto el amor y curiosidad que sentían por ese gran símbolo del Asia Oriental, era tan enrome su agradecimiento a la vida por permitirle poder materializar tal anhelo... ¿Por qué la felicidad no podía ser completa por una sola vez?
Durante días se sintió tan ansiosa, quería estar ya sentada en la butaca del avión para partir. Ahora, frustrada como estaba, solo sentía el sueño debido al insomnio de la noche anterior, pues si algo caracteriza a Ingrid era la neurosis por ansiedad generalizada. Su hermana se encotnraba casi en el mismo estado, solo que ella tenía otro motivo: había ido a una fiesta con sus amigos y lo hizo todo a las apuradas... Pero que se le iba a hacer. Esa chica no cambiaría más. Aunque Oriana estaba más bien afanosa, pues ya quería llegar a Japón para sacar buenas fotografías con su nueva cámara, adquirida muy recientemente.
Todas estas memorias habían recorrido su mente cuando ya veía el Consulado a través del taxi que tomaron en el aeropuerto una vez que su hermana regresó, y que pagarían con el dinero local que habían cambiado previamente. Ingrid y su hermana no prestaron atención al paisaje urbano, a los lugares y la gente del país que no esperaba, conocer.
Ambas se adentraron al lugar, Oriana intentaba conseguir hablar con el Cónsul, en tanto Ingrid observaba el lugar. Prefería dar la palabra a su hermana por las dos, ya que ella no contaba con mucha suerte. Mientras rogaba mentalmente por una solución milagrosa, de pronto escuchó su nombre. Oriana la llamaba, y estaba haciéndole una seña para que la siguiera. Al entrar a la oficina del requerido, éste las recibió con una cálida sonrisa, anunciando amablemente: —¡Bienvenidas a Corea del Sur! ¿En qué puedo ayudarlas?
CONTINUARÁ...
Las historias que escribí sobre culturas asiáticas en realidad están relacionadas. Todo empieza con ¡Hagamos que valga la pena!, sigue con Mi stalker favorita y termina con Perfectos mentirosos. Leia mais sobre Saga Asia.
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