Una mesa redonda y la luna llena tras la ventana iluminaba la habitación repleta de libros. Un hombre mayor levanto un platon de un extraño color metálico, mientras el resto de las personas en la habitación entonaban un cántico bastante desagradable para los oídos de cualquiera.
El frío lleno la habitación junto a una densa niebla. Ya para cuando los libreros comenzaron a moverse, Dara quien presenciaba la situación oculta junto a sus amigos trago saliva nerviosa, algo malo iba a ocurrir. Todos los escondidos en la habitación miraron con terror la figura que se formo; un chico vestido de negro y de aspecto amenazante.
— Creo que tenemos que salir de aquí.— dijo el chico al lado de Dara.
Dara fue por el pequeño Samuel que miraba con horror lo que su abuelo realizaba. Cuando logro tomarle del brazo los hombres rompieron el circulo, y ambos terminaron escondiéndose aun más.
Al otro lado de la estancia se encontraba Kanon mirando también con temor lo que ocurría. Al ver el nuevo movimiento de los ancianos, la niña termino escondiéndose tras la cortina más cercana.
—Ha sido una noche fructífera, un nuevo año, nueva protección. — dijo uno de los ancianos encapuchados.
—¿Les parece ir a beber una copa de vino?—pregunto otro.
—Claro nos lo merecemos.
Los chicos que se encontraban ocultos esperaron que los ancianos terminaran de salir de la habitación, para lograr a volver a respirar tranquilos. Dara fue la primera en mostrarse.
—¡Chicos rápido fuera!—grito.
No tuvieron que repetírselo, todos salieron de sus escondites para ir hasta la puerta, cruzarla y llegar al pasillo. Ahí se miraron y corrieron hasta el comedor, esa sería una noche que ninguno olvidaría.
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