El día de la muerte de mi padre, un petirrojo cantó bajo mi ventana. Los truenos no ocultaron su canción, el llanto no fue capaz de opacar las notas equilibradas.
El día que mi padre se cayó de las escaleras, yo estaba dormido cuando el petirrojo cantó. Mi llanto nunca ocultó sus melodías, pero mi sonrisa acompañó la canción.
El día en que mi padre asesinó a mi madre, había bebido demasiado. El petirrojo empezó a cantar con el primer golpe, se calló cuando se llevaron los cuerpos.
Nunca volví a ver un petirrojo por esa calle. Mi abuela dice que es un clima demasiado frío.
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