aragonz-escritora 𝓐𝓻𝓪 𝓖𝓸𝓷𝔃

Él la nombró «Pandora». Ella lo llamó «Pervertido». Él se acuerda de todo. Ella sólo de su piercing… ¡y del lugar donde estaba colocado! Daphne Heine – Rouvas es una alemana irreverente, decidida y lastimada de la peor manera. Traicionada por quienes amaba, obligada a escapar de todo y de todos. Y, sin darse cuenta, alguien entrará en su vida alocada, de un modo… poco convencional. Un extraño robará sus bragas. La búsqueda de su ladrón hará que, en el camino, no uno sino… ¡3 hombres! Se interesen por ella. ¿Podrá Elegir? Un guardaespaldas un tanto intenso. Un jefe sin rostro pero idiota. Un ladrón que la mantendrá al borde de la locura y del deseo. Daphne es osada y verborrágica, divertida y con un corazón inmenso. Mentiras familiares y excesos de hormonas francesas, harán de esta historia un camino divertido en busca de las bragas perdidas.


#8 Dan Romance #2 Dan Érotique Interdit aux moins de 21 ans. © Todos los derechos reservados. Safe Creative ©1905301032851

#Ara_Gonz #saga_martineau #chick-lit #erotica #258
1.5mille
81.1mille VUES
Terminé
temps de lecture
AA Partager

Prefacio

📖

―Gracias ―dije, sin mirar al camarero sexy que trajo mi bebida.

Quizás, en otro momento, hubiera disfrutado de su cuerpo casi desnudo. Hoy no.

Quizás, en otro momento, me hubiera encerrado en el baño con él y lo hubiera follado con ganas. Hoy no.

Quizás, en otro momento, mi vida era perfecta. Y, justo en ese momento, era una mierda.

Llevé el vaso a mi boca y bebí ―de una sola vez― aquel charro negro que habían pedido. Soy más del champagne pero, esa noche, quería… ¡no! Necesitaba emborracharme.

Es que aquella era la peor fecha de mi vida. Se cumplían 4 años del mayor infierno que había experimentado y, definitivamente, necesitaba olvidarlo todo.

Olvidar que estuve a punto de casarme.

Olvidar que ese desgraciado se perdió de mi fiesta de compromiso y, mientras yo corría de un lado a otro atendiendo invitados, él follaba a mi hermana... ¡en nuestra propia cama!

¿Y cómo lo descubrí? Por un simple sándwich de atún que cayó sobre mi vestido celeste. ¿No es una mierda extraña eso? Recuerdo que corrí por las escaleras, desesperada para cambiarme y volver con mis invitados, preguntándome por qué él aún no regresaba. Definitivamente, aquella «llamada de urgencia», que dijo debía responder, estaba siendo infernalmente larga.

Abriendo confiada la puerta de nuestra habitación, los vi. Esos desgraciados ni siquiera se habían desnudado. Mi hermana tenía el vestido enrollado a la cintura, dejando expuestas sus nalgas al aire, con las bragas negras descansando a medio muslos mientras Matheo la follaba de un modo que jamás lo había hecho conmigo.

Se notaba su urgencia pues, el muy hijo de batracios cariados, solo había desprendido sus pantalones para poder sacar su jodido pene. Ximena chillaba como una maldita gata en celo, ahogando sus gemidos contra una almohada, recibiendo los profundos embates de «mi prometido».

Ella tenía las manos de Matheo clavadas en la cintura de mi hermana y las suyas empujaban las caderas de mi ex como si ese juego de dominación y sumisión los excitara más. Matheo tenía la mirada se perdía en ese punto exacto donde sus cuerpos se fundían, al tiempo que sonreía de un modo tan perverso que me provocó nauseas.

Los odié. Juro que los odié como nunca había odiado a alguien. Tontamente, pensé que eso sería lo peor que viviera en mi vida, pero no, lo peor aún no había llegado.

La imagen de esa traición me torturó, de modo permanente, durante todos estos años y, el tener que retornar a la vivienda donde crecí, nunca fue fácil. No después de lo sucedido pues, pocas semanas después de nuestro rompimiento, ellos anunciaron que estaban en pareja.

Verlos abrazarse, besarse y mostrándose como la feliz y perfecta pareja que eran, me destruía el alma.

Me puse una máscara, adopté una maldita postura de mujer autosuficiente, indiferente y fría que ―creí― me protegería de los daños que implicaba verlos. Pero, la verdad era que, por dentro, mi corazón continuaba sangrando.

Hubieron, durante esos cuatro años, días mejores y otros peores, no lo negaré. Sin embargo, me prometí disfrutar de las compañías masculinas sin involucrarme emocionalmente. Mi mejor opción para cuidar mi alma agonizante.

Entonces, elegí compañeros de juegos que congeniaran conmigo en todo. Hombres que buscaran el placer sin ataduras emocionales, que me trataran con cuidado y respeto sin intentar dominar mi mundo. Al final, todo se reducía a un buen momento de sexo.

Luchando contra esos recuerdos, apoyé la espalda contra el sillón y terminé el resto de charro negro que aún quedaba en el vaso. Miré a mi alrededor, sintiendo que había demasiadas personas y, paradójicamente, el sentimiento de soledad era profundo. Realicé una mueca, protegida por la escasa luz que me rodeaba, molesta por pensar en en mis emociones cuando, definitivamente, debería estar disfrutando de ser una V.I.P. en este lugar.

Privacidad y anonimato es todo lo que busqué en este tiempo pues, con todo lo sucedido, la prensa no había piadosa conmigo. Tampoco ayudaba el se parte del clan Heine. Desde que tengo uso de razón, los ojos del mundo estuvieron puestos sobre nosotros, los herederos de uno de los imperios del show-bussines más importante del planeta.

Los carroñeros ojos de la prensa sensacionalista cayeron sobre mí cuando la noticia de mi fallido compromiso se filtró. Aunque no tengo certeza acerca de la identidad del delator, las sospechas siempre recaen sobre la misma persona y los posibles motivos para hacerlo.

Desde el primer instante el mundo me juzgó. Se publicaron artículos donde Matheo era el pobre novio abandonado, mientras yo, era presentada como una bruja que lo engañó con otros. Los más osados llegaron a sugerir que padecía de adicción al sexo y, ante esas falacias, Ximena quedó expuesta como la buena mujer que contuvo a ex cuñado, dándoles el destino la posibilidad de enamorarse. Porque, a las personas buenas le sucedían cosas maravillosas ¿no?

Nunca desmentí los rumores ¿Para qué hacerlo? Cada vez, estaba más segura de que Matheo era quien estaba detrás de ese plan macabro. Él me odiaba y aún no sabía el motivo si nunca fui una bruja en nuestra relación.

De lo que sí tenía certeza era que todo aquel escándalo le sirvió para ascender en Reason Moon Media, la empresa de entretenimiento digital donde trabajaba. Entonces, cuando tuvo mayor poder, movió sus hilos para que la prensa comenzara a llamarme La dama del sexo. Y, lejos de iniciar acciones legales contra todos, los ignoré. Comencé a vivir mi vida como quería, importándome nada lo que pensara el mundo de mí.

Aquella decisión despertó la furia de mi padre, quien jamás perdía oportunidad para recriminar mi comportamiento o dejar en claro el odio que me profesaba. Mi madre, por su parte, continuaba perdida en su nube de ensueños e ignoró aquellos malos tratos. Entonces, solo tenía al abuelo y mi primo Bastiaan como soportes fundamentales en mi vida.

Con la mirada perdida en aquellos cuerpos que danzaban en el piso inferior de la disco, mi mente no dejaba de susurrarme que ya era tiempo de dejar de sufrir. ¡Como si ello fuera tan fácil! La tristeza pesa pesaba demasiado.

Me quedé allí, mirando hipnotizada cómo las luces de neón delineaban los cuerpos, pasando el tiempo en un lugar que aturdía mi mente y acallaba los gemidos dolorosos del alma.

Segundo.

Tercero.

Cuarto.

Cuando el quinto charro negro ingresó a mi sistema, mi vejiga se acordó de funcionar. Me levanté con un poco de dificultad y me dirigí tambaleante hacia los sanitarios. La oscuridad de los reservados me protegía de esas miradas indiscretas que hubieran detectado mi deplorable estado. Estaba hecha una mierda, por dentro y por fuera.

Sonreí, al saber que ni siquiera mi viejo guardaespaldas me veía y me sentí satisfecha de haber logrado engañarlo. Es que, de vez en cuando, necesito ser solo una mujer libre ―incluso de la mirada indiscreta de quien debe cuidarme― que se divierte y satisface sus necesidades sensuales sin tener a un otro escuchándome gemir a través de la puerta. Sí, tener seguridad es un problema cuando no eres exhibicionista.

Continué caminando, rebotando mi cuerpo contra las paredes de los pasillos, apoyando mis manos para sostenerme porque el mundo parecía girar demasiado rápido. Estaba segura de que, si Bastiaan pudiera verme en ese estado, tiraría de mi brazo y me llevaría directo a casa, no sin antes, comenzar sus sermones acerca de mi comportamiento temerario e inconsciente.

¡Maldito estirado del inframundo!

Todo seguía dando vueltas demasiado rápido y, casi por instinto, logré encontrar los sanitarios. Ante tantas dificultades, comprendí que no era bueno continuar en aquel lugar, que debía regresar a casa y meterme en la cama pero, como siempre, al actuar sin pensar, cometo errores... como no traer dinero para pagar un taxi.

En mi defensa diré que jamás había pagado por un trago en los clubes de Bastiaan y había conducido hasta allí ―como siempre lo hacía―, sin embargo, no me sentía con plenas capacidades para hacerlo de nuevo. Definitivamente, debía esperar a por mi primo.

Cuando, al fin, pude encontrar los sanitarios, empujé la puerta y me sorprendió aquello que mis ojos veían.

¡Un maldito pervertido!

Él era alto y de espaldas anchas, una cosita tentadora si no fuera que estaba en un lugar prohibido. Quizás fue el alcohol pero seguí mirándolo, bajando los ojos hasta encontrarme con... ¡Por los monos súper estrellas! aquello sí que era un culo perfecto. Un culo glorioso que ni en mis mejores años de gimnasio pude lograrlo.

Ladeé la cabeza, dispuesta a disfrutar de ese melón suculento, cuando vi que traía los pantalones desprendidos y sus manos estaban... allí. ¿Pero quién se había creído?

El maldito pervertido resultó ser un mono masturbador. ¡Descarado, sinvergüenza! ¡Ah, no! pero me iba a oír, no le dejaría salir con la suya.

La mezcla de alcohol e ira me hicieron reaccionar, avanzando con pasos seguros hasta alcanzarlo. Tiré de su brazo y lo obligué a girar, entonces, mis neuronas alteradas susurraron que mirara el paquete completo y así lo hice. ¡Wow! Es simplemente... ¡Wow!

Mi vista quedó atrapada sobre su miembro. Aún estando alcoholizada pude reconocer que tenía un pene hermoso, además de... ¡Ay-Por-Dios! ¿Pero qué diantres tenía allí? ¿Acaso el pervertido traía un piercing en su... amigo?

¡Por todos los santos esperpentos! Que me muero y resucito sólo para volver a morir mirándolo. Ese detalle era tan jodidamente sexy que sentí cómo mi boca se secó en un solo instante. Pasé la lengua por los labios, al igual que una impertinente gata en celo, suspirando ante aquella maravilla que se exponía ante mí.

Sin embargo, mi momento de amor con ese pene, finalizó cuando ese maldito pervertido murmuró:

―Muy bien ―¡maldita voz profunda y sensual!― Creo que la exposición en el Louvre ha finalizado.

―¿Qué? ―No alcanzaba a comprender sus palabras.

―Que no creo que pueda seguir exponiendo mi obra de arte ―aclaró.

¡Descarado! La rabia fluyó con violencia por mi cuerpo ¿Cómo era posible que ese maldito degenerado dijera aquello? ¿Acaso tenía cara después de encontrarlo dándose amor en el baño de mujeres?

―¡Te vas de aquí, maldito pervertido! ―grité con furia mientras me abalanzaba sobre él con movimientos toscos y erráticos.

Definitivamente, el alcohol me arrastraba hacia un patético lugar del cual no podría salir airosa pues intenté pero fallé miserablemente.

Él rió despreocupado, mientras guardaba a su «interesante amigo» y subía la cremallera de sus jeans. Ante tanto descaro, no desistí en mi objetivo y volví al ataque, perdiendo el equilibrio cuando el pervertido se hizo a un lado. Sus brazos envolvieron mi cintura, evitando mi vergonzosa caída mientras me apresaba contra su pecho. El calor de su cuerpo quemó en mi espalda y el aroma que emanaba ese hombre fue una maldita locura.

Un perfume jodidamente sexy...

Aroma a menta ―y mis neuronas colapsando en ese instante―.

―Creo que... ―me susurró al oído, erizándome la piel con ese tono ronco que portaba. Su aliento mentolado acarició mi piel y mi cuerpito colapsó― la única pervertida es usted, señorita, que ingresó al sanitario de hombres para inspeccionar mi pene con descaro.

Movió la mano izquierda, mostrándome que habían mingitorios contra la pared.

¡Maldito sea mi Karma! El pervertido tenía razón. Estaba decidida, jamás volvería a consumir charros negros pues ellos tenían la culpa de todo; ellos me impulsaron a hacer el ridículo y de la manera más tonta del mundo.

Debía escapar de esa situación humillante pero, tristemente, no fue de un modo elegante pues, al intentar alejarme de sus brazos, perdí el equilibrio como buena borracha que era.

Un pequeño grito escapó de mi garganta cuando ya me imaginaba con la cara estampada en el piso pero, milagrosamente, aquello no sucedió pues el pervertido detuvo mi caída, cerrando sus manos alrededor de mis bíceps.

Giré el cuello, con la melena rubia desordenada y cubriendo mi rostro, lo miré desorientada. Su dedo índice se aventuró a través de mi loca maraña, liberando mi visión, permitiéndome verlo de cerca por primera vez en la noche.

¡Por todas las santas begonias! Ese pervertido tenía los ojos más lindos del mundo.

En ese punto, no sabía si era una perdedora por tan deplorable actuación mía o, tremendamente afortunada por terminar en los brazos de ese bomboncito perfecto.

12 Avril 2020 22:01:01 71 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
237
Lire le chapitre suivant Capítulo 1

Commentez quelque chose

Publier!
Il n’y a aucun commentaire pour le moment. Soyez le premier à donner votre avis!
~

Comment se passe votre lecture?

Il reste encore 84 chapitres restants de cette histoire.
Pour continuer votre lecture, veuillez vous connecter ou créer un compte. Gratuit!