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Una chica corría entre los grandes bloques de cemento, había algo en ellos que no se alcanzaba ver, pero le daban un aspecto similar al de las primeras sepulturas americanas. De repente la joven se detuvo, su rostro era familiar para Ash, sin embargo, no lograba reconocerla.
—¿Qué tanto miras, Ash? —preguntó su hermana Lindsay con curiosidad.
Ash sacudió la cabeza para despejarse y la imagen se desvaneció ante sus ojos. No había nada más que vastos terrenos de cultivo y autopista. Todo había sido una proyección de su cabeza. —No es nada —respondió con apatía.
Desde que el viaje comenzó, no había parado de tener esa clase de sueños, imágenes que por momentos cobraban vida, que parecían tan reales, pero que bastaba un pestañeo para que desaparecieran. Ash sentía que algo no estaba bien, y que estaba perdiendo el control de ella misma y de su estructurada vida. El mismo viaje fue un cambio para sus planes de vacaciones.
Una semana antes, Ash había vuelto a su casa, tras el receso de la universidad por las festividades próximas, si bien le gustaba estar de vuelta, también extrañaba las clases de especialización, cada cosa que pudiera aprender sobre la Arqueología e Historia la hacía plantearse nuevos mundos, envueltos en situaciones fuera de lo ordinario que la obligaban a responder el montón de interrogantes que estos traían consigo.
Se suponía que durante el tiempo que estuviera en casa, ayudaría a su hermana con las aplicaciones para la universidad y a su madre con la pequeña biblioteca que tenía para los niños de menos recursos, pero su padre había tenido otros planes en mente. Durante el tiempo que estuvieran Ash y Lindsay fuera, la familia iría a Falls, el pueblo natal del patriarca que nadie conocía, ni siquiera Ash.
Su abuela estaba empeorando a causa de sus problemas respiratorios y era necesario que alguien la cuidara, y esperaran junto a ella, su último aliento. Ash podía entender el por qué de estos planes, pero nunca le agradó que su padre tomara decisiones que la involucraban sin consultarle, esa pesadez que se formaba alrededor de ella cuando dependía de alguien y las cosas se desordenaban. Era consciente de que podía haber dicho que no, pero también sabía que jamás hubiese podido dejar a su padre en esas circunstancias, y por respeto a ello guardó silencio en cuanto al curso de su receso. No obstante su ánimo no era de lo mejor cuando iniciaron el largo camino, se encontraba molestaba y todo le irritaba, constantemente discutía con Lindsay por la más mínima cosa, aunque esto no significaba nada para sus padres, ya que era algo habitual entre ellas. Sin embargo, esto era sólo una forma de exteriorizar el malestar que la acaecía, una incesante inquietud que estaba latiendo fuerte en su interior, desde que empezaron a acercarse a Falls, cada vez que la noche caía y Ash cerraba los ojos, veía dos rostros que eran totalmente opuestos, mientras uno era de rasgos finos, de cabello claro y ojos turquesa; el otro tenía un rostro duro, ondulados mechones oscuros caían sobre su frente y ojos de profundidades grises que transmitían una ferocidad difícil de describir. Ash podría haber seguido enumerando diferencias, pero había algo que ambos tenían en común.
La necesidad por ella.
—Ash, ¿estás bien? —preguntó su madre, mirándola por el espejo retrovisor.
—Si —fue lo único que pudo hilar para responder después de salir de su trance.
—¿Segura? —fue el turno de su padre de preguntar, pero sin despegar su vista del camino.
—Lo estoy —farfulló mientras se regañaba por llamar la atención.
El resto del camino, Ash trató por todos los medios de evitar mirar afuera y de cerrar los ojos, para ello sacó uno de sus libros y se sumergió en la lectura. Durante la primera hora, había funcionado y todo marchó bien, sin embargo, pasado unos minutos, las letras comenzaron a distorsionarse, su sangre se heló cuando el mensaje se volvió claro y pudo leerlo. No entres o iremos por ti.
Cerró de golpe el libro y tomó unas cuantas respiraciones para calmar el alocado ritmo cardiaco, sólo entonces tuvo el valor de volver a abrirlo, cuando lo hizo vio que todo estaba normal. Sintiéndose paranoica, comenzó a mirar alrededor como si esperara ser atacada pero lo único que vio fue el rostro de su hermana con una expresión confundida.
—No estás bien.
—Yo… yo creo que necesito descansar.
—Has descansado todo el viaje. Hay algo más, ¿no? —Ash no pasó por alto la sonrisa suspicaz de Ash, pero no podía explicarle lo que había visto sin sonar como si estuviera loca.
—No hay más tiempo para descansar —interrumpió su padre, salvándola de tener que responderle a Lindsay o por lo menos comprándole algo de tiempo para pensar en algo—Llegamos.
Falls estaba lejos de ser el pueblo que ella había imaginado, los edificios que visualizaba en su mente, la realidad los reemplazaba por pequeñas bodegas que hacían de negocios, cada una cerca de la otra, la florería, la tintorería, la tienda de comestibles. En paralelo, las casas no eran tan grandes, la mayoría solo de un piso con antejardín medio cercado que las separaba de las siguientes. Pero lo que más llamó la atención de Ash fueron los caminos, tenía la impresión que había un patrón del que se estaba perdiendo, y que se unían en un punto que si bien no alcanzaba a distinguir, tenía la seguridad que llevaba a los bosques. Echó un nuevo vistazo alrededor memorizando algunas cosas y sintió una sensación de familiaridad, de nostalgia que la sorprendió y la dejó pensando.
—¿Cariño? —la mano de su padre la sobresaltó. Había quedado tan ensimismada que no había oído lo que él había dicho.
—Tengo una sensación de que he estado aquí—soltó de golpe —¿Alguna vez visitamos a la abuela cuando era pequeña o cuando era un bebé?
—Esta es la primera vez, Ash.
—Y puedo entender por qué. Esto parece una caja de fósforos —masculló su hermana.
Su papá le dio una mirada reprobatoria a Lindsay y se volvió a Ash. —¿Por qué no mejor ambas van a ver a la abuela mientras descargo las cosas?
Ash asintió y se giró para ver la que sería su nueva casa, a diferencia de los otros hogares, era de dos pisos con un viejo balcón en la parte superior, el pórtico se veía descuidado y le daba un aspecto un tanto lúgubre pero que con algunas mejoras, eso podía cambiar. Sin embargo, había algo que la inquietaba y que sólo lo sentía en ese lugar. Empieza a calmarte, se dijo a sí misma y rodeo el auto para entrar. El interior de la casa sólo reafirmaba ese sentimiento de oscuridad, las cortinas cerradas, los muebles cubiertos de polvo, la chimenea deteriorada por la falta de uso y en la mitad de la estancia una gran escalera clásica con una gruesa alfombra cubriendo sus escalones, era sofisticado y elegante pero no de la forma que causaba admiración sino de algo secreto y siniestro. Al otro lado dEl salón cubierto por una tela sucia y viejo se ocultaba la imagen de una pintura. Lindsay se adelantó y quitó la tela, Ash intentó regañarla mas no alcanzó a detenerla. Ambas contuvieron el aliento al ver el retrato, en ella se mostraba una pareja adulta con sus tres hijos, dos mujeres y un varón, era un retrato ordinario, salvo por el increíble parecido de una de las muchachas con Ash, casi idénticas. La imagen estaba pintada en los tonos antiguos entre el marrón y el negro, pero se podía notar la diferencia en el cabello y los ojos que eran más claros que los de Ash.
—Son como dos gotas de agua —dijo Lindsay, soltando el aliento.
—Lo somos —murmuró Ash para sí misma que para Lindsay. Se quedó en trance por una fracción de minuto y sacudió la cabeza. —Vamos a ver a la abuela —dijo y sin esperar se adelantó avanzando por los escalones.
Ash quería averiguar quien era aquella mujer, pero aquello se sentía como un comienzo y si ese fuera el primer secreto de muchos más que quedaban por descubrir.
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