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El evento post-apocalíptico

Mark abrió los ojos lentamente, sintiendo una extraña mezcla de desorientación y pesadez en su cuerpo. El techo blanco y la tenue luz del sol que entraba por la ventana le resultaban familiares pero ajenos al mismo tiempo. Se incorporó con dificultad, notando el goteo de un suero que colgaba junto a su cama. Había estado en coma durante tres años, aunque en ese momento no tenía idea del tiempo que había pasado.


Miró a su alrededor. La habitación de hospital estaba en un estado de abandono: el polvo cubría los muebles y había papeles esparcidos por el suelo. Intentó llamar a alguien, pero no recibió respuesta. Con un esfuerzo considerable, se quitó el suero y, tras unos minutos, logró ponerse de pie.


En un rincón, encontró su ropa, un conjunto sencillo pero familiar. Se vistió torpemente y salió de la habitación.Los pasillos del hospital estaban desiertos. Había puertas abiertas de par en par, algunas camas volcadas y equipos médicos abandonados. Todo estaba cubierto de una capa de polvo y suciedad que indicaba que nadie había estado allí en mucho tiempo.


Mark sintió un nudo en el estómago mientras caminaba por el hospital vacío, la sensación de que algo terrible había sucedido se hacía más fuerte con cada paso. El olor acre de descomposición se mezclaba con el del moho y el polvo.Mientras recorría los pasillos del hospital, Mark sintió la creciente sensación de ser observado.


Cada crujido de la madera y cada sombra en las esquinas aumentaban su ansiedad. Finalmente, empujó una puerta entreabierta, esperando encontrar a alguien, pero solo halló una sala de espera vacía y más silencio opresivo.Al llegar a la entrada principal, empujó las puertas de vidrio y salió al exterior. Lo que vio lo dejó sin aliento.


La ciudad que conocía estaba irreconocible. Edificios derruidos, autos abandonados y en su mayoría quemados, yacían a lo largo de las calles. La vegetación había comenzado a reclamar su lugar, con enredaderas y árboles creciendo entre las ruinas. Mark se tambaleó hacia adelante, tratando de entender lo que estaba viendo. No había señales de vida, ni personas, ni animales.


Todo estaba en un inquietante silencio. El cielo, teñido de un gris perpetuo, añadía una capa de opresión a la escena apocalíptica. Los recuerdos de su vida antes del accidente inundaron su mente: su familia, sus amigos, el trabajo que tanto le apasionaba.


Todo parecía perdido. Se dejó caer al suelo, abrumado por una ola de desesperación. El mundo que conocía, las personas que amaba, todo había desaparecido. Las lágrimas brotaron sin control mientras trataba de comprender la magnitud de su pérdida.Se detuvo frente a una tienda destruida y encontró un periódico viejo en el suelo.


La fecha era de dos años atrás, y el titular principal hablaba de una misteriosa enfermedad que se había propagado rápidamente por todo el mundo. Las noticias subsiguientes hablaban de cuarentenas fallidas, caos social y el colapso de los gobiernos. Al parecer, una pandemia devastadora había barrido la humanidad en cuestión de meses, dejando a muy pocos sobrevivientes.


El virus, conocido como "El Olvido", causaba una fiebre fulminante y una rápida degeneración mental antes de llevar a la muerte. Mark se sintió abrumado. ¿Cómo había podido ocurrir algo así en tan poco tiempo? Se preguntó si quedaba alguien más vivo. Con determinación, decidió que debía buscar respuestas y, con suerte, encontrar a otros sobrevivientes.Comenzó a caminar por las calles desoladas, su mente en un torbellino de preguntas y miedo.


En su recorrido, vio señales de luchas pasadas: barricadas improvisadas, señales de disparos y carteles de advertencia que ahora eran inútiles. En una esquina, encontró una radio portátil en una tienda de electrónica destruida. Pasó sus dedos temblorosos por la radio cubierta de polvo, sintiendo una chispa de esperanza. La encendió con dificultad, esperando escuchar una voz humana.


Mark encendió la radio con manos temblorosas, cada segundo de espera era una eternidad. La estática rugió, pero él giró los diales con esperanza renovada, buscando alguna señal de vida. Finalmente, se rindió, la estática implacable lo dejó sintiéndose más solo que nunca.Siguió su camino hasta que, al anochecer, encontró un edificio relativamente intacto que parecía haber sido usado como refugio. La puerta estaba asegurada desde dentro.


Golpeó suavemente, y para su sorpresa, escuchó un sonido desde el otro lado. Alguien abrió una pequeña ranura y unos ojos cautelosos lo observaron.—¿Quién eres? —preguntó una voz áspera.


—Mi nombre es Mark. Acabo de despertar de un coma. ¿Qué ha pasado aquí? —respondió con desesperación. La puerta se abrió lentamente y una figura delgada lo invitó a entrar. Dentro, un pequeño grupo de personas lo observaba con recelo pero también con un destello de esperanza.


Mark se dio cuenta de que no estaba solo. La humanidad había sido golpeada duramente, pero aún había quienes luchaban por sobrevivir.Mientras se sentaba junto al fuego, una mujer de mediana edad comenzó a hablarle. Se llamaba Elena y había perdido a su familia durante los primeros meses de la pandemia.


Le explicó cómo el virus había diezmado a la población y cómo ellos, un pequeño grupo de sobrevivientes, se habían refugiado allí, luchando cada día por encontrar comida y mantenerse a salvo. —Hemos escuchado rumores de una colonia de sobrevivientes al norte —dijo Elena—.


Es peligroso viajar, pero creemos que puede ser nuestra mejor oportunidad.Elena tenía una mirada endurecida por el dolor y la pérdida. Con el tiempo, Mark descubrió que había sido enfermera y había perdido a sus dos hijos en los primeros días de la pandemia. Su fortaleza se convirtió en un pilar para el grupo, pero sus ojos reflejaban un dolor constante.


Dentro del refugio, Mark observó a los demás sobrevivientes en silencio. Un hombre corpulento llamado David interrumpió con voz grave: —No podemos seguir esperando aquí. Cada día que pasa, nos arriesgamos más. Tenemos que movernos ya.


David, cuyos músculos y cicatrices contaban historias de innumerables enfrentamientos, revelaba tanto la urgencia de la situación como su liderazgo natural dentro del grupo.Mientras Mark continuaba observando, vio a una joven clasificar con cuidado latas de comida encontradas en un supermercado abandonado. La vida se había reducido a lo esencial: supervivencia día a día.


A lo lejos, se escuchaba el goteo constante de un tanque de agua improvisado, un recordatorio de la precariedad de su situación. Elena mencionó que el camino al norte estaba lleno de peligros: bandas de saqueadores, zonas contaminadas y animales salvajes. Cada decisión tendría que ser calculada al detalle. El camino al norte sería una prueba constante de su ingenio y fortaleza. Elena advirtió sobre las patrullas de saqueadores, que no dudaban en matar por recursos.


Mark sintió un escalofrío mientras imaginaba los peligros que les aguardaban.Mark supo en ese momento que su nueva misión sería ayudar a estos supervivientes y, con suerte, encontrar la colonia y descubrir si había una esperanza de recuperar el mundo que conocía. La lucha por la supervivencia apenas comenzaba, y él estaba decidido a enfrentarse a cualquier desafío que se presentara en su camino.Dentro del refugio, Mark observó a una joven que mezclaba hierbas en un mortero. — 'Las plantas nos han salvado más de una vez', — explicó Elena, 'sin medicinas, hemos tenido que redescubrir remedios naturales'.


Los días siguientes fueron un torbellino de actividad. Mark se integró rápidamente al grupo, ayudando en lo que podía mientras aprendía sobre su nueva realidad. La planificación del viaje al norte se volvió la prioridad, y cada miembro del grupo tenía un papel que desempeñar.


Elena, con su experiencia médica, comenzó a enseñarle a Mark y a otros cómo identificar plantas medicinales y tratar heridas básicas. Su conocimiento se volvió invaluable, y Mark admiraba su capacidad para mantenerse fuerte a pesar del dolor que claramente cargaba.


David lideraba las sesiones de entrenamiento, enseñando a los demás cómo defenderse y utilizar armas improvisadas. La dureza de su exterior se suavizaba a veces, revelando a un hombre que también había perdido mucho pero que encontraba propósito en proteger a los demás.


Una noche, mientras el grupo se reunía alrededor del fuego, Elena compartió más detalles sobre el refugio al norte. — "Se llama Nueva Esperanza," — dijo, su voz llena de anhelo. "Se dice que es una comunidad organizada, con recursos y seguridad. Han logrado establecer un sistema de comunicación rudimentario, pero necesitamos llegar allí para saber más."


Mark escuchaba con atención, sintiendo una chispa de esperanza encenderse en su interior. Era un riesgo, pero quedarse en el mismo lugar tampoco era seguro. Cada día traía nuevos peligros, y el grupo lo sabía.


Mientras se preparaban para el viaje, Mark comenzó a conocer mejor a sus compañeros. La joven que clasificaba las latas se llamaba Sara. Tenía apenas veinte años y había sobrevivido sola durante meses antes de encontrar al grupo. Su determinación y habilidades de supervivencia eran impresionantes, y Mark se sentía inspirado por su valentía.


Una mañana, mientras recogían suministros, Sara se acercó a Mark. — "Nunca te pregunté," — dijo con una sonrisa tímida, "¿cómo era el mundo antes de... todo esto?"


Mark suspiró, recordando los días pasados. — "Era complicado, pero hermoso en muchos sentidos. Había problemas, claro, pero también tantas cosas buenas. Familia, amigos, momentos simples que ahora parecen tan lejanos."


Sara asintió, su expresión reflejando tanto tristeza como curiosidad. — "Me gustaría haber conocido ese mundo."


El grupo partió al amanecer, cargados con provisiones y una determinación renovada. El camino al norte estaba lleno de incertidumbre, pero también de esperanza. Avanzaban con cautela, siempre alerta a los posibles peligros.


El primer día transcurrió sin incidentes, pero la tensión era palpable. Cada ruido inesperado, cada sombra en la distancia, mantenía al grupo en un estado de vigilancia constante. Mientras se adentraban más en lo desconocido, el paisaje cambiaba de ruinas urbanas a áreas más abiertas y naturales, aunque igualmente desoladas.


En la segunda noche, acamparon en lo que solía ser un parque. David y Mark tomaron la primera guardia, observando el horizonte mientras los demás dormían.


— "¿Crees que realmente encontraremos algo allí?" — preguntó Mark, rompiendo el silencio.


David se encogió de hombros. — "No lo sé, pero tenemos que intentarlo. No podemos seguir viviendo como ratas, escondiéndonos y esperando lo peor. Si hay una oportunidad, por pequeña que sea, debemos tomarla."


Mark asintió, entendiendo el peso de esas palabras. El viaje no era solo una búsqueda de seguridad, sino también de esperanza y propósito.


Al tercer día, el grupo se encontró con su primer gran obstáculo: un puente colapsado sobre un río ancho y turbulento. Cruzar sería peligroso, pero retroceder no era una opción. Decidieron construir una improvisada balsa con los materiales que encontraron a su alrededor.


Trabajaron juntos, combinando sus habilidades y fortalezas. Elena lideró la construcción, utilizando su conocimiento práctico para asegurar que la balsa fuera lo suficientemente fuerte. Mientras tanto, David y Sara vigilaban los alrededores, atentos a cualquier amenaza.


Cuando la balsa estuvo lista, comenzaron la peligrosa travesía. La corriente era fuerte y la balsa se balanceaba precariamente, pero lograron cruzar el río sin incidentes mayores. Sin embargo, la tensión del viaje comenzaba a pasar factura. La falta de sueño y la constante alerta estaban afectando al grupo.


Esa noche, acamparon en una pequeña cueva. Mientras el fuego crepitaba, Elena revisó las heridas menores que algunos habían sufrido durante el cruce. Mark observó cómo trabajaba, admirando su calma y competencia. — "Gracias por todo lo que haces," — le dijo, con sincera gratitud.


Elena sonrió ligeramente, aunque su mirada seguía siendo triste. — "Hago lo que puedo. Todos lo hacemos."


Las siguientes semanas fueron una mezcla de esperanza y desafíos. El grupo enfrentó diversos obstáculos: saqueadores, animales salvajes y las inclemencias del tiempo. Sin embargo, cada dificultad solo fortalecía su determinación.


Una tarde, mientras atravesaban un bosque denso, escucharon ruidos de pasos rápidos acercándose. David hizo una señal para que todos se ocultaran. Se agacharon detrás de los árboles y esperaron en silencio, con el corazón en la garganta.


Un grupo de saqueadores apareció, armados y peligrosos. Mark pudo ver el peligro en sus ojos, la desesperación de aquellos que habían perdido toda humanidad. Cuando los saqueadores pasaron de largo, el grupo dejó escapar un suspiro de alivio, pero sabían que la amenaza seguía allí.


Finalmente, después de semanas de viaje, llegaron a lo que parecía ser la entrada a Nueva Esperanza. Un muro alto rodeaba la comunidad, y desde dentro se escuchaban sonidos de actividad humana: voces, risas, incluso música. Era un contraste abrumador con el silencio opresivo del mundo exterior.


Un guardia los recibió con cautela. — "¿Quiénes sois y qué buscais aquí?"


David dio un paso adelante. — "Somos sobrevivientes. Buscamos refugio y un nuevo comienzo."


El guardia los examinó detenidamente antes de asentir. — "Bienvenidos a Nueva Esperanza. Pasen, pero sigan las reglas y respeten a todos."


Mientras entraban, Mark sintió una mezcla de alivio y nerviosismo. La colonia era un oasis de vida en medio de la desolación. Había jardines, talleres y viviendas improvisadas pero bien organizadas. La gente trabajaba junta, creando una sensación de comunidad y propósito.


Elena se acercó a Mark, sus ojos llenos de lágrimas de alivio. — "Lo logramos," susurró.


Mark asintió, sintiendo una oleada de esperanza. Aunque el camino había sido largo y difícil, sabían que aún quedaba mucho por hacer. Pero en Nueva Esperanza, habían encontrado una chispa de lo que el mundo solía ser: cooperación, comunidad y, sobre todo, esperanza.


La lucha por la supervivencia no había terminado, pero ahora tenían un lugar al que llamar hogar, y con eso, una razón para seguir adelante.


Mark y Elena fueron conducidos a una sala donde se encontraban los líderes de la colonia. Sentados alrededor de una mesa de madera gastada, los líderes los recibieron con miradas serias pero acogedoras.


—Bienvenidos a Nueva Esperanza —dijo el líder principal, un hombre de mediana edad con una mirada penetrante y voz firme. Estamos encantados de dar la bienvenida a nuevos miembros a nuestra comunidad.


Mark y Elena asintieron con gratitud.


—Gracias por recibirnos —respondió Elena con cortesía—. Estamos agradecidos de haber encontrado refugio aquí.


El líder asintió con aprobación antes de continuar.


—Antes de unirse por completo a nuestra colonia, nos gustaría hablar sobre los deberes y responsabilidades que cada uno tendrá aquí. Nueva Esperanza se basa en el trabajo en equipo y la colaboración, y esperamos que todos nuestros miembros contribuyan de manera significativa.


Mark y Elena escucharon atentamente mientras los líderes explicaban los diferentes roles dentro de la colonia. Por ejemplo, mencionaron que Mark, con su experiencia en ingeniería, sería valioso para reparar y mantener las estructuras de la colonia, mientras que Elena, como enfermera, ayudaría en el centro médico de la comunidad, tratando a los enfermos y enseñando primeros auxilios a otros residentes.


—Además de sus deberes asignados, también esperamos que todos nuestros miembros sigan las reglas de la colonia y respeten a los demás habitantes —añadió otro de los líderes, una mujer de cabello gris y expresión amable, cuyo tono transmitía calidez y autoridad. La seguridad y el bienestar de todos son nuestra prioridad.


Mark y Elena asintieron solemnemente, comprometiéndose a cumplir con las expectativas de la colonia.


—¿Y qué hay de los peligros fuera de los muros de la colonia? —preguntó Mark, con una mirada de preocupación en su rostro. ¿Qué tipo de amenazas enfrentamos?


Los líderes intercambiaron miradas antes de responder.


—Desafortunadamente, hay muchas amenazas fuera de los muros de la colonia. Por ejemplo, hace unos meses, un grupo de saqueadores atacó uno de nuestros asentamientos cercanos y robó suministros vitales. También hay áreas contaminadas donde el aire es tóxico y la fauna es peligrosa —explicó el líder principal con solemnidad. En estas áreas, incluso el agua puede estar contaminada, por lo que es importante tener suministros seguros durante los viajes.


Mark y Elena asintieron con comprensión, conscientes de los peligros adicionales que enfrentaban.


—Además de los saqueadores y las áreas contaminadas, también debemos estar alerta ante las inclemencias del tiempo —intervino otro de los líderes, un hombre de cabello canoso y expresión determinada, cuya voz resonaba con autoridad y experiencia. Las tormentas pueden aparecer sin previo aviso y causar estragos en nuestras defensas.


—Y no podemos olvidar las bestias salvajes que deambulan por el paisaje desolado —añadió la líder con cabello gris. Algunas han sido mutadas por la radiación o han escapado de zoológicos abandonados. Son peligrosas y deben ser evitadas a toda costa.


Mark y Elena asintieron, impresionados por la diversidad y la gravedad de las amenazas externas.


—Entendemos —respondió Elena con determinación. Estaremos preparados para enfrentar cualquier desafío que se nos presente fuera de los muros de la colonia.


Los líderes asintieron con aprobación, mostrando su confianza en los nuevos miembros.


—Bien dicho. Estamos seguros de que ustedes dos serán valiosos activos para nuestra comunidad. Bienvenidos a Nueva Esperanza —concluyó el líder principal, extendiendo la mano en un gesto de camaradería.


Mark y Elena estrecharon las manos con los líderes, sintiéndose parte de algo más grande que ellos mismos. Con un nuevo sentido de propósito y determinación, se prepararon para enfrentar los desafíos que les esperaban en su nuevo hogar.


Elena estaba ordenando algunos suministros en el centro médico cuando Laura, una enfermera veterana, se le acercó con una sonrisa amable.


—Hola, soy Laura. ¿Eres nueva aquí? —preguntó Laura con interés mientras extendía la mano hacia Elena.


—Sí, acabo de llegar hace unos días. Soy Elena, una enfermera. —respondió Elena con una sonrisa, estrechando la mano de Laura. Estoy aquí para ayudar en el centro médico y contribuir en lo que pueda.


Laura asintió con aprobación antes de continuar.


—Bienvenida, Elena. Estoy segura de que serás de gran ayuda aquí. ¿Has tenido la oportunidad de conocer la historia de nuestra comunidad? —preguntó Laura con curiosidad.


Elena negó con la cabeza.


—No, todavía no he tenido la oportunidad. Me encantaría escuchar más sobre ello. —respondió Elena con genuino interés.


Laura la invitó a sentarse en un par de sillas cercanas antes de comenzar a contar la historia de Nueva Esperanza con más detalle.


—Nueva Esperanza fue fundada hace unos tres años por un grupo valiente de sobrevivientes que lograron escapar de las ciudades devastadas por la pandemia conocida como "El Olvido". Al principio, enfrentaron una lucha desesperada por la supervivencia, lidiando con saqueadores, escasez de alimentos y enfermedades. Pero, a pesar de todo, lograron establecer esta comunidad. —explicó Laura, con un brillo de orgullo en sus ojos mientras recordaba los desafíos superados.


—Desde entonces, hemos trabajado juntos para fortalecer y expandir nuestra comunidad. Cada uno de nosotros tiene un papel vital que desempeñar, ya sea en la seguridad, la agricultura, la medicina o cualquier otra área necesaria para nuestra supervivencia. Hemos superado numerosos obstáculos en el camino, pero siempre hemos encontrado la fuerza para seguir adelante. —continuó Laura, transmitiendo la determinación y la resiliencia de la comunidad.


Elena escuchaba con atención, absorbida por la historia de lucha y esperanza.


—Es increíble lo que han logrado aquí. Estoy emocionada de ser parte de esta comunidad y ayudar en todo lo que pueda. —dijo Elena con sincera admiración.


—Nos alegra tenerte con nosotros, Elena. Juntos, podemos seguir construyendo un futuro mejor aquí en Nueva Esperanza. —respondió Laura con una sonrisa cálida.


Elena se levantó de la silla, llena de determinación y gratitud por haber encontrado un nuevo hogar en Nueva Esperanza.


Entre tanto, Mark se dirige a mantenimiento para colaborar en su nueva labor.


Mark: — Hola, Jake. ¿Cómo va todo hoy? Jake: — ¡Hola, Mark! Todo tranquilo por aquí, aunque nunca sabes qué esperar. El otro día, tuvimos una fuga en el techo del centro comunitario. Fue un lío, pero logramos solucionarlo a tiempo.


Mark: — ¡Vaya, suena complicado! Debe ser un desafío mantener todas estas instalaciones en buen estado. Jake: — Sí, lo es. Pero también es gratificante. Saber que estamos contribuyendo al bienestar de la comunidad hace que valga la pena. ¿Y tú? ¿Cómo te sientes acerca de unirte al equipo de mantenimiento?


Mark: — Estoy emocionado de poder ayudar de alguna manera. Aunque debo admitir que todavía estoy aprendiendo. Mi experiencia en ingeniería debería ser útil, pero todavía tengo mucho que aprender sobre cómo funcionan las cosas aquí.


Jake: — No te preocupes, te ayudaré en todo lo que pueda. Estoy seguro de que tus habilidades serán un gran activo para el equipo. Hay mucho que hacer aquí, desde reparaciones básicas hasta proyectos más grandes de mejora de infraestructura.


Mark: — Genial, estoy listo para poner manos a la obra. ¿Hay algo en particular en lo que debería enfocarme primero? Jake: ,— Bueno, hay algunas áreas que podrían necesitar tu atención. Por ejemplo, el sistema de drenaje en el jardín comunitario necesita ser revisado. También podríamos utilizar tu experiencia para optimizar la distribución eléctrica en los edificios principales.


Mark: — Entendido. Empezaré por echarle un vistazo al sistema de drenaje y luego revisaré la distribución eléctrica. Si necesito ayuda o tengo alguna pregunta, ¿puedo acudir a ti? Jake: — Por supuesto, cuenta conmigo. Estoy aquí para ayudarte en lo que necesites. Trabajaremos juntos para mantener este lugar en óptimas condiciones.

Mark: — ¡Perfecto! Estoy listo para empezar.

18 Mai 2024 10:50 1 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Michael (Alberto Manuel) Avalia (Alfonso Carné) Antropólogo cultural de origen canario pero residente en Ateca, Zaragoza y escritor.

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Kiara S.C Kiara S.C
Santo cielo... Esta increible
August 29, 2024, 15:22

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