micamoreno98 Micaela M

Una adolescente, desaparecida desde que era una niña, reaparece en el medio del bosque junto a una gran fogata, rodeada de cadáveres mutilados. Se sospecha que todo el tiempo en el que estuvo desaparecida fue secuestrada por una secta satánica. Raven, sin expresiones ni emociones, debe adaptarse a su nueva vida "normal" con su familia biológica. Pero nada es lo que parece, tiene un plan que cumplir. Debe decidir entre ser libre o tener piedad. ¿Qué parte de ella prevalecerá?


Fantasia Todo o público.

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𝐶𝑎𝑝𝑖́𝑡𝑢𝑙𝑜 𝐼

𝐵𝑖𝑒𝑛, 𝑚𝑎𝑙, 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜, 𝑛𝑒𝑔𝑟𝑜. ¿𝐸𝑠 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑎𝑠𝑖́ 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎? ¿𝑆𝑖 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑜, 𝑒𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑜? ¿𝑆𝑖 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑚𝑎𝑙𝑜, 𝑒𝑠 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑜? 𝐸𝑛 𝑙𝑎 𝑜𝑠𝑐𝑢𝑟𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑙𝑎 𝑛𝑜𝑐𝘩𝑒 𝑚𝑒 𝑝𝑟𝑒𝑔𝑢𝑛𝑡𝑒́ 𝑒𝑠𝑡𝑜 𝑦 𝑚𝑎́𝑠. ¿𝑆𝑜𝑦 𝑏𝑢𝑒𝑛𝑎? ¿𝑆𝑜𝑦 𝑚𝑎𝑙𝑎? ¿𝐷𝑒𝑝𝑒𝑛𝑑𝑒 𝑑𝑒 𝑚𝑖𝑠 𝑎𝑐𝑐𝑖𝑜𝑛𝑒𝑠 𝑜 𝑑𝑒 𝑞𝑢𝑖𝑒́𝑛 𝑟𝑒𝑎𝑙𝑚𝑒𝑛𝑡𝑒 𝑠𝑜𝑦? 𝑃𝑒𝑛𝑠𝑒́ 𝑒𝑛 𝑙𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑎𝑝𝑟𝑒𝑛𝑑𝑖́ 𝑐𝑜𝑛 𝑒𝑙𝑙𝑜𝑠, 𝑙𝑎𝑠 𝑑𝑖𝑓𝑒𝑟𝑒𝑛𝑡𝑒𝑠 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑟 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎. 𝐸𝑙𝑙𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑗𝑒𝑟𝑜𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑛𝑜 𝑡𝑜𝑑𝑜 𝑒𝑟𝑎 𝑏𝑙𝑎𝑛𝑐𝑜 𝑦 𝑛𝑒𝑔𝑟𝑜, 𝑠𝑖𝑛𝑜 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑥𝑖𝑠𝑡𝑖́𝑎 𝑢𝑛𝑎 𝑖𝑛𝑓𝑖𝑛𝑖𝑑𝑎𝑑 𝑑𝑒 𝑔𝑎𝑚𝑎𝑠 𝑑𝑒 𝑔𝑟𝑖𝑠, 𝑞𝑢𝑒 𝑐𝑎𝑑𝑎 𝑝𝑒𝑟𝑠𝑜𝑛𝑎 𝑡𝑒𝑛𝑖́𝑎 𝑠𝑢 𝑓𝑜𝑟𝑚𝑎 𝑑𝑒 𝑣𝑒𝑟 𝑒𝑙 𝑏𝑖𝑒𝑛 𝑦 𝑒𝑙 𝑚𝑎𝑙, 𝑞𝑢𝑒 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑡𝑖𝑒𝑛𝑒𝑛 𝑠𝑢 𝑝𝑟𝑜𝑝𝑖𝑜 𝑗𝑢𝑖𝑐𝑖𝑜 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑙𝑜𝑠 𝑑𝑒𝑚𝑎́𝑠 𝑦 𝑠𝑜𝑏𝑟𝑒 𝑠𝑖́ 𝑚𝑖𝑠𝑚𝑜𝑠.𝑄𝑢𝑒 𝑙𝑎 𝑣𝑖𝑑𝑎 𝑛𝑜 𝑒𝑠 𝑡𝑎𝑛 𝑠𝑖𝑚𝑝𝑙𝑒 𝑐𝑜𝑚𝑜 𝑡𝑜𝑑𝑜𝑠 𝑑𝑖𝑐𝑒𝑛 𝑞𝑢𝑒 𝑒𝑠.

Estaba desnuda, rodeada por una gruesa manta gris, sentada en una sala de interrogación. Vi mi reflejo por el espejo/ventana de la pared, tenía sangre en el rostro y el cabello enmarañado, volví la mirada hacia la puerta, ya que sentí ruido del otro lado. Ésta se abrió y una mujer de traje entró, era de baja estatura, tenía el cabello rubio hasta los hombros, se veía pulcra, a diferencia de mí. Se sentó, enfrentándome, con la mesa entre nosotras, me observó con una falsa sonrisa y dejó unos papeles sobre la dicha mesa.

—Eres una jovencita muy hermosa ¿te lo han dicho?

Esperó una respuesta de mi parte, pero esto no pasó, aun así, sostuvo su fachada y se inclinó a leer un formulario que dejó abierto ante ella.

—En tu antigua declaración afirmaste ser Raven Brooks y tener dieciséis años ¿estoy en lo cierto?

Asentí.

—Tal vez no debería decir esto —dijo cerrando el formulario—pero soy amiga de los Brooks, que aparecieras después de tantos años y de esta forma...

Fue interrumpida bruscamente al abrirse la puerta de par en par, una pareja entró llorando y con desesperación en sus rostros, rastrearon la sala hasta verme, corrieron hacia mi dirección y me abrazaron. No respondí a su abrazo, simplemente me quedé quieta, mirando a la detective, y esperé a que me soltaran, lo cual hicieron. Ambos tenían el cabello negro, como yo, el hombre era alto y de fuerte complexión, la mujer era pequeña y delicada, los dos estaban muy bien vestidos, abrigados por la nieve, supuse. El hombre, al verme desnuda cubierta solo por una manta, corrió rápidamente la mirada hacia otro lado y comenzó a quitarse el largo abrigo verde musgo que traía puesto.

—¡Por Dios Santo! ¡Está completamente desnuda! ¿Por qué nadie le dio algo de ropa? —exclamó la mujer mientras tomaba el abrigo que el hombre le dio—. Ten mi amor, ponte esto.

Lo tomé y me lo coloqué, todos se giraron para no verme, y cerré el cierre, me quedaba como un vestido, me llegaba hasta la rodilla. Me estiré y moví mi cabello hacia atrás.

La mujer volteó y se horrorizó al darle una buena mirada a mi rostro, ocultó sus labios abiertos con la mano. Se acercó a mí y acunó mi rostro entre sus manos.

—¿¡Por qué estás cubierta de sangre?! —gritó aún con lágrimas en sus ojos.

—De eso quería hablarles, si me acompañan a mi oficina les explicaré dónde la encontramos y en qué circunstancias, además aún debemos investigar si esta jovencita es realmente quien dice ser.

—¿Pero qué dices Lynda? Es obvio que es nuestra hija, luce exactamente igual a mi madre —dijo el hombre.

—Lo sé Elliot, pero debemos asegurarnos. Vayamos a mi oficina y lo hablaremos mejor.

La mujer, quien supuse era mi madre, me abrazó con su brazo derecho, y con el izquierdo sostuvo mi hombro izquierdo.

—Raven viene con nosotros, no pienso volver a dejarla sola —dijo llorando.

Lynda asintió y se puso de pie, la seguimos y pasamos por las oficinas de entrada, la mujer no me soltó así que tuve que caminar con ella abrazándome. En el camino, vi cómo llevaban esposado a un muchacho alto, de cabello oscuro y ojos negros, tenía puesto un abrigo negro y jeans de ese color, era muy atractivo, él me miró a los ojos y su rostro mostró sorpresa, nos miramos fijamente hasta que nos alejamos demasiado y ya no podía girar más el cuello para verlo.

Entramos a la supuesta oficina, me senté en una de las sillas alejadas al escritorio, Lynda se sentó en frente de ellos, apoyando sus hombros en el vidrio del escritorio, y ellos sentados juntos, sosteniéndose de las manos.

—Elliot, Elizabeth, debo advertirles que deben prepararse para lo que voy a decir con respecto a su hija, es algo muy fuera de lo común.

La detective Lynda, quien parecía ser una vieja amiga de ellos, les explicó cómo y dónde me encontraron. Básicamente, recibieron una llamada mía desde un bosque cercano, al llegar la patrulla y la ambulancia me encontraron junto a una fogata, desnuda, cubierta de sangre, rodeada de diez personas con batas rojas, muertas.

—Como ven no ha hablado prácticamente nada, sólo dijo su locación en la llamada a emergencias, su nombre y edad. Creemos que es por el trauma ya que todo apunta a que esas personas muertas eran... una secta.

Se horrorizaron y se abrazaron, ella comenzó a llorar desconsoladamente y él trataba de consolarla.

—Recuerda lo que prometimos Liz, que seríamos fuertes para ella —le dijo Elliot.

Liz, como la llamaba su marido, asintió, tratando de calmarse.

—¿Cómo procedemos Lynda?

—Nosotros ya tomamos la mayoría de las medidas necesarias del protocolo, ahora solo queda llevarla al hospital para una revisión completa y asegurarse de que no haya sufrido ningún abuso —dijo con delicadeza para no perturbarlos más de lo que ya estaban.

***

Ya en el hospital, tomaron muestras de mi sangre, otra vez, ya que lo habían hecho en el bosque, y me revisaron, luego me dijeron que podía bañarme en la ducha del baño del cuarto, y lo hice. Liz me alcanzó toallas y ropa que había traído para mi mientras me revisaban.

—No sé si te quedará, como no se tu talle tuve que adivinar —dijo tratando de mostrar tranquilidad, no lo logró para nada.

Me entregó una camiseta, un suéter de lana blanco, un jean negro, ropa interior y unas botas marrones. Todo me quedó bien, menos el jean y el brazier, eran grandes para mí. Salí del baño, con el cabello medio mojado, y me senté en la camilla. Liz se acercó con un gran cepillo rosa y lo elevó, como preguntándome si podía cepillarme, asentí, no me importaba la verdad. Se sentó a mi lado y comenzó a cepillarme.

—Compre este cepillo grande porque tienes mucho cabello y es muy largo, es increíblemente hermoso —miró mi rostro—. Te has convertido en una adolescente muy hermosa, tienes unas tiernas pecas sobre la nariz y las mejillas, al igual que yo —se giró para no mostrar sus lágrimas.

Tomé aire y suspiré, estaba comenzando a afectarme ese malestar que tenían los dos.

—Gracias —susurré.

Liz se giró rápidamente hacia mí, se abalanzó y me abrazó fuertemente, casi me quitaba el aire, y acarició mi cabello.

—Es lo primero que te oigo decir —dijo, como pudo, mientras lloraba desconsoladamente—. ¡Cuando te secuestraron aún no podías hablar!

Elliot la escuchó gritar y entró rápidamente, la separó de mí y la abrazó.

—Cariño, ¡dijo su primera palabra!

—¡¿Qué dijo?! —dijo sorprendido.

—¡Gracias! ¡Me dijo gracias!

Los miré en silencio, me extrañó su reacción y hasta me pregunté si no debía hablarles otra vez, los alteraba demasiado. La doctora entró en la habitación e interrumpió sus delirios, se acercó y ellos se pusieron de pie dándome la espalda.

—Bueno chicos —abrazó la carpeta que tenía en la mano—. Sus signos vitales son normales, no tiene heridas internas, lo único que nos preocupa son sus cicatrices.

—¿Cicatrices? —dijeron al mismo tiempo.

Esto desconcertó a la doctora.

—Sí, las que tiene en la espalda, abdomen y piernas.

—¡¿Cómo?! —exclamó Liz.

Se giró hacia mí he intentó quitarme la ropa, pero logré esquivarla y corrí hacia una esquina de la habitación, apoyé la espalda contra ésta y me abracé a mí misma.

—Liz, te recomiendo no intentar tocarla a la fuerza, se la nota que es muy alterada, nos costó mucho poder hacerle la revisión, golpeó a un enfermero y le quebró la nariz.

—Dios mío. ¿A quién? ¿Nos demandará? —dijo Elliot.

—A Fabricio, pero no se preocupen, él entendió su situación y me pidió que les dijera que no levantaría cargos contra ella.

—Pobre Fabricio, nos disculparemos luego cariño —le dijo Liz—. ¿Deberíamos hacer algún tratamiento con ella?

—Yo recomiendo, por el trauma que ha pasado y desconocemos, que haga terapia con algún psicólogo. Tal vez se sienta mejor con una mujer.

—Por supuesto —dijo Elliot.

Siguieron charlando, al parecer ella era la médica pediátrica del pueblo, eran conocidos también, por lo que entendí fueron al instituto juntos. Arreglaron en que iría a terapia y a revisiones una vez por mes. También analizaron mis muestras de sangre y la compararon con la de Elliot y Elizabeth, comprobando que soy su hija.

Ya sentada en la parte de atrás de su auto, ellos hablaban de que ya todo estará bien y de que seré feliz. No presté mucha atención a lo que decían, me limité a mirar por la ventana. Las casas eran enormes y de madera, había nieve por doquier.

Llegamos a una casa de dos pisos, de madera también, y estacionaron.

Bajé del auto y observé la casa, era grande y muy linda. Ellos bajaron y caminaron hasta la puerta, me miraron y los seguí. Abrieron la puerta y entramos, la entrada era un pasillo con ganchos de madera a los costados para colgar los abrigos, lo cual hicieron y Elliot me quitó el mío pidiéndome permiso y lo colgó junto a los de ellos. Me guiaron hasta una gigantesca sala de estar, tenía un gran sofá blanco apuntando hacia un enorme plasma, en medio había una mesita baja de vidrio. Las paredes estaban hechas de madera, al igual que el suelo, parecía una cabaña del bosque.

Ambos vinieron hacia mí, Liz se sentó a mi lado y Elliot se detuvo enfrente nuestro.

—¿Quieres beber algo calentito? Te vendría bien con el frío que pasaste —tocó mi mejilla—y estás helada. ¿Un café te gustaría? —me preguntó amablemente mientras acariciaba mi mejilla.

Negué con la cabeza.

—Quiero dormir —dije en voz baja.

Ambos se miraron, con tristeza.

—Claro mi pequeña, pero primero hablemos un poco ¿está bien? —dijo Liz.

No respondí.

—Estamos muy felices de que hayas vuelto a casa —dijo Elliot—, la familia no estaba completa sin ti. Y hablando de eso...

—Sí —lo interrumpió—, mañana podrás conocer a tus hermanos.

Sus palabras me impactaron tanto que me hicieron ahogarme con mi propia saliva, ambos intentaron ayudarme, pero levanté las manos para que no me tocaran. Tosí hasta que me sentí mejor y respiré profundamente.

—¿Hermanos? ¿Plural? —pregunté con tranquilidad.

—Sí hija —respondió Elliot—, tu hermano mellizo, los mellizos de cuatro años y el bebé de cuatro meses.

Abrí los ojos como platos, respiré profundamente y calmé mi mente. Sabía que tenía un hermano mellizo, pero no otro par de mellizos... ¡Y un bebé! Sólo había visto niños y adolescentes en ocasiones excepcionales. Me puse de pie y caminé hasta la pared, volví, fui, volví, fui, hasta que Elliot me frenó.

—¿Qué pasa querida? —me preguntó preocupado.

Lo miré a los ojos, desesperada, alterada, y el entendió por qué estaba así de nerviosa, era demasiado para digerir en un solo momento.

—Necesito un cigarrillo —dije aun mirándolo.

El dudó, pero asintió, buscó en su bolsillo una cajetilla con un encendedor negro y me lo entregó.

—¡¿Qué haces Elliot?! ¡Es una niña! ¡No puede fumar!

—Creo que después de todo lo que vivió, ya no es una niña, ahora mismo pienso darle lo que necesite con tal de que ella esté bien. Si eso la tranquiliza, entonces se lo daré, debemos hacer que se sienta cómoda... si eso es posible.

Liz no pudo responder ante su planteo, miró hacia otro lado y no continuó, desaprobándolo.

Tomé la cajetilla con el encendedor.

—Sal por esa puerta corrediza, da hacia el patio, sólo puedes fumar ahí ¿entendido?

Asentí y me dirigí hacia afuera. Cerré la puerta detrás de mí y sentí como el frío se extendía por todo mi cuerpo. Era un jardín espacioso, tenía flores en los costados de las paredes, las cuales estaban minadas de luces, y el césped era verde oscuro. Me senté en una gran hamaca de madera y prendí el cigarrillo. Disfruté el aire fresco y me tranquilicé.

Sabía lo que tenía que hacer, pero no si tenía el valor necesario para hacerlo. Lo había repasado miles de veces y me lo explicaron paso a paso, pero, aun así, cuando el momento estaba tan cerca, dudé.

Miré hacia el cielo nocturno, una hermosa luna llena coronaba esa fría noche de Mayo, aunque aún no era invierno, el pueblo estaba cubierto de nieve, hasta el jardín en donde estaba fumando. Sentí como la luz de la luna me abrazaba y conformaba, miré las estrellas y pensé en mi familia, quienes ya no estaban conmigo.

—Los encontraré pronto, lo prometo —le dije a la luna y estrellas.

—¿A quién encontrarás querida? —dijo Elliot al salir por la puerta corrediza.

Agaché la cabeza, sentí su peso en la hamaca al sentarse a mi lado. Me colocó el abrigo que tenía antes, supongo que imaginó que debería tener frío allí afuera.

—A nadie —susurré.

Quiso volver a preguntar, pero notó que no quería hablar de ello. Me extendió la mano, en dirección a la cajetilla, y se la entregué, prendió un cigarrillo y comenzó a fumar conmigo.

—Raven, sé que esto debe ser mucho para ti e intentaremos ir despacio, tanto como necesites. Y hablando de eso, ¿te molesta tener tantos hermanos?

Sus palabras me golpearon como una pata en la cara. Claro que me molestaba, me aterraba. Iba a destruir todo lo que ellos habían construido y debía cargar con la culpa de que había niños de por medio. Le di una pitada al cigarrillo e intenté pensar en alguna respuesta.

—Sólo no estoy acostumbrada —dije, mirando al césped.

—No te preocupes hija, verás que, sin darte cuenta, ya todo se sentirá normal —dijo con una sonrisa.

No respondí, nada de eso era "normal", y pensándolo con profundidad, ¿qué era normal?

—¿Puedo abrazarte? —preguntó.

Lo pensé, no me gustaba que me tocaran, menos ellos, después de lo que me hicieron, pero debía pretender que no lo sabía y que todo estaba bien, así que asentí.

Lentamente, pasó su brazo izquierdo alrededor de mi espalda y, con ese mismo brazo, apoyó su mano sobre mi hombro izquierdo. Respiré profundamente, ya que mi primera reacción cuando me tocaban era alejarme o lastimarlos, no podía evitarlo, me habían criado así. No pude soportar el contacto y me puse de pie.

—Estoy muy cansada. ¿Puedo irme a dormir?

—Por supuesto. Ven, con tu madre te llevaremos a tu habitación.

Me llevaron a una habitación que decía "RAVEN" en la puerta. Entré lentamente y una puntada en el corazón me hizo detenerme en seco. Había peluches por doquier, todo era color rosa pastel, hasta las colchas de las sabanas de la cama, la pared estaba cubierta por un tapiz rosado con adornos de flores rojas, eran, obviamente, rosas. Suspiré y me froté el rostro con las manos, era un puto cuarto de bebé.

—Como verás, no cambiamos nada desde el día en que...—a Liz se le quebró la voz y comenzó a llorar, Elliot la abrazó.

—Siempre hacemos limpiar el cuarto y cambiar las sabanas, justo ayer Aylén lo hizo, es la chica que viene la limpiar la casa.

Cerré los ojos y tomé aire, tratando de no aparentar estar molesta. Me giré hacia ellos.

—Bueno muchas gracias. Hasta mañana —dije, echándolos de la habitación y cerrando la puerta.

Escuché que susurraban algo, pero no podía entender qué. No le di importancia y me quité la ropa, divisé que había un camisón largo rosa en la cama, a regañadientes me vestí con eso. Apagué la luz y me metí entre las colchas.

Sentí unos golpes en la ventana, me giré rápidamente para ver qué era y noté una silueta humanoide. Me levanté de la cama, encendí la luz, y caminé hasta allí, la abrí y me sorprendí al ver quién era.

—Hola bonita —dijo, con una profunda voz.

Era el chico que había visto en la comisaría horas atrás. Estaba con la misma ropa, botas, jean gris, camiseta negra y una chaqueta de cuero negra. Tenía el cabello desaliñado y la piel pálida por la helada que hacía afuera. ¿Cómo había hecho para salir de la comisaría tan rápido? ¿No lo estaban procesando?

—¿Qué diablos haces en mi ventana? —le pregunté, desconcertada.

—Sólo quiero hablar. ¿Me dejas entrar?

No me dio tiempo a responderle que ya se había metido.

—Soy Jack, un gusto. Y tú debes ser Raven, la chica de la secta.

—¿Qué mierda quieres?

—Sólo quiero hablar, conocerte. ¿Es eso un crimen?

—No, pero meterse en propiedad privada sí lo es.

Arrugó la nariz e inclinó la cabeza, restándole importancia.

—No pasará nada si queda entre nosotros —dijo, llevándose un dedo a los labios en señal de silencio.

Suspiré, nunca imaginé que pasaría algo como eso. Un chico metiéndose por mi ventana, me siento en un libro para chicas, de esos que solía leer.

—Bueno entonces hagámoslo rápido. Soy Raven, tengo 16 años y acabo de mudarme aquí, un gusto. Ahora vete.

Lo empujé hacia la ventana, pero se libró de mí.

—Wow, wow, wow, tranquila. Eso ya lo sé, me refiero a conocerte más profundamente. Qué cosas te gustan, que no.

—¿Y por qué diablos quisieras saber esas cosas? Sólo hazme un favor y vete —dije, ya cansada de la situación.

Fingió no escucharme y se sentó en mi cama, mirándome.

—Bueno si tú no quieres hablar, hablaré yo. Soy Jack, tengo 17 años, me gusta boxear y vivo allí enfrente —señaló hacia la ventana, indicando cuál era su casa.

—Está bien. Ahora vete, tengo sueño —dije, bostezando.

Se levantó de la cama y se dirigió hacia la ventana.

—Oh, antes de irme, tengo algo para ti.

Se quitó la mochila de la espalda y sacó dos cajetillas de cigarrillo mentolados.

—Son de los nuevos, te encantarán.

Me los dio y antes de que pudiera decirle algo saltó por la ventana. Me sorprendí y salí a mirar rápidamente, estaba en el segundo piso, debió matarse. Pero al verlo ya estaba cruzando la calle como si nada.

Torné los ojos y cerré con traba la ventana, no me arriesgaría a que entrara a mitad de la noche. Apagué la luz, coloqué los cigarrillos en la mesa de luz a un lado de la cama y me metí entre las sabanas. Antes de que me diera cuenta, todo se tornó oscuro.

8 de Outubro de 2020 às 17:24 1 Denunciar Insira Seguir história
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Prince Gómez Prince Gómez
Me encanta!
March 08, 2021, 01:48
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