La señora de quien hablo era muy buena persona.
Cuando el esposo de su vecina falleció, ella elevó una plegaria por el difunto y le pidió a Dios que protegiera a la viuda.
Pero mientras pasaban los meses, la situación de la vecina iba de mal el peor. Cuando tuvo que sacar a los hijos del colegio, la buena mujer rogó con más fe al creador que se compadeciera de ella.
Para cuando llegaron a cortarle los servicios, nuestra buena mujer sintió como su corazón se partía en dos y, casi llorando, rogó una vez más por la intervención divina.
La buena mujer no comprendía por qué la desgracia parecía ensañarse con la pobre vecina.
El día en que los del banco llegaron a desalojar a la vecina de su casa y embargarle lo poco que le quedaba, la buena mujer no lo soportó más, y con un grito le reclamó al Todopoderoso por su falta de respuesta.
El cielo le respondió: "Si tanto querías que le ayudara a tu vecina... ¿por qué no lo hiciste tú? que estabas al frente, viéndolo todo..."
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