—Los cornudos/as no caben en el mismo cielo —mi cónyuge decía; y un halo de melancolía nos envolvía. Nuestra relación era la máxima expresión del amor. Nos regíamos por el planeta Venus... y al ser del elemento tierra, nuestra casa zodiacal, consolidaba nuestra relación e incluso bajo un cielo estrellado.

Donde toman cinco, toman seis; donde toman seis, toman cinco; y donde tomo yo, toman cinco y yo los seis.

Solo firmé con lápiz para poder borrarlo después.

Cuando ella estaba de ida, él ya estaba de venida.

—Y en la universidad, padre, he reído, he llorado, me he enamorado e incluso ¡me han molestado!, y yo… y yo…, simplemente, he aprovechado.

Todos los días soñaba con ella: una chica tan bella; pero aquella se creía toda una estrella. Una noche bajo el cielo raso de un cuarto de hotel de Marsella, inmediatamente intenté borrar la huella de los besos de ella con el pico roto de una botella.

—Levántate Vergacio, le dije. Y fue Lázaro quien se levantó.

—Yo soy una persona decente, una persona educada, con valores y principios y, sobre todo, fiel. En efecto, no quiero que me hables, ni que me escribas; por último, ni que me mires. ¡¿Entendido?! —Entendido… —¡Muy bien, ahora pásame mi ropa interior!