Ahí estaba, justo frente a mí, el enemigo a tan solo dos pasos; apunte directamente a su cabeza y sonreí. De pronto, aquel maldito chiquillo se acerco y cubrió con su dedo índice la boquilla de mi arma para después decir:
— Guarda silencio, ¿acaso no lo escuchas? —
— ¿Y qué es lo que tendría que escuchar? — Contesté al fruncir el ceño pero sin dejar de apuntar —.
— Aquel sonido lamentable — susurró —.
— Y dime.... ¿Eso qué importancia tiene ahora?
— Aquel sonido irritante para ti — respondió al mirarme a los ojos —, no es más que el lamento de la libertad mientras es abrazado por los brazos ensangrentados de la muerte.
Trate de comprender lo que había dicho, pero era mejor volver a sonreír ante el humo restante de la pólvora.
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