Iri
Y ahí estaba yo, tras un arbusto viendo a la chica más hermosa que había visto jamás. ¿He dicho chica? No, no su belleza no es de este mundo ¡qué va! Es, es tan bella como un ángel. No, un arcángel. O mejor aún su belleza es digna de una diosa del olimpo, una ninfa sentiría envidia ante tanta hermosura. La forma en que su largo cabello rubio casi blanco rodea el contorno de su dulce y delicado rostro, la manera en que su piel blanca brilla bajo el sol viéndose tersa y suave. Cualquier pieza de cerámica por mas esplendorosa que sea, se vería ofuscada ante su piel. Sus grandes y pobladas cejas perfectamente depiladas enmarcaban a unos grandes y maravillosos ojos verdes ocultos bajo unas largas y rizadas pestañas. Te invitaban a mirarlos, tras una cubierta traviesa, casi con coquetería te retaban a desafiarlos. Su perfilada y perfecta nariz te hacía seguir el camino donde unos labios pronunciados y rosados yacían invitándote a besarlos, a saborearlos, a probarlos y zacearse con ellos. Pero eso no era todo, su belleza no paraba ahí. Su dentadura era perfecta y poseía la sonrisa más hermosa y brillante que haya visto, sus largas piernas se movían con gracia, elegancia, me arriesgaba a decir que era como un depredador moviéndose con sutileza para envolver a su presa. Sus manos se veían delicadas, frágiles, suaves, capaz de hacerte volar con una sola caricia.
Sin duda era la mujer más hermosa que yo haya visto y anhelado jamás. La observo cada día desde este arbusto, teniéndola tan cerca pero a la vez tan lejos. Queriendo tocarla pero sin poder hacerlo. A menudo fantaseo con hablarle y escuchar su melodiosa voz, digna de un canto de sirenas —atrayendo a hombres con solo oírla — en mis sueños podemos ser felices, pues besarla, tocarla y profesarle mi amor, en mis más grandes fantasías puedo acariciar su suave piel bajo la luz de la luna, mientras que le dedico poesía inspirada en su belleza. En el mundo paralelo que me gusta imaginar que yo soy alguien, en ese mundo yo soy su príncipe y ella mi damisela enamorada. En ese mundo ella es digna de mí y yo soy digno de ella.
Pero en este mundo, en la realidad eso era imposible. ¿Y quién era yo? Solo era un chico obsesionado con tal hermosura, un acosador, un psicópata ¡No me importante como me llamen! Siempre y cuando pueda ver a mi musa, mi diosa, mi más grande ilusión.
— ¿De nuevo acosando a esa chica Iri? —. La voz de Silver llego desde mi espalda, asustándome.
— ¡Joder Sil! —. Proteste dándome vuelta hacia ella —. Me has dado un susto de muerte.
—Susto de muerte es el que se va a dar esa niña fresa si se entera que tiene a un loco acosador —. Dijo rodando los ojos. Silver era mi fastidiosa mejor amiga desde que tengo memoria, somos vecinos y desde niños hemos sido amigos, es un poco amargada, fría, testaruda, ruda y rebelde pero en el fondo es tan blanda y dulce como el algodón de azúcar. Ella y Fer son los únicos verdaderos amigos cercanos que saben todo sobre mí, por lo tanto están enterados de mi pequeño amor platónico —. Y ni que decir en el rollo que te metes si eso pasa ¿Sabes qué te puede fundir en la cárcel por esto verdad?
—No va a enterarse de nada Sil —. Dije bufando. — ¿O tú vas a decírselo? —. La rete con la mirada.
—Tal vez debería hacerlo, tal vez debería delatarte para que pares de una jodida vez con esta locura Iri —. Espeto molesta. —Llevas un año y medio en esto Iri ¡Año y medio! No puedes seguir así, es enfermizo y te meterás en problemas si te descubren —. Entendía la molestia y preocupación de Silver y Fer y comprendía también que tenía que alejarme. Por más que mi corazón gritara que no, que siguiera observándola y amándola desde la lejanía; mi lógica y sentido común me decían que parará, esto no era correcto y en fondo yo sabía que tenía razón, también sabía que lo que sea que yo quisiera era imposible. Éramos de mundos opuestos y ella jamás fijaría su mirada en alguien tan insignificante como yo.
—Está bien —. Suspire y me revolví el cabello. — Tú ganas —. Mi molesta amiga me vio confundida. — Ya dejaré esto, no vendré más a este parque y no la observare jamás —. Sil hizo un gesto de victoria.
— ¡Hala! Por fin entras en razón Iri —. Me dio un abrazo. —Anda vamos, Fer nos espera en el auto, ya verás lo alegre que se pondrá cuando le diga lo que me acabas de decir a mí —. Di un suspiro triste y dándole una última mirada a la mujer de mis sueños me fui del parque abrazado a Silver.
Aunque para que negarlo, esa chica había logrado cautivarme, y a pesar de que probablemente no la vería de nuevo para mí seguiría siendo la mujer de mis sueños con la que fantasearía una vida entera.
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