Dejaría que me arruinaras. Te dejaría romper mi corazón, y si algún día necesitarás mis pedazos rotos para reconstruir el tuyo, te los daría sin chistar y te ayudaría a sanar. ¿Sabes por que? Porque te amo. Más que a mi mismo. Quizás ese es mi problema. Te tengo por delante de todo lo demás y tu... Tu no lo valoras.

Fuiste un tornado en mi vida. Causaste en mi miles de emociones que jamás creí que fuesen posibles de sentir. Nublaste mi mente y mis sentidos. Me diste alas con cada una de tus palabras, y luego te fuiste dejando la calamidad atrás.

Es difícil para las personas aceptar la muerte. Saber que no podrás volver a ver a esa persona, ni podrás crear nuevos recuerdos con ella. Nos aferramos a cosas que perdimos hace mucho. Cosas que jamás volveremos a tener. Anhelamos en vano revertir la muerte. Volver el tiempo atrás. Traer a esa persona de vuelta. La muerte nos deja una marca de por vida, y dolores que nunca se olvidan.

Trate de detenerlo. De detener este ciclo que hace que volvamos el uno al otro. No podías entrar a mi vida, debía evitarlo. Solo había un problema: ya estabas dentro. Y tenias el poder de destruirme en cualquier momento, y lo hiciste.

Dime, ¿Donde estabas cuando estaba cayendo? ¿Donde estabas para decirme que todo iría bien? ¿Donde estabas cuando quería rendirme y dejar todo atrás? No se porque pregunto si ya sé la respuesta. Siempre es lo mismo. Te sigo prefiriendo a ti a pesar de que me consumes. Y tu la sigues prefiriendo a ella. Lo peor de todo es que por más que quiera decirte “Ya es tarde” siempre volveré a ti. Ese es nuestro mecanismo.

No quiero aferrarme a falsas ilusiones y luego despertarme en un puñado de sueños rotos. No tienes idea de lo duro que es recoger todos los pedazos de tu mismo cuando te rompes. Ver como se esparce las cenizas de mis sueños.