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Iván Almeida Chávez


Un habitante de un planeta de la confederación galática tiene una fascinación por las obras de arte producidas por humanos en la Tierra. Este amor por su arte le moverá hacia una aventura que nunca imaginó; tendrá que decidir si ayudar o no a los humanos. Mientras tanto la vida en la tierra transcurre sin saber que, más alla de los cielos y las estrellas, razas y sistemas de gobierno galático y Gloom , la inteligencia artifical galática con cuerpo de planeta, deciden el trágico futuro de los humanos.


Science fiction Tout public.

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Merrs

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Al fin había concluido la jornada del día en la granja y Merrs se sentaba en su mecedora de cristal azulado a contemplar sus plantaciones. La noche caía y sólo quedaban tenues y lúgubres destellos púrpuras en el horizonte. Pronto aparecerían , como leche salpicada, montones de estrellas dispuestas en espirales concéntricos. Unos minutos después cuando hubieren desaparecido por completo los destellos púrpuras en el horizonte, sería visible en lo alto del cielo un gigantesco disco de luz que giraba sobre su eje atravesado de extremo a extremo por dos luminosos chorros de energía turquesa que nunca parecían extinguirse sino más bien alargarse siglo a siglo. Había muchos cuásares en el universo, pero el número 93 es el más hermoso sin duda decía siempre Merrs cuando lo contemplaba. Era el único cuásar cuyo disco cambiaba de colores , “sin nunca repetir un color decían los astrónomos”. Más de una vez Merrs se había amanecido para captar cada color, sin embargo, no siempre eran visibles. Un escuadrón de pequeños robots voladores se acercaba desde las plantaciones, al volar hacían un sonido chirriante particular. Sobrevolando las altas espigas puntiagudas y brillantes, los robots por fin se acercaron a pocos metros de la mecedora. “Estos robots han sido de gran ayuda” dijo Merrs, pero entonces recordó los nuevos modelos que le había contado su vecino más cercano, el viejo Grunk. “Los nuevos modelos se reprograman solos según el clima y la temperatura del día. Ya no tengo que regularlos si llueve o si hay tormenta de gases; es increíble, Merrs” le había dicho hace dos días cuando se lo topó en la ciudad. “Sólo un poco caros, pero con la cosecha de medio año los pagarás y lo mejor de todo…no hacen ese molesto sonido al volar” dijo riéndose aquel día. Me gusta ese sonido dijo mientras acariciaba su calva. El sonido le recordaba sus años en la fuerza aérea como expedicionario. Alguna vez su nave había ido a parar a un extraño planeta lleno de formas de vida primitivas, pero simpáticas. Recordaba que al volar hacían un sonido con sus diminutas alas; el mismo sonido que sus robots. La memoria del sonido le hizo ir al gabinete donde guardaba sus cosas de cuando era expedicionario. Descargó un baúl de cristal oscuro y de su interior desplegó un segundo nivel y luego se desplegó un tercero. Ahí estaba un pedazo de ámbar con forma ovalada. Dentro se encontraba un insecto peculiar. A Merrs le gustaban los cristales y las formas en espiral. Tenía cientos de cristales y otros cientos de artesanías con forma en espiral. Pero aquello no era una artesanía ni un cristal, era un insecto real atrapado en aquella sustancia. Se preguntó entonces qué sería de aquel planeta. Pensó luego que había trabajado los últimos tres siglos sin descansar; era hora de unas vacaciones. Ya había visitado todas las atracciones turísticas de su planeta y de los planetas vecinos. Había volado sobre asteroides y cometas en movimiento, había hecho salto sobre planetas de lava, había cazado sapos psíquicos en el planeta pantanoso…incluso hizo una visita guiada al agujero negro Siprom y otra expedición al planeta de oscuridad total Xaxon 13. Había hecho lienzo holográfico de la supernova Kazom antes de su explosión y luego había vuelto mil años después cuando aún seguía explotando. Había hecho tantas cosas, pero lo que ahora quería era visitar ese minúsculo planeta con aquellas formas de vida tan simpáticas. “Quizá algunas han evolucionado, quizás otras han muerto, después de todo han pasado …¿ cuánto7000 u 8000 años?”, se decía a sí mismo Merrs mientras buscaba su pasaporte.

La casa de Merrs se ubicaba en una llanura bordeada por montañas vidriosas y un pequeño lago de cristal líquido púrpura. La casa era lo suficientemente grande para ser cómoda y habitable, al menos lo suficiente para el tamaño de Merrs. El estilo era una fusión de la creatividad de Merrs basado en los diferentes planetas que había visitado durante sus viajes de explorador cuando perteneció a la división de expedición cósmica de la décimo quinta fuerza de la Confederación interplanetaria 43. Tenía torres hechas de diamante dispuestas en cada esquina, en el frente parecían flotar balcones de cristal transparente adornado con nebulosas de fantasía que cambiaban de color cuando se agitaban dentro del cristal, el techo era un tablero cuadriculado adornado con fichas de cuarzo móviles que imitaban las fichas originales de algún juego que vió una vez. Una suerte de rompecabezas mosaico cubría con sus cien variedades de color turquesa todas las paredes del interior. También había sillas de diferentes materiales y formas, la más llamativa era una silla en forma de letra U hecha de oro, pero la más inquietante era una silla hecha de puntiagudas y filosas varas de un metal extraño. Una monumental cabeza de piedra con un rostro aborigen perfectamente tallado encima de una mesita levitante coronaba el centro de la sala, allí Merrs tomaba el té en una ridículamente pequeña taza que tenía que sostener usando una pinza entre sus enormes dedos. El jardín imitaba un laberinto y en su interior había autómatas de madera con la forma de un animal bípedo provisto de cuernos. Las figuras podían moverse por varios minutos al girar un mecanismo de engranes en su espalda, Merrs usaba el laberinto para ejercitarse, de no ser lo suficientemente rápido podían alcanzarlo y embestirlo con sus cuernos. Pero lo que más amaba Merrs eran los dibujos en sus maizales; decenas de hectáreas cubiertas de aquella extraña plantación traída de un planeta remoto que costaban una fortuna mensual sólo para mantener el clima adecuado para su supervivencia. Círculos pequeños, grandes; espirales , óvalos…decenas de formas que cautivaban a Merrs cada vez que piloteaba su nave al regresar a casa. Merrs era un acumulador, cada mes le llegaba un ejemplar de la revista de Antigüedades galácticas y cada mes él ordenaba un artículo nuevo. Sin embargo, desde hace mucho tiempo Merrs estaba obsesionado con las antigüedades del planeta 4´897.678. Precisamente esperaba la entrega de su última adquisición aquel día, pero los repartidores demoraban. Por fin una nave en forma de V apareció detrás de las montañas. “ Cuidado con mis campos” gritó Merrs desde el intercomunicador, “ ¡No aterricen en mi maizal!”. Pero apenas y le hicieron caso los repartidores, la nave dejó caer suavemente ,arruinando decenas de hectáreas de su maizal, la pirámide que Merrs había comprado. “Inútiles” dijo por fin…pero en cuanto observó la imponente figura olvidó su enojo por el maizal arruinado. “Maravilloso…qué impecable trabajo el de estas criaturas”. La nave repartidora se situó a un costado todavía flotando a buena distancia del resto del maizal. Un repartidor de la misma raza de Merrs descendió en un flotador unipersonal y desplegó la factura y los documentos de propiedad para que Merrs los validara. “Han demorado casi medio siglo…dijeron que sólo tomaría dos décadas” dijo Merrs arrugando su frente luminosa. “ Y sí , bueno no fue tan fácil…cada vez hay más regulaciones de la Confederación planetaria para visitar el planeta 4´987.678. Ya sabes como son esos con las leyes de protección a planetas en vías de desarrollo” contestó de mal humor el repartido. Merrs miró de reojo al repartidor mientras su robot de bolsillo analizaba los documentos, Merrs era muy desconfiado. Finalmente preguntó: ¿ Por qué tantas regulaciones nuevas sobre el planeta 4´987.678? El repartidor se secaba el sudor verdoso de sus axilas… Algunos idiotas de galaxias cercanas han sustraído ilegalmente materiales y obras de colección en 4´987.678 respondió al fin. Y ustedes acaso no hicieron lo mismo con esta pirámide preguntó Merrs. No es lo mismo, respondió, nosotros adquirimos un permiso otorgado por la confederación. “Los saqueadores” dijo el repartidor con tono grave… Por culpa de ellos y de ciertos cazadores furtivos es que la Confederación piensa banear al planeta unos miles de años o hasta que puedan defenderse por su cuenta . Eso significaría que pasaría a la lista de planetas con los que no se podría contactar de ninguna forma. Merrs se mostró preocupado y triste al escuchar aquellos. “Yo quería visitar de nuevo aquel lugar” dijo con pesar. Pues dese prisa, en cualquier momento lo banearán—contestó el repartidor volviendo a su flotador unipersonal.

La nave repartidora se alejó rápidamente, la pirámide yacía en su maizal y Merrs corrió rápidamente a su casa a buscar su pasaporte, no había tiempo que perder. De pronto a medio camino se detuvo y volteó para mirar la pirámide… “ Y ahora cómo rayos voy a mover la pirámide”. Merrs había olvidado decirle al repartidor dónde quería que colocaran

la monumental estructura. “Ya lo resolveré cuando vuelva…inútiles”

14 Octobre 2019 06:17 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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