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Veinte llamadas perdidas de mi querido mejor amigo Min Yoongi. ¿No entendía que si directamente lo enviaba a buzón era por algo en particular?

Y ahí va, otra vez.

Presioné la imagen verde en la pantalla y también la opción de altavoz, dado que estaba completamente empapada por la ducha y aún ni siquiera había alcanzado la toalla.

—Yoongi, ¿qué diablos es lo que quieres? Estaba tomando un baño —solté mitad enfurecida, mitad divertida. Sabía que mi amigo no era muy paciente que digamos en lo que se refiere a esperar cuando algo se le metía en la mente—. ¿No puedes llamarme en media hora?

—Ábreme —contestó simplemente, con su voz demandante.

Aún no comprendía cómo dos personas tan distintas como nosotros habían logrado superar más de quince años de amistad, al punto de ser casi hermanos. Yoongi era un ser autoritario y egocéntrico, que no sabía ver más allá de sus narices, y que pensaba siempre que primero había que preocuparse por uno mismo, luego por uno mismo y, finalmente, por uno mismo.

Era la representación literal de alguien que podría considerarse un completo e imbécil narcisista. Pero no podía evitar quererlo, tal y como era, hasta el punto de creer que podría ser el único hombre en el mundo que aguantaría el caos, las locuras y los berrinches que formaban parte de mi desastrosa vida.

—¿Qué? —alcancé la toalla y comencé a envolverme con ella mientras mi cabello largo salpicaba gotitas de agua por todos lados.

—Que estoy afuera, carajo —dijo soltando un bufido—. Estoy afuera esperando que te dignes a atenderme desde hace media hora... casi tiro tu puerta abajo.

—¿Y yo qué sabía? —me defendí.

—Eres una vil serpiente, has cortado todas las llamadas, Lily —apuntó, escupiendo cada palabra.

(Dios, Lily, pensé que estabas con alguien. Estuve a punto de aporrear la puerta y entrar para molerlo a golpes.)

—Oh, ¿en serio? —sabía que en el fondo Yoongi se divertía con aquella situación, así que seguí jugando con él otro poco—. Y, dime tú, ¿de dónde crees que lo he aprendido?

Me dirigí hacia la entrada mientras intentaba sujetar bien la toalla alrededor de mi cuerpo de forma que pudiese cubrir por lo menos mis partes íntimas.

—Pues de algún maldito capullo.

—Claramente —abrí la puerta para así sorprender a mi mejor amigo, que se encontraba apoyado en el pasamanos de la escalera que adornaba el duplex donde vivía— ...de alguien exactamente igual que tú —concluí, observándolo fijamente, cortando la llamada.

Él hizo lo mismo con su celular mientras me devolvía la mirada con un extraño refulgir en sus ojos rasgados y profundos, a mí parecer su mejor característica. Supuse que era porque me había extrañado tantísimo como yo a él, durante el último mes y medio que no habíamos podido vernos por nuestros compromisos laborales, familiares y de pareja, aunque jamás me lo diría abiertamente.

—¿Qué haces desnuda? —preguntó, pasando de mí y entrando sin invitación—. Vas a enfermar y no pienso ir a una fiesta yo solo.

(Y vas a volverme loco antes de tiempo.)

—¿De qué hablas?

Lo seguí hacia la sala de estar. Yoongi se sentó en uno de los sofás y una sonrisa socarrona se dibujó en su rostro más anguloso de lo normal.

—Pues eso, que iremos a una fiesta que organizaron los chicos de la Uni, en casa de no sé quién —apuntó.

—¿De la Uni?

—Sí, hacen una especie de reencuentro —alzó los hombros restándole importancia.

—¿Y por qué no vas con ellos? —cuestioné, medio a los gritos porque me había dirigido al baño para buscar otra toalla más pequeña con la que secar mi largo cabello que aún estaba goteando por mis hombros y que, aunque el clima en septiembre ya estuviese templado, comenzaba a entumecer mi cuerpo—. Yo mañana quiero despertar lúcida porque tengo que ir buscar a Thomas al aeropuerto... ¡oh!

Yoongi había aparecido con una botella muy pequeña de licor de chocolate en su mano, y un gesto de autosuficiencia en su mirada. Me sonrió alzando una ceja, y apoyó su hombro izquierdo en el marco de la puerta, moviendo aquella perdición con sus dedos.

—Me asustaste, idiota —solté, llevando una mano a mi pecho—. ¿Quieres emborracharme con mi licor preferido para convencerme de ir?

—Por supuesto —respondió, sin un ápice de culpa.

(Aunque no únicamente para eso.)

Tiré mi cabello enmarañado hacia atrás y comencé con mis intentos de escurrirlo, lanzando una carcajada por su respuesta tan sincera. —No sé por qué no me sorprende tu método.

—Porque sino no sería yo —depositó en un segundo la botella sobre el lavado y me quitó la toalla de las manos, chistando con sus labios por mi completa inutilidad para controlar la cantidad de cabello que llevaba en mi cabeza—. Siéntate, sigues siendo tan desastrosa como siempre.

—No uses excusas baratas —bajé la tapa del inodoro y me senté sobre ésta—. Lo que sucede es que te sigue gustando peinarme como cuando teníamos ocho años... —me burlé de él, mientras Yoongi me daba un golpe con el cepillo, antes de comenzar a pasarlo por mis mechas enredadas, de esa manera tan suave como recordaba que lo hacía cuando éramos pequeños.

—Si dices otra cursilería te prometo que te dejaré pelada —concluyó, contrarrestando las acciones de sus manos con sus palabras.

Era algo que siempre me maravillaría de él, su forma de ser tan cruda y sincera, opuesta a sus cálidas manos que manejaban el piano como si se tratase del delicado pétalo de una rosa, y que en ese instante acariciaban mi melena con una parsimoniosa tranquilidad.

—Me quieres dejar pelada porque odias a las pelirrojas —volví a atacar, a sabiendas de que tenía razón. Él siempre decía que jamás había sucumbido a los encantos de una mujer con el mismo color que el mío, porque ya conocía de antemano lo peligrosas y molestas que podíamos llegar a ser.

—Yo siempre digo que odio a las demás pelirrojas —corrigió, y no pude evitar sonreír por la forma en que remarcó notoriamente la palabra 'demás'—. Jamás dije que te odiase a ti.

(Nunca podría odiarte a ti.)

—Oh, ¿te estás poniendo sentimental? —me burlé elevando el brazo para alcanzar su mano y darle un pequeño pellizco.

—Estás acabando con mi inexistente paciencia, Lilian Mayer.

(Y con mi casi inexistente autocontrol... esa diminuta toalla que te has puesto no disimula para nada el hecho de que estás desnuda y húmeda por la ducha...)

—Okay, okay... no tienes que ser tan antipático —me resguardé antes de que quisiese asesinarme—. ¿Qué has hecho últimamente?

—Pues... la misma vida aburrida de siempre —me contestó voz neutral, y aunque no podía verlo porque el espejo se encontraba a un costado, lo conocía lo suficiente como para entrever que algo no andaba del todo bien.

—¿Llamas aburrida a tu convivencia con Alexia? —cuestioné en un intento de sonsacar algo de información, aunque sabía que no lo lograría.

—No.

(Llamo aburrida a mi vida sin poder tenerte exclusivamente en mi cama, para mí, todos los putos días.)

—Mmm... bien, ¿y entonces? —lo invité a continuar.

—Entonces, pues eso.

—Tú sí que eres un experto en esquivar preguntas —admití alzando los hombros, sabiendo que por el momento si Yoongi no quería contarme qué sucedía, no lo haría, y que si lo presionaba sólo acabaríamos discutiendo como tantas otras veces.

—Y tú sí que eres una experta en meter la nariz donde no te llaman —apuntó imitando mis palabras, haciendo que una pequeña risilla escapase de mi interior.

—Pues vale, me callo —me rendí, simplemente porque intuía que mi amigo solo quería estar en silencio, ya que por algún motivo en particular había llegado a mi casa un viernes a las nueve y media de la noche con mi botella preferida de licor en su bolsillo para persuadirme de ir junto a él a una fiesta sin previo aviso, pero no era el momento de descubrirlo.

Yoongi no respondió y continuó con su labor un par de minutos mientras el silencio comenzaba a reinar a nuestro alrededor. Uno de esos silencios en los que puedes dormitar y perder la noción del tiempo. Uno de esos silencios de los que sólo pueden disfrutar las personas que se conocen desde la piel hasta el alma.

Mis ojos plácidamente se cerraron al notar su tacto en mi nuca.

(Quisiera poder decirte todo ahora... Dios. Estás... ¿estás mordiéndote el labio? ¿Te gusta que te toque de esta manera, Lily? ¿Te gustaría que mis dedos acaricien también tu cuello y los deje abrirse camino hasta la línea que se forma entre tus pechos?)

Estaba realmente disfrutando de aquellas manos tan hábiles, y una pequeña sensación de serenidad y satisfacción viajó desde mi cuero cabelludo hasta llegar a cada uno de mis nervios, haciendo que mi musculatura se relajase por la suavidad de sus movimientos que iban desde la raíz a la punta de mi cabello.

Oí a mi amigo suspirar intensamente, pero mis párpados se negaron a abrirse.

—No te quedes dormida porque iremos a la fiesta.

Su voz sonó demasiado fuerte para el estado de pacificación en el que me encontraba, y solté un quejido.

—No dije que podías detenerte —fruncí el ceño observándolo de reojo, bastante molesta.

—Me cansé. Sigue tú... —dejó el cepillo sobre el lavado sin volver a verme, y tomó la pequeña botella—. Te espero fuera. Y piensa qué usarás esta noche. Tienes diez minutos.

(Si no salgo de aquí ahora mismo terminaré por aflojar el agarre de la toalla, y hacerte todas las cosas que he querido desde hace... Lily, deja de mover tu cuerpo así, tu culo se marca perfectamente en esa estúpida cosa que apenas cubre el inicio de tus muslos, y me estoy calentando antes de lo que esperaba.)

Yoongi salió rápidamente del baño, como si de pronto no quisiese estar allí. Puse los ojos en blanco ante los cambios de humor tan repentinos de mi amigo, a los que en realidad había echado de menos estas cinco semanas durante las cuales no habíamos podido siquiera tomar un café.

Sonreí por dentro y me observé al espejo, mi pelo había quedado mitad lacio y mitad revuelto. Dios. Min Yoongi era demasiado egoísta y sólo me había peinado hasta que su delicada mano se había cansado. Cómo no esperar este tipo de acciones en él, la verdad.

Suspiré y reanudé el trabajo que había quedado por la mitad en mi cabeza. Me observé a mí misma en el espejo, y el reflejo de mis ojos de un color verde tan particular devolvió mi mirada con un brillo especial, ocultando dentro de sí un estela de alegría.

"Yo siempre dije que odio a las demás pelirrojas. Jamás dije que te odiase a ti".


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Bienvenidos, espero que les agrade esta lectura. No he escrito en varios años así que, por favor, sean pacientes con mi falta de aceite en la mente y en los dedos, jajaja. Esta es una idea vieja que he sacado del baúl de los recuerdos, y como siempre le he tenido cariño, quise terminarla. Es la primera vez que escribo en esta plataforma, así que estoy un poco ansiosa por conocer los resultados.

¡Gracias por su tiempo!

Hasta pronto,

Juli A.

10 de Agosto de 2020 às 00:28 0 Denunciar Insira Seguir história
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