Desplegando sus alas con franqueza –se pregunta ¿Que habrá más arriba de los cielos?
Su madre un poco molesta la insta a terminar la conversación,
el desayuno ha sido servido pequeña Ninfa, come para no hablar,
dando sutil termino a la indagación.
Inmersa en la terquedad de sus jóvenes alas, continua;
Pero… ¿y si pudiésemos volar más arriba, más alto de lo inimaginable?
encontraríamos otros mundos, seres alados gigantes en enormes cuevas…
– ¡No prosigas mentecata! el mundo es tal cual, no más ni menos,
aquellos que volando intentan socavar las profundidades no vuelven.
Ninfa miró hacia lo profundo,
hacia ese rayo de sol que se adentraba curioso por un huequito de humo tiznado,
hasta que el gran orificio anubarrado desvaneciese,
desapareciendo en la lejanía.
En el ir y venir del tiempo,
las pequeñas alas de la criatura transformándose en grandes extremidades,
su pico encogido y su cuerpo erguido,
caminan desolados, esperando algún día cruzar los cielos impertinentes.
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