Ocurrió hace milenios, aunque los Antiguos lo seguimos recordando. Los vimos como fuego en las alturas, noche tras noche, durante tanto tiempo. Cayeron del cielo como estrellas fugaces. Cuando tocaron tierra, devastaron todo. Sus cuerpos no tenían forma, pero tomaron la de los primeros humanos al llegar. Habían peleado en el cielo, durante siglos, hasta que la lucha concluyó en su derrota. Eran dioses de reinos lejanos, llegados para corromper aún más un mundo ya corrupto.

Ocurrió hace milenios, aunque los Antiguos lo seguimos recordando. Los vimos como fuego en las alturas, noche tras noche, durante tanto tiempo. Cayeron del cielo como estrellas fugaces. Cuando tocaron tierra, devastaron todo. Sus cuerpos no tenían forma, pero tomaron la de los primeros humanos al llegar. Habían peleado en el cielo, durante siglos, hasta que la lucha concluyó en su derrota. Eran dioses de reinos lejanos, llegados para corromper aún más un mundo ya corrupto.

"Fue hace ya casi tres décadas, cuando aún era cazador de dragones. Nos preparamos para con una madre y su camada, para capturar una cría para el Imperio. Nos pagarían muy bien, además que financiarían la expedición. Una docena de guerreros, dos brujas, dos arqueras y una hechicera consagrada, con trampas y equipo. Íbamos por todo, por la recompensa de la cría y por matar a la dragona. Al llegar al nido, la madre había enloquecido y destruía todo. La vimos cegada de ira, devorando a sus hijos.

"Fue hace ya casi tres décadas, cuando aún era cazador de dragones. Nos preparamos para con una madre y su camada, para capturar una cría para el Imperio. Nos pagarían muy bien, además que financiarían la expedición. Una docena de guerreros, dos brujas, dos arqueras y una hechicera consagrada, con trampas y equipo. Íbamos por todo, por la recompensa de la cría y por matar a la dragona. Al llegar al nido, la madre había enloquecido y destruía todo. La vimos cegada de ira, devorando a sus hijos.

"Fue hace ya casi tres décadas, cuando aún era cazador de dragones. Nos preparamos para con una madre y su camada, para capturar una cría para el Imperio. Nos pagarían muy bien, además que financiarían la expedición. Una docena de guerreros, dos brujas, dos arqueras y una hechicera consagrada, con trampas y equipo. Íbamos por todo, por la recompensa de la cría y por matar a la dragona. Al llegar al nido, la madre había enloquecido y destruía todo. La vimos cegada de ira, devorando a sus hijos.

Figuras de cabezas alargadas se postran ante su creadora, olvidada tiempo atrás. No deberías saber sobre esto. Las deidades exigen ofrendas. Las criaturas olfatean algo, comienza el rito. Se retuercen, sus bocas se alargan, les brotan membranas y apéndices con forma de aguijón, brazos y piernas se alargan. Pronto llevan una docena de bultos que gritan y se retuercen. Acaban con ellos, más el rito no termina. Quiénes conozcan el sacrificio son el siguiente objetivo. Hora de la cacería.

Durante la fiesta, los hermanos apostaron: ver quién cabía en el sarcófago. Cuando Osiris entró, sonrió triunfante, había ganado. Entonces la tapa se cerró sobre él y el plomo empezó a inundar su estrecha estancia. Su hermano y el resto de invitados reían con malicia. Pronto lo arrojarían al inframundo, dónde estaría por toda la eternidad.

Cansada de ambiciosos y plebeyos, la princesa salió al estanque en busca del príncipe sapo de las historias. Lo vio, se inclinó para besarlo, pero cayó de cara al río. Lo único frente a ella había sido su reflejo en el agua.

Entonces nos apagamos, cómo se apagan todas las miradas. Pensar que si te volvía a ver te desvanecerías. Tendría la verdad: siempre fuiste un sueño, y nada más. Cómo todos nosotros, en un mundo que duerme.

Soy momento, y ahora muero.

El momento se hizo una eternidad, pues cuando me di cuenta, la mirada se me inundó de la visión de la Gorgona, y pasaron los siglos en espantosos segundos. Mi tiempo se hizo de piedra, se hizo de luz. Y fui libre sin saber, cuando un descuidado arqueólogo golpeaba y esparcía mi cuerpo por doquier.

Entonces vi a mi gato parado junto a la cornisa, bajo la Luna. Sostenía mi corazón en su boca. Nos miramos un instante, se dio la vuelta, y se lanzó al vacío. Y ahí quedé paralizado, como un fantasma, pues nunca lo volví a ver.

No fue una sorpresa encontrar mi propia tumba abandonada, en ruinas. Lo inexplicable fue quién la había construido, pues la humanidad estaba extinta.

Desde el momento en que lo pensó, hasta cuando puso la pistola en su boca, quería ser visto por su familia. Cuándo sus padres entraron, se horrorizaron al ver la sangre manchando la alfombra.

Mandó a su criada a preparar todo. Ella la alcanzaría más tarde, la imagen debía ser perfecta: un bello niño recién nacido en sus brazos, tras un parto muy difícil. Claro, el niño no era suyo, sino de una campesina. Su esposo la mataría si no paría un nuevo varón cada cierto tiempo, cómo a sus otras esposas. No había sido fácil encontrar un niño con porte regio, pero entre algunas campesinas había bastardas de reyes. Debía cansarse en algún momento, con 23 raptos, las opciones se agotaban.

Tras un día entero de esfuerzo sin igual, Sísifo llegó a la cima. Aunque trató de evitarlo tanto como pudo, la piedra rodó hacia abajo de la colina, otra vez. Esperaba que algún maldito día la piedra se rompiera de una vez por todas. O sus piernas, o su espalda, lo que pasara primero. Quizá qué tan siquiera tuviera que hacerlo en una colina más bonita. Salía el sol e iniciaba otra dura jornada de trabajo subiendo la piedra. Otra vez, otra vez y otra vez.