Me mudé a Barcelona desde Bogotá hace dos años.
Comparto piso con dos personas más y estudio Ingeniería Comercial.
Un día estaba paseando por la calle Ferran en pleno Raval.
Quién conozca el barrio sabrá que cada tantos metros se te acerca alguien ofreciéndote algo. Y más si te ven pinta de extranjero.
—Coffee-shop —me dijo uno mientras pasaba de largo.
—Cannabis, crack, molly... —ennumeró otro susurrándome a mi lado.
—¿Quieres que te la chupe, cariño? —me insinuó una señorita amablemente.
—¿Paella?. ¿Sushi?. ¿Wanna eat something? —un recepcionista de restaurante se preocupaba por mi alimentación.
Yo no iba prestando atención porque ya me había acostumbrado a este paseo de las ofertas.
Pero un hombre con bombín me paró a la altura de Avinyó propiniéndome algo inesperado:
—¿Quieres la felicidad inmediata?.
Era un gancho tan fuerte que me quedé inmóvil.
—Pide un deseo.
No me dio tiempo a rechazar la propuesta cuando me entregó una llave oxidada de hierro con tres anillas en forma de trébol.
—Veintidós.
Y desapareció sin poder preguntarle nada.
Tenía que encontrar la puerta que abriese el enigma de esta llave.
Probé en el número 22 de la misma calle.
Milagrosamente, abrió.
Era un edificio muy antiguo.
Subí al segundo piso. Abrí la segunda puerta.
Todo encajaba.
Entré con miedo y expectación.
—¡Sorpresa!.
Todos mis seres queridos estaban dentro. Mis padres, hermanos, abuelos y amigos del otro lado del charco que no había visto en tanto tiempo.
Vinieron todos para celebrar mi 22º cumpleaños.
Gracias al misterioso comercial.
Merci pour la lecture!
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