alicialeben Alicia Lebén

La linea entre la realidad y lo que no lo es esta hecho de humo


Histoire courte Tout public.
Histoire courte
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Sueños fugazes

Xuxana era una mujer como cualquiera; de esas que te despiertan con un suave beso en los labios o en la frente según el caso. Los malos viajes que había vivido la habían preparado para todo, era lo que yo llamaría una mujer de hierro.

Habíamos estado recorriendo park avenue durante ya casi cinco años, los hermosos rasca cielos hacían que Xuxana se sintiera pequeña y desvalida, claro que jamás lo decía.

–Nueva york es la puta amapola –decía mientras se fumaba un cigarrillo y lo sostenía en los labios con cierta delicadeza que claramente no había adquirido en la “escuela” para niñas donde nos habíamos conocido. –Es la ciudad de los sueños flotantes.

Yo era en cambio una mujer un poco más reservada, siempre estudiando y buscando sobresalir sobre el humo blanco que cubría a las masas, ese invierno eterno que parece nublar las mentes y que sin duda me hizo querer escapar rápidamente de casa del tío Segundo. El viejo estaba ya un poco sordo y un poco todo, me abrazaba con sutileza dejando un olor a añejo que perduraba por días. No estaba cansada de él y de su senilidad, más bien quería quebrarle el cuello y sacar todos los recuerdos que el maldito había sembrado desde que la vieja empezó con los ataques; la narcolepsia la dejaba noqueada por varias horas, tiempo el cual yo me convertí en la mujer del viejo.

Al principio sentí un poco de pesar, el pobre anciano sin más que yo como apoyo en sus días más oscuros, pagando una a una las malas decisiones y con el peso en el cuerpo de una hija que a su vez era su nieta y una hija que también había hecho su mujer. ¡Vaya cosas que pasan en esta vida! Un juego de azar que tienes que jugar aunque no te guste y escoger las cartas que están sobre la mesa. –Mire que hace con sus cartas, voltéelas y mire que par le conviene más. –Decía el bendito.

El tío no era un depravado ni mucho menos, nunca me había tocado o insinuado algo, yo era su brazo derecho y algunas veces el izquierdo, le hacía de comer y le limpiaba hasta el pensamiento, le leía hasta que se quedaba dormido y le besaba la frente algunas noches donde el recuerdo de sus horas tempranas le hacían temblar el entrecejo y perder un poco la cordura. Xuxana lo conoció una tarde calurosa, con una pequeña blusita y una falda un poco más corta de lo debido, puso a sudar al viejo.

Ella me decía constantemente que su vida no estaba aquí en este país de mierda, como solía llamarlo mientras me contaba de unos sueños que había estado teniendo durante las últimas noches. Allí era una mujer de mundo y vivía como en narcolepsia constante –como yo lo llamaría.

En esta ciudad rodeada de rascacielos su humanidad desaparecía por completo, en su sueño se hacía parte del paisaje, ya no era ella, sentada en esa bazofia, como le decía cariñosamente a su silla de ruedas; un súper artefacto que le había construido su abuelito, la única persona que según ella misma decía la había querido. La bazofia era su vehículo de sueños; Xuxana viajaba a todos lados con ella, a veces era un gran auto de carreras y otras una maquina voladora de esas que solo aparecen en cuentos.

Era increíble pasar los días escuchando sus historias, el viejo escuchaba prácticamente hasta dormirse, ella y la bazofia habían quitado el gran peso de los hombros de ambos, de este cuerpo viejo y de este cuerpo mío. Pasaron varios amaneceres antes del gran viaje y mi cuerpo ya había envejecido un poco, Xuxana cuidaba al viejo y yo le besaba la frente para que no olvidara mi nombre y lo llevara en la narcolepsia final. La señora Betty, mi madre, miraba de reojo los acontecimientos y parecía sonreír levemente subiendo un poco los labios y entreabriendo la boca.

Los días empezaron a pasar un poco más rápido en la gran amapola, Xuxana y yo corríamos buscando las cartas que no habían sido repartidas, esas que faltaban en la baraja. El increíble olor a cerezos de primavera nos ponía los vellitos de los brazos en alza, nos sacaba sonrisas a bocanadas y como dos niñitas pequeñas nos embarrábamos a gusto en sus delicias. Era como siempre lo habíamos imaginado, como las miles de conversaciones que desglosamos en noches de tiniebla, solo acompañadas por nuestra propia alma.

¡Como es la vida! Un poco vagabunda –decía doña Betty mientras lavaba los trastes y cocinaba ese delicioso sancocho de gallina que aguaba los ojos y alimentaba las tripas. Toda una delicia culinaria.

Una tarde de Abril, si mal no recuerdo, algunas imágenes empezaron a hacerse difusas, la gran amapola, se empezó a difuminar y aunque no entendía le pregunte a Xuxana una y otra vez sin recibir respuesta. Ella solo estaba ahí con el cigarrillo a punto de apagarse, sujetándolo con cierta fuerza para no romperlo y aspirando suavemente mientras yo veía el hilo de humo blanco que ahora nublaba mi pensamiento. Era extraño, casi narcótico, en un segundo estaba rodeada de rascacielos blancos y ahora acostada frente al tío Segundo y la señora Betty, ambos sonriendo y susurrando canciones viejas.

Intente moverme de prisa, levantarme de esa cama de amapola, de mierda, los pies me pesaban como rocas, Xuxana y la bazofia me miraban desde lejos, sonreían y susurraban canciones nuevas. Un ruido apabullante tomo por sorpresa mis sentidos, mis ojos parecían abiertos pero con un cierto esfuerzo los abrí un poco más, hasta dejarlos como luna llena. Los rascacielos blancos se volvieron de carne y hueso y el olor a cereza una sustancia blandengue que yacía sobre mi regazo.

De repente hoy la voz de Xuxana, que se hacía más clara, mas complaciente, sin la bazofia de testigo, meneaba sus caderas de un lado al otro y hacia rechinar sus grandes zapatos puntiagudos, una mujer a mi lado, doña Betty vestida con otro ropaje, no el que yo conocía, la reconocí por su voz y por ese olor a sancocho de gallina que emanaba espectacularmente, ninguna era la que recordaba. Al caer la tarde un hombre menos viejo pero de colores conocidos–Doctor Segundo Buendía, mucho gusto, igual que el tío pero con un aspecto juvenil como en sus días mas tempraneros y un olor a antaño que era imposible de olvidar,

--- ¿Cómo se siente querida? –un poco más vieja que ayer y más cansada que mañana –le dije susurrando una canción mía. Mientras le susurraba un sueño flotante se tomó mi pensamiento en blanco, sumido en ese hilo que desprende el cigarrillo de Xuxana , el sancocho de gallina de la señora Betty cuando está en pleno hervor y el invisible pero certero olor del tío segundo al despertar en las mañanas, a lo lejos y antes de que el olor a cerezos volviera a impregnar mis sentidos un sueño abrazador entrecerró mis ojos, la luna llena menguaba en contra de su voluntad, a lo lejos Xuxana me explicaba solo como ella podía hacerlo y la narcolepsia, que siempre fue mía, me beso la frente como solía hacerlo en los viejos tiempos.

…………………….

25 Mars 2020 23:34 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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Alicia Lebén Soy una enamorada de las letras y una soñadora incansable

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