juanarcos99 Juan Pablo Arcos Herazo

Un túnel dejará a la vista la transición de un hombre al más allá, a lo que le depara a todo aquel que cruza las barreras de la muerte. Aunque, ¿no será la muerte el comienzo de una nueva vida?


Histoire courte Tout public.

#cuento #reencarnación
Histoire courte
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El túnel de regreso

Primero fue una luz incandescente, una que habría parecido a la terminación, a la muerte definitiva. Sus recuerdos se agolparon en sus ojos, ajusticiando el mito que tantas veces se ha repetido. Era él de niño, él y sus primeros pasos, él y su carrito de juguete, él y su primer beso, él y su primer poema, él y un puñal bajo su vientre, él y…oscuridad. La oscuridad pasó de ser metafórica a metafísica, y abrió los ojos para que desapareciera. Aún tenía puesto el pantalón de lino, el abrigo de lana y los zapatos marrones, esos que siempre terminaban por romperse. Su sombrero de ala ancha seguía en su cabeza y su reloj, el mismo que tenía que golpear para que funcionara, seguía en su muñeca. Se puso de pie, atolondrado, y divagó por lo que creía era el túnel que conduce a la muerte. Los cuerpos que se movían a su alrededor pasaban junto a él, rodeándolo con su andar y su mirar extraño. Pensó que eran otros muertos, almas que eran conducidas a lo que fuera se encontrara después de la vida. Al principio los pasó por alto, pero después se fijó en sus rostros, en sus extraños atuendos y su andar frenético, ansioso. Se imaginó que eran almas de otras naciones o a lo mejor de otros mundos. Los cabellos eran rosas o verdes, las pieles recubiertas de tinta negra, tinta que dibujaba calaveras, cruces o fuegos. Siempre llevaban sus ojos y sus dedos a lo que parecían ser aparatos pequeños, que iluminaban imágenes de todo tipo y que, de vez en cuando, dejaban salir risas o canciones de un extraño sonido monótono y rítmico a la vez. Sus compañeros de muerte no se parecían a él, no se parecían a él en absoluto.

El túnel no estaba apagado, ni tampoco inundado de sombras, tal cual decían aquellos testigos del regreso. En cambio, todo el recorrido estaba lleno de luces, paredes de baldosa y suelo brillante, liso. Las almas no siempre andaban. Algunas se detenían en las paredes para arrodillarse y pedir limosna, otras lo hacían para vender baratijas. Le pareció extraño que incluso luego de morir el hombre estuviera tan preocupado por el dinero. Pensó que tal vez era cierto que enterrar a los muertos con unas cuantas monedas les traería buena suerte en el más allá, en un peaje sobrenatural que en algún momento debía cruzar. Revisó sus bolsillos y comprobó que hasta su billetera había pasado a otra vida. Sacó su cédula, su foto maltrecha que reproducía una imagen joven y radiante, y, al final, dos billetes de gran cuantía que por alguna razón también lo habían acompañado en su viaje. Los apretó con fuerza y continuó su paso lento, frente a la mirada de las demás almas.

La luz al final parecía ser lo único en lo que los testigos de la muerte habían acertado. Al final había una puerta en torniquete atravesada por luz, una puerta que, una a una, las almas compañeras iban cruzando. Cruzó tal cual lo hacían los otros, con cuidado de que el metal no estrellara su cuerpo con demasiada fuerza, y al salir le pareció volar. Su mirada de pronto había cambiado de posición. Ya no miraba hacia al frente, hacia lo que le deparaba la muerte, sino hacia un costado. Comprobó que sus pies no tocaban el suelo y que estos eran más pequeños de lo que recordaba. Su mirar también parecía haber cambiado. Todo se veía nebuloso, como si el final estuviera recubierto por una neblina pegada a sus ojos. Pasó entonces a mirar hacia arriba, hacia lo que le pareció ser un mentón humano. Frunció el entrecejo y de repente le dieron ganas de llorar, unas ganas infantiles, vivas, necesarias. Lloró y su alarido sonó al de un niño, al de un bebé que acaba de llegar al mundo. El mentón bajó y con él bajaron dos ojos oscuros y femeninos. El rostro era el de su madre y su mirar era el de él cuando era niño. Se asustó, comprobando lo que había sucedido, y trató de retener cualquier recuerdo de su anterior vida. El carrito de juguete, el beso, el poema, e incluso el puñal en su vientre se aferraron con fuerza al túnel y no lograron aferrarse a su mente. Poco a poco fue perdiendo la consciencia y su mente se quedó varada en asuntos simples como el calor que proferían sus ropas y los brazos fuertes pero suaves de aquella que lo cargaba con esfuerzo. Lo último que vio fue la ciudad. Ya no estaban las estatuas republicanas, las fuentes de agua públicas y los burros cargando leña y mudanza, junto con los tranvías y los grandes y elegantes carros negros. Ahora solo había metal, edificios que casi rozaban el cielo y que constituirían la nueva era en la que al parecer había nacido de nuevo.

6 Mai 2020 23:39 2 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Juan Pablo Arcos Herazo Me gustan las historias tristes, sobre todo las que están bien contadas, pero también me apasionan los relatos trágicos y las novelas de fantasía épica al estilo cruel y oscuro del maestro Martin. Mi sueño es convertirme en un novelista de novela negra y de novela fantástica. El reconocimiento va luego de sentirme completo, lo que sucederá cuando tenga mi primera obra literaria terminada en mis manos. Léeme y deja un comentario. Los aprecio más que cualquier otra cosa.

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German Martinez German Martinez
Excelente historia, aunque breve es concisa y esta muy bien escrita, el tema del túnel de luz es uno que siempre a llamado mi atención y lo abordas en una forma muy apropiada.
December 01, 2020, 00:20

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