gonzalo-baleato1558951351 Gonzalo R Baleato

Una anomalía en un lugar demasiado apartado, transporta a nuestros protagonistas a un pasado en donde nunca hubieran deseado estar.


Thriller/Mystère Tout public.

#Tubnel #tiempo #paradojas #teorias #teorias-paradojicas
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Paradoja Mortal

Hace varios años que no se ha vuelto a repetir la misma historia, pero, para Zonlo y Neda, fue la más trágica que vivieron toda su vida.

Zonlo era un chico moreno, de cabello rizo, ojos verdes oscuro, atlético y poseía en su cuerpo dos tatuajes. Conoció a Neda en la Facultad de Física cuando él tenía veinticinco años de edad. El primer día de clase, él la vio entrar por la puerta, y se quedó embelesado mientras ella pasaba por su lado para dirigirse a la cafetería. Él se dio la vuelta para verla de nuevo y confirmar que no era una alucinación. Zonlo estaba en ese instante con su mejor amigo, Avir, y este al verlo atónito ante la hermosura de Neda, le sopló en la oreja izquierda, sacándolo del trance en el que se encontraba.

— ¿¡Pero se puede saber que haces!? —Le increpó Zonlo.

—Pues hacerte volver a la realidad, tío.

—Avir, ella va a ser mi realidad, te lo aseguro.

La mirada de Avir no le indicaba ni la más mínima confianza en el tema, mas Zonlo estaba seguro de que la iba a conquistar.

Ella tenía veintiún años. Su cabellera era castaño rubio, unos ojos marrones preciosos, labios carnosos y un pirsin con un arete en la nariz.

Ese día, Zonlo empezaba el segundo curso de física, mientras que Neda comenzaba primero. Era nueva en esa institución, y una buena razón para que Zonlo pudiera hablar con ella y ofrecerle toda la ayuda que necesitara.

Después de las primeras clases, tuvieron descanso. Al salir del aula, Zonlo vio a Neda sentada en las escaleras que subían a la segunda planta, leyendo un libro. Se acercó despacio mientras pensaba algo para decirle, fue ahí cuando observó que apoyaba el libro en sus rodillas mientras recogía la carpeta que tenía al lado para luego irse. En ese momento, se le cayó el libro al suelo y Zonlo se apresuró para cogerlo y devolvérselo. Fue ahí cuando contempló algo extraño.

—Relatividad general —leyó—. Si esto se da en cuarto curso.

—Lo sé, pero me encanta esta rama de la física. —Dijo sonriendo.

—A ver si adivino. ¿Viajes en el tiempo?

—Pues sí, —afirmó—. Estoy escribiendo una tesis sobre viajes en el tiempo a través de cúmulos de partículas subatómicas en túneles ferroviarios.

— ¿Eh? ¿Túneles por donde pasan los trenes? —Comentó confuso.

—No conozco otro tipo. Ahora si me disculpas, tengo que irme.

A Zonlo le costó reaccionar y solo pudo soltar un seco `hasta pronto´. Se quedó de cuclillas pasmado hacia las escaleras…

— ¡Ah! Chico, —dijo la joven unos segundos después volteando su rostro hacia él —me llamo Neda.

Se quedó mirándola sin saber que decir a la vez que ella sonreía, al instante se dio de nuevo media vuelta y continuó su trayecto.

Poco más tarde, una presencia se situó detrás de Zonlo y le dijo:

—Cuando una chica te dice su nombre, lo mínimo que debes hacer es decirle el tuyo, pedazo de idiota.

—Silénciate, Avir. Esta chica causa en mí algo que no sé explicar.

— Yo sí, se denomina erección.

—¡¡Tío!! —Se sobresaltó Zonlo— Te voy a arrancar la lengua.

Empezó a perseguir a su amigo por el pasillo hasta que el profesor de ciencias les llamó la atención.

— ¡Vosotros, a correr a la calle!

—No se preocupe profe, Zonlo vio a una chica, y creo que ya se va. —Expresó Avir con segundas.

Zonlo no daba crédito a lo que había escuchado, y delante de un profesor.

— ¿Cómo que se va? ¿A dónde? Si todavía no se han terminado las clases. —Contestó el profesor ingenuo.

—No le haga caso, profe, Avir está de broma. —Responde a la vez que agarra a su amigo y tira de él para salir de esa situación.

Los dos se apresuraron alejándose del profesor. Avir no paraba de reírse y Zonlo se contuvo para no golpearlo por el inapropiado chiste.

A medida que transcurrían los días, Zonlo se inventaba situaciones para poder hablar con la chica que le gustaba, y ella, aunque al principio se mantenía a una cierta distancia de él, su insistencia y el buen rollo que le invadía la hizo acercarse un poco más al chico. Tanto que acabaron siendo buenos amigos. Pero esta es una de esas veces en donde la amistad se acabó convirtiendo en algo más.

Los dos llevaban un año juntos cuando decidieron llevar a la práctica la tesis de Neda sobre los viajes en el tiempo. Zonlo aportó varias ideas y conceptos en su estudio, y ambos ya sabían por dónde empezar.

Zonlo conocía un túnel ferroviario que había descubierto hace diez u once años a unos quilómetros de su casa en el pueblo, y ya estaba abandonado en aquel entonces. Un domingo, la pareja se acercó con el coche de Neda hasta ese lugar demasiado perdido y alejado de la civilización. Bajaron por un camino tan inclinado que a ambos les dio vértigo, y al llegar al final de él, se encontraron un pequeño puente. Aparcaron cerca y treparon por un lateral. Al situarse encima, lo vieron; un camino de piedras por donde antiguamente había carriles de vías férreas, y al fondo observaron eso que tanto buscaban; el túnel.

—Zon, está ahí —dijo alegre Neda.

—Lo recordaba diferente —expresó Zonlo emocionado, agarrando de la mano a Neda y acercándose a la entrada del túnel.

A medida que se aproximaban, apreciaban más vegetación salvaje a su alrededor al igual que un fuerte viento procedente del interior, era el aire que entraba desde el otro extremo del conducto que impactaba de lleno en los chicos, siendo una sensación muy extraña, pero agradable a la vez.

Quisieron explorar ese lugar con más de cien metros de longitud, y se adentraron en la oscuridad. Zonlo utilizó la linterna de su móvil para poder ver algo. Visualizaron a su izquierda una puerta de madera antigua con demasiados cerrojos. Por su cabeza transitaba la idea de algo importante oculto en su interior, decidiendo echarla abajo para averiguarlo. Tras varias patadas efectuadas por el chico, la puerta crujió, formándose una pequeña grieta. Durante unos segundos en silencio escuchando únicamente el continuo crujido de la puerta, un ensordecedor impacto la pulverizó, surgiendo del recóndito emplazamiento una inmensa fuerza de atracción que absorbió a los jóvenes.

Habían perdido el conocimiento, no obstante, se despertaron encima de unas vías al escuchar un alejado bocinazo que se iba acercando. Neda pudo darse cuenta de que era un tren que se dirigía hacia ellos, avisando a Zonlo y apartándose a tiempo. Vieron pasar la máquina alejándose de ellos hasta perderlo de vista. Ellos no entendían nada, y al salir del túnel, contemplaron que todo era diferente; la vegetación que perduraba a su alrededor era menos salvaje, más joven. No comprendían la presencia de unos carriles en un lugar abandonado, ni mucho menos la aparición del tren, y para colmo, el coche ya no estaba.

Decidieron marcharse andando, y a pesar de que los caminos también eran diferentes, llegaron a la casa del pueblo de Zonlo. También era distinta; no había vallado, los pinos eran más pequeños, y los únicos animales que se encontraban eran dos perros.

— ¿Qué está pasando? —se preguntó Zonlo asustado.

El chico empezó a hiperventilar presionándose el pecho por una extraña presión en él.

—Respira, Zon. —Intentó tranquilizarlo Neda— Cuéntame que has visto.

—Estos perros han muerto hace trece años, es imposible que estén aquí. ¡¡¿Qué coño está ocurriendo?!!

—Vayámonos a Oirgso, —aconsejó Neda— allí tengo unos amigos, les pediremos ayuda.

Los dos se fueron a la pequeña ciudad, a unos cuatro quilómetros del pueblo. Por el camino, Zonlo contempló varias ausencias; el bar Maels, algunas casas, la acera de la carretera y sobre todo, el gigantesco puente que cruzaba el río. Su pueblo había cambiado mucho.

En la ciudad también apreciaron los cambios. Estaban aterrados y se dieron prisa en acudir junto a los amigos de Neda. Llamaron al telefonillo y una simpática señora los atendió. En ese apartamento llevaba viviendo la mujer más de tres años. No había rastro de esos amigos.

Ya no sabían qué hacer. De pronto, Zonlo vio a su padre, pero este era más joven, y estaba acompañado de un niño. En el momento que miró el rostro del pequeño, se transformó en algo horrible. Los gritos y la violencia que exteriorizaba alarmaron a gran parte de la gente, incluso Neda se vio obligada a alejarse de él. Fue entonces cuando el pequeño niño oteó asustado la dirección en el que se hallaba su yo futuro, y con el contacto visual, la alteración de este último aumentó. Su masa corporal fue disminuyendo, su piel se encogía por la deshidratación intensiva que estaba sufriendo y al final, fue consumido por el tiempo sin dejar ni un vestigio de su existencia.

Neda estaba en shock, y solo corrió.

Encontró una parada de bus y esperó a que llegara para marcharse a su casa, a doce quilómetros de Oirgso. Su mente ya no formaba parte de ella por lo que había visto. Únicamente quería ir junto a sus padres y no pensó que ya no estaba en su tiempo. Desconocía el hecho de que habían viajado al pasado.

Cuando llegó cerca de su destino, comenzó a correr hasta él. Al llegar, intentó abrir la puerta de su casa, pero esta no se abría. De su interior se escuchaba a alguien manipular unas llaves mientras Neda se empezaba a sentir también como Zonlo, e iba a peor. Al ver la puerta abrirse, Neda miró a los ojos de una inocente niña surgir entre la entrada, y la escena se repitió. La chica cambió a un estado más agresivo y su cuerpo también se transformó. Ella retrocedió para escapar de ese dolor, pero perdió el equilibrio y se cayó al suelo. Ya no tenía fuerzas para incorporarse. Su yo niña del pasado vio esa terrible escena hasta que todo terminó.

TEORÍA:

“Si un individuo se encuentra con su yo futuro en el tiempo del primero, este último cuanto más cerca esté y más vea a su yo pasado, más se irá consumiendo. No pueden existir dos mismos sujetos en un mismo tiempo. El invasor tenderá a desaparecer. El tiempo se encargará de atraerlos para corregir la paradoja.”

“La única manera de descubrir la verdad, es viajando en el tiempo”

30 Mai 2019 19:09 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Gonzalo R Baleato Hace años que escribo. Supongo que prefiero vivir historias en donde todo es posible, a no ver otra cosa más que una realidad corrompida por cuentistas que solo insisten en manipular la verdad. Y estoy orgulloso de cada palabra que un día plasmé en papel.

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