Lo ancestral ya no existe.
Dime si por mí se escuecen tus raíces,
Dime si acaso rebobinas la cinta y me pillas ahí,
En cuclillas, en la esquina de una cama,
entumecida
esperando por ti,
con la lluvia amarga tapando mis mejillas,
atascada en la penumbra en donde nadie escucha,
suplicando, gritando por tu ayuda.
No existes.
Una guerra de genes que se disipan
cansados ya de batallar por el reconocimiento ajeno,
alzando banderas blancas
para borrar todo a su paso;
A las trincheras les he puedo el nombre de
"Tú olvido"
¡Bendita niña de tres años!
Cubriendo su cuerpo trémulo
con sábanas rotas
que le hacían sentir más duro el hielo;
tan frágil fue soltando trocitos de sí misma por la infancia,
muda, herida, irreparable.
¡Y bendita sea la mujer de diecinueve lágrimas!
que aún busca torpemente nuevas mantas,
pero que todavía recoge todas las rasgadas.
Supongo que nunca encontrará el caparazón adecuado.
El precioso cantautor de los latidos
da conciertos de baladas para las flores,
y una semilla que crece cerca tuyo; varón.
Pero aquél egoísta corazón
Jamás recordó quien le enseñó a entonar.
Descarado, olvidó por quien debió latir primero,
en un veintiuno de agosto,
de mil novecientas noventa y ocho tristezas.
Merci pour la lecture!
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