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Daniel Gaibor


Un artilugio de edad y uso desconocido cambiará por completo la vida de una pareja de ladrones en medios del caos social ecuatoriano


Histoire courte Déconseillé aux moins de 13 ans.

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Histoire courte
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Todo estaba sumido en anarquía. Mientras Quito ardía como Bizancio, en Guayaquil el calor de la noche acompañaba a los criminales que aprovechaban la ausencia de ley para desatar todo el caos que tenían contenido. Kevin y Joshua se habían posicionado entre Juan Tanca Marengo y 38, a diferencia de los otros muchachos de su barrio, no les parecía lógico arriesgar la vida y libertad por una televisión de pantalla plana, con lo fácil que era conseguir una a crédito. Sabían perfectamente que el negocio estaría en el robo particular y que mejor lugar que en el que se encontraban. Contaron catorce celulares solamente de la gente que seguía atrapada en el KFC de la cuadra anterior, además Kevin pudo quitarle el arma al guardia del restaurante, esto les facilitó mucho más el robo de dinero en efectivo de todos los camiones que trataban de entrar o salir de la zona de industrial de guayaquil.

Entre el dinero también pudieron sacar radios, celulares, gafas, cuchillos, una palanca y un par de gramos de perico que usaron tan pronto como pudieron. Pasaba de las doce de la noche y a pesar de las insistencias de Kevin, Joshua tenía la corazonada de que todavía podían sacar más. El último camión había pasado hace más de una hora, para este punto, todo lo que les rodeaba ya había sido saqueado o se había fortificado como base militar, podrían entrar a alguna de las casas de la Martha de Roldós, pero sabía perfectamente que no valdría la pena el riesgo.

No sabía si la ansiedad que sentía era producto de la coca, del trago o del bazuco. Los dedos le temblaban y a pesar de sentir un fuerte dolor en el cuerpo, no podía sentirse cansado, aunque hubiese querido. Kevin miraba a su compañero, probablemente estaría con paranoia y eso era lo que le evitaba entrar en razón, terminar la jornada y regresar al guasmo antes de que militaricen la calle y no puedan seguir. Tenían plata suficiente, aunque la tienda del barrio o el tía fuesen saqueados, sabían que con lo que tenían podrían pasar comiendo, tomando y jodiendo en la dieciocho hasta que todo el caos termine, luego podrían repartirse lo que quedase y vivir tranquilos por tres o cuatro meses. Pensaba en lo preocupada que estaría su abuela, desde inició el paro el no había regresado a su casa, se imaginaba a la pobre vieja delante del televisor fijándose bien si aparecía su nombre en la lista de detenidos (o de desaparecidos).

Kevin entró al punto de desesperación, sabía que por más que se meta con la madre de su amigo estaba tan obstinado con quedarse en su puesto, que no podría convencerlo de irse. Pensó en simplemente montarse en la moto y dejarle solo, pero sabía que si pasaba esto el botín que había conseguido con tanto esfuerzo peligraría. Joshua tendría toda la razón del mundo en quitarle su parte si el cobardemente le dejó solo y sin transporte cerca de la zona de guerra que se había formado en Guayaquil. Mientras se encontraba reflexionando acerca de las posibles consecuencias que podría tener su deserción, pudo ver como unas luces destellantes se acercaban.

Un Fortuner del año recorría la avenida a toda velocidad, el polarizado de los vidrios hacía imposible el poder reconocer al avezado conductor o cuantos tripulantes estaban dentro del auto. Lo único visible era como el montón de acero pasaba las llantas ardiendo y los montones de escombros. El magnífico ejemplar de la Toyota, rugía y serpenteaba tanto que parecía un caballo garañón. Cuando pasaron al frente suyo apenas pudo reaccionar, antes de que el parpadee, Joshua disparó con una precisión digna de un cowboy del oeste. La llanta trasera reventada hizo que el auto pierda estabilidad, dio dos vueltas de campana, antes de que la altura del auto haga que gire sobre su eje un par de veces.

El montón de acero achatarrado terminó impactando sobre el cerramiento de Pintulac, a Kevin le dolían los ojos, entonces parpadeó. Joshua se acercó hacia el auto, Kevin le siguió. Abrieron la puerta del chofer y la cabina salió un monstruo, nunca habían visto a alguien tan alto, tan flaco y de tez tan negra. El hombre se paró y desplomó en sus pies, la única herida visible que tenía en su cuerpo era un corte que tenía en medio de la frente. Sus pupilas estaban completamente desorbitadas y la saliva que le caía era tan espesa que podía confundirse con gelatina. Joshua separó el cuerpo y entró en el carro, Kevin abrió la puerta casera y se dispuso a buscar todo lo de valor que pudiese encontrar, pero el maldito carro estaba vació. Los asientos habían sido cambiados por esponjas viejas, en el tablero no había pantallas, radio, encendedor, todo objeto de mínimo valor había sido extraído. Ambos se bajaron y rompieron la ventana de atrás, la cajuela era la última oportunidad de encontrar algo.

En la cajuela apenas había la huella que había dejado la gata hidráulica y en el lugar en el que debería estar la llanta de emergencia había más retazos de esponja vieja en forma de nido, sobre los retazos estaba una lona. Joshua levantó la lona tan rápido como pudo, en el nido solo había un retazo de madera vieja, parecido a los morteros para ajo que vendían en la bahía, apenas un poco más estilizado. Joshua tomó el objeto con furia, caminó hacia Kevin y le replicó con furia: “¡Qué huevada, más lampara el carro!”. Fue Kevin el que le sugirió ir a donde las cariñosas para que se olvide de la mierda que les había pasado.

A pesar de la conmoción social y política que atravesaba el país, todos los prostíbulos de la 18 trabajaban con normalidad. Kevin y Joshua pagaron para tener un cuarto, trago y cuatro putas para los dos, hasta que la policía deje de buscarlos. Kevin estaba feliz, sentía un gran respeto por las putas con las que estaba, siempre había creído que, si la mitad del país trabajase la mitad de lo que trabajan las putas, hace tiempo hubiésemos salido del tercer mundo. Joshua servía caña manaba en uno de los vasos de plástico con los que le habían mandado al cuarto. Mientras servía seguía pensando en cómo había perdido el tiempo con la mierda de corazonada que había sentido, no habían ganado nada, arriesgaron su botín, identidad y vida solamente para que pueda tener un trozo de madera haciéndole peso en su maleta.

Pasada media hora y dos botellas el resentimiento que sentía era cada vez mayor. Sacó el tronco inútil de su maleta y se lo pasó viendo por un largo tiempo. Mientras él estudiaba con cuidado el botín tan extraño que habían conseguido, su amigo disfrutaba de la felación más intensa que había experimentado en su vida, probablemente no volvería a tener cuatro bocas dispuestas a complacerle nunca más, por ende, debía disfrutar mientras pueda. Los cinco pararon cuando un grito de Joshua les quitó la concentración, “Tomen un poquito, para sacarse el sabor de maricón de la boca”, los cinco se rieron, cambiando de posición Kevin aceptó el ron con cola desde el vaso de plástico. Jessy una de las chicas agradeció cuando le pasaron ron en lo que parecía la cáscara de un coco. Ella ya conocía a los dos amigos, había sido vecina suya durante años y a pesar de ser unos completos idiotas, se le hacía mucho más fácil trabajar con ellos que con otros clientes. Solo agradeció por el trago, se estaba cansando de mamársela a Kevin, había perdido el asco desde hacía tiempo, pero Kevin no se había bañado ese día y se notaba. Aun así, le extrañó que le sirvan trago en un recipiente tan raro, pero ante los pocos vasos que les dieron, sabía que no había muchas opciones.

Tan pronto se alzó el contenido, sintió el sabor a hierro en su boca, el espesor del líquido que entró a su boca y la reacción inmediata de su cuerpo al momento de haber ingerido. Era sangre, lo que Joshua le había servido en esa copa era sangre. Escupió tan pronto como pudo, pero no fue suficiente después de que su cerebro reconoció el contenido tuvo la necesidad urgente de vomitar. Vomitó fuerte y sin contenerse, se sentía asqueada y ultrajada, aunque hubiese querido parar, sus tripas no le hubiesen permitido tomarse un descanso.

Todos los demás, incluido Joshua, se quedaron pasmados, no sabían porqué había empezado a vomitar con tanta furia, no habían tomado lo suficiente como para que suceda algo así, el ron que habían elegido no tenía un sabor tan fuerte como para inducir el vómito tan rápido y les asombró aún más cuando ella empezó a gritar y arrojó el vaso contra el piso, a pesar de la edad del recipiente y lo duro del golpe, apenas dio un rebote. “ ¡Eres un hijo de puta ¿Cómo se te ocurre darme de tomar sangre hijueputa, eres un desgraciado infeliz!”. “A mí no hablas así puta de mierda, estás loca ¿De dónde chuchas voy a sacar sangre para llenar una copa?”. “No, no sé”. Todos fueron a revisar el contenido que se había derramado de la copa. El cuarto se llenó con olor a ron, el suelo se puso meloso por la cola y no había señal de una marca de algo que se parezca remotamente a sangre en el suelo.

“Baja y lárgate, dile a Don Marlon que suba a una puta que solo diga gracias cuando le damos de tomar”. Jessy se levantó y se fue. Dejó en el cuarto su ropa interior y sus cubre pezones, estaba tan furiosa que no tenía ganas de demorarse ni un segundo más dentro de ese cuarto. Se negaba a creer que estaba loca, ella había probado el sabor de la sangre y no solo eso, el olor a sangre que salía de aquel extraño vaso era notorio. Aun así, el mismo olor a sangre había cambiado por el inconfundible olor del ron con cola, la mancha que había dejado en el suelo era muy diferente a la que hubiese dejado un chorro de plasma.

Don Marlon se enfadó de sobre manera cuando se enteró del incidente. “se te manda para que ganes plata, uno te quiere ayudar a que saques a ese pelado adelante, pero vas y jodes el trabajo más fácil que pudiste haber tenido este feriado. Anda y te culeas por lo menos 6 tipos antes de pienses en irte y no esperes ni un dólar por la cagada que hiciste, todo eso se va para alguna otra chica mucho más emprendedora que vos”. Jessy simplemente bajó la cabeza y se dirigió al salón especial, ahora tendría que ir de cacería.

Joshua volvió a dejar que su compañero siga en lo suyo, siempre le había parecido raro que Kevin tenga esa obsesión por besar a toda mujer le pase, tenía que ser un varón real, los besos eran para la hembrita principal, las putas eran solo un desfogue necesario para cuando la ocasión amerite. Se quedó viendo el vaso con escepticismo, no había forma de que la puta se vuelva loca de repente; además no sé explicaba porqué le había servido en aquel trozo de madera cuando había otro vaso plástico en el suelo. La curiosidad acabó por comerle y mientas su amigo se entregaba por completo al vicio de la carne, el se sirvió en aquel extraño objeto.

Aguantó el asco tanto como pudo, era verdad, el trago que se había levantado era sangre. No podía explicar lo que sucedía, el alcohol, que tenía en la “copa” era claramente ron, aún así, lo que tenía en su boca no se le parecía en nada a lo que había probado. Trató de convencerse de que no era plasma, que era imaginación suya, que probablemente habría una pieza de plomo en el recipiente y eso era lo que daba el sabor metálico al alcohol. Antes de ponerse a pensar en como diablos pudo haber cambiado la consistencia del ron, decidió comprobar el hecho por si mismo. Se aseguró de que su amigo esté tan ocupado con las putas como le sea posible, se cubrió con la palma y soltó un suave escupitajo sobre su palma sudada. El suceso tomó menos de tres segundos, aunque para él fueron una eternidad. Pudo ver claramente la sangre saliendo de su boca, lo sorpréndete era como cambiaba el rojo oscuro característico de la sangre al negro dorado que tiene el ron con cola.

Kevin estaba completamente sumido en lujuria como para darse cuenta de lo que le pasaba a su amigo, para el hombre promedio la diferencia entre tres y cuatro mujeres era nula, seguía sintiendo un placer embriagante. Joshua seguía atónito ¿Qué diablos estaba pasando? ¿Por qué había sucedido? ¿Qué carajos era aquel objeto que custodiaba aquel monstruo? ¿Por qué alguien querría beber sangre? ¿Por qué él estaba tan interesado en beber sangre? Pasaba la yema de sus dedos alrededor del recipiente, trataba de reflexionar acerca de lo que estaba sucediendo, pero no podía encontrar sentido a nada de lo que sucedía. Los músculos de su cuello se habían tensado y estaba produciendo más saliva y mucho más espesa de lo que su boca estaba acostumbrada. Antes de que se vomite encima pudo ver como llegaba el reemplazo que les habían enviado. Es increíble como la concentración de un hombre puede desaparecer por completo cuando su fetiche está a punto de ser cumplido.

Joshua era el común denominador de las preferencias sexuales del macho ecuatoriano. Tan pronto se acercaba una rubia de estatura baja con tetas y culo tan grandes que eran visualmente grotescos cuando se le veía en ropa de civil. Cuando se le acercó y se sentó en sus piernas su estómago se estabilizó, su mente se despejó y se mostró decidido. Agarró el recipiente y lo llenó al ras, al mismo tiempo le llenaba el vaso plástico a su acompañante. Ambos brindaron y se aseguró de que toda la sangre pase por su esófago y no le sea posible regresar. Apenas sintió la sangre en el estómago la sensación fue diferente. Se llenó de energía, vitalidad y sorprendentemente algo de lívido. Besó con una pasión desmesurada a la puta y así empezó su jornada.

Kevin estaba sumamente borracho, estaba tomando cerveza con las dos chicas con las que había estado en el cuarto. Hacía un par de horas que se habían sentido tan cansados que decidieron dejar a su amigo en paz en el cuarto y bajar a socializar con el resto de los desadaptados que estaban en el prostíbulo en esas circunstancias. No sabía cuándo sería un buen momento para ir a buscar a su amigo arriba. Antes de que decidiera bajar, Joshua había estado tirando por dos horas. Nunca lo había visto como aquella noche, probablemente la puta con la que estaba era increíble, porque las embestidas de su amigo eran furiosas y profundas. Su espalda estaba llena de marcas de placer y la puta no paraba de gemir, pensaba que eso pasaría después de los primeros cuatro o siete minutos. Jamás pensó que un hombre podría aguantar tanto el primer polvo con tal furia y más aún, apenas respirar y mover el miembro para estar sumido de nuevo en los placeres de la carne. Estaba feliz que pueda liberar todo el estrés que les había causado su peligrosa operación de la tarde.

Estaba tan ebrio y despreocupado que apenas escuchó los gritos de Don Marlon, “Ábranse chucha, los pacos y los gorilas están dando bala a todo lo que se mueve” La reacción de Kevin fue gritar el nombre de su amigo tan fuerte como pudo, luego corrió hacia las bodegas del local. Mientras se escondía podía escuchar el sonido de las balas silbando e impactando contra la pared de concreto que le escondía, rompiendo las botellas que estaban distribuidas sobre la barra, de metal contra metal cuando acaso el plomo se topara con el acero cromado de los tubos de baile y aunque los decibeles que produce son mucho menores, el mórbido sonido que produce las balas al momento de atravesar la carne era el que más le retumbaba en los oídos.

Don Marlon tenía algo de armamento en la bodega, una escopeta y dos revólveres de un calibre menor. En el negocio en el que se encontraba era necesario estar preparado para dar batalla si alguien entrase conchudamente a lastimar a las chicas, robarle, o incluso esperaba la visita de alguna mujer celosa que venga con todas las intenciones de fulminar a su marido y un par de inocentes con él. Nunca se había esperado un ataque como el que estaban sufriendo, los pacos habían sido manejables toda su vida, mensualmente le pagaba un sueldo básico al intendente de policía, como todos los otros dueños. Este pago servía para que les avisen de redadas o de cuando la dinapen quería cortarles el placer a los mocosos primerizos. Los milicos eran otra historia, siempre había tenido clientes milicos, aunque era más que claro que eran gente rara, demasiado callada, demasiado cuadrada, eran tipos que no se inmutaban cuando una bella mujer estaba al frente de ellos, gente que mantiene la calma cuando les insultan a la madre, pero que pueden desatar una torrencial lluvia de violencia cuando alguien menciona el tema específico que les saca de quicio.

Todos estaban esperando la muerte, es difícil describir el sentimiento de aceptación, es una macabra mezcla de sentidos: desesperación, miedo, ansiedad, tranquilidad, tristeza. Don Marlon había estado tratando de dispararle a alguno de sus atacantes, pero la continuidad con la que habían estado disparando le hacía imposible salir de su escondite. Rendirse jamás fue una opción, una de las chicas salió a dar la cara, con los brazos en alto implorando clemencia, aquellos animales ni siquiera fueron los suficientemente misericordiosos para matarle de un tiro, le llenaron de balas las piernas y genitales, cuando cayó perdieron el interés, ahora todo el mundo podía ver como se retorcía del dolor.

La pasividad de todos fue interrumpida por el suave descenso de Joshua a la sala principal. Bajaba completamente desnudo, las luces rojas resaltaban las curvas de sus nalgas y las cicatrices que decoraban su espalda. Cada paso que daba retumbaba sobre el panorama, Kevin sintió un nudo en el estómago y empezó a vomitar. Después de que su estómago se estabilizó, trató de comprender la imagen que estaba al frente suyo. Las balas traspasaban la carne de su amigo de una forma furiosa. La sangre de su amigo chorreaba por las gradas y salpicaba los muros. Los militares habían concentrado su atención y fuego hacia el ente que bajaba las gradas. Esto permitió a Don Marlon dar de baja a un par de invasores con una precisión vista solamente en los westerns más aclamados. Al momento de dar las bajas, volvieron a captar la atención de los atacantes. Esto le permitió a Joshua seguir bajando las gradas.

Joshua se agachó, tomo un pedazo de vidrió que había volado después de la primera ráfaga de plomo. En menos de catorce segundos uno de los policías terminó con ese vidrio incrustado en el cuello, en la poca piel que dejaba a la vista el uniforme de operaciones especiales. Como llevaba máscara no se pudo ver el momento en el que la sangre fluía a borbotones de su boca, cuando se realizó la autopsia de ese cuerpo, se determinó que la causa de muerte fue asfixia, los pulmones del policía se llenaron de sangre. Al ver como ese muerto en vida pudo matar a uno de sus compañeros, todos los atacantes no escatimaron esfuerzos en tratar de matar al desgraciado.

Don Marlon agotó el tambor de los dos revólveres, cada vuelta se llevó la vida de un agente del orden, para este punto, era como disparar peces dentro de una pecera. La atención de todos estaba con el muerto en vida que se lanzaba contra ellos, atacándoles con los dedos, con vidrios, con los dientes. Nadie se explicaba como era posible que a pesar de que se le caía la cara podía seguir moviéndose, atacándoles. Poco a poco el charco de sangre bañaba un área mayor en el suelo, era increíble como continuaban a pesar de ver como sus compañeros caían uno a uno. Tenían una determinación digna de admirar. Después de casi dos horas de constante lucha, todos los atacantes fueron eliminados. Don Marlon tenía toda la camisa mojada del sudor y sus manos apenas se podían mover, le dolía contraer y extraer los dedos. Una vez que la adrenalina empezó a decaer en su sistema, le empezó a doler la espalda y la cabeza. Cuando pudo ver el estado en el que había terminado su preciado cabaré empezó a vomitar y llorar de forma casi simultánea.

Kevin simplemente vomitaba, desde que empezó la masacre había sido testigo de como se deformaban los cuerpos después de ser rociados de interminables rondas de balas de diámetro variable. Las pocas putas sobrevivientes aprovecharon el malestar de los dos sujetos para correr tan rápido como pudieron, el instinto de supervivencia que tenían. Sabían perfectamente lo que había pasado y no tenían intención alguna de descubrir cuales eran las consecuencias de liquidar a un batallón de fuerzas del orden. Ninguna de ellas quiso pensar, como era que el cuerpo desnudo que yacía en el piso pudo aguantar tanto, apenas pudieron ver los restos de sesos que se regaban por todo el lugar, pero era más que claro que era una cantidad fuera de lo común.

El ambiente permaneció estático durante un tiempo indefinido, nadie tenía una percepción clara del tiempo. A Kevin le pareció que había pasado horas en la misma posición, con la cabeza y espina curvadas, con sus intestinos y músculos abdominales tensionados y ardiendo. Su boca todavía tenía una baba espesa que le colgaba y el esófago le ardía de sobremanera. Don Marlon se repuso mucho más rápido, la edad y el estilo de vida que llevaba le habían acostumbrado a este tipo de situaciones. De todas maneras, ninguno de los muertos que atormentaban su vida le pudieron haber preparado para lo que vio. Se recuperó mucho después de que todas las putas que le quedaban estaban lejos de él, las lagrimas seguían cayendo de su rostro, pero poco a poco empezaron a tomar un tono de ira. Quién habría pensado que el apocalipsis le caería esa noche, apenas en ese momento se puso a pensar el riesgo que había asumido al abrir su local durante un toque de queda. Pero no había ningún sentido, él había vivido varios paros, varias crisis y en ninguna se habían atrevido a quebrantar la sagrada institución del prostíbulo.

Ayudó como pudo a Kevin, para ese punto necesitaría ayuda para barricar el lugar antes de que una oleada de curiosos se levante atraídos por el olor de sangre y pólvora. Tendría que hacer algo antes de que lleguen catorce viejas gritando y llorando, era ese tipo de gente la que llamaba a los metidos de la prensa. Más de una vez había sido invadido por los metiches de Henry o José Delgado, ambos en busca de noticia, siempre acusándolo de lo mismo: tráfico de blancas. Les encantaba llenarse la boca con la trata de blancas, todos eran los grandes defensores de las putas, pero ninguno de ellos pensaba en ellos como seres humanos. ¿De qué iban a vivir? ¿Iban a ser reporteras? No porque el desfile de putas caras que salía en los canales donde trabajaban habían tenido suerte, sus chicas tendrían el mismo destino.

Nadie pensaba en las putas como personas. Nadie pensaba en los hijos de las putas, en las madres de las putas, en los maridos de las putas. Todos dependían del trabajo de ellas y de su disponibilidad para seguir realizando su labor de amas de casa. Después de una jordana de sexo anal con diez clientes, llegaban a bañarse y preparar desayuno. Seguían trabajando por la mañana, tenían un pequeño descanso en la tarde, a precio de dejar abandonados a sus dependientes. Por la noche debían arreglarse y abrigarse para poder llegar pronto, a pesar de sentir empatía por ellas, los atrasos eran meritorios de una multa, al igual que el mal comportamiento.

Cerraron todas las puertas, bloquearon las entradas con los restos de la barra, en ese instante Don Marlon se lamentaba el haber comprado mesas de plástico en lugar de unas hermosas mesas de pino que le ofrecieron cuando abrió el nightclub. Después Kevin se dispuso a ayudar a mover cuerpos, apilaron todos los cuerpos en una tarea titánica contra el amanecer. Marlon se encargó de arrastrar el cuerpo de Joshua, se había demorado demasiado en calmarle para que vuelva a entrar en un mar de lágrimas por el trauma. Se pasaron buscando una botella de ron o guanchaca que haya sobrevivido al ataque, con los primeros rayos de sol lograron juntar al menos siete litros de alcohol inflamable, junto a esto estaba medio galón de gasolina que tenía guardado en el caso de que la esposa de alguien llame y no tenga suficiente en la moto para poder acudir a la urgencia.

Los cuerpos ardieron en un sonido escalofriante y emitiendo un olor a carne asada que les volvió a causar el vómito. Los uniformes de camuflaje financiados por las arcas públicas tenían una facilidad para la flamabilidad que carecía de sentido práctico. El cuero de las botas tardaba mucho más, los clientes se quemaban mucho más rápido, sus jeans, camisetas de algodón y la alta cantidad de alcohol en el cuerpo ayudaba a que se quemen como paja. Mientras Kevin abría todas las ventanas del local mientras Don Marlon bloqueaba el fuego, había que controlar la quema para que este percance no termine haciendo cenizas su local, la luz producida por el fuego y los primeros rayos del sol hacían más visibles los agujeros de bala dejados en los bloques. Se preguntaban si habían sido los primeros o los últimos en ser atacados, era raro como nadie se había acercado a curiosear a pesar de las balas, los gritos, las putas saliendo espabiladas y el humo fétido que salía del galpón.

Mientras ambos buscaban ocupar la mente en cualquier oficio de ayuda, ninguno quería pensar en que es lo que estaba sucediendo. Nada tenía sentido y a medida que pasaba el tiempo más caían en cuenta lo macabra de la situación. Para cuando todos los cuerpos terminaron de arder ambos estaban agotados, la falta de sueño y las altísimas dosis de adrenalina habían terminado de hacer efecto sobre la carne del hombre. Apenas podían mantener los párpados abiertos, habían adoptado la primera posición en la que pudieron contemplar las llamas de una forma cómoda. Los dos habían intentado dormir, pero cada vez que cerraban los ojos las imágenes de violencia cruda que experimentaron regresaban para atormentarlos. Kevin se preguntaba cuando podría volver a dormir o si tendría los mismos problemas al querer comer.

Años después, cuando Don Marlon me contó la historia, siempre mencionaba esta parte como un sueño. Le costaba hablar pues a pesar de afirmar la experiencia fantástica e irreal de la noche, no podía concebir lo que pasó a continuación. Pasada las tres de la tarde el ángulo que reflejaba la luz del sol les golpeó directamente en la cara, hasta entonces ambos habían dormido un sueño tan profundo que al momento de despertarse sufrió de un episodio de asfixia. Claramente la exposición al sol era insuficiente para cortar un letargo así. Lo que les despertó fue Joshua saliendo súbitamente del montón de cenizas y huesos que se habían apilado en medio del local. Su piel morena estaba cubierta por el gris oscuro del hollín y un gris claro propio de la quema duradera de ciertos elementos. Joshua se volteó por completo. Don Marlon le había visto varias veces y a pesar de no tener memorizado el número de lunares que le sobresalían del pecho, era más que claro que el cuerpo que estaba al frente suyo no lo había visto nunca.

Su complexión era netamente atlética, nunca había visto musculatura tan resaltada en el cuerpo de una persona, las pocas veces que se había topado con alguien de esa anatomía tenían una piel estirada con apariencia de pellejo y venas que sobresalían tanto como les era posible. A quien tenían al frente no mostraba ninguno de estos patrones: su piel era suave, tersa, dorada, tenía la apariencia de la piel de un bebé recién nacido o del cutis de una puta de alto nivel. No se le notaban venas por ningún lado, el color de su piel tapaba por completo cualquier evidencia de flujo sanguíneo. Hoy en día lo que más le sorprende es lo mucho que se demoró en notar que le faltaba el pene. Uno pensaría que la falta de genitalia de una persona sería algo que saltaría a la vista de forma inmediata. Sin embargo, el siempre se escusaba diciendo que no se veía raro, nada en su cuerpo se veía fuera de lugar, su falta de miembro era algo que resaltaba aún más la perfección del resto de su cuerpo.

Se acercó a Kevin y le dio un beso sumamente largo, sin mucho movimiento, como el beso de dos esposos de años que se encuentran después de largo tiempo, o el beso de dos enamorados cuando uno de los dos se tiene que ir. Eso fue precisamente lo que pasó: Joshua se dio la vuelta y salió del local, a una velocidad extraña, el no parecía hacer el menor esfuerzo, pero la distancia que les separaba aumentaba cada vez que parpadeaban.

El relato de Don Marlon termina ahí, cierta chica que se había quedado cerca refugiada en uno de los chongos que quedaban cerca me comentó que había tenido el mismo sueño. En su relato Kevin salió corriendo detrás de Joshua, dos cuadras después le atropellaron un auto de la policía al querer cruzar un cerco policial. Joshua pasaba a través de estos cercos sin que nadie tenga la mínima intención de pararle. El continuó derecho hasta encontrarse con el primer brazo de estero que se le atravesó. Ninguna entidad iba a gastar recursos para corroborar hechos que concuerden con el sueño de una puta, y pesar de que pasé varios años tratando de encontrar a Joshua en ese brazo poco corrientoso del estero, nunca pude encontrar el mínimo rastro de que alguien como él haya tocado fondo en esas aguas.

20 Novembre 2019 03:50 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

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