[año, 2103. (montaña) 5:30 p.m.]
El ambiente se sentía pesado, el aire olía a azufre, parvadas de aves volaban por miles en el cielo azul, media montaña estaba destruida y había un gran hoyo en el centro de la montaña por el impacto del proyectil, en aquel agujero con apariencia oscura, estaban tres sujetos, dos de ellos en un combate a muerte y la tercera persona, que era una mujer, estaba tirada en el suelo inconsciente, miguel se encontraba frente a ella, protegiéndola del hombre que quería atacarla, aquel hombre parecía un tigre hambriento de muerte, media más de dos metros, extremadamente corpulento, una mirada feroz, pero a la vez alegre por las muertes que ha causado, tenía heridas por todo el abdomen y una sobre su ojo izquierdo, deseaba con fervor matar a la chica, aquel monstruo estaba agotado de tanto pelear, sus heridas no dejaban de sangrar, y miguel también estaba cansado, daba grandes bocanadas de aire, sudaba en exceso, tenía una herida vertical sobre su ojo derecho, solo podía ver con uno, también perdía mucha sangre a causa de la pérdida de su brazo derecho. su herida fue hecha desde la mitad de su hueso húmero. mucha sangre salía de aquella herida; con su mano izquierda sostenía una espada samurái, la única arma que le quedaba para defender a su amiga a quien también amaba con todo su corazón y estaba dispuesto a darlo todo por salvarla, incluso su propia vida, lo que fuera con tal que ella tenga un futuro donde pueda vivir en paz; y lo que quedara de su aldea, también. El otro hombre estaba armado con un hacha grande en una mano y un gran martillo en la otra. Ambos se miraban fijamente, aquella seria su última pelea, la muerte de uno implicaría el fin de la guerra y la muerte del otro detonaría el final de un mundo donde antes abundaba la paz y la esperanza.
Nieve comienza a caer del cielo, al caer frente a miguel le trae recuerdos de cuando era 10 años más joven y estaba en último año de colegio, conociendo por primera vez a la mujer que en un futuro se enamoraría, la vio al caer la primera nevada indicando la llegada de un fuerte invierno, pero él al verla solo veía la llegada de una brisa cálida. Miguel sacude su cabeza volviendo a concentrarse en el hombre de enfrente y le dirige unas palabras.
— El sol está por caer, la noche llegará y si no te detengo antes, todo habrá sido en vano, sus muertes... sus muertes habrán sido en vano—. dijo en un ataque de rabia mientras las lágrimas se le corrían en su rostro— jamás permitiré que te le acerques y tampoco permitiré que destruyas lo último que me queda, esto acabará cuando caigas por mi espada.
— Ja,ja,ja, destruí tu casa, destruí a tu familia y amigos, inicié un ataque a gran escala en tu estúpida aldea que creaste a las afueras de la ciudad, tu pueblo era un estorbo, si los destruía no lograrían avisarle a las otras ciudades, mi ejercito guarda instrucciones, si conquisto este punto lograré esparcir mi ejercito por todas partes. — decía mientras reía, miguel lo interrumpe.
— Vengaré la muerte de todos los inocentes. ahora, justo en este momento, soy el único que se interpone entre tú y tu guerra, pero ambos sabemos que basta con que ella sobreviva para detener la catástrofe si caigo... nunca quiso ser parte de esto, por eso quiso vivir aquí y yo se lo permití, pero su triste destino siempre fue dirigir la gran ciudad y las tropas de su padre... por mi honor, por mis amigos, por mi familia, por... por la mujer que amo, juro que te... ¡MATARÉ! — exclamó en un fuerte grito.
Miguel, con una mirada de león rugiente, corre hacia el hombre quien también hecha a marchar contra miguel, sus miradas no dejan de conectarse, ambos dejan un camino de sangre tras de sí, olvidan su cansancio y apresuran el paso, sus corazones se aceleraban y al estar tan cerca miguel da un salto para golpearlo con todo su peso, su espada y el hacha del hombre chocan y miguel queda suspendido en el aire por un momento gracias al impulso dado, miguel nuevamente se impulsa usando el torso del hombre herido, y quedan a solo unos 7 pasos de distancia. Sus corazones se aceleraban aún más, uno por la presión y la angustia de no saber si logrará detenerlo a tiempo y el otro por la felicidad que sentía al imaginar que estaba cerca de la victoria.
El ojo de miguel se volvió rojo y eso provocó que su espada se envolviera en llamas que derretían desde el metal más fuerte hasta la roca más dura; además las manos del enemigo se tornaron en un azul oscuro que cubrían sus dos armas y les daba un filo tan potente que no existía un material en la tierra que no pudiera cortar, nuevamente sus miradas se cruzaron y corren nuevamente a enfrentarse. Su última batalla. Sus últimas palabras. Su destino final.
continuará
Jeremy Freire
