El tic tac del reloj suena una y otra vez, tus ojos cansados, hambrientos, observan con disimulo aquel redondo trasero del novato. Maldices, deseas arrancarle aquel ajustado pantalón y penetrarlo ahí mismo, pero no, las voces de los altos mandos te sacan de tus perversos pensamientos. "Quiero que usted se case con mi hija", dice el presidente de la empresa, sonríes, pero declinas la oferta, inventas una excusa y te zafas fácil — estúpidos —, piensas mientras fantaseas con tu subordinado.

El tic tac del reloj suena una y otra vez, tus ojos cansados, hambrientos, observan con disimulo aquel redondo trasero del novato. Maldices, deseas arrancarle aquel ajustado pantalón y penetrarlo ahí mismo, pero no, las voces de los altos mandos te sacan de tus perversos pensamientos. "Quiero que usted se case con mi hija", dice el presidente de la empresa, sonríes, pero declinas la oferta, inventas una excusa y te zafas fácil — estúpidos —, piensas mientras fantaseas con tu subordinado.

He ahí en dónde observas de forma atenta, ¿Cuánto tiempo has estado en la misma posición? Ni idea, solo observas por la mira de aquel arma francotirador que el objetivo se haga presente. Tic tac, los minutos pasan y nada, pestañeas y sin previo aviso aquel chico se hace presente, estás listo para disparar, pero dudas, observas su rostro y tú corazón late con fuerza, debes matarlo, órdenes de tus superiores, pero es imposible. Lo dejas con vida, sabiendo que cometes un error.

No importa con cuántas mujeres tengas sexo, no importa con cuántos hombres mires, cada centímetro de tu mente se encuentra inundado de él. Maldices cada que te vienes, cada perra que te encamas ya no te satisface como antes. Te sientes aburrido, ya no soportas el coño de una mujer, ya siquiera tocas los senos de ella, poco a poco te da náuseas tan solo en meterla en ellas. "Pequeña mierda"; murmuras al ver aquella foto de aquel novato, suspiras. Ese chico debe ser solamente tuyo, lo deseas.

¿Cuántos días han pasado? ¿Cuantas veces ya has fantaseado con tu subordinado? Ya has perdido la cuenta. Miras aquel chico que sonriente y alegre conversa con esas arpías. Ves de arriba a bajo a cada una, perras que solo desean quitarte lo que es tuyo por derecho. Te acercas sonriente a ellas y amable le pides que regresen a su trabajo. Miras al chico que, ahora, nervioso te observa. "A mí oficina"; dices amable y te retiras al lugar ya nombrado. "¿Señor?"; se oye en un murmullo confuso.

Jadeos silenciosos inundan aquel baño corporativo, sabes que está mal, pero tu mano no se detiene, te masturbas cada vez más rápido, imaginando al dulce e ingenuo niño novato desnudo y jadeante pidiendo más. "Mierda"; sueltas al eyacular, no debe seguir pasando esto, eres su jefe, pero el deseo de tenerlo es más fuerte. "¿Jefe?"; se oye desde afuera acompañado de un golpecito a la puerta, maldices tu suerte. Aquel chico que deseas está indefenso detrás de la puerta. La suerte no te acompaña.

Lo miras mientras pasa por aquel pasillo, aún recuerdas el día en el que llegó a la empresa; tímido, ingenuo, sumiso, alegre, una pequeña bolita que te provoca corromper. Te mira y sonríe al saludarte — pequeño idiota — piensas mientras le sonríes de vuelta. ¿Cuantas noches soñaste en poseerlo en tu oficina? ¿Cuantas veces has fantaseado que te llame jefe mientras lo penetras? Mierda, ese trasero hace que te pongas erecto. Relames tus labios mientras te masturbas dentro de tu bolsillo. "Mío"

Tic toc era lo único que se oía. Él lo miró con soberbia mientras el lastimado chico sentado en el sucio suelo suplicaba por piedad. Una risa sarcástica salió entre los labios de aquel hombres de nombre desconocido, la mirada sádica mostraba un brillo de lujuria. "Mi hermoso diamante"; dijo el sujeto de ojos oscuros; "Debiste de haberme hecho caso". El 'diamante' solo miró a su agresor, en silencio lo maldecia y maldecia aquel día que lo conoció. Nunca pensó que este día sería el último.

Tic tac suena el reloj, los suspiros ahogados y los sollozos silenciosos son la armonía de aquella tenebrosa casa, tus ojos solo miran, en lágrimas, aquel de máscara blanca. El miedo te consume, quieres escapar, quieres morir, pero no puedes, él no te deja. Sientes como entra y sale de tu interior, te da asco, no sabes por qué te sucede esto, pero intentas ignorar el hecho de que te están violando. Escuchas el susurro de aquel hombre, pero lo ignoras, su mano en tu boca y la otra en tu pecho.

¿Qué tanto puedes hacer para no demostrar debilidad? ¿cuánto dolor podrás soportar? ¿cuánto durará tu cordura? esas son las preguntas que te haces al ver cómo tus miembros son separados de tu débil cuerpo. Miras aquel hombre que alguna vez amaste, tienes miedo, pero recuerdas lo que tu padre te dijo "Un hombre no debe demostrar debilidad", intentas contener un grito mientras ves con horror como tu brazo al fin está separado. "Te lo dije", fue lo último que escuchas. Cierras los ojos. "Débil"

"No te voy a dejar"; Se escucha en la penumbra. Tienes miedo, amordazado y herido, intentas no llorar, observas unos dorados ojos ya conocidos, tu amado lobo ya no está, ya no sabes quién es. "O estás conmigo o estás muerto". Un click y una pequeña flama se hace presente, dejando ver el rostro de tu amado Derek, una mirada fría, desquiciada te hace estremecer, quieres suplicar, jurarle que no había sucedido nada, pero ya era demasiado tarde, aquel alfa que amas ya no está. "Stiles" murmuró.

Ahí estás en silencio viendo las gotas caer, recordando lo último que te ha dicho, suspiras, miras tu reflejo y notas tu rostro en rojo color. Ríes, tus manos a cada costado de tu cabeza, sabes que es tu fin al ver las luces de rojo y azul, miras a tu amado que yace en el suelo, tan quieto, tan lindo, tan muerto. "Oh mi amor" dices en susurro, tomando en brazos a tu amado, "te ves tan hermoso así", lo dejas en la cama y sin más lo besas, un beso apasionado, enfermizo. "Te lo dije"

¿Cuántas lágrimas he derramado por ti? ¿Cuántas noches voy anhelar tu calor? Dime, amor mío, ¿algunas vez volverás a mis brazos? ¿Volveré a ver tu hermosa sonrisa? Te veo ahí, inmóvil, amor, ¿por qué no me respondes cuando te llamo? ¿por qué estás ahí tan frío como una hermosa muñeca? ¿Acaso lo que hice causó todo esto? ¡Imposible! Sólo fue una pequeña cortada, entonces ¿por qué de tu cuello sale sangre? ¡Hablame maldita sea! ¡Llámame! Te deseo, te amo. Si yo no te tengo, nadie te tendrá.

Explosiones y disparos se escuchan en la lejanía, los gritos y el rugir de los motores son pan de cada día. Te veo ahí, rezando por una salvación, para que todo esto acabe pronto, me miras asustado, aunque seamos del mismo bando no nos conocemos. "don't kill me please" dices en un intento vano de que te entienda. "Не переживай" te digo para que te calmes, al saber que no me entiendes hablo en un escaso inglés "dant wurre" al parecer me entendiste aunque reíste. Pólvora y sangre. Amor y muerte.

El vaivén de los árboles siendo testigo de aquellos amantes, la oscuridad y el silencio rodeando aquel tétrico bosque, dorado y marrón se encuentran. Sus labios unidos en un fogoso beso mientras las caricias hacen acto de presencia, suspiros y jadeos se oyen en la inmensidad del bosque. Un aullido, un gemido, una súplica silenciosa. "Te amo" se escucha en susurro. Gruñidos y jadeos, ambos amantes en la danza del sexo, amándose. Aullidos en la lejanía acompañadolos. Un licántropo y un humano.

Yace ahí abrazado por aquella oscuridad que reina en aquel cuarto, los pasos se perciben a la lejanía, sus ojos vidriosos, amenazantes lágrimas yacen en espera de salir, con garganta seca y un nudo en la boca del estómago. "No..." suelta en susurro rompiendo aquel sepulcral silencio, su cuerpo tembloroso por la impotencia, por el dolor. "Hazlo" se escucha decir por una voz ronca dominante acompañado por unos ojos feroces que observan al pobre chico tendido en el suelo. Un sollozo y un disparo.

Y ahí estabas tú, observando a lo lejos las olas romper, tus ojos nublados por las lágrimas y una tenue sonrisa en tus labios, susurraste en silencio, esperando, anhelando mi regreso. Pido perdón ante tu pobre y lastimado corazón, pues no volveré, no como tú esperas, pues mi alma ya no está en este plano terrenal, más si mi cuerpo. Sé bien que sabes esto, pues lloras con desesperación, diciendo mi nombres. Amado mío perdóname por haberte lastimado, pero sabes bien que siempre te amaré. Adiós.