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Capítulo 1

Sentada frente al espejo del camarín, simplemente mirando mi reflejo ya maquillado, detrás de mí alguien peinándome, a lo lejos escuchaba los pasos de las personas que van entrando emocionada al teatro. La mayoría adolescente, un par de niños y el resto adultos, se repite la misma cantidad y variedad de gente en cada espectáculo. Agarré el celular, empecé a revisar las redes, me gusta ver las historias de personas que vienen a ver la obra, me motiva, pero hoy pareció no ser el caso, de golpe vi una publicación, esa publicación, de golpe sentí como el corazón latía fuerte, como las palabras se me atoraban todas en la garganta, unas lágrimas caían por mi mejilla arruinando el maquillaje previo, escuche el grito de la maquillista, pero no le preste atención, no podía creer lo que mis ojos ahora inundados veían, no se podía haber casado, ahora sentía como todo lo que en algún momento había soñado se desvanecía. Terminaron de arreglarme, deje el celular sobre la mesa frente al espejo.

Salí.

Los flashes, las luces, todo me abomba, la gente gritando ya no me produce alegría, no quiero estar ahí, no se porque estoy ahí, me siento aturdida, de golpe veo de frente a todo el teatro, de golpe estar en el Teatro Real de Madrid me parece hipócrita, me parece lejano, ajeno. Tengo que comenzar a actuar pero siento el cuerpo petrificado, no puedo hablar, ¡quiero llorar!, todo me da vueltas, perdí el sentido de la orientación, siento como el corazón de ir rápido pasó a ir lento, de golpe me veo caer, me veo caer ahí en el piso del teatro, como si se tratase de la vida de alguien más y no la mía.



No todo pasó como lo recuerdo, o como lo recuerdo no es como pasó. Decía mi Papá siempre sentado frente a la chimenea de la casa, mientras me contaba una y otra vez sus aventuras de adolescente. Eran días increíbles, nada faltaba. Pero como todo tiene un final, las noches sentada sobre él frente a la chimenea terminaron por acabarse, lo atropelló un auto cuando yo tenía seis, y desde ahí fuimos mi Mamá, mi hermano y yo contra el mundo.

La vida no fue ni muy complicada ni muy fácil para mi, siempre en el medio, como si estuviera atrapada en una burbuja, ajena a los peligros del exterior pero cercana a los peligros del interior. A veces pienso que mi vida se divide en un antes y un después del accidente. Bueno eso creía. La adolescencia, que etapa efímera, se podría decir que ridícula e incluso abstracta, y no, nada me salió como en las telenovelas. Las amo pero mienten mucho. No apareció el amor de mi vida en segundo año y me resolvió mi vida… o bueno si, pero no fue como hubiera pensado, digamos que pertenezco al patético e hipotético grupo que se enamora solos, soy bueno, esa persona que prácticamente tiene la otra parte de la naranja, podrida, y pérdida.

Y Bueno volviendo a la historia si me enamoré, pero me parece que Cupido le chingo a la dirección de la flecha, porque no le dio ni de casualidad. Toribio, si de verdad suspiraba por el, creo que hasta le escribí un disco completo dedicado a el ¿o dos?, ya no recuerdo, la memoria es confusa, decía también mi Papá, según me cuenta mi Mamá, el era muy sabio e inteligente. Me gustaría saber en qué momento de la vida se hereda eso. Desde siempre o desde que mi memoria me deja acordarme amo las telenovelas. Si esas que dan a las tres de la tarde y por lo general ven las abuelas. Yo las amaba, las amo, puedo pasar horas y horas, capítulos y capítulos, así que si, le echo la culpa de todo a las telenovelas. Porque yo esperaba encontrar a mi príncipe azul, que me dijeran que era hija de millonarios e irme a vivir al exterior llena de plata, pero no, soy la simple hija de un finado policía y una profesora de Historia, y no, no apareció mi príncipe azul… ¿o si?, bueno no es el tema.

Mi Papá me decía que las historias de todos son interesantes, que cada uno puede contar su historia desde el punto que lo desee, puede cambiar y diseñar todo a su antojo, después de todo ni nosotros sabemos que es real del todo y que ficción, ya que nadie recuerda un mismo hecho de la misma Manera. Yo decido contar mi historia desde este punto.

Soy Ámbar Padella y mi historia empieza en un tedioso día de tormenta.


☆☆☆


Me desperté entusiasmada, no me pasaba muy seguido, pero tenía motivos. La cuarentena, el virus, todo se había ido, la necesidad de estar encerrados ya había acabado, ese día comenzaban las clases nuevamente. Era Noviembre, sólo tendríamos un mes antes del verano, pero ya el hecho de volver a ver a mis amigos me alegraba, aunque bueno, me conocía y sabía que a los días pediría nuevamente vacaciones.

El día no ayudó, llovía, no iba a parar, habían burbujas en el agua, según mi abuelo la prueba de que llovería todo el día. Pero nada de eso importaba, el simple hecho de salir y sentirse libre era lo único que necesitaba. En especial para calmar las pesadillas.

Fui al comedor, desayune, agarré mi bicicleta nueva y salí para el colegio, ya con el uniforme y la mochila. Llegue a la entrada, no vi caras conocidas, eso me aburrió un poco. Odio esperar. A lo lejos escuche una bocina tocar alto, pude pensar cualquier cosa, pero en ese segundo reconocí el auto de Nadia, una de mis mejores amigas, apenas el auto estaciono bajo corriendo a abrazarme, yo hice exactamente lo mismo corriendo hacia ella, siete meses sin vernos nos pareció una eternidad. Tenía un pearcing nuevo, a ella le encanta, está vez se había echo el de la ceja. Le quedaba muy bien. Ambas ya queríamos que llegará Damara, nuestra otra mejor amiga. De cariño le decimos Mar.

—¡chicas!. — Gritó una voz firme pero fina. En seguida la reconocimos. Era Mar.

Las dos fuimos corriendo para abrazarla. Si estábamos rompiendo un par de reglas con el abrazo. Pero no importaba, fueron siete meses, no nos pueden prohibir un abrazo.

Luego del emotivo momento entramos, nos habían echo hacer una fila dejando espacios de 1, 5 por persona. Luego de todos los protocolos de inicio y demás fuimos a las aulas. Pensé que todo iba a cambiar. Pero no fue así, una vez dentro del salón todo siguió como si nada hubiera pasado, ¡por suerte!, no me imaginaba estar el último mes del ante último año de una manera diferente. Las horas pasaron, la clases fueron tranquilas, algunos profesores querían ponerse al día, a otros le daba lo mismo si ese día hacíamos algo o no. Paso muy rápido, fueron las tres horas más cortas de mi vida. Pero nada importaba. Nada importaba hasta que lo vía el, ahí las cosas si empezaron a importar.

Estaba con sus amigos, igual que siempre, no había cambiado. Yo tenía un pensamiento claro, pero el dolor en el pecho que sentí aquel día no pareció ser demasiado claro. Creí olvidarlo. Pensé un instante. Pero a quien engañó, alguien que marcó tanto tu vida no se borra de tu mente para siempre. Decidí irme junto con mis amigas.

Llovía.

Nunca paro.

Las tres subimos al auto del Papá de Nadia, iríamos a su casa a dormir. Necesitábamos recuperar siete meses sin vernos. Hablábamos si, pero no es lo mismo, nunca lo fue. Estuve todo el camino viendo como las gotas caían por la ventana, parecía una nena jugando que gota ganaba la carrera, la cual me había inventado, era un juego que sólo yo podía ver. Me había encerrado en mis pensamientos. Escuchaba la música de fondo, la charla entre Nadia y Mar. Me sentía ausente. Debería estar feliz y cantando las canciones de la radio del auto a todo pulmón como solía hacer. Pero no podía. Me había encerrado en mi misma. Quería. Pero no podía.

Media hora después ya habíamos llegado a la casa de Nadia. Ella bajo primera del auto y nosotras las seguimos. Una vez dentro de la casa saludamos a su Mamá quien nos esperaba con una rica torta de ricota y unos Mates. Plan perfecto para día de lluvia.

Dejamos las mochilas en el cuarto, nos turnamos para ir a cambiarnos el uniforme al baño y luego si ir a merendar. Una vez en el comedor todos empezaron a hablar, Los padres de Nadia charlaban sobre si la lluvia iba a seguir, que se podría inundar su casa, ella y Mar charlaban sobre el colegio, lo que había pasado quienes habían ido. Yo estaba callada. De golpe el ruido me aturdía. Comportamiento extraño en mi según Laura, la Mamá de Nadia. Pero no podía emitir sonido, ver a Toribio había despertado miles de sentimientos, Angustia… Alegría… Enojó… Euforia. Nada describía lo que sentía en ese momento.

— ¿Todo Bien?. — Nadia me miro y enseguida supe que había sido ella la que pregunto. Asentí con la cabeza.

— Si — Me escuche decir. Enseguida me vi forzada a sonreír.

— ¿Toribio tiene algo que ver con que no hayas dicho nada? —. Esta claro que me conoce, Mar sabe perfectamente cuando me encierro en mi mundo, y casi siempre la razón. — No le des importancia. — dijo tomando mate. Tenía razón, al final de cuentas estaba encerrada en mi misma por algo. Bueno alguien. Que jure y per jure haber olvidado, era momento de disfrutar.

Terminamos de merendar, ya había aflojado un poco con el silencio, bueno un poco mucho, digamos que mis amigas empezaron a extrañar mi silencio. Fuimos a la casa de el fondo, como la llamamos, “La casa fantasma”. No por nada sobre natural, sólo que ahí no va nadie salvo Nadia cuando está aburrida, pareciera abandonada. Todas nuestras pijamadas las pasábamos ahí, está no era la excepción.

Pusimos música a todo volumen, Mar preparo unas papas con cheddar, yo secuestre unas botellas de gaseosa que habían al lado de la heladera de la casa grande, también unos hielos. Teníamos todo para pasar la noche, lo único que podría arruinar nuestros planes era la lluvia.

Nos pusimos a contar historias de terror, una peor que la otra, terminamos tentadas en vez de asustadas. O eso creíamos. Ya nos íbamos a ir a dormir, habían tres colchones tirados en el piso, salvo el mío que estaba sobre unos muebles. Siempre Caprichosa tenía que ser. Una vez dormidas no nos dimos cuenta de que la tormenta empezó a ser más fuerte, empezó a entrar agua a la casa. Desperté de una pesadilla. Eran las tres de la madrugada, quise seguir durmiendo pero ahí me di cuenta de que todo está inundado, el agua llegaba hasta mi colchón. Desperté a mis amigas. Agarramos las cosas de mayor valor y salimos casi nadando para la casa grande, el agua estaba mucho más baja en aquel sector, pero igual todo estaba inundado y todos estaban durmiendo. Después de despertar a todos no volvimos a dormir, estuvimos intentando sacar el agua para que no termine de arruinar los muebles, toda la noche.

Luego de toda la travesía de esa noche la tormenta paro, ese día no teníamos clases ya que les tocaba ir a los cursos menores. Decidimos dormir un rato, luego a eso del mediodía nos despertó Laura con el almuerzo, había cocinado unas pizzas. Fuimos a almorzar. Terminamos de comer y nos quedamos haciendo la sobre mesa, charlando y revisando el celular. Fue en ese momento que Gina una amiga de mi barrio me dijo que iba a haber una fiesta reencuentro post cuarentena en la casa de una amiga de ella, que tenía en común con Mar. Por esa razón habían invitado a varios de mi barrio, a algunos del colegio y otros que realmente no conocía. La fiesta sería el viernes.

— El viernes tengo un lugar para ir de fiesta —. Me escuche decir casi gritando y entusiasmada. Nadia y Mar me miraron confundidas porque no entendían nada. — ¿se acuerdan de Gina? —. Ambas asistieron con la cabeza. — una amiga de ella que vive cerca de mi casa, y que es tu amiga —. Mire a Mar. — va a hacer una fiesta reencuentro post cuarentena, ¿Vamos?—. Les hice puchero suplicando.

— tus ganas de salir se re notan—. Nadia se rio y me miro. — está bien vamos—. Finalmente Mar terminó accediendo también al igual que Nadia.

La semana pasó relativamente rápido, había llegado el viernes, como la fiesta era cerca de mi casa ambas vinieron. Las tres nos pusimos a preparar, Gina nos pasaría a buscar a las 22:00 para hacer la previa, todo sería en la misma casa, pero la previa era con menos gente que la invitada. La hora llego, Mar vestía un vestido corto al cuerpo dorado, con unos tacos negros, que la hacían ver más alta, tenía su pelo negro con un peinado recogido. Nadia todo lo contrario que Mar, se había tenido el pelo completamente de verde, tenía puesta una blusa de mangas cortas Blanca, con un short corto de goma Negro, y unas botas negras también. Y por último yo, no tenía mucha ropa en ese momento ya que había donado la mayoría en un ataque de limpieza que tuve, por eso fui con un vestido Rosa que tenía guardado, más unas zapatillas blancas, nunca tacos, mi pelo castaño lo llevaba suelto.

La noche empezó, yo no tenía idea de la hora, pero había empezado a llegar más gente, yo tenía un vaso de gaseosa. De repente era tanta la gente que había. Perdí a mis amigas. De un momento a otro las deje de ver, empecé a caminar para buscarlas. Las llamaba pero no atendían. En medio de toda la distracción choque con alguien. Toda la bebida que estaba en el vaso terminó sobre mi vestido, levanté la vista para ver quien me había chocado. Quede perdida en esos ojos color caramelo. En ese momento no me había dado cuenta, pero la hora marcaba 23:11 u 11:11.



16 de Agosto de 2020 às 17:12 0 Denunciar Insira Seguir história
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