Javo Valderrama Javier Valderrama

Un hombre está en crisis debido al despertar de su conciencia, en un mundo que no lo permite.


Science fiction Tout public.

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Magma

No puedo respirar bien. No creo que esto este diseñado para ayudarnos a respirar, quizás solo esté fabricado para aguantar, sudar toda el agua que nos racionan y recolectarla para reciclarla. Eso me hace sentido.

Me gustaría poder secarme el sudor de la frente pero el traje me lo impide, la verdad es que me sorprende como no me he muerto abrasado en llamas; corrección, magma. Mi supervisor debe estar pensando que soy un idiota, que no puedo hacer mi trabajo eficientemente, que no puedo aportar a la comunidad lo que todos aportan. Empecé a odiar ese slogan “Da todo por todos, incluso la vida”, desde ese momento todo se fue cuesta abajo, o cuesta arriba, como quieras mirarlo.

No estoy muy a gusto en esta situación, pero la verdad es que a nadie más que a mí le importa. El magma está a solo unos metros de distancia. ¿Si estoy asustado? No, para nada. Por supuesto que sí lo estoy. ¿Has estado a unos metros del magma? Una masa incandescente, mezclada, desordenada, confusa. Sin diferencia. Que absorbe todo a su paso y lo vuelve parte de sí. Más magma. ¿Cómo te sentirías tú?

Arriba mío está ese desagradable tipo, no recuerdo su número de identificación. No me he esforzado por hacerlo. No creo que le importe. Lo que sí importa es que me está observando, siento su mirada en mi nuca y quiere que recolecte la maldita información de temperatura para su maldito experimento. Cree que va a salvar al mundo, como si tuviera salvación.

No hay vuelta atrás, las cosas llegaron a un límite que no debieron llegar, pero aquí estamos. Se rumoran historias, antiguas, de gente documentada que habla de dos extremos, a primera vista opuestos pero con cosas en común que se negaban a ver. Llegaron nuevas generaciones y reconocieron esas similitudes. Se unieron. Nació un nuevo régimen. Al principio las cosas iban bien, eso dicen los Sinuso, los que ya no trabajan por estado físico o mental. Pero de la calma surgió la tormenta, una que nunca se fue.

Los demás creen que los Sinuso son unos idiotas, dicen que envidian nuestra capacidad laboral. No saben que nosotros algún día también seremos como ellos. Una vez, de camino a mi módulo de descanso me encontré con uno. Me agarró fuerte y me dijo que pronto sería reemplazado. En ese momento me reí. Hoy lo entiendo.

No debí denunciarlo. Recuerdo la expresión de su cara cuando se lo llevaron en el camión de reciclaje. Era terror, como si se fuera a morir. Claro que se iba a morir, antes de que yo tuviese este virus, esta forma de pensar que me trajo a este puto volcán creía que los engranajes renacían. Nos reciclaban en cuerpo, en células y átomos para crear un nuevo engranaje en la sociedad.

¿Cómo partió el virus? Exactamente con lo que estoy haciendo ahora. Hablando solo, imaginándome un interlocutor que no sabe de lo que hago. Así la vida suena más interesante. Todo es novedad. La verdad es que la cara de ese Sinuso detonó algo en mí, algo que hizo que comenzara a mirar más allá. A hacer preguntas.

Las preguntas fueron el primer síntoma. Los demás engranajes lo notaron y me trajeron acá. Creyeron que podría seguir funcionando pero la verdad es que soy un cáncer. Creo que hay otro engranaje que piensa como yo, nos entregamos las preguntas de uno a otro, así la enfermedad asegura su existencia. ¿Será realmente una enfermedad?

Ya casi estoy a unos pasos del incandescente magma. Siento el calor, siento el sudor recorriendo mi espalda y la insoportable necesidad de rascarme, pero una vez más no puedo hacerlo. Tengo las manos ocupadas con los instrumentos; realmente todos tenemos las manos ocupadas, por esa razón nos llamamos engranajes, ocupados para no pensar, no cuestionar. A pesar de que tengo una noción de las respuestas me pregunto ¿Cómo llegamos a esto?

El intercomunicador interrumpe mis preguntas, es el supervisor exigiendo que cumpla mi única tarea. Me insulta, me dice que soy un engranaje oxidado y que pronto seré un sinuso y me olvidarán. Mis ojos se posan en el magma y en el veo la cara de cientos de personas trabajando sin parar, buscando convertir todo en lo que ellos son porque no conocen otra forma de ver el mundo. ¿Y si me lanzo al magma? No quiero ser un engranaje olvidado, no quiero vivir en las calles luchando por sobras, por agua y refugio hasta que alguien me denuncie y me lleven a donde nos matan. Morir por mi propia voluntad no suena mal, al final la muerte me espera de todas formas.

Nuevamente resuena el intercomunicador, más insultos, más amenazas. El magma se vuelve más y más atractivo. Podría acabar todo aquí y ahora, entre el calor y la roca negra. Pero siento que hay algo que me frena a dar el paso final ¿Será el virus? Quizás ya no soy solo un engranaje, quizás ahora soy responsable de un simbionte que busca sobrevivir desesperadamente. Tal vez sea un engranaje inservible para esta maquinaria de la que soy parte, pero tal vez tenga otra función, la de extender las preguntas a quienes más pueda. Tal vez el virus haya estado antes que nosotros aquí, quizás solo lucha por encontrar su lugar, tal como yo.

Tomo las temperaturas que el supervisor me indica y comienzo mi viaje de regreso. Miro por última vez el magma y entiendo que la sociedad de la que somos parte todos no es tan diferente: Una masa incandescente, mezclada, desordenada, confusa. Sin diferencia. Que absorbe todo a su paso y lo vuelve parte de sí. Pero hay esperanza, las preguntas pueden hacer la diferencia.

22 Août 2018 02:20 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Javier Valderrama Estudie cine en chile, me desempeñé como guionista donde reafirmé mi pasión por escribir.

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Rodrigo Hernandez Rodrigo Hernandez
Muy reflexivo , este cuento te hace comparar la ficccion y la realidad
May 03, 2019, 23:49
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