jamegerea Jorge Giovani Vallejo López

Esta historia del sueño de una niña que quiere ser una princesa y en un libro encuentra la forma para lograrlo.


Histoire courte Tout public. © Atribución-NoComercial-SinDerivadas 4.0 Internacional (CC BY-NC-ND 4.0)

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Histoire courte
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Princesita sin reino

Toda niña puede ser una princesa, 

sin importar si tiene descendencia real o no.


Sin importa si sus padres son reyes o no. 

No importa si tienen familia o no.


Todas las niñas pueden ser princesas 

con o sin reino.


Todas las niñas son princesas.

Solo necesitan creer que lo son…


En medio de la noche... En una gran ciudad, existe un gran y antiguo edificio que acoge en su interior un orfanato; en sus varios pisos hay habitaciones donde los niños descansan, un gran comedor, un gran salón funge como recepción, un gran comedor, salones donde estudian e incluso un gran jardín trasero. 


En una de aquellas las grandes habitaciones donde dormían algunas pequeñas que descansaban de un largo día; en una de las camas que ahí se encontraban, una pequeña tienda hecha con sábanas se levantaba por sobre la cama, tenuemente iluminada desde el interior.


En su interior, se encontraba escondida una pequeña niña leyendo un gran y viejo libro, un libro de delicadas hojas amarillentas, letras apenas visibles, de cubierta y lomo desgastados por el paso del tiempo y por los lectores que tanto se habían cautivado con aquel libro.


No importando eso; aquel, era un bonito libro en cuya portada difícilmente se podía notar el dibujo de un caballero y una princesa.


Página tras página, hoja tras hoja la pequeña leía y leía absorta sin parar; sumergiéndose cada vez más en un mundo fantástico, único y diferente; un mundo lleno de princesas, príncipes, caballeros, dragones, brujas y hadas.


Noche tras noche leía aquel viejo libro cómplice de muchas aventuras y deseos acompañada por su fiel oso de peluche, al cual le sujetaba firmemente entre sus patas una pequeña lámpara de baterías para que ella pudiera disfrutara su lectura cómodamente.


No existía ninguna noche que no leyera aquel gran libro; leía, leía y leía sin parar, cada cuento y cada aventura la hacía querer leer más y más, sus favoritos sin dudar fueron aquellas historias en donde las protagonistas eran princesas.


Aquel libro tenía muchas historias sobre princesas; desde aquellas en las que la princesa tenía que ser salvada de un malvado monstruo, hasta en donde ellas tenían que salvar a un ser amado sacrificando todo lo que tenían sin importar que lo perdieran para siempre.


Leía y leía incesante cada historia hasta el final, solamente detenía su lectura cuando en el gran y viejo reloj de una antigua torre cercana marcaba la medianoche; la cual era anunciada por una enorme campana de grave sonido que resonaba por toda aquella zona de la ciudad.


Tan fuerte era el sonido de aquella campana que pareciera como si deseara que todo el mundo la escuchara repicar, en especial aquella inocente lectora que aun despierta no pretendía parar de imaginar.


Cuando ella escuchaba el toque de la campana sabía que tenía que dejar de leer y el libro junto con la lámpara ocultar; ya que a esa hora con extrema puntualidad, la institutriz que les resguardaba daba su ronda de media noche procurando que todas las niñas y niños estuvieran durmiendo tranquilamente en sus camas; para que así comenzaran los nuevos días descansados y llenos de energía.


Al paso de la institutriz a aquella habitación la pequeña ya había guardado su gran e invaluable tesoro bajo su almohada, para que así nadie se lo quitara y pudiera disfrutar otra noche más de buena lectura, soñando con aquellos lugares en donde habitaban las princesas y los valientes caballeros con los que tanto había soñado.


Una noche tras tanto leer, llego a una página que le llamo la atención; una página en la que estaba descrito el cómo debía de ser una verdadera princesa y aquello que la hacía ser una verdadera princesa.


Con gran emoción, la pequeña leía con cuidado cada palabra, cada párrafo sin perder ningún detalle de lo que ahí decía; ya qué ella también quería ser una princesa.


 Sabía muy dentro de sí que ella también era una princesa, que sus padres eran reyes que la habían dejado en ese lugar desde bebe para protegerla de cualquier mal que la amenazara; para que la cuidaran y ninguna horrible criatura le hiciera daño.


Pero lo que ellos no sabían era que la institutriz era una malvada bruja; tan estricta que la regañaba  a cada rato y la castigaba por cosas sin sentido, tan malvada que no le permitía buscar a sus padres más allá de las grandes rejas que custodiaban aquel orfanato.


Con cada palabra que leía ella estaba más y más convencida que era una princesa.


Pero, ¿que necesitaba para ser una princesa?


• Las princesas vivian en un castillo. 

Ella había sido resguardada en aquel orfanato cuya apariencia asemejaba a un viejo castillo; realmente aquel sitio no era un orfanato, pensaba; sino un lugar en donde los reyes de todas partes del mundo escondían a sus hijos de aquellos malvados que querían dañarlos. Después de pensarlo por un momento su lectura prosiguió.


• Una princesa tiene un cabello largo y hermoso cabello. 

Sujeto su cabello con su mano, acariciándolo con cuidado; y después de un momento ella se dijo a si misma que lo tenía, su cabello era el de una princesa.

 

• Una voz alegre como el canto del petirrojo y bella como la de un ruiseñor. 

Por un momento pensó y se preguntó como era su voz, en aquel orfanato existía un coro en el que todos los niños y niñas participaban; buscaba en sus memorias los cumplidos que le habían hecho recordando que le habían dicho que ella tenía una linda voz, no era la más bella del coro, pero si era una bonita voz la que ella tenía.


• La piel tan suave y tersa como un melocotón. 

Acarició su brazo y su rostro cuidadosamente, miró sus manos y con una sonrisa se dijo que su piel era muy suave.


• Una mirada serena, cautivante y virtuosa. 

Ella no tenía con mirar sus propios ojos, pero no necesitaba hacerlo; pues sabía que su mirada era la de una princesa.


• Sus padres son reyes. 

De eso estaba completamente segura.


Estaba emocionada por lo acaba de leer ya que estaba convencida de que ella era una princesa; se levantó por un momento cerrando los ojos pensando que lo único que le faltaba para ser una princesa era un gran vestido; el cual con gran esfuerzo e imaginación se hizo con las sábanas de su cama.


Una diadema que guardaba en una caja de zapatos debajo de su cama, fungió como una tiara que demostrase su realeza; finalmente se hizo una pequeña cola de caballo con una liga que ella utilizaba como pulsera, pues ella también había visto en el libro y en otras partes algunas princesas con cola de caballo.


Así ella pronto cerró sus ojos e imaginó a sí misma como una princesa; aun con los ojos cerrados respiro profundamente y deseo ser una princesa.


  Y al momento de abrirlos, el orfanato repentinamente se había convertido en un gran y hermoso castillo con blancas paredes, grandes columnas y brillantes pisos de mármol blanco; aquellos viejos ventanales con horribles cortinas, ahora eran bellos vitrales en lo que entraba la luz y atreves de estos se podía apreciar un hermoso cielo azul salpicado con grandes nubes blancas como el algodón que surcaban el cielo en ese momento.


Aquella enorme habitación en la que dormía, se convirtió en la habitación de una princesa. Su cama se era ahora la cama más acogedora y grandiosa del mundo; ella brinco sobre está descubriendo que era algo que nunca antes había sentido. Las sabanas de color crema y colchas tan grandes y gruesas que una sola bastaba para protegerla completamente del frío; las cuales al observarlas con cuidado descubrió que estaban finamente bordadas con imágenes a lucientes a la realeza de la pequeña niña.


Las paredes eran de un color blanco resplandeciente, los marcos de las puertas tenían un acabado en color morado, mientras los vitrales en sus marcos poseían un terminado en color dorado. Cortinas de terciopelo y una gran alfombra color rosa daban el toque final que faltaba a ese lugar.


Su vestido hecho de sabanas se convirtió en un gran y majestuoso vestido color melón, en su cabello la liga se transformó en un refinado moño de listón y la diadema en una bella tiara que combinaban perfectamente y que coronaban bellamente a esta pequeña princesa.


Se bajó de la cama y caminó por toda la alfombra sintiendo con sus pies descalzos la gran suavidad y algunas cosquillas que esta le provocaba, la sensación que ella sentía le era muy grata ya que nunca antes había caminado sobre una alfombra tan gruesa y suave.


Camino lentamente hasta la gran puerta abriendola con gran emoción descubriendo que aquel gran corredor que llevaba aquella gran salón de recepción que siempre se encontraba cayada y fría, ahora estaba llena de música y alegría; en ese momento era un gran salón donde un baile se realizaba, una gran fiesta de máscaras a ella le esperaba.


La pequeña caminó por las alfombras de aquel pasillo hasta donde la fiesta estaba, feliz ella se encontraba ya que en aquella fiesta todos los niños y niñas del orfanato vestidos como príncipes y princesas se encontraban.


Cada uno con sus padres que tal y como ella lo había imaginado, eran reyes y reinas de diferentes partes del mundo. Los padres abrazaban a sus hijos con gran amor y cariño; todos los niños y niñas habían encontrado a sus padres a quienes igualmente abrazaban con fuerza y felicidad; ella estaba feliz por lo que estaba pasando, sin embargo; ella aún no había visto a los suyos, por lo que comenzó a buscar los entre la multitud.


Buscaba y buscaba por todas partes deseando lo más pronto posible encontrar a sus padres, estaba ansiosa de ver cómo eran los más grandes reyes de todos los tiempos, quería conocer a aquellas maravillosas personas que eran sus padres.


Cuando, repentinamente; del fondo de la habitación una dulce voz surgió que la llamaba por su nombre. La dulce voz de una mujer que llamaba a la pequeña, la cual fue acompañada pronto por la gruesa voz de un hombre que también le llamaba diciéndole “hija”.


A la pequeña se le dibujó una gran sonrisa de felicidad en su rostro, su corazón se llenó de emoción y sin pensarlo mucho, corrió rápidamente abriéndose paso entre los presentes con la firme intención de conocer a sus padres, sin que nada la pudiera detener y no había nada que evitara que los pudiera conocer.


Pero justo antes de que llegara a donde ellos se encontraban, algo ocurrió.


Repentinamente las luces se apagaron asustando a los presentes; en el gran salón se podían escuchar algunos gritos de los pequeños asustados y a los padres intentando calmarlos, la pequeña solamente permaneció parada en su lugar a la expectativa de lo que ocurriría.


Las grandes puertas de la entrada y los ventanales se abrieron violentamente golpeados por una fuerte ráfaga viento proveniente del exterior que entró con tal impulso que casi derriba a todos los presentes y destruye los vitrales.


El temor apenas comenzaba a apoderarse de la pequeña cuando en un arranque de valor continúo su camino hacia sus padres determinada a conocerlos a toda costa sin que nada la detuviera.


Pero poco antes de que llegara con ellos una gran e imponente bruja entró por la puerta; caminaba tranquilamente observando a todos con sus sombríos ojos negros, tan negros como la más profunda oscuridad; aquella bruja era seguida por varias sombras que rápidamente comenzaron a perseguir a todos los presentes en el salón.


La estaba asustada por lo que estaba viendo, pero aun así la pequeña siguió con su intento de llegar a donde estaban sus padres.


Sin embargo... Justo antes de llegar y a tan solo unos pasos de por fin ver a sus padres; una horrible sombra se paró frente a ella impidiendo que los conociera.


La pequeña estaba aterrada al tener a la temible sombra frente a ella, retrocedía lentamente mientras volteaba hacia todas partes viendo con horror como las sombras se apoderaban de todo el lugar convirtiendo aquel hermoso lugar en un horrendo oscuro edificio de negro color.


Aquel mágico lugar estaba regresando a ser el orfanato en el que ella vivía, las sombras se fusionaban con las cosas que tocaban; pronto en un abrir y cerrar de ojos todos los presentes junto con las sombras habían desaparecido.


 Lamentablemente sus padres también se habían ido. La pequeña al mirar esto se hincó y comenzó a llorar desconsolada, ya que ahora nunca conocería a sus padres.


Aquel deseo tan fuerte que existía en su corazón no podía cumplir lo cual le causaba gran desconsuelo; mientras ella lloraba y lloraba la gran bruja lentamente con grandes pasos que razonaban por todas partes a ella se acercó hasta que detrás de la pequeña finalmente terminó; la pequeña pronto se percató que alguien estaba detrás de ella, lentamente levantó la vista observando poco a poco al ser más aterrador que ella jamás hubiera visto.


Dándose cuenta que aquella horrible bruja era su institutriz que en un movimiento inesperado la intento sujetar con unas grandes y huesudas manos, pero la pequeña hábilmente logró evitarlo al rodar hacia un costado comenzando inmediatamente a correr; la bruja la comenzó a perseguir.


Mientras huía la niña podía ver como aún quedaban algunos de los sombríos lacayos de la bruja, los cuales poco a poco se iban fusionando con las pocas cosas que quedaban desapareciendo junto con el castillo dejando solamente el gran salón vacío.


La niña asustada huía de la gran bruja que la perseguía; atravesando el gran salón subió hábilmente por las grandes escaleras subiendo de dos en dos los escalones; pero la bruja no parecía que le preocupara que huyera la pequeña ya que ella simplemente caminaba muy rápidamente.


Pronto desde la distancia se comenzó a escuchar el sonido del reloj que anunciaba como era costumbre la media noche; aquel sonido de las campanadas resonaba por todo el edificio.


La pequeña corrió y corrió hasta llegar a su habitación la cual aún permanecía como el cuarto de una princesa; sin embargo, conforme se escuchaban las campanadas este volvía a ser el cuarto del orfanato; la pequeña se subió a su cama y se cubrió con sus cobijas esperando que la bruja no la encontrará.


Sujetaba fuertemente su libro junto con su oso de peluche, cerró sus ojos y temblando de miedo ella suplicaba se fuera la bruja y la dejara en paz. Repentinamente el sonido de pasos distantes se escuchó acercándose provenientes del pasillo, la puerta del dormitorio se abrió lentamente con un escalofriante y avasallador rechinido seguido inmediatamente por el sonido de los pasos resonantes que se acercaban a la pequeña.


Cada vez más y más cerca se escuchaban hasta que... se detuvieron a un costado de la cama de la pequeña.


Un gran y terrible escalofrío cruzó por todo el cuerpo de la niña debido a miedo que ella sentía, sujeto con todas sus fuerzas su libro y su peluche mientras esperaba temerosa lo que parecía inevitable.


La última campanada del reloj se escuchó desde la distancia y entonces la manta salió volando por los aires dejando al descubierto a la pequeña que se encontraba acurrucada temblando de miedo, hasta que sintió como unas manos la sujetaban y provocando que ella gritara fuertemente y abriera los ojos instantáneamente, y al hacerlo, no vio a la bruja, sino a su institutriz.


Quien se notaba terriblemente alarmada debido a los gritos que la pequeña estaba dando y que se escuchaban por todo el lugar asustando a los demás, ya que la pequeña se encontraba durmiendo y al parecer tenía una pesadilla.


La pequeña al verla detenidamente, se percató que la institutriz estaba realmente preocupada por ella; quien rápidamente la abrazo preguntándole si se encontraba bien, le reviso la temperatura, la presión, el cuerpo y sus ojos también.


La princesita estaba asombrada por la reacción de su cuidadora, quien le abrazaba sintiendo una gran calma y ternura por parte de esta; la institutriz le preguntaba si se encontraba bien, si no le pasaba nada, si no le dolía nada, que era lo que le pasaba; acaso, había tenido una pesadilla.


La pequeña con lágrimas en el rostro le respondió que no le sucedía nada, no tenía nada. Así al percatarse que todo había sido un sueño la pequeña sintió una mezcla de sentimientos entre pena, desconsuelo, amargura, tristeza y melancolía, pero; también sentía alegría.


Estaba triste debido a su sueño roto de ser una princesa la cual aparentemente no era; pero alegría debido a que quien creía era una temible bruja sin corazón que solamente quería hacerle daño, era todo lo contrario.


Aún hoy sigue leyendo aquel viejo libro todas las noches antes de dormir, pero ahora no lo hace sola; ya que sigue acompañada su fiel lámpara y su querido oso de peluche, solo que ahora. También la acompañan sus amigas y compañeras del orfanato, además de su institutriz, quien les lee aquellas bellas historias noche tras noche regalándoles a cada una de las niñas lindos sueños.


En los que ellas son las princesas de su propio reino, las heroínas de su propia aventura y las que algún día tendrán a sus propias princesitas.


19 Janvier 2019 06:16 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Jorge Giovani Vallejo López Aproximadamente desde los 14 años inicie a escribir algunos cuentos propios, me encantan las historias de fantasía, acción y aventura; más aun me gusta escribir con una bella melodia alimentando mi imaginación.

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