Y allí estaba esa alma perdida, encontrándose con su mitad.
Esa pequeña heladería que había puesto el destino meses atrás para que estás dos personas se conocieran.
Y, si una de ellas se llama Destiny, esto estaba escrito, corregido y a punto de publicar.
Davis, con su despreocupación habitual, se acerca a la barra donde se encuentra esa camarera que se ha convertido en su musa.
El día que no la ve, su mente se bloquea y no puede escribir.
—Bienvenido. ¿Qué desea tomar? —le pregunta Destiny con esa melodiosa voz a la cual Davis desea mudarse y vivir en ella.
—Un helado de fresa, por favor —le responde él con una sonrisa tímida.
Si él supiera que en cuanto ella se ha girado para empezar a preparar su helado su semblante se ha vuelto triste.
Cómo ya es costumbre, ella coge una servilleta y le manda una pregunta. En este caso, en la servilleta se puede leer: ¿por qué no has contestado a mi pregunta?
Acaba de preparar el helado y se lo sirve, sin olvidarse de su mensaje escrito en ese trozo de papel.
Él se sienta cerca de la ventana. En ese sitio puede inspirarse con las vistas a ese parque tan repleto de colores y vida y puede ver perfectamente a su chica del helado de fresa.
Nada más sentarse, saca su libreta y la pluma y empieza a escribir sin parar.
Las palabras fluyen de la pluma como si fuera natural. Salen a borbotones, sin parar.
Ella le observa, atenta a cada movimiento, esperando a que lea el mensaje escrito en la servilleta. Ve como se acerca a su helado, mas, ni cuenta se da de que está manchando aquel papel en el que está escrito lo que tanto anhela, lo que tanto lleva esperando.
Toma varias cucharadas a su helado, antes de enfrascarse de nuevo en su escritura. Se deja la piel, la yema de sus dedos y su aliento, en describir a aquella chica, con todos los recursos que su experiencia le ha ido enseñando; decribiendo cada curva, cada línea, cada milímetro de su sonrisa. Aunque jamás podrá describirla en palabras, ya que eso sería injusto para ella, puesto que en su belleza no existen límites.
Ella limpia las mesas, esperando a que ese chico le dedique un segundo de su tiempo para mirarla. Pero él sigue inmerso en sus pensamientos.
Él nota como la chica tiene la mirada fija en su mesa.
Como respuesta a la inquieta y curiosa mirada de la chica, él le da un gesto interrogante.
No sabe qué quiere su musa de él.
¿A qué espera? ¿Qué desea? ¿Qué quiere de él?
Ella sigue con su trabajo, atendiendo a todo el que quiera un helado con su maravillosa sonrisa. Esa que le cautivó en el instante en que puso un pie en la heladería.
Anhelaba tener el valor suficiente de acercarse a ella, preguntarle su nombre, pedirle una cita y conocerla.
Él sabía que era perfecta, perfecta para él y nadie más.
Pero necesitaba conocer como era, saber sus inquietudes, sueños, miedos y estar junto a ella hasta que el destino dijera basta y se cansara de ellos.
Ella quería lo mismo.
También la carcomía la curiosidad.
¿Qué contenía esa libreta? ¿Qué escribía en ella tan concentrado? ¿Por qué estaba tan condenadamente irresistible cuando se mordía el labio y la pluma dejaba de deslizarse sobre el papel?
La tenía loca. El chico del helado de fresa le había robado el corazón, y no sabía como.
Ya se había terminado su helado, y recogía su libreta y su pluma. Le entristecía tener que marcharse, pero se había hecho tarde y no podía quedarse más tiempo.
La mirada de Destiny, entristecida, seguía los pasos de aquel chico que tanto quería, sintiendo que su vida se escapaba entre sus manos de nuevo.
La próxima semana volvería a verla, eran las palabras de aliento que él mismo se decía.
Él era el motivo de su sonrisa, y también de sus lágrimas. La hacía inmensamente feliz verle aunque fuera un solo segundo, sin embargo, la hacía sentirse triste pensar que para él no sería nada.
Se volverían a ver, tan solo una semana les separaba al uno del otro.
Y es que el amor es lo que tiene, es doloroso, pero da las mayores alegrías.
Merci pour la lecture!
Una historia apasionante que atrapa desde la primera frase. Los dos protagonistas transmiten mucha delicadeza y dulzura. ¡Como un helado de fresa! Cada palabra está impregnada de bellas emociones y sentimientos. La narración es fluida y la redacción clara y libre de errores ortográficos. ¡Excelente!
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