- Otro fracaso… - dijo la bruja de cabellos cobrizos y cara redonda. Sus ojos plateados eran la prueba vil del continuo uso de la magia negra. Vestía una armadura dorada hecha de pequeñísimas placas y daba la sensación de ser muy pesada. Miraba con decepcionante desprecio a lo que antes había sido un hombre y en ese momento era una masa deforme que no se sabía cómo podía mantener algún signo de conciencia.
- Sigo sin entender por qué seguimos fallando una y otra vez… - analizó pensativa la segunda bruja. Era de cabellos ondulados, largos del color de la madera podrida. Sus ojos eran también plateados, pero menos brillantes que los de la primera. Esta vestía un vestido sencillo, como el de una simple pueblerina por la que se hizo pasar para poder maldecir a todo el pueblo. El hombre las miraba con miedo y desprecio, no soportaba la forma en la que se mofaban de ser más fuertes, pero ya no tenía voz para gritarles que se marcharan, ni fuerzas para echarlas de su morada. Ahora estaba a su merced.
- Zanna, ¿por qué no te quitas esa ropa? Verte así vestida me da asco… - dijo la pelirroja.
- ¿Ah? Ah, lo siento, Belka – contestó Zanna al salir de su trance. Inmediatamente después sus ojos brillaron con una chispa rojiza y el vestido se deshizo sobre su piel, mostrando una camisa negruzca de lana y unos pantalones de cuero ceñidos por un cinturón y unas altas botas de tacón. En su cuello había una joya roja como la sangre que nunca había visto, había aparecido de la nada, igual que su ropa.
- ¿Ahora qué hacemos con ellos? Ninguno se convirtió… - preguntó refiriéndose a todos los hombres del pueblo, ahora transformados en masas deformes sin voluntad.
- Se me ocurre algo… podríamos usarlos – reflexionó Zanna.
- ¿Cómo? –
- Realmente eres una cabeza hueca… les daré un nuevo cuerpo y podremos usarlos como guardaespaldas –
- Ya veo… - contestó Belka entusiasmada por la idea - ¿Y qué forma les darás? –
- Algo que intimide, pero que puedan mantenerse con su conciencia… - pensaba en voz alta la bruja – Sin embargo, no sé cuántos podrán resistir el cambio – añadió acercando su mano a la masa humana más cercana. La gema brilló del color de la sangre y sus ojos del frío acero a la luz. El bulto de carne se rodeó de humo negro y chispas rojizas mientras se estremecía continuamente. Su forma se volvió aún más extraña cambiando continuamente, se alargaba intentando regresar a su forma humana. Bultos nacían y explotaban liberando humus mientras unas manos intentaban formarse sobre ellos, los ojos se separaban y volvían a unirse en uno solo sin cesar, las piernas nacían flácidas y se deshacían en líquido poco después; y lo que debía ser la cabeza, con su boca y nariz, solo era un pedazo de carne mal formada con un gran agujero por boca carente de lengua y dientes; dos orificios más pequeños se abrían y cerraban siguiendo un son descabellado, hasta que por fin todo se detuvo en un solo lugar. La cabeza se alargó, al igual del agujero que tenía por boca se ensanchó, los ojos que habían estado viajando por toda la masa regresaron a su lugar y se agrandaron y oscurecieron por completo. Los bultos más grandes fueron creando bultos más pequeños hasta darle a la figura algo parecido a manos, torso y piernas. Un aullido colmó al viento mientras las bujas sonreían complacidas. La masa se había convertido en un lobo gigantesco bípedo, y eso era lo único que le quedaba de humano, su capacidad de andar sobre dos piernas. Todo su cuerpo estaba cubierto de un espeso pelaje gris. Su rostro lobuno era fiero y cruel, y en sus constantes intentos por articular alguna palabra mostraba sus enormes caninos blancos. Sus manos eran humanas pero cubiertas por la misma capa de pelo que el resto de su cuerpo, aunque sus piernas no mostraban haber tenido la misma suerte. Eran las patas comunes de un lobo, con la magnífica excepción de su tamaño colosal, para así poder soportar todo el nuevo imponente cuerpo que debían cargar, aunque para el equilibrio ya estaba la larga y poblada cola que nacía de su espalda baja.
- Veo que sigue siendo un hombre… - habló Belka mirando descaradamente la entrepierna desnuda. El animal gruñó incómodo por su descaro.
- Déjalo, Bel… el pobre es muy tímido – bromeó Zanna. El nuevo gruñido fue aún más profundo, en sus enrome ojos dorados se veía reflejado el odio.
- ¿No es peligroso? – preguntó Belka.
- No, tranquila, me aseguré de que no pudiera ir contra nuestros deseos – contestó, orgullosa de poder mostrar tal dominio de la magia – Búscale algo con que cubrirse, no queremos que levante pasiones – rieron descaradamente ante el obsceno chiste. La pelirroja fue a buscar a las casas que aún quedaban en pie, mientras la otra hacía lo mismo con los demás. El lobo se sentó en una roca no muy lejana, intentando recordar qué había pasado para que una aldea tan grande quedara reducida a cenizas en menos de una noche, pero su mente era una laguna de recuerdos incoherentes y sin orden. A su olfato llegaban los olores de la lluvia y su pelaje se movía presa del viento que llegaba del sur y que arrastraba consigo negras nubes. La tormenta era inminente.
Cuando la bruja pelirroja regresó con unos trapos viejos y el lobo se cubrió la otra también regresó. La bestia se sorprendió al ver cómo en unos pocos minutos todas las masas humanas que había antes se habían convertido en bestias como él, algunos eran leones, otros eran perros o lobos como él, otros eran osos, pero había otros que con ojos muy abiertos miraban con desprecio al resto, de piel seca y escamosa, colmillos largos y afilados como agujas, garras demasiado largas para ser reales y la simple sensación que tenía de que a esos les faltaba algo, algo que debía estar en sus ojos, pero no se veía por ninguna parte.
- ¿Y a esos qué les pasó? – preguntó la pelirroja.
- No lo sé, yo no elegí que animal sería cada uno, tal vez es la bestia que más coincidía con su personalidad, y si es así, esos son los humanos más fríos que el mundo jamás verá – contestó sonriente, acompañada por la risa loca y desquiciante de la bruja Belka.
- Me gustan… que los demás busquen a esa desgraciada y que estos nos protejan, parecen los más fuertes –
- Pues que así sea – afirmó cuando el primer relámpago que caería esa noche iluminaba el cielo nocturno colmado de nubes más oscuras que la propia noche.
Merci pour la lecture!
Nous pouvons garder Inkspired gratuitement en affichant des annonces à nos visiteurs. S’il vous plaît, soutenez-nous en ajoutant ou en désactivant AdBlocker.
Après l’avoir fait, veuillez recharger le site Web pour continuer à utiliser Inkspired normalement.