Se supone que la vería vestida de blanco, con maquillaje, peinada, producida. Yo iría de negro tipo funeral, se me caerían los gusanos al caminar, me colgaría un ojo. Se supone que ella es vida, que yo soy muerte, la de ella, claro. Las dos nos acercamos, ella no sabía bailar, pero lo hacía igual, sus movimientos eran erráticos pero divertidos, ella, vestida de negro e igual de podrida que yo, me hizo bailar, ser feliz. Y yo la maté. No soy muerte, ni ella vida. Seguiré buscando.

Él la abraza, la mira y le dice: —Te amo. Ella le esquiva la mirada mientras llora. —También te amo. Él busca que lo mire a los ojos, esperando que la acción de siempre compre la seguridad de su novia. Ella se arrepiente de haberle confesado que siempre se fija en esos detalles. —Hace meses que tus pupilas no se dilatan cuando me ven, lo que estás haciendo es hacerme dudar más, es una tortura.

El fantasma de la casa te extraña, por las noches se escuchan sus alaridos y en el día sólo me habla de ti. Se nota que te ama mucho más de lo que yo nunca pude hacerlo, pero aún así no entiende que te fuiste al cielo, no entiendo cómo, si me engañabas con un muerto.

Me gusta el mar, la paz y tranquilidad que ofrece, caminar por la orilla es hermoso, más de noche, más cuando hay tormenta y está bravo, hay menos probabilidades de sobrevivir si te metes, es hermoso.

—¿Cómo has hecho para no matarte hasta ahora? —En temas de suicidio siempre es una muy buena idea procrastinar, y yo soy un gran procrastinador. —Eres increíble —dice con fastidio—. Nunca he conocido un caso como vos.

En las escaleras se escucharon pasos, tenían un ritmo especial, la mayoría de presos lo reconocieron, los que no, lo hicieron cuando escucharon su peculiar silbido. Al verla acompañada de un guardía, todos estallaron en risas. —¿No que ibas a poder conquistar a la emperatriz? ¿Por qué ahora estás aquí? Ella miro las rejas, por ellas asomaban toda clase de bellezas, todos eran unos manipuladores, pero ella era una maestra en la materia, venía a presumirlo. —Me pidió matrimonio.

No me mires con esos ojos, No me mires con amor. Porque mis demonios comienzan a volar, Mi mente empieza a imaginar. Me comienzo a ilusionar, Sé que voy a fantasear. Por favor decide ya, Si te irás, Si me amarás, Pero no me envenenes más, No me dejes con ganas de probar, Si luego te vas.

Si pones una carta de la reina de tréboles al lado de la reina de corazones puedes percibir las ganas que tienen de besarse.

Sonará mal, pero me gusta que sufras, porque siempre me llamas a mí, te sientas sobre mis piernas, lloras desconsolada, luego me besas y me pides que te muerda todo el cuerpo, me gusta hacerte sufrir, a más rota gimes mejor.

—¿Me leerías si me convirtiera en una página negra? Originalmente fue blanca, pero se llenó de cosas que nunca se escribieron, eran tantas que no quedó espacio para ningún punto blanco

Siempre que río demasiado rompo a llorar, un día, sobre tus piernas, me hiciste reír tanto, me sorprendí para mal cuando en un abrazo me dijiste: —Que mal que no recuerdes la mitad de lo que hacemos, cuando sufres te vez hermoso. No creo querer recordar.

Me despierto, mis ojos se aguan, empiezo a notar que me cuesta respirar por los mocos cuando cae la primera lágrima. Las luces están apagadas, todo se ve dentro de una escala de gris; busco un negro, no hay; busco un blanco, no hay, ¿hay alguna razón para seguir viviendo?

Se sentó en su escritorio, estaba al borde del llanto y su cuerpo temblaba de forma involuntaria. Mañana sería el día, mañana tendría que volver, ¿Mañana? En unas horas en realidad, 18 horas para ser exactos. Se decidió a hacerlo, nadie la salvaría de mañana. Tenía puesto un short, lo arremangó para dejar la piel más expuesta, sus músculos se tensaron en anticipación; ayer se había hecho las uñas, parecían garras, cómo si así fueran las clavo en sus muslos. Gritó, pero a nadie le importó.

Los gritos invadía la casa. —¡Lo mataron! ¡Está muerto! ¡Papá está muerto! La hija llora desesperada. —¡No llegó a casa mamá! ¡No pudo llegar! —Tranquila hija. —¡No me entiendes! ¡Lo mataron mamá! ¡Alguien lo mató y no fui yo!

Ella apenas disimuló un leve suspiro mientras veía la prueba de embarazo que había salido positiva. —Ahora Robert va a pedirme matrimonio.

—Me encanta como hablamos de hacer cosas juntas, es como si volvieras en una semana o en tres días y no en cinco meses

Escribiría los mejores cuentos de terror para asustar a tus demonios.

Aun dentro del ataúd conservas la paz en tus ojos

—Últimamente estoy escapando del sueño. —Puedes huir que tarde o temprano te alcanzará. —Lo sé, es un juego que tenemos, yo finjo que tengo posibilidades de huir y él finge que no puede atraparme.

Llueve, hace frío, el cielo es gris como tus ojos, el viento aleja el olor a muerte mientras te sostengo en tu vestido de novia.

Y escribí, era eso o matarte

—¿Cómo las prefieres? —Muertas. —¿A las chicas? —A las arañas que están detrás de ti. —Ah, ¿Y a las chicas? —También. —… —Mata a esas arañas de una vez, Lucas. —Tú eres el asesino serial.

La capa verde tapa tus ojos celestes, me hace querer mirarlos más de cerca, aun con el olor a muerto que desprendes.

Si me mato ahora ¿Viviré en tu mente, o en tu corazón, o en tus genitales?

Necesito una oda a mis imperfecciones y un poema a mis partes lindas, necesito que hagamos recuerdos donde me sienta querida, necesito verte a los ojos y notar el amor que me tienes, necesito que me ames… pero no sé si puedas hacerlo.

Con su permiso, procedo a morir.

—¿Qué pasa? ¿Por qué te frotas tanto el entrecejo? —No me nacen las letras, la lírica me ha abandonado. —Siempre te quejas de lo mismo.

—Amor ¿Por qué? ¿Qué hice? —Me dijiste que te gusta sentir algo de dolor —dice mientras sostiene un pedazo de vidrio roto.

—¿Por qué no se dejaba de golpear contra la pared? —Todos tenemos un grillo en la cabeza. —¿Qué? —Eso le dijo el niño a la enfermera cuando ella le preguntó.

Nunca entendí por qué mi madre daba vuelta todos los espejos de la casa antes de dormir. Un día, cuando una amiga se quedó a dormir lo descubrimos, cuando te mirabas en ellos te veías rota, saltaban todas tus imperfecciones. Un día después de ese incidente mi amiga se suicidó. Yo nunca pude olvidar la imagen de mi misma quebrada como cristal roto.

Bella dama, si te dedico una canción ¿Me complacerías con tu voz?

Nunca fumaste enfrente de mí, no hasta que empezamos a vivir juntas, ahora entiendo por qué, esos cigarrillos apestan a sangre.

Muchos quieren algo como lo nuestro, una historia romántica con pinceladas de inocencia, yo, por lo menos, lo sueño, bella dama.

Desde hace un año que te fuiste de mi vida y desde hace un año que no siento nada. Hoy, me he emocionado, ha sido algo que me ha hecho llorar, por fin he sentido hambre y como zombi que soy desde que me mataste, me he comido una aldea.

Vacío, tengo un vacío en mi pecho, puedo ver como mi corazón deja de latir, siento que me estoy enfriando, que cruel de tu parte irte después de darme un escopetazo, sabiendo que voy a revivir y te voy a seguir amando.

Respiro profundo, me preparo para lo que viene, sé que dolerá. Empiezo a sentirlas en mi espalda, lo que comienza como una molestia se transforma en un insoportable dolor, se me escapan algunos gritos, pero van tomando forma. No tardan mucho en estar listas, ya no pienso ocultar quién soy, duele más tener mis alas escondidas que mostrarlas al mundo.

—Hoy será el día, cariño —duce una voz femenina. Coloca todas las partes y empieza a coserlas, cuando termina conecta los cables y recita: —Sientes una energía que entra por tus pies, pasa por tus rodillas y llega a tu columna dotándola de fuerza —Toca la piel cosida a medida que va nombrando las partes—. Luego va hacia tu cervical y finalmente a tu cerebro, dándole lucidez —Suspira—. Cariño ¿Me escuchas? La chica muerta abre los ojos.

—¡Como van a permitir que se casen esos enfermos! —interrumpe una señora rubia. Nadie le dice nada, todos están de acuerdo con su comentario, incluso algunos asienten con la cabeza. —¿Qué vendrá después, María? —le pregunta otra mujer que está sentada en la misma mesa— ¿Van a dejar que adopten? ¡Pobres niños! Los van a obligar a ser criados por desviados. —El café —dice Samuel a la chica que lo atendió en voz baja, como si estuviera apenado— ¿Puede ser para llevar?

—¿Sabes por qué lo de la Virgen María fue un milagro? —¿Por qué? Sonrió de lado y dijo: —En realidad era un hombre.

Tengo la mente en el año donde tomábamos café en las mañanas, ese dónde me ponías flores en la oreja mientras me mirabas con ternura, el mismo en el que me susurrabas cosas en francés, oh, cómo extraño ese año.

—Te amo —Dimelo en un idioma que conozcas bien y que yo no entienda —dije esperando que me hablara en francés. Con tranquilidad se levantó de su silla y me abrazó. Comencé a llorar en silencio. El amor no violento era tan nuevo para mí.

Bella dama, Si pudiera convertirme en palabras Y enviarme en cartas. Así relatarte Todos los escritos De los que somos parte.

Apaga tu amor, Hoy no estoy para vos. Hoy no quiero correas, Ni puntos finales. Ruego un punto aparte, Porque no quiero mirarte. Suplico por piedad, Al que alguna vez fue tu bien amar.

He mordido tanto mi labio que sangra, una gota cae al lago que está a 221 metros de mí, son las cuatro y treinta de la madrugada de un día domingo. Estoy solo, todo se ve azul, el viento es suave, mi pelo apenas se despeina, aun con la campera puesta, tengo frio.

—¿Y si te dijera que antes éramos como los animales, me creerías? Nos multiplicábamos por deber, sin mediar afecto, no fue hasta que la muerte se enamoró que nos regaló este sentimiento, la vida nunca nos regalaría algo tan hermoso como lo que siento por ti. —basta, me sonrojas.

—No hay peor ciego que el que no quiere ver. —Digamos que te creo... Un 20% —Con eso me basta por ahora, pronto creerás al 100% que te quiero.

Nunca tuve dudas porque nunca quise respuestas.

Escucha una rama romperse y siente un escalofrió recorrerle la nuca, se le eriza la piel ante la sensación de peligro. Toda la sangre se va a sus piernas, en un mal movimiento se le cae la linterna; cuando se agacha una gota cae en su nuca, y al mirar al cielo en busca de Dios encuentra un cadáver viviente babeando arriba del árbol, su expresión se desfigura por el asco, el pánico le cala los huesos; intenta escapar, pero no llega a correr dos metros cuando el monstruo le arranca el cuello.

Luna y tinta, Nube y lluvia, No siempre estamos juntas. Mata mi ilusión, De papel viejo, escrita con negro, Enviada desde muy lejos.

Las luces titilan Mis ganas fluctúan Estoy moribunda Entre lágrimas de luna.

El café, que había sido mi bebida predilecta, se ha vuelto ácido desde nuestra última conversación: —¿Cuál es la última mentira que me has dicho? —Que te amo.

Lapicera sin tinta, Lápiz sin mina, Escritor sin vida. Que ironía, Quienes gozan la escritura, Son muertos en vida.

No te amo, No me amas, Yo te quiero Tú te irás ¿Me vas a extrañar?

Había una vez dos personas que se gustaban, durante un tiempo ninguna se atrevió a decirlo, al menos hasta que una dijo: —¿Quieres que tomemos un café con leche? Era ahora o nunca. —¿No prefieres que seamos un café con leche? Seamos la dosis perfecta de amor.

Sangran pierdas en tu ida, Rituales prohibidos, Elegidos por un alma en pena, Pena que acarreo el funeral, Pena de haberla perdido, Junto con su caledosicóspica personalidad. Infiernos inmensos, Ellos esperarán su llegar, Cuando vuelva a verla, Porque cada pestañeo revivido Será un año de condena más.

Un guardia escucha sus ruidos. El monstruo huele una presa. En el cementerio están ellos solos, entre todos los muertos de verdad.