REM
Rapid eye movement
Favièn levantó los ojos del testamento que estaba escribiendo para mirar el candelabro del techo, donde se consumían lúgubremente lo que quedaba de las velas. Suspiró y recorrió la estancia con la mirada. Estaba casi en penumbras, nostálgica y callada. Con mucha paciencia es que lograba escuchar el murmullo de su corazón.
Sintió un peso en la espalda, girándose con ese sentimiento de saber que alguien nos está observando.
Sin embargo, no había nadie.
—Ha de ser la falta de sueño. Solo es algo que yo he inventado, nadie más que yo cree en él—dijo observando receloso la tinta aún fresca sobre las últimas palabras que había escrito en el libro empastado.
Bostezó y se masajeó los ojos con una mano para poder ir a dormir a sus aposentos. Pero de pronto, escuchó una risa detrás suyo. Abrió los ojos con horror, dándose la vuelta lleno de pánico en busca de la procedencia de la risa.
Sin embargo, nuevamente, no había nadie.
—Tienes razón, Favién—se rieron de nuevo desde ningún punto en particular—. Nosotros creamos lo que creemos.
Favièn buscó la puerta con desesperación, pero ésta ya no existía. Solamente estaba él, dentro de su conciencia.
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