hormonal Mereulen

Diez personas están destinadas a estar en conjunto. Deberán encontrar una pieza clave para sus dones y su destino, de lo contrario podría haber consecuencias graves para cada uno de ellos y los que los rodean.


Fantaisie Épique Tout public.

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Capítulo 1


Dayla


Me desperté más temprano de lo usual, me había estado ocurriendo desde algunas semanas atrás, el dolor de cabeza que se presentaba era insoportable, era peor que una migraña.

Bajé rápido las escaleras dirigiéndome al baño. Hacía más frío que antes, mis huesos sentían como la temperatura bajaba cada vez más rápido.

Busqué detrás del espejo algunas aspirinas para calmar el dolor en la cabeza y poder ir a la escuela. Dos ya no eran suficientes, sin embargo, el médico me había dicho la última vez que me desmayé que máximo dos al día pues era peligroso tomar una dosis alta, a cambio de eso me dio un tratamiento para la migraña que no ayudó en nada.

Luego de tragarme la pastilla subí de nuevo a mi habitación y me cambié por el uniforme.

Bajé de nuevo, esta vez a la cocina por mi desayuno, a veces eso también ayudaba con los malestares.

Luego de unos minutos mi hermana Leah bajó ya lista para irse conmigo.

Salimos de la casa en camino a las peores ocho horas del día.

Al llegar mostramos nuestra credencial y entramos a nuestros salones, por desgracia nos pusieron separadas por causar problemas en el pasado como hablar demasiado en clase entre otras cosas.

A la cuarta hora tocaba educación física, hasta ese momento el día iba de maravilla hasta que después de la clase de educación física todas fuimos a cambiarnos en los vestidores y salir a nuestro receso.

Ya lista para irme tomé mis cosas que estaban en mi casillero pero una chica me jaló por detrás arrebatándome la mochila y haciéndome caer .

—¿Cuál es tu problema? —me levanté —. ¿Bastante infantil para nuestra edad no crees Samantha? —la miré mal.

Ella se burló y luego sacó todas las cosas de mi mochila dañando todo lo que llevaba. Luego de eso tomó una botella de agua abierta y acto seguido la giró haciendo todo el liquido dentro cayera arruinando mis apuntes.

—¡Oh!, creo que tus cosas necesitan secarse querida, no querrás escribir en cuadernos mojados —me tiró la botella de plástico se dio la vuelta y se fue dejándome ahí sin hacer nada. Recogí todas mis cosas y salí al patio de la escuela para dejarlas secar. Varias maestras me preguntaron que había pasado pero les decía que sólo se había tirado agua por accidente y ellas se iban. Mi problema de migraña volvió un rato mas tarde lo cual empeoró mi situación pues ahora ya estaba de mal humor.

Cuando mis cosas terminaron de secarse las volví a poner en mi mochila y entré a mi salón. El receso había terminado.

Ya que había entrado un poco tarde por estar secando mis cosas, el lugar donde siempre me sentaba estaba ocupado por alguien mas, entonces tuve que sentarme a lado de la ventana detrás del primer lugar.

La maestra explicaba ecuaciones pero no le entendía por el dolor de cabeza y unos niños no se callaban en la parte de atrás haciéndome poner más enojada.

La maestra me miraba de vez en cuando pero nada mas.

La chicharra sonó y fue cuando me pasó la cosa mas extraña.

Fue tan rápido que nadie supo como pasó.

Al levantarme y sin moverme de mi lugar todas las sillas fueron hacía la parte atrás como si alguien las hubiera empujado. Eso me dejó perpleja ya que no sólo eso pasó, si no, que también el escritorio se estrello con todas las sillas dejándolas mas dañadas incluso las ventanas de agrietaron.

Nadie supo lo que estaba sucediendo pero algo en mi me decía que había sido la responsable.

Al llegar a casa algo cansada por lo que había sucedido en la escuela me tiré en el sofá y cerré los ojos.

Leah estaba afuera en el jardín jugando con nuestra perrita Ollie. Ella entró pero no la escuché.

—Dayla —dijo ella haciéndome brincar del susto y de alguna manera también provocando que todos los cuadros de la pared cayeran al suelo.

—¿Qué diablos? —ambas nos quedamos boquiabiertas.

—No tengo idea — Ollie comenzó a ladrar en mi dirección y aponerse ansiosa.

—¿Qué hiciste? —ella me miraba con cierto temor.

—Nada, yo no hice nada, lo juro... —me comencé a preocupar muchísimo pero no tenía idea que estaba sucediendo.

Subí a mi cuarto preocupada hasta quedarme dormida. A veces los sueños que tenían era muy reales y el que tuve esa noche no fue la excepción.

Yo estaba en un bosque frente a un lago muy bello, las estrellas se reflejaba haciendo un efecto de espejo. Hacía aire frío sin embargo el ambiente era bastante cómodo para andar sin suéter.

La silueta de una persona de pronto apareció en la orilla haciéndome mirar hacía atrás. Era la de un hombre alto y me transmitía temor; él sacaba del bolsillo en su chaqueta una clase de piedra cristalina y el tendía el brazo pero no para entregármela, sólo veía luces saliendo de mi pecho siendo absorbidos por ese mineral haciéndome sentir débil.

Desperté sudando y algo agitada.

Era de madrugada y sólo escuchaba grillos del jardín.

Intenté volver a dormir y aunque fue difícil lo logré.


Leah

Era la última de escuela y yo estaba emocionada por terminar este año escolar. Por el trabajo de nuestros padres debíamos mudarnos a Megsville, un pueblito a las afueras de Kansas. Sería un cambio importante pues habíamos estado toda la vida en la ciudad.

Me alisté para irme a la escuela. Supuse que Dayla no iba a ir pues la puerta de su habitación estaba cerrada con llave, lo cual hacía cada vez que quería privacidad.

En el camino a la escuela me puse a pensar sobre lo que había pasado un día antes en la sala. Tuve que mentirles a mis padres diciendo que quería limpiarlos y guardarlos en cajas y que por distraída había tirado algunos.

Ya en la escuela fui a mi casillero y una chica llamada Samantha a la que le gustaba hacerle la vida imposible a varios en la escuela, incluyéndome se recargo en el casillero junto al mío y luego lo cerró la puerta en mi cara.

—¿Ahora que quieres Samy? —no le gustaba que la llamara así.

Ella hizo una mueca de disgusto —. ¿Tu hermana no vino hoy? —le gustaba ser sarcástica y preguntar lo obvio.

—¿Por qué, la extrañas?

Rió con ironía—. No, pero quiero saber si sus cosas ya se secaron, ayer se le cayó el agua en su mochila por accidente —enfatizó en lo último.

—No me lo dijo, supongo que debió ser un accidente, ¿verdad? —ahora la sarcástica era yo.

—¿Qué insinúas? —ya se empezaba a enojar.

—¡Oh nada!, es sólo que seguro tú viste el momento exacto en el que se regó el agua, ¿verdad? —arqué las cejas.

—Mira niña, no te empieces a meter conmigo o...

—¿O qué? —bufé —, ¿vas a cerrar mi casillero mas fuerte? —era tan fácil verla explotar en su propio juego que a veces valía la pena meterse en problemas.

Le di una patada al casillero de atrás y me dirigí a mi clase de química en la que por lástima me tocaba con Samantha.

Hoy era nuestra última prueba antes de nuestras calificaciones finales lo cual era un alivio pues me había matado estudiando los últimos tres días.

Samantha se sentaba en una mesa junto a la mía. O sea que la tendría como una chinche entre la ropa que no me dejaba concentrar pues se la pasaba hablando con una de sus amigas.

Empecé con las primeras sustancias y escuchando risitas a mi lado derecho que cada vez se hacían mas insoportables.

Ya casi terminaba mi primer mezcla de tres. Pero era tanto mi enojo que sólo deseaba que algo le sucediera para callar ese sonidito agudo que a todo el mundo le molestaba. El vaso de precipitados de Samantha reventó parando la prueba para que ella fuera a la ducha de emergencia y la profesora verificara que no hubiera daños.

Luego de unos minutos todos seguimos con el examen hasta terminar.

Salí del salón tan rápido como pude pues se me hacía tarde para ir a mi práctica con las porristas.

Pero la rubia una vez más me detuvo.

—¿Qué fue lo que hiciste? —dijo poniéndome contra los casilleros.

—¿Disculpa? —la miré mal.

—Sé que fue tu culpa, ¡tú saboteaste mi examen! —su cara me dejaba notar lo mucho que creía que yo tenía la culpa —, se que tú y tu hermana esconden algo, son unas raras...

—Nadie usa la palabra sabotear —reí —, fue el karma querida, nada mas que eso —la empujé hacía atrás e intentando seguir con mi camino.

La dejé atrás sin que me dijera otra cosa, y si lo hizo no la oí.

Llegué a mi entrenamiento de porristas el cual duró más de lo normal pues se venía un partido importante el cual definía si seguíamos siendo de los tres mejores en Kansas.

Al salir del campo donde practicábamos fui a casa.

Todo estaba en mucho silencio y subí a ver a Dayla pues no había hablado con ella aún.

Su puerta seguía cerrada y me preocupé así decidí tocar. La ultima vez la encontramos desmayada y casi muere, fue cuando confeso estar tomando pastillas para el dolor de cabeza, así que tomaba demasiadas lo cual le hacía daño

—¿Dayla?

—¿Qué? —era la mas seria de las dos y eso a veces era una desventaja pues me hacía difícil hablar con ella.

—¿Qué te pasa?, sal de ahí.

—¿No tienes unos pompones que mover?

—Sal de ahí o rompo la puerta.

—Tú no puedes hacer eso, ya vete —dijo fastidiada.

Me recargué en la puerta intentando girar el picaporte, escuché como se movía el seguro y caí pero ya con la puerta abierta.

—¿Qué te pasa? —dijo molesta —. ¡Te dije que no entraras!

—Yo no la abrí Dayla —me enojaba que ella siempre me culpara de cosas que no hacía a propósito o que no eran mi culpa. Entré un poco mas a su habitación.

—Pues alguien tuvo que haberlo hecho, ¿no crees? —me miró mal.

—Yo no la abrí, ni siquiera —me quejé —, ¿cómo supones que la abrí?

—Seguro rompiste el —antes de terminar su acusación se fijó que el picaporte simplemente estaba sin el seguro —picaporte —suspiró.

—La próxima vez te fijas mejor —dije saliendo de su habitación sin embargo seguía mirando hacía adentro y de pronto la puerta se cerró sola demasiado fuerte.

Yo me quedé ahí sin decir nada.

Luego la puerta se abrió de nuevo pero Dayla seguía en la misma posición desde antes que se cerrara la puerta, la única diferencia es que ahora ella miraba su mano temblorosa con detenimiento.

—Yo... —su voz era agitada —. Yo no... ¿qué?, pero, ¿qué es esto?

—No tengo idea hermana...

Y desde ahí ambas sabíamos que algo que creíamos imposible estaba sucediendo.

13 Janvier 2020 06:12 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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