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《Dos aparte》. "Alguien" con tres distintas personalidades vive una aventura con una de sus compañeras de trabajo. ¿Podrá mantener aparte a sus otros "yos" mientras disfruta del cuerpo de su amante?


Drame Déconseillé aux moins de 13 ans.

#erotico #chico #chica #personalidad #multiple #andrea #javier #sexo
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Dos aparte

«No me conoces, pero sé quién eres. No sé quién eres, pero me conoces».

Eso me lo digo a diario. Supongo es normal. Nadie dice que me conoce y yo no conozco a nadie. Es un ciclo interminable. Dos o tres a veces.

Hoy por la mañana quise comer un sándwich, pero al mismo tiempo no. Por lo que preparé medio emparedado y un plato de cereal o, más bien, medio plato, para no pelearme. También quería jugo de naranja, pero al mismo tiempo café. Supongo no tengo que aclarar lo que hice al respecto.

Fran o Rafa, podría ser cualquiera hoy. Graciela solo en las noches y con unos tragos encima. La muy puta es más propensa a contraer sida, pero disfruta de lo que hace, según me ha contado. Yo no soporto tener sexo con hombres. Solo a Graciela le gusta. Fran y Rafa son heterosexuales. Yo soy todos ellos y al mismo tiempo ninguno. En todo caso, creo que soy bisexual.

Me llamó Rafa. Soy el único que prestó atención a las clases de la universidad. Eso me convierte en el más productivo y quien domina este cuerpo en el trabajo y haciendo otras labores importantes que generen dinero. No soy más que quien lleva el pan de cada día a la casa. El que alimenta a la puta y al desquiciado.

Espero nadie intervenga en mis planes de hoy. Quien lo haga, lamentará haberle pedido a Dios un nuevo día de vida. No estoy de ánimos. ¿Que por qué no?... Quién sabe. Quizás porque el loco solo me permitió tomarme media taza de café. Ya saben, el café te levanta el ánimo.

Mi puesto tiene globos y otros motivos decorativos llamativos con palabras como “Happy Birthday”. No sé cómo es que no lo sabía. Suelo recordar los balances del año pasado de todas las Cuentas Reales y no pude enterarme de mi cumpleaños. También puedo ser un inepto. Pero no tanto como Fran, de eso no hay dudas. Y de la puta ni se diga. Esa solo sabe chupar vergas. De seguro habría sido de mucha ayuda con estos globos.

Hoy atenderé reuniones. La chica nueva de Finanzas me gusta demasiado. Hemos ido a almorzar uno que otro día. Pero nada lo suficientemente íntimo como para decirle lo que siento de frente. Aunque me considero maduro, a veces actúo como un adolescente. Tengo que admitir que Fran es mejor que yo en este sentido. Pero Andrea no es su tipo. Guardé una foto de ella en el teléfono y al día siguiente apareció impresa y colgada en la nevera con una leyenda que decía «Esa chica da asco. No contamines mi pito con ella».

Nada qué hacer. Si logro tenerla, el último en enterarse será él.

Andrea se acerca a mi puesto. El primero en hacerlo hace tres semanas y dos días fui yo. No pasaron ni dos días para invitarla a un buen restaurante. La primera vez pagué yo. Ahora cada cual es responsable de su propia cuenta. Perdón por desviarme. Con ella cerca mis pensamientos se vuelven erráticos.

Como decía. Se acerca a mi puesto. Su perfume me sabe a Carolina Herrera, pero no estoy seguro. Decido no hacerle ningún comentario al respecto. Quizás solo decirle que tiene un aroma mágico el día de hoy. No… quizás eso no. Parecería que le estoy diciendo que pienso que compra sus colonias en una tienda esotérica. Mejor le digo… mejor no le digo nada.

Ahora sí… en lo que estaba. Llega Andrea a mi puesto.

—Javier —se inclina y me da un beso en la mejilla—. ¿Cómo estás?

—Muy bien. Y creo que tú igual.

—Puede que tengas razón. Hoy me siento muy animada —sonríe, me mira y se muerde el labio inferior.

—¿Ah sí? ¿Y por qué?... Digo si se puede saber —Me levanto de mi asiento y me paro frente a ella.

—¿Por qué más? —se ríe y golpea mi hombro—. Hoy es tu cumpleaños. Y… te traje un regalo.

Noto que los demás en la oficina miran de reojo. De seguro lo saben. Que estamos saliendo. Solo a almorzar, pero saliendo. Andrea saca algo del bolsillo de su chaqueta. Una diminuta cajeta con una tarjeta que dice “Feliz cumpleaños, Javier”. Todo escrito a máquina. Por lo que asumo invirtió tiempo y dinero hasta en ese pequeño detalle.

—Ten. Es pequeño, pero creo que te gustará. Si lo usas hoy mismo estaría muy contenta —no para de sonreír. Admito me incomoda un poco.

—Oye, muchas gracias, de verdad. ¿Puedes creer que no tenía ni idea de que hoy era mi cumpleaños hasta que llegué a la oficina?

—No me digas… ¿En serio?

—Sí, te lo juro. Por eso este regalo que me has dado realmente me tomó por sorpresa.

—¡Ah! Entonces no te creo.

—¿Pero por qué?

—Solo dijiste eso de que olvidaste tu cumpleaños para quedar bien conmigo y exagerar tu sorpresa.

—¿Sabes? Eres muy inteligente y por eso me agradas. Pero no te miento. De verdad olvidé mi cumpleaños. No sé si los otros lo recordarían.

—¿Los otros? ¿Te refieres a los de la oficina? —no logra evadir el que eso último que dije fue muy raro.

—¡Eh, sí! A eso me refería. Ni tú tampoco. Aprecio mucho tu regalo.

—Pues… no esperes más y ábrelo —noto que está muy ansiosa. Casi que le brillan los ojos. No hay duda. Yo también le gusto. Fran… amigo, tendré que contaminarlo. No tengo alternativas.

La miro a los ojos y le sonrío. Leo, en voz lo suficientemente alta para que me escuche, la nota que contiene la caja, que dice: «Tu verdadero regalo de cumpleaños de mi parte lo tienes en frente».

—¿Esto qué significa? —pregunto algo confundido. Lo sé. Es muy obvio. Pero necesito confirmarlo.

—¿Recuerdas que me dijiste que creías que sería buena idea que saliéramos por la noche, ya sea de fiesta o a cenar? Pues… Pensé que hoy sería un buen día. Claro, si no tienes planes.

—La verdad es que no creí que esto pasaría tan pronto.

—¡Ay… que lindo! Eso es un sí. Hoy a las ocho. Tengo un lugar en mente, pero busca uno tú también y nos ponemos de acuerdo —esto último lo dice casi susurrando.

Estoy algo en shock y tardo unos segundos en reaccionar.

—¿Javier?

—Sí, está bien. Perdón. Es que han sido demasiadas sorpresas en un mismo día.

Se acerca a mis oídos.

—Y prepárate, que vendrán muchas más esta noche —me dice, esta vez sí, susurrando—. Nos vemos Javier. ¡Que tengas buen día! —se despide y me guiña un ojo. Aunque trata de no hacerlo, no logra evitar mirar un poco a su alrededor. Pero se nota tranquila.

Yo solo la sigo con la mirada, agito un poco la cabeza y regreso a mi asiento.

Fran de seguro se estaría burlando de mí. Espero no logre acceder a mis recuerdos estos días.

Unas mancuernas para mi camisa. Parecen de plata. En definitiva, no es algo
caro. Pero lo que es probable que hagamos esta noche valdrá mil veces más. Me quito mis mancuernas de plástico y me coloco el regalo. Me pondré frente a ella en la reunión para que vea que las estoy usando.

El tiempo pasa volando. Andrea es muy profesional. Aunque se dio cuenta de que traía puesto su regalo, no fue sino hasta el final de la reunión en que me miró e hizo un guiño. Sabe que no sería muy agradable que nos descubrieran.

Llega la hora de nuestra cita. Elegimos un sitio llamado «Terrazas del Mar». El nombre no tiene mucho sentido, pero es muy romántico. Hay unas cuantas lámparas en el área principal, pero la mayor parte de la iluminación es a base velas.

La comida es un nueve de diez. Y el vino también. Como es normal, Rafa y Andrea se pasan de copas y luego van a un hotel tres estrellas. La locación es lo de menos cuando tienes sed de sexo y pasión. Si por ellos fuera, lo hubiesen hecho en alguna de las mesas de aquel restaurante.

Una vez en la habitación puedo sentir como Rafa intenta mantener a los otros dos aparte.

Pero yo soy todos y a la vez ninguno. Esta vez decido apoyar a Rafa y evitar que los otros intervengan. En el fondo, también me agrada Andrea. Aunque creo que solo será un amor pasajero. Yo podría con ello. Hacerle el amor esta noche y de mañana en adelante tratarla como si nada hubiese pasado no es una tarea imposible para mí.

Sin embargo, Rafa es muy depresivo. Se muestra a sí mismo como el más inteligente de todos. Y quizás lo sea. Yo no sería capaz de memorizar los saldos de todas las Cuentas Reales del año pasado aunque mi vida dependiera de ello. Fran tampoco podría y Gricelda mucho menos.

Pero él es muy susceptible al daño emocional. Aunque quiera, no olvidará a esta chica ni a su noche de sexo salvaje nunca. De eso estoy seguro. Aun así, le permitiré hacerlo y dejaré que este momento solo le pertenezca a él.

Andrea es hermosa. Sus tetas son perfectas. Sus caderas anchas y consistentes. Su piel es muy suave y aún huele a flores. Yo tampoco huelo mal, pero ella me supera.

Nos vamos quitando la ropa paso a paso, mientras nos besamos y acariciamos. El tiempo y el espacio son solo nuestros. Nadie más será testigo de este momento. Ella y yo. Dos amantes que se desean mutuamente y que lo harán por siempre.

Nuestros labios y lengua parecen hallar un camino hacia el cielo. Cada vez nos besamos con mayor intensidad. Nuestra hambre, nuestro deseo, se incrementa con cada movimiento. Noto que su cuerpo está ardiendo y ella me dice lo mismo a mí.

Le he quitado la mayor parte de sus prendas. Solo quedan sus bragas. Son de encaje y transparentes. Quiero vérselas un rato más. Quiero hacerle el amor con ellas puestas.

Mi mano acaricia su vagina hasta hacerla humedecer. Ella gime de placer a mis oídos. Me muerde suavemente las orejas y me dice una y otra vez que no pare, que lo disfruta. Quiero hacerla venir, pero me detiene. Dice que prefiere que la haga venir en el sexo. No le gusta hacerlo en los preliminares.

Me termina de desnudar y me la empieza a chupar. Lo hace muy bien. Desliza su lengua por todo mi pene como si fuera un helado. Lo levanta con las manos y mete las bolas en su boca con mucha facidad y destreza.

Así permanece otro rato, pero le digo que se detenga. Si no lo hace, podría venirme, y eso sería muy lamentable para ambos.

Se detiene por un momento y la acuesto en la cama. Yo encima de ella besando sus labios y lengua, y todo su cuerpo. Juego un poco con mi boca en su vagina y ella coloca sus manos en mi cabeza, acariciándome el cabello.

Tres minutos o quizás cuatro. No estoy seguro, pero ya es hora. Me coloco encima de ella y empezamos en la posición del misionero. Para probar como se debe su sexo, al principio lo hago sin condón, pero solo por unos minutos. Luego me lo coloco y se lo hago con más fuerza. Mi cuerpo y el suyo ahora parecen uno. La beso como si me la fuera a comer. Salvaje y excitante. Así lo describiría.

Sus gemidos me vuelven loco y aumentan mi deseo. Le quito sus bragas especiales y le digo que se coloque encima. Cabalga hacia adelante y hacia atrás, mientras pone sus manos sobre mi pecho. Le acaricio las tetas mientras lo hace. Le aprieto fuerte los pezones y ella grita fuerte. Tiene un orgasmo. Espero sea el primero de, al menos, otros dos más. Se detiene por un momento mientras se recupera. Se recuesta en mi regazo y me dice que la coja de perrito. Que esa le encanta.

Una vez en esa postura la tomo del cabello y se lo hago muy fuerte. El ruido perturbaría a los inquilinos de la habitación continua. Espero que si nos casamos nuestros hijos tengan su habitación lejos de la nuestra.

Le doy varias nalgadas. Ella no para de gemir de placer. Le encanta. Eso me dice en varias ocasiones. Desearía que esta noche nunca termine…

A la mañana siguiente, salimos temprano del hotel. No sin antes haberlo hecho en la bañera y luego en la cama nuevamente. El mañanero de seguro sienta mejor al cuerpo que el café. Y lo mejor de todo es que sigo manteniendo a los otros dos aparte. Javier se compadeció de mí, al parecer.

31 Mars 2020 04:19 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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X- Drass Relatos cortos y poco más.

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