La etiqueta social: el engranaje disfuncional de la sociedad Seguir blog

rubiagenerica Sofía Hourclé ¿Cuándo fue la primera vez que dejamos que las etiquetas sociales influencien lo que pensamos sobre las demás? Es fácil conceptualizar a alguien por un rejunte de actos y dichos en momentos específicos, pero complicado es recordar por qué continuamos haciéndolo. 0 reviews

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Nuestras etiquetas



¿Cuándo fue la primera vez que dejamos que las etiquetas sociales influencien lo que pensamos sobre las demás? Es fácil conceptualizar a alguien por un rejunte de actos y dichos en momentos específicos, pero complicado es recordar por qué continuamos haciéndolo. Se dice que la etiqueta social es una herramienta imprescindible de conducta y convivencia humana la cual ayuda bastante a saber cómo comportarse adecuadamente, pero a veces estas normas no escritas pueden convertirse en el eslabón más pesado de la cadena que nos aprisiona en un mundo perfectamente utópico. Además, ¿cómo se puede convivir sanamente cuando la etiqueta te queda pequeña?

La etiqueta social ayuda a construir el paradigma en el que te desarrollarás y también destruye de a poco tu identidad individual. Pese a que hoy en día cierta porción considerable de la sociedad haya comenzado su lucha contra estereotipos y prejuicios, es factible que todavía seguimos sumergidas bajo la costumbre de encasillar a una persona luego de los primeros 6.5 segundos de haberla conocido: su pelo, cómo viste, los gestos, las miradas, las posturas, la proxémica, etc. No obstante, ¿se etiquetaría a alguien si no nos enseñan a hacerlo?


Desde nuestra infancia, nuestras tutoras y madres nos han marcado las diferencias en la gente con el fin de protegernos, y nos han mostrado los modos de comportarnos dependiendo las situaciones dadas. Sin embargo, conceptualizar comportamientos y etiquetar a las personas que no cumplen con los requisitos de ciertas reglas sociales puede ser contraproducente. Por ejemplo, la lógica en matemática ayuda a resolver problemas al llegar a un resultado certero, pero muchas veces lo lógico no resulta ser razonable. La vida no es una fórmula matemática, por lo que seguir implementando premisas lógicas que responden a “A + B = C” no nos conducirá a ningún otro lado que no sea “C”. No se puede esperar distintas respuestas cuando siempre se continúa aplicando el mismo patrón. Por ello, es quizás un requisito indispensable replantearse lo que aporta la etiqueta social a nuestra vida.


Como un carné o cédula, la etiqueta tiene dos caras. Las personas de bajo autoestima o con inseguridades se auto etiquetan creyendo que así podrán pertenecer a un grupo. Buscar ser parte de una asociación o un determinado sector de la sociedad es un pase fácil a encontrar una identidad, pero no para encontrarse a sí misma. Aun así, ¿cómo se puede saber lo que somos si desde la infancia recibimos constantes bombardeos sobre normas, etiquetas y estereotipos? Por otro lado, se encasilla fácilmente a las personas que no queremos en nuestra vida, pero ¿y si nos equivocamos? ¿Cuáles son los rasgos primarios que nos conducen a etiquetar a alguien?


Lo que vemos es lo que somos


Un contribuyente activo de la sociedad son los medios de comunicación y programas de entretenimiento. Nos brindan información diaria y también, en parte, nos enseñan cómo debemos reaccionar ante sucesos particulares y comportarnos según los modelos y arquetipos que nos muestran. Ahora bien, según Carl Jung, el arquetipo es una idea compartida de un elemento, emoción o conducta y enlista varios ejemplos de los cuales tomamos prestado características que influyen en nuestra personalidad, pero que, en efecto, no la construyen. ¿Qué es eso que construye cómo somos? Muchas expertas afirman que el ser humano nace “en blanco” y que todas las experiencias de vida más las enseñanzas forman al sujeto en cuestión, mientras que otras declaran que no nacemos vacías, sino que la epigenética establece cómo seremos ante determinados estímulos; es decir, tenemos una base prestablecida que funciona como soporte de los próximos rasgos que vayamos a adoptar a lo largo de nuestra vida, y una de las características que predominará a la hora de formar nuestra personalidad es la etiqueta social la cual ayuda a crear estereotipos y a sostenerlos.


Los programas de televisión retroalimentan la idea de los arquetipos y etiqueta social. Un claro ejemplo hasta el día de hoy son Los Simpsons, cuyo objetivo claro es burlarse de todos los estereotipos, políticas, religiones, entre otras; todo lo que podríamos considerar seriamente, el programa lo satiriza. Por otro lado, la comunicación masiva tiene un “espejo” muy peculiar; es decir, con una fina sensibilidad a las situaciones de importancia, registra y construye la actualidad.


Los conceptos engloban significancias que acarrean tanto definición enciclopédica – información de manual – como también emociones. Existen con el propósito de facilitar la comprensión de todo lo que nos rodea, pero también acaba con toda posibilidad de “pensar fuera de la caja”. En los Simpsons, cada personaje representa una idea, un estereotipo el cual al final de cada episodio jamás muestra una evolución. Lo que se puede ver con claridad es que satirizar la realidad es aceptarla y entender que podría ser diferente, aunque ¿es eso lo que realmente provoca? Muchas veces se termina imitando tal cual son los arquetipos reproducidos en televisión sin considerar que son sólo personajes ficticios hiperbolizados.



En internet, se pueden encontrar muchos tests para saber qué tipo de personaje del programa perteneces. Entonces, el resultado es claro: la televisión y el entretenimiento muchas veces educa a la población joven y adulta a reproducir los propios estereotipos que con tanto esfuerzo se intenta deconstruir. No obstante, ¿y si en realidad los arquetipos sirven para guiarnos a encontrar los verdaderos tintes de cómo somos? Tal vez enmascarar personalidades exageradas forma parte de quemar etapas psicológicas.


Los roles de género también juegan un papel importante ya que ayudan a simplificar cómo vemos la vida lo cual no siempre nos beneficia, entonces ¿por qué seguimos intentando encajar dentro de estos casilleros? Porque, según Gadamer, el ser humano entiende todo lo que le rodea al nombrar, definir, conceptualizar y serializar el objeto de estudio en cuestión: nombramos lo que queremos entender acorde a las características similares y diferentes en comparación a otro objeto. Luego, según sus rasgos, lo definimos para más tarde englobar todo lo que se comprende y los sentimientos que transmite dentro de un concepto y lo categorizamos. Todo debe tener un nombre, una identidad, una definición y por consiguiente una etiqueta: un producto, un servicio, un objeto, un animal e incluso tu misma.

El nombre no define a la persona sino nuestra concepción sobre ella


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Una vez más, en el capítulo “Vida prestada” (episodio 2 – temporada 9) de Los Simpsons, se resume el diálogo platónico en donde se discute sobre si el significado de las palabras y los nombres viene dado de forma natural o por conveniencia social. En todo caso, la duda es planteada por Lisa quien representa el arquetipo de la típica idealista de sólidos principios, muy comprometida con sus valores personales y ética. Es noble y exigente, pero el problema es que a menudo cae en la frustración y el enfado al no aceptar sus errores o los de las demás. Tal vez, lo más curioso en esto, es que este arquetipo es representado por una niña de 8 años. Quizás esto refuerza la idea de que los estereotipos pueden ser tan sólo etapas psicológicas.

Desde un punto de vista psicológico, el nombre de las cosas no es atribuido por nadie más que la persona que se refiere a ese objeto y, en la mayoría de los casos, se apoda a alguien por cómo se percibe por un tercero. En otras palabras, no siempre el alias que nos otorgan familiares o amigas representa cómo somos o seremos en un futuro. Ese nombre define más a la persona que lo ideó que a ti misma, y en definitiva, demuestra qué es lo que siente sobre ti. En consecuencia, se podría establecer que la etiqueta social y los estereotipos ayudan a sostener una estética deseada y comodidad egocéntrica ajena; es decir, se espera un determinado comportamiento y apariencia para que al ojo de las demás no resulte chocante.


A veces, bajo el concepto de entretenimiento, se puede enseñar y fomentar costumbres ventajosas. Según Mónica Guitart, profesora de estadística y doctora en educación en Argentina, Mendoza, concluye que el humor es una herramienta fundamental para la enseñanza efectiva. En su trabajo final “Permitido reír, estamos en clase” se propuso demostrar que mediante la risa se aprende mejor debido a que las experiencias son las llaves de las puertas hacia el saber. Ahora bien, cuando se enseña se necesita una agenda: ¿cuál es la verdadera agenda del entretenimiento televisivo? ¿Realmente se pretende demostrar la existencia de los estereotipos ridiculizándolos o sólo nos enseñan a reproducirlos mediante el uso del humor? Asimismo, Noam Chomsky afirmaba que uno de los 7 factores sobre la manipulación mediática es el humor como arma de ridiculización para ocultar la cruda realidad. Gracias al humor y las emociones, los políticos sacan provecho de algunas situaciones y ganan votos, ¿por qué no sería una táctica recomendable para los medios de comunicación?


La verdadera lucha no está en deconstruir para volver a construir sino ser y dejar ser



Gracias al feminismo, la sociedad ha generado grandes cambios buscando la igualdad y equidad entre el hombre, la mujer y los diversos géneros que hoy en día tienen más visibilidad que antes. En consecuencia, todas las luchas relacionadas con la deconstrucción de mandatos sociales han ganado fuerzas para combatir los antiguos patrones en los que la sociedad se vio, muchas veces, hundida en falencias. Estas visiones modernas renuevan la agenda de los nuevos tiempos y hasta ha ayudado a evolucionar algunas teorías y prácticas en campos de la investigación científica tales como la medicina (el trato para con las pacientes), educación (métodos de enseñanza más inclusivos), psicología (comprensión del ser), entre otros. Sin embargo, toda moneda tiene dos caras y es que la nueva agenda social ha pasado de ser la mano que te ayuda a salir de la asfixiante etiqueta social a ser el dedo que juzga tus comportamientos. Cada vez es más común señalar a las personas que se consideran “apolíticas” bajo el argumento de creer que es imposible no elegir un ideal político ya que, no eligiendo sigue siendo una tesitura, pero ¿acaso no se puede dar lugar a una tercera postura? En cuanto se luche contra la imposición de roles sociales, también incluir el mandato de elegir un partido político. Si el género no nos define, tampoco nuestro ideal. Por lo tanto, si se deconstruye para volvernos a construir, en una concreta opinión transparente, es dar vuelta en círculos.


Tal vez la meta es no dejar que las etiquetas sociales nos construyan del todo ni tampoco dejar que los ideales de la deconstrucción formen nuestra mentalidad. Tan sólo pensar en una vida con más preguntas y observaciones y con menos respuestas prestablecidas sería un camino que, en verdad, no incluya la existencia de ninguna etiqueta social en lo absoluto.

26 de Abril de 2021 às 03:01 2 Denunciar Insira 1
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