Los otros dioses

Alexey nunca había sido muy colaborador, y sin embargo, hoy se encontraba en la cima de su carrera. Tal vez en el pasado podría haber tenido roces con sus camaradas científicos, y tal vez, además, no sería el mejor expositor a la hora de explicarle a los campesinos el por qué de tantas plantas nucleares, y el por qué de tanto dinero invertido en la nueva carrera espacial, ¡Bah!, de todos modos no importaba ahora, ¡pues era su extrema competencia, sagacidad, y versatilidad!, lo que lo había llevado hasta este punto de su vida, y como su ascenso era reciente, cuando su consciencia se auto cuestionaba, era él mismo quien reafirmaba su talento y pensaba para sus adentros:

—Esta bien, los planos de Zamiotov no eran enteramente correctos, ¡sin mí dirección la bomba de protones podría haber sido un desastre! ¿A quién le hubieran entregado el cargo, sino pues a mí? ¡Ja! Si estuvieras aquí Natasha, finalmente entenderías por qué me ausentaba todas las noches… Bah, y a pesar de todo todavía recuerdo esas fatídicas discusiones… Elena, mi querida hija, tu madre no podrá comprenderlo, ¡pero estoy convencido de que tú lo harás algún día!, mi hermosa Elena, siempre fuiste cómo yo, toda una pequeña científica… pues como tal, te revelo aquí mi partida, ahora soy el ingeniero en Jefe de la planta nuclear, debo mantener la distancia con ustedes, Natasha, Elena, ¡por ningún motivo pueden vincularlas a mí!, la Madre Rusia no aceptará fallos, ¡el pobre Zamiotov lo sabe más que todos!, ¿Entiendes ahora Natasha por qué tuve que partir? ¿Comprendes? ¿¡COMPRENDES!?

Alexey contempló por un momento su nuevo dormitorio antes de finalmente dar por terminada esa noche. Estéticamente hermoso, y convenientemente cercano a la planta nuclear.

—Perfecto para mantener siempre a disposición a un ingeniero en jefe. —pensó.

La mayoría de los edificios en Rusia eran altos, compactos y descuidados, y cumplían la función de albergar el doble de su capacidad estructural, lo que era una desesperada, (y barata), medida para combatir la inevitable sobre población del gigante País. Los años tampoco habían sido amables con ningún continente, los combustibles fósiles hacía décadas que se extinguiesen, un 78% de los ríos en todo el mundo ya no eran más que miserables e infértiles pantanos, y lo que se conocía cómo Antártica y las amazonas, se habían reducido a un hemisferio con el tamaño de un cuarto de sus antepasados, cientos de años atrás llenos de vida, dos de las venas primigenias de nuestro planeta fosilizadas.

Antes de cubrirse en la comodidad de las tapas, Alexey pensó que sería conveniente accionar el seguro de la puerta, y enmarcar el cuadro de su familia, (al menos de esa manera podría ver a Elena más que un par de veces al año). Así hizo, y más pronto que tarde, se resolvió a dormir.

La luna llena titilaba en su mayor esplendor. El cielo nocturno alberga sueños, pero también pesadillas. Dolores, pero también placeres… y todo esto puede resultar muy engañoso. Por una parte pensemos en Alexey, dormitando en la comodidad de su acomodado lecho, un gran título de científico en jefe es lo que lo define desde hoy y para todos los días, un protagonista del progreso, una pieza importante para la Madre Rusia. Por otra parte el campesino, el obrero, el funcionario medio, quienes luchan laboriosamente con puño y alma todos los días para el progreso, ¿son o no son piezas importantes para la Madre Rusia?, ¡pues por supuesto que sí!, entonces ¿por qué uno parece más prescindible que el otro?, y no es así cómo, si tanto él como aquél cesan sus funciones, ¿ambas causas no generarían el mismo efecto?, y es curioso, ¿tal vez los sueños y pesadillas del uno son más grandes que el del otro?, difícil acertijo es, pero más que complicado, ¡te repito!, es engañoso. Los sueños y pesadillas deambulan como ebrios esta noche, y en especial los de Alexey, que se entremezclan unos y otros, y le hacen recordar una época más simple, con una mujer que amaba, y una hija que adoraría para siempre. Pero los sueños y pesadillas no es lo único confuso, también lo son los Astros.

La luna titilaba increíblemente brillante esa noche, pero el Sol no era lo único que la hacía brillar, pues más allá, en el rincón astral inexplorado por ningún catalejo humano, yacía la verdadera fuente de luz, y como no había ocurrido desde hacía muchos años en la vida de Alexey, él también resplandecería con esa luminosidad, comenzando ahora, en esta misma noche.