simon-acostat Simón Acosta

Un hombre se dedica a contar extrañas y encantadoras historias todos los días en un parque, mientras otro lo observa día a día esperando.


Romance Contemporâneo Todo o público.

#cuento #romance #tragedia
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El cuenta pasados

Pablo era un hombre al que le faltaba algo. Eso lo decían sus amigos, sus compañeros de trabajo, su familia; mirarlo a los ojos era ver un pozo profundo, sin fondo, y con aire melancólico. Aunque Pablo posiblemente negara que algo estaba mal, cualquiera podía ver en la forma en que movía las manos o como miraba a su alrededor abstraído, que ese era un hombre que lloraba por dentro. Un hombre roto, que se mantenía en pie simplemente por fuerza de voluntad y quién sabe qué otras cosas. De hecho, según lo que muchos contaban, Pablo sólo sonreía en un lugar y en un momento: En las tardes con el Cuenta Pasado.


El Hombre Cuenta Pasado se hizo famoso de la noche a la mañana. Tal vez porque la capital siempre anda buscando nuevos personajes únicos de los cuales enamorarse o tenerles compasión. Nadie sabe cuál fue su primera “presentación”, pero llegó el día en que todos se enteraron del extraño hombre que, a las 4 de la tarde, se sentaba en una silla en el parque central a contar historias. Los periódicos hicieron su despliegue de curiosidad, la televisión lo grabó y por internet, contaban mil rumores. Tarde o temprano dejó de ser noticia y aún así, a las 4 de la tarde en punto, había un séquito de gente a su alrededor; de pie, sentada o algunos ya más sabios, con sillas propias para disfrutar. Se decía que estando con el Cuenta Pasados no había temor de asaltos, ni de dolor o preocupaciones. La voz y la imaginación del hombre lo cautivaba todo, como creando una burbuja plateada donde la noche y el mundo no podían entrar.


Del pasado de Pablo, no se sabía mucho. Se había ido joven de la casa y desde el principio, había vivido solo. Trabajaba desde joven, y mucho. Sus amigos, escasos, siempre sentían que el mundo dentro de su cabeza era más grande y más maravilloso de lo que el mundo real podía llegar a ser. Hablaba, sonreía, salía y hasta contaba chistes malos, y aunque siempre seguía siendo un hombre fantasioso, tenía amigos y era querido. Pero súbitamente, sin darle aviso a nadie, desapareció; por espacio de un año, nadie supo nada de él. Su familia nada contaba, en el trabajo sólo sabían de una carta de renuncia, su casa había sido alquilada. Algunos pensaron que estaba muerto y otros que habían viajado fuera del país. Por 12 meses, Pablo fue comido por la tierra y por el silencio. Y cuando volvió, para sorpresa de todos, era una persona diferente. A nadie le contó que hizo o donde estuvo en ese año ni cómo vivió. En su trabajo, le devolvieron su puesto sin mucho pensarlo. Pero su vida personal, por así decirlo, le dejó de importar; ya no iba a reuniones familiares, casi nunca salía con sus amigos y empezó a adoptar ese aire triste que lo caracterizaba después. Todavía era querido, como antes, pero le daba la impresión a la gente de que no quería a nadie. O mejor dicho, no podía querer.


El verdadero talento del Cuenta Pasados no era, como muchos supusieron al principio, que contara historias de una forma maravillosa. No, no era simplemente eso. El Cuenta Pasados, más que relatos, contaba extrañamente su vida, como nació, como había crecido, sus amores y sus penas. Lo que lo hacía único es que cada día contaba una nueva, con una pasión tal que inevitablemente uno le creía, lloraba con él, sentía cada una de las emociones que el hombre describía. Cuando fue noticia, al principio, se tuvo que admitir que nadie sabía quién era él. Se sabía un nombre, Alberto, pero nada más; no había familia, ni trabajos ni gente que supiera quién era él. Aún más, al hacérsele unas pruebas médicas, se supo la verdad: El Hombre Cuenta Pasados tenía amnesia, no recordaba nada más que el saber que estaba vivo. Pero cada tarde en que se sentaba en su silla, le explicaba una vez a un diario, sentía como se convertía en un relato, cada una de sus células y al finalizar el proceso, recordaba una vida maravillosa. La contaba a todos, se iba a dormir en un cuarto diminuto cerca del parque y descansaba hasta el día siguiente que se repetía el proceso. Su única habilidad, decía antes de empezar cada nuevo pasado, era no recordar quién era en realidad y tener la imaginación para intentar llenar el vacío.


Cuando Pablo volvió, lo único que pidió fue salir más temprano en su trabajo. Su vida podría haberse vuelto extrañamente vacía, y podría parecer no tener los mismos gustos de antes, pero fue bastante enfático en eso: Él tenía que estar fuera del trabajo antes de las 4 de la tarde. Una vez, solo una, sus compañeros escucharon como Pablo le levantó la voz a su jefe, claramente enojado, para luego empezar a hablar rápido. 2 horas estuvieron ambos en la oficina, encerrados y nunca silenciosos. Para cuando abrieron por fin la puerta, Pablo salió rápido con la cabeza baja, listo para recoger sus cosas e irse; eran las 3 y 45 de la tarde. El jefe se levantó de su silla, despacio, y antes de que cualquiera pudiera hacer la más mínima pregunta, cerró la puerta suavemente. Hubo quienes aseguraron después que estaba llorando.


Pero, el Cuenta Pasados era un hombre lleno de sorpresas. Contaba historias encantadoras, que ni un solo segundo se volvían aburridas. En algunas, era un hombre abandonado por su familia quien se había superado por fuerza de voluntad y suerte; en otras, era un extranjero que enamorándose de la mujer equivocada, había terminado siendo abandonado por su grupo de amigos en un país desconocido; o un galante caballero en busca de un amor que había visto una sola vez, justo antes de subirse en el autobús. Y más que contar las historias, el público en sí se volvía parte del espectáculo. Esa era la verdadera razón por la que tanta gente iba a escucharlo día a día. Decenas de pares de ojos estaban atentos de cada palabra y gesto del Cuenta Pasados, porque uno nunca sabía cuando podía topar con la suerte de ser elegido.


Nadie sabía adónde iba Pablo, a las 4 de la tarde, que tenía siempre tanta prisa. Así que un día un grupo de sus amigos lo esperó a la salida y sin dejarse ser notados, lo siguieron. Pensaban, en un principio, que se iba a meter a un bar extraño a tomar hasta la noche. O también, pensaron que simplemente tenía una amante con la cual tenía una cita todas las tardes. Pero grande fue su sorpresa cuando lo vieron encaminarse al parque central, donde ya un grupo de gente se estaba reuniendo. Lo vieron saludar a algunos de ellos y como se sentó en el puro frente del grupo, con las piernas cruzadas. Poco después llegó el Cuenta Pasados, quien sentándose en su silla, empezó una nueva historia. Pablo nunca notó a sus amigos que lo miraban curiosos, ni notó como todos a su alrededor eran envueltos en la magia de las palabras nuevamente. Sus amigos se fueron al poco tiempo, con varias preguntas en la cabeza, sin saber qué pensar. ¿Por qué Pablo sonreía sentado al frente del extraño hombre, cuando no sonreía con nadie más? ¿Y por qué, en el medio de la sonrisa, se podía ver casi a flor de piel, una extraña ansiedad y expectativa?


Ser elegido era uno de los sueños más grandes que mucha gente tenía al ir a escuchar al Cuenta Pasados; era la razón por la que cada día, había diferentes personas queriendo probar su suerte. Porque si bien el hombre cada día era alguien diferente, terminaba “reconociendo” también entre los oyentes a personas de sus vidas pasadas. De repente, contaba la historia de cómo se había enamorado de la novia de su mejor amigo para darse cuenta que la novia estaba ahí, en esa morena juguetona y que aún peor, como su mejor amigo (el gigante de 2 metros que está atrás) lo observa con enojo. Se pone nervioso, se acerca a la chica, declara su amor eterno y a su antiguo mejor amigo, le pide perdón. El amor es inevitable y es doloroso, le dice con lágrimas en los ojos. El amor no lo planea nada, no lo piensa. La chica termina sintiendo que ama de una forma maravillosa, el gigante de 2 metros perdona a su amigo llorando y el hombre cuenta pasados se funden en abrazos. Llegan las 5 y media de la tarde, finaliza el show y todos se van para sus casas. Pero lo que se sintió y experimentó, con las olas de la imaginación del Cuenta Pasados, jamás es olvidado. Y un hombre, que estaba sentado con las piernas cruzadas, mira al cielo oscuro y suspira. Una lágrima recorre su mejilla.


Pasaba el tiempo y las cosas no cambiaban. Se le dio un ascenso a Pablo por su trabajo espectacular y lo único que pidió fue poder salir más temprano aún. No mucho, solo media hora antes. De vez en cuando se dejaba convencer de salir con sus amigos, pero siempre terminaba abandonandolos a media noche, diciendo que estaba muy cansado y necesitaba dormir; a su familia no la volvió a ver para nada. Y todos los días, sin falta, iba al parque a escuchar al Cuenta Pasados. El grupo de gente algunos días era poco, como otros (en particular los fines de semana) era todo un gentío. Se encontraba de todo, desde niños impacientes hasta parejas de ancianos que agarrados de la mano, se reían con las ocurrencias del Cuenta Pasados. Porque él tenía algo para cada uno de ellos: la magia para los niños, los romances para los enamorados, la acción para los jóvenes y las risas para los preocupados. A todos sus oyentes les daba lo que necesitaban, esa pizca de color que no podía faltar. Excepto a Pablo. Al terminar cada una de las tardes, cualquiera podía verlo triste, como a alguien que se le ha defraudado. A Pablo fue el único que nunca había escogido del grupo numeroso de asiduos diarios; a todos se les cumplían sus deseos menos a él, y por más que mirara a las estrellas, eso no iba a cambiar. Una vez un amigo le dijo que no fuera con el Cuenta Pasados, porque lo miraba cada vez más triste al terminar la función. Pablo simplemente le respondió que ningún hilo rojo del destino debe ser cortado; su amigo, obviamente, no entendió.


Un día, el hombre Cuenta Pasados tenía un aire extraño a su alrededor. Unos lo interpretaban como juguetón y otros como deprimido. Pero la mayoría se sentó en su lugar como siempre, y escucharon la historia. El mismo hombre que siempre se sentaba de piernas cruzadas al frente, estaba ahí, respirando rápido y sudando frío. Ese es un hombre nervioso, pensaban los que estaban a su alrededor. La historia de ese día fue de reencuentros. De cómo había perdido a toda su familia y en las vísperas de suicidarse, había encontrado una carta de un hermano que jamás habría imaginado. El hombre, con lágrimas en los ojos, contó de los abrazos, de las palabras atropelladas, de un corazón reparándose. Fue la primera vez que no llamó a nadie del público para formar parte de su historia y nadie se quejó. Porque la música que salía de sus labios era, con todo y su arte, más majestuosa que la que nunca se había escuchado antes en el parque. Los dos hermanos se reúnen y aunque han perdido tiempo valioso, se disponen a recuperarlo; el ser humano no puede devolver el tiempo, pero puede aprovechar el que le queda. El amor, después de todo, trasciende las horas y los años. Ese día todos terminaron llorando, sin excepciones. Y no era solamente por la historia, sino por algo más. Un sentimiento indescriptible y confuso dentro de sus corazones.


El día de las lágrimas perdidas, así se llamó ese día, contó Pablo a sus amigos un día cualquiera. Hasta él, que generalmente no lloraba, terminó soltando lágrimas reprimidas que creía perdidas en otro tiempo, con otras personas. Todos se fueron despacio, como si no quisieran irse, como si no quisieran volver al mundo fuera de la burbuja mágica del Cuenta Pasados. Pero poco a poco, todos terminaron en irse. Pablo se quedó sentado, mirando al suelo, pensando en sus propios problemas; no le importaba lo tarde que era, o lo loco que muchos que pasaban por ahí lo consideraran. Su burbuja no era una de palabras e imaginación, sino de recuerdos y dolor; todo lo que estuviera fuera de ella, no importaba. Pero al fin de cuentas, salió de su ensimismamiento y al levantarse, vio algo que lo hizo sorprenderse: El Cuenta Pasados estaba en la misma silla, sentado y observándolo fijamente.


El Cuenta Pasados había visto al mismo hombre todos los días, desde que tenía memoria. Primero llegaba corriendo y sudando, apenas para escuchar su relato. Y después, empezó a llegar más temprano, entre los primeros. Había contado mil historias y en ninguna de ellas había sentido que él perteneciera y por eso, jamás lo había llamado. Como si fuera parte de un pasado que todavía, aunque fuera imposible, no hubiera contado. Pero cuando lo vio sentado, con lágrimas todavía en sus ojos, lo entendió todo. Esperó a que el hombre levantara la mirada y justo cuando se vieron a los ojos, se levantó despacio y extendió la mano para ayudarlo a levantarse del suelo. El otro hombre, sin poder decir una palabra, se puso de pie despacio y quedó justo al frente del Cuenta Pasados, a unos cuantos centímetros de distancia. Ambos tenían corazones que latían fuertes, en el medio del sonido de la ciudad.


— Por fin te recuerdo Pablo -murmura el Cuenta Pasados, con sus ojos llorosos- Por fin recuerdo a que pasado perteneces, el porque nunca podía incluirte en ninguna parte. Sos del único pasado que importa, al que he estado buscando estos años, sentado en esta silla, contando historias.


— Yo… -Pablo intenta hablar, pero las lágrimas se le meten en la garganta, en el corazón, y no lo dejan continuar- Alberto…


— Tranquilo Pablo, no tenés que hablar -dice sonriendo el hombre, con una extraña felicidad en los ojos- No tenés que decir nada. No sé si te acordás, porque yo sí. Aquel último día no pude terminar de decirlo todo, se quedaron las palabras pegadas en las paredes y nunca te llegaron. Te amo, más profundamente de lo que jamás podré amar a alguien, en esta o en las vidas que vengan. Te amo, y nunca lo olvides.


Pablo no podía decir nada, más que susurrar “Alberto” una y otra vez. Lo que escuchó decir al hombre Cuenta Pasados era lo que había estado esperando, desde todo este tiempo. Era la razón por la que había perdido todo a su alrededor, mientras pudiera mantener la esperanza. Quería decir tantas cosas, y quería sonreír también. Quería abrazar a Alberto y reír y hablar. Pero de todo lo que deseaba, sólo pudo quedarse quieto, escuchando. “Te amo, y nunca lo olvides”, le escuchó decir. Y sin previo aviso, sintió unos cálidos labios en los suyos. Había amor en ellos, así como había deseo; un cataclismo maldito de emociones de un segundo. No cerró los ojos ni un solo segundo, para ver la hermosura de los párpados cerrados del Cuenta Pasados, de su Alberto; no los cerró porque temía que todo fuera a desaparecer. El beso terminó cuando de un segundo para el otro, el Cuenta Pasados se desplomó, en los brazos de Pablo, con una sonrisa en el rostro. Alguien llamó a una ambulancia, pero cuando llegaron, era muy tarde. Había muerto.


Pablo contó muchas veces la historia de esa noche a sus amigos, cada vez que se la pedían. Pero nunca la explicó, aún cuando ahora sonreía un poco más. Quién era Alberto realmente, o que había pasado en el año en que Pablo desapareció, nadie sabía. Lo que sí es cierto es que Pablo nunca olvidó. Al funeral del hombre Cuenta Pasados asistieron cientos de personas; aunque no tenía una verdadera familia, lloraron su muerte muchas esposas, familiares, amigos de toda la vida. Lo que aquel hombre maravilloso contó, nadie jamás lo pudo olvidar tampoco. Todavía ahora se puede buscar su lápida en el cementerio y la inscripción que alguien mandó a hacer en la piedra. “Aquí yace un hombre que lo dio todo a todos y que su último aliento de vida fue uno de amor.”

17 de Setembro de 2020 às 19:16 2 Denunciar Insira Seguir história
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Fim

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Oscar Writer Oscar Writer
¡Me ha encantado! De los mejores relatos cortos que he leido, sin duda. La escritura es genial, tienes una narración que engancha, que te hace seguir leyendo debido a que escribes con una sencillez que es superprofesional (al menos así es como yo lo siento). Tanto que incluso en el final, he soltado una lagrima y todo (y nunca me ha pasado). La historia es muy encantadora, nunca me imaginé aquel final para nada. Lo digo ya, voy a seguirte y leerme cuando pueda el resto de relatos que has escrito. ¡Gran trabajo! ¡Sigue así! PD: Unas observaciones, he visto que no has separado los diálogos al igual que los párrafos, cuando lo puedas, modificalos. Y segundo, en vez de utilizar guiones normales, osea, estos: "-". Utiliza estos "—", para que así sean más profesionales tus escritos.
September 19, 2020, 23:37

  • Simón Acosta Simón Acosta
    ¡Hola! ¡Muchas gracias por tu comentario! Me halaga mucho que te haya gustado mi cuento y que te haya hecho soltar una lágrima al final. Espero que te gusten el resto de los cuentos que tengo ahora subidos. Yo soy nuevo y no son tantos, pero voy a ir subiendo más en el futuro. P.S: Geniales los consejos para mejorarlo. Voy a editarlo para que quede mucho mejor. ¡Gracias! September 20, 2020, 01:27
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