Dos magos jugaron ajedrez esa noche, pero solo uno vio el final de la partida.
Aquella fue una noche helada. Típico en Olmford, donde el agua del río se mezclaba con el viento y donde la piel blanca dejaba pálida a la nieve. Para los humanos no era mucho más que eso. No tenían idea de lo que tenían enfrente.
Solo esa noche, un cazador defendió a su pareja de un grupo del N.H.M. Sólo esa noche, en la calles, los brazos de una marca blanca apretaron con furia el cuello de un pobre Homoanimal. Y sólo esa noche, dos magos entraron a una habitación para dar lo que sería su última partida de ajedrez juntos.
Ambos se encontraban en el último piso del hotel más alto de Olmford. Trescientos metros de altura que separaban a estos dos magos del resto de humanos.
Sus pasos, lentos y acompañados de un bastón por un lado, y ágiles y rápidos por el otro, hacían eco al caminar. Y mientras se acercaban a la mesa, la luz de la luna se adentraba con elegancia por el ventanal e iluminaba las fichas blancas y negras que aguardaban sobre el tablero.
Los magos se sentaron. Las manos de uno pasaron por delante del ventanal tapando la luz exterior y la vista a la ciudad con una enorme sombra que proyectó desde el interior de su traje negro, y a medida que lo hacía, él color de su traje se volvía gris.
El otro mago, el más viejo de los dos, por su lado, arrastró la punta de su bastón por el piso y tras hacerlo, una enorme pared, invisible a los humanos, separó la mesa y la partida de casi cualquier interrupción que el mundo exterior podría ofrecer. El mago entonces tomó su bastón con fuerza, ahora un poco más pequeño tras hacer uso de su magia, y tras acomodarlo a su lado, encendió una vela.
Se tiró una moneda al aire para decidir quién sería blancas. El más joven, llamado Jhon, ganó ,y si demora alguna, movió el primer peón dos casillas al frente.
La partida entonces comenzó, pero el otro mago tardó en responder.
—Por qué no juega, maestro? — dijo Jhon
—Veo que hoy estás ansioso, mi alumno.
—Dentro de dos semanas haré el examen para avanzar al rango de Iniciado. A partir de allí...
—A partir de allí ya no tendrás un maestro que te guíe. Lo sé. Pero no olvides que esto es una partida de ajedrez. Las emociones aquí son iguales que en la guerra. Te distraen y te hacen perder batallas. Y con suficiente derrotas el rey termina perdiendo.
—Maestro, no exagere. Sólo planeo ser más agresivo. Eso es todo.
—¿Y crees poder desafiarme con esa estrategia?
El viejo maestro miró a John y el joven mago no supo qué responder. Su cuerpo se empezó a sentir extraño. Mas pesado, mas tosco. Poco sabía el joven mago que lo que sentía su cuerpo era algo muy parecido al miedo. Un sentimiento de alerta que lo hacía morderse la lengua en busca de una respuesta y que le hacía sudar por debajo de su cabello negro. ¿Era así cómo se sentía ser desafiado? John sintió curiosidad de sentirse así, y solo eso hizo que el sentimiento atemorizante se fuera para traer luz a sus oscuros ojos que se llenaron de voluntad.
—No lo desafío, maestro. Le aviso de antemano que esta partida es mía desde ahora.
El maestro sonrió y por un momento recordó como una palabras muy parecidas recorrieron su boca años atrás cuando él mismo tenía un maestro. Y fue este recuerdo el que hizo palpitar nuevamente a su corazón con la fuerza de un alma joven. El maestro tomó un peón negro y acepto el desafío que su alumno había puesto.
Y así, empezó una partida, que duraría una sola noche. Una noche en en la que la ciudad de Olmford perdería algo más que un mago. Esa noche, la ciudad de Olmford perdería historias que se podrían haber vuelto cuentos, pero que morirán en sus calles. Pero que más dan esas historias, si al final, lo importante, es que esa esa noche dos magos jugaron ajedrez y solo uno vio el final de la partida.
Merci pour la lecture!
El peón mas joven siempre ataca primero.
Este primer capítulo supone un arranque, a mi parecer, magnífico para la obra. Altas dosis de suspense embadurnan un núcleo de pura fantasía. Un encuentro entre dos magos en apariencia muy diferentes, cuyos preparativos están conducidos de maravilla por parte del autor hasta el movimiento inicial.
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