aldec01 Aldeco René

Escapa, huye lo más lejos que puedas antes de que todo comience. Todos ellos lo sabían y por eso te han dejado, jamás fuiste valiente sino solo un sacrificio


Horreur Tout public.

#leeantesdelaquelarre
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ANTES DEL AQUELARRE

“¿Qué podría contarles a esas insulsas mentes sobre

antiguas brujerías y maravillas grotescas que los ojos

sensibles pueden discernir en este caldero inmundo

donde diversas heces mezclan su ponzoña y

perpetúan sus obscenos terrores?”

H. P. Lovecraft.


Nuestro subconsciente suele jugar con la naturaleza de los sueños recreando horrores más allá de la comprensión, indagando entre aberraciones y civilizaciones olvidadas el origen del todo a través de la nada. Y es ahora, en este presente efímero que se pierde en el éter, que buscamos entre las cenizas las memorias de aquellas mujeres que no fuimos capaces de comprender.



I

Vestido con las prendas más sencillas que alguna vez se hayan podido portar con un poco de decencia, el espectáculo a mis costados era tan miserable que no podía controlar las náuseas, el viento mezclaba el hedor de alimentos en estado putrefacto y mi horror me obligaba a huir ante cada visera extraída. Desesperado, traté de alejarme de aquel lugar de los sin olfato siguiendo a una caravana de campesinos, muchos de ellos se empujaban y otros tantos exigían poder estar cerca de un tipo que al parecer estaba dispuesto a ir más allá de lo que la costumbre lo había permitido. De pronto, aquel guía se detuvo entre la podredumbre y subió a un pequeño cumulo de tierra que se encontraba a su costado izquierdo, enjugo el sudor de su frente con el antebrazo y dijo:


—¡Hermanos...! Debemos salir en busca de alimentos y todo lo indispensable para nosotros y principalmente para nuestros hijos. No podemos seguir así. A duras penas las cosechas crecen y el agua del río se tiñe de rojo por los peces muertos. Los pocos que aún tenemos animales cada día los vemos más raquíticos y no sabemos con exactitud cuándo es que vuelva a llover. Todo aquel que este conmigo estará dispuesto a seguirme, porque yo no solo pienso en el bienestar de mi familia, sino también en el de mi pueblo. Pero... alguien debe quedarse y cuidar todo lo nuestro en nuestra ausencia, no sabemos cuánto habremos de tardar, pero aquel que lo decida debe reflexionarlo muy bien.


Sin tener la más mínima idea del porqué tenían tanto miedo a quedarse a solas, levanté mi mano y me propuse; en reacción a ello, las personas a mi rededor me miraron con asombro y desprecio, pero la decisión finalmente fue aceptada. La noche comenzaba a caer y las calles se abandonaban, ciertas luces danzaban fuera de aquellas puertas en donde algún chiquillo hubiese olvidado un juguete, para después desaparecer al oír abrir y cerrar unas tijeras. Al amanecer, las pocas personas que me rodeaban me preguntaban si en verdad deseaba quedarme a solas en este pueblo de las brujas.


— ¿Brujas? — Preguntaba mientras reía–. Tan solo son mujeres que malinterpretan por sus costumbres. La idea de quedarme a solas me parece excelente, por un momento descansare del constante balbuceo de decenas de voces anhelando lo mismo.


Al escuchar mi respuesta daban la espalda en signo de descontento y se alejaban balbuceando algún insulto, escupiendo alguna oración o movían la cabeza de un lado a otro en una negativa incomprensible. Tal y como se había acordado, saldrían en busca del sustento mientras cierto conjunto de voces chismorreaba respecto a mi decisión actual. De pronto, el sujeto que había pronunciado aquel discurso de pésima motivación se acercó a mí y dijo en actitud seria y no muy cordial:


— Por ningún motivo quiero que te acerques a la iglesia — mientras la multitud que lo acompañaba repetía al unísono —.


— Claro — contesté —.


Después, solo mire la espalda de cada uno alejarse.



II

Aproximadamente a las seis de la tarde mientras me paseaba a solas por las calles, el viento acariciaba mi rostro y el atardecer aparentaba sonreírme. Continué así, disfrutando de un silencio que había deseado desde mi última y criticada decisión. El sol comenzó a extinguirse por detrás de las montañas y la noche cubría con su manto todo aquello lejos de las hogueras. Recordaba la tradición de este pueblo sin prosperidad: "no permanecer en las calles al oscurecer". Imagine que tan solo eran supersticiones y continué mi andar. De un momento a otro la temperatura dio un cambio radical, el viento se volvió frío y el cielo no pintaba estrella alguna; la luna se había teñido en la sangre de aquellas memorias olvidadas y las sombras aparecieron repentinamente. La esperanza soltó mi mano alejándose de mi sin siquiera mirar atrás, cada uno de mis bellos se erizo al observar la calle en que me encontraba perderse en un abismo. Comencé a correr mientras me alejaba de todo aquello que estuviese por venir, chocando o tal vez tropezando mientras mi único testigo era el miedo que me mantenía vivo.


Lejos de aquel sendero del pánico, me dirigí sin certeza hacia un conjunto de chozas que rodeaban una vieja casa repleta de ventanales antiguos en compañía de un largo balcón con sus correspondientes escaleras metálicas a los costados. Cerca de aquella estructura, observe a una anciana vestida de blanco; subí lo más pronto posible tratando de llegar a la seguridad de dicha presencia, mientras aun creía que la edad de todo ser humano representa su sabiduría. Agitado y casi sin aliento, me encontraba a un paso de aquella dama que mantenía su vista fija hacia el lado derecho del infinito, revelándome su rostro al girar hacia mí y dejar al descubierto aquellos pómulos oscuros sosteniendo un par de ojos grises, su cabello blanco caía mojado y sus pies descalzos movían esporádicamente un conjunto de dedos largos. Aquella mujer roso sus pulgares en su labio inferior y sin tomarme en cuenta dijo:


— ¡Ya está aquí! — .


Terminada la frase, introdujo el dedo índice de su mano izquierda en la boca y rasgo su paladar, repitiendo aquella oración mientras mordía su extremidad, mezclando la sangre con la saliva. El aliento escapo de mi alma por culpa de aquel espanto que no ardía aun en el infierno, caí de espaldas en un desesperado intento por escapar. Me recobre rápidamente y corrí de nuevo hacia al lado opuesto al que miraba aquella aberración, pero mi esfuerzo volvía aun más fuertes sus palabras. Jamás había deseado con tanta fe estar entre tus brazos, pero la duda del saber si continuaba detrás de mí me consternaba. Gire mi rostro y observe a la abuela permanecer postrada en el mismo lugar, estirando sus esqueléticos brazos en dirección mía. Devolví mi rostro al frente y mí vista observo a una chiquilla que sostenía un pequeño plato sobre sus manos, mientras con la cabeza gacha desaparecía el vapor de la comida. Al acercarme a ella, descubrí asombrado que el espacio destinado a cuatro de los sentidos se encontraba vacío. Horrorizado, resbale en un desesperado intento por detenerme, al incorporarme, una voz infantil me pregunto:


— Aun está fresco... ¿quieres? —.


Ahogando un grito, comprendí que no tenía hacia donde correr, que ambos lados del balcón estaban cubiertos por criaturas que hubiesen escapado de una fantasía. Volví mi rostro a la izquierda buscando una escapatoria, examinando tembloroso algún camino que me llevase fuera de este laberinto de los muertos. Mi corazón parecía escapar en un desenfrenado intento por alejarse de la perdición, mientras tanto, una gota de sudor se introdujo en mi ojo izquierdo y por unos segundos no hubo nada. Recupere el aliento y me apoye sobre mi brazo derecho, me levante y esforcé mis piernas más de lo que podrían resistir. Al llegar a las escaleras contrarias, descendí rápidamente admirando todo un paisaje en ausencia de sensatez, pues el pánico ansiaba detenerme, obligándome a mirar la casucha dueña de mis nuevos horrores regalarme un último espectáculo. La pequeña de la cual huía se encontraba de pie sobre el barandal, sostenía en sus manos el bowl y hablando entre susurros derramaba su contenido, al tirar la ultima gota arrojo el molde y levanto el rostro como si quisiera admirar el horizonte e instintivamente se arrojo en la misma dirección de sus utensilios. En el momento en que vi su cuerpo rígido caer... no soporté llegar al término de dicha atrocidad y di la espalda a lo sucedido. Retome mi camino sobre mis propias huellas, grite por ayuda mientras el viento se llevaba consigo toda mi desesperación. Golpee puerta a puerta en una insignificante oportunidad de encontrar algún rezagado por la pereza, pero ninguna presencia de cordura parecía darme respuesta. Anhelaba vivir y no buscaba respuestas de nada.


En mi alterada escapatoria me encontré de frente con la entrada principal al pueblo y aceleré mi voluntad, incontables voces comenzaron a forcejear en mis oídos desesperadas por inculcar una nueva fobia. Sin detener mi marcha, me mantuve firme en llagar a mi nuevo destino y gritar por ayuda, cubriendo mis oídos e implorando que los lamentos callaran al observar la tierra que estaba a punto de pisar. Las palabras desaparecieron como si algo o alguien las hubiese atrapado. Interrumpí mi acelerada huida permaneciendo inerte en el mismo lugar; silencio total. Mire con detenimiento intentando comprender que acababa de suceder, pero las respuestas que brindaba mi entorno estaban por volverme loco. De pronto, un entonado coro repetía en elogio:


— ¡Abade... Abade! ¡Abade... Abade! —.


— ¿Y ahora qué? — Pregunté horrorizado al mirar de donde procedía —.


La enorme puerta cedió ante la presencia de decenas de monstruos gimientes, engendros sin sombra y deidades ajenas al olvido. Al unísono repetían un asqueroso sonido gutural y nuevamente se apoderaba de mí el pánico, todo mi cuerpo temblaba mientras la multitud de espectros tiraba de dos sogas que arrastraban fuera un prisionero en el infinito. Nada de lo antes sucedido podría comparase con lo que ocurriría, estaba a punto de presenciar la vida antes del hombre y no podría describir con exactitud cuántas formas nunca antes vistas me hicieron amar todo lo que había perdido. Caí de rodillas y me arrastré en la misma posición apoyándome sobre la palma de mis manos, alejándome de las bestias que helaban mi sangre. Trate de escabullirme por una puerta lateral que conectaba a las tierras para las cosechas, me incorpore tratando de no perder el equilibrio mientras brotaban mis lágrimas. En medio del nuevo terreno, vislumbre una carroza a la espera de un jinete perdido; mi voluntad ahora era esclava de mis palabras. Comprendí que llegaba el momento de un trágico final, tal vez dicho transporte fuese la ultima apuesta que me llevaría en un viaje tranquilo al cadalso. Intente poner un pie dentro y caía al piso, una y otra vez lo intente y el resultado continuaba siendo el mismo. Mientras tanto, las voces, los cantos, las risas y toda esa infinidad de sombras que escapaban del averno se esforzaban frenéticamente por llegar a donde me encontraba. No podría describir a que grado llegaba mi temor, sentía el cuerpo tan pesado que parecía paralizado. Intente realizar algún movimiento, pero mis músculos se negaban a obedecer. Traté de gritar, pero mi voz parecía no existir. Me encontraba sofocado ante la presencia de miles de almas que estaban dispuestos a cavar mi tumba. Perdí por completo la esperanza e intuí que ya no había más que hacer. Repentinamente recordé que me encontraba cerca de la iglesia y el campanario, podría pedir auxilio y perpetuaría mi existencia unos míseros minutos más.


Cojeaba ante el recuerdo de cada caída sabiendo de ante mano que no podía detenerme, que si en algún momento me decidía hacerlo no habría otra oportunidad. Sentía justo detrás todas aquellas presencias y el aliento de cosas que no debería conocer.



III

Al fin me encontraba dentro del campanario admirando aquella soga, sosteniendo mi última esperanza con las manos sudorosas. Tiré de ella y la campana comenzó a sonar, repicando desordenada, haciéndose oír mas allá y obligando a algún tipo de ave a escapar de sus nidos. Yo aun tiraba con todas mis fuerzas e intentaba gritar, tiraba y limpiaba mis lagrimas con los puños sucios de mi camisa. Respiraba con dificultad mientras mayor era mi esperanza; mi rededor era tierra de nadie y ahora estaba a punto de ser proclamada por todos ellos.


Salí de dicha estructura para ver cual había sido el resultado, descubriendo a lo lejos que se aproximaban al parecer una niña y un niño, ambos se sujetaban de las manos y reían sin parar. Frote mis ojos con el dorso de mis manos e intente mirar de nuevo al par de chiquillos, cual seria mi sorpresa al descubrir un par de asqueroso enanos sujetándome de las piernas y preguntándome:


— ¿Por qué no nos quieres? — Chilló primero uno —.


— ¿Por qué no juegas con nosotros? — Preguntó el otro, rascando su nuca y la entrepierna —.


Moví mis labios sin producir el más mínimo sonido, cayendo de espaldas mientras aun me sujetaban aquellos pigmeos. Sacudí mis piernas para liberarme y volver dentro, tirando nuevamente de la soga en un último intento por encontrar una salvación. Continué presenciando el mismo acto: las sombras y risas de cuerpos forjados en dimensiones incomprensibles y de eras catastróficas. Tiré nuevamente, pero el resultado continuaba siendo el mismo. Comprendí que ya no me encontraba en la realidad sino en un pasillo del infierno, observando como las brujas salían de sus escondrijos al encuentro de mi desdicha y cómo todo ente se sumaba y negaba a la prosperidad un poco de esperanza. Solté aquella soga, alcé la frente y espere con tranquilidad a que las sombras me cubrieran con su manto.

26 Juillet 2019 04:46 2 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Aldeco René Permíteme contarte todas aquellas historias sin final feliz.

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Lihuen Lihuen
Muy buen relato en especial el final es escalofriante
August 15, 2019, 01:28

  • Aldeco René Aldeco René
    Mucho gusto Paola Stessens, me alegra que mi relate te agradase pero aún hay ciertas detalles por corregir, espero puedas darle un vistazo a mis otros textos y a los que pronto publicare. Saludos desde México, pues de igual manera siempre es un placer leer a un hermano latino. August 15, 2019, 02:37
~