marinarmartin_escritora Marina R Martin

Jayden vive la vida que siempre soñó. Tras años de esfuerzo y dedicación por fin pudo encontrar el trabajo de sus sueños en una ciudad maravillosa. Estaba rodeada de un grupo de amigos increíble y una futura esposa maravillosa. La única pega es que su familia se tuvo que quedar en otro país. Pero un cúmulo de situaciones le hará volver y descubrir qué se oculta tras la puerta principal…


Criminalité Déconseillé aux moins de 13 ans.
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La puerta hacia la verdad

Otro nuevo amanecer. Cómo le gustaba sentarse en su pequeña terraza llena de plantas y disfrutar de su café mañanero mientras veía cómo el Sol despertaba la ciudad. No lleva mucho tiempo viviendo allí, solo un puñado de meses, pero sentía que había encontrado su lugar en el mundo.

Solo él y sus padres sabían cuánto le había costado llegar a donde estaba. Años de sacrificios económicos, de comer solo un simple bol de arroz blanco, para poder financiar sus estudios; pero todo mereció la pena. Encontró el puesto de sus sueños en un lugar en el que jamás imaginó vivir. La única pega es que se vio obligado a mudarse lejos de su familia. Por eso, y aunque le insistieron en que no era necesario, mandaba parte de su sueldo a sus ya mayores progenitores, en un intento, siempre insuficiente, de agradecerles todo lo que habían hecho por él.

A veces extrañaba su antigua vida, el jugar al ajedrez los domingos por la mañana con su padre mientras toda la casa olía a tarta de manzana recién horneada.

Pero aquí tenía un nivel de vida infinitamente mejor. No tenía que preocuparse por el dinero, formó un grupo de buenos amigos leales y conoció a su futura mujer, Ayna, a la que amaba y daba gracias al Universo todos los días por haber encontrado.

Bueno, ella no sabía que era su futura mujer. Estaba esperando un paquete muy especial que su madre le había enviado: el anillo reliquia de la familia. Era una joya de oro blanco con incrustaciones de piedras preciosas y una inscripción en su interior. Ya tenía planeado cada detalle de la pedida de mano.

Le vino a la mente el día en el que pudo recuperarlo de aquella casa de empeños cochambrosa a la que sus padres se vieron obligados a acudir para financiar sus dos últimos años de carrera. Jamás olvidará la cara que puso su madre y cómo se le humedecieron los ojos al verlo.

Tocaba ponerse en marcha e ir a la oficina, pues una montaña de papeleo y varias reuniones le esperaban.

El día transcurrió con normalidad y cuando, por fin, se sentó en su taburete en el bar de la esquina, se quitó la corbata y pidió una cerveza.

Había quedado con los chicos para tomar algo y despejarse, pero para variar, llegaban tarde, así que decidió llamar a sus padres mientras los esperaba. Llevaban un par de días sin charlar, y quiso ponerle remedio.

Nadie contestó ni a móviles ni al teléfono fijo.

—Bueno, quizá han salido y se han olvidado el móvil, no sería la primera vez.

No le dio más importancia y pudo disfrutar de sus amigos el resto de la tarde.

Cuando llegó a casa, Ayna le había preparado una cena romántica con velas.

—Eso que huelo es tarta de manzana? —rió sorprendido.

—Tendrás que esperar al postre para descubrirlo.

—Suena bien —susurró mientras besaba con dulzura a su chica.

La velada fue muy agradable y una sesión de sexo desenfrenado puso la guinda al pastel.

Mientras Ayna dormía abrazada a él, este contemplaba el cielo a través de la ventana, y suspirando, cayó en la cuenta de lo afortunado que era, y de que su vida era casi perfecta. No podía pedirle nada más al Universo.

Su semana transcurrió sin muchos incidentes, con las prisas habituales y el montón de trabajo usual. Lo único que empezaba a rondarle la mente, era la preocupación de no haber conseguido contactar con sus padres. Era muy extraño, aunque debido al trabajo no tuvo demasiado tiempo para pensar.

—Tío, por fin es viernes—suspiró mientras se dejaba caer en el taburete de siempre.

—Y que lo digas, vaya mierda de semana, colega.

—¿Mucho curro?—Se interesó Jayden.

—Nada que ver con el tuyo, pero sí, y prefiero no recordarlo, la verdad—rió entre dientes mientras pedía dos botellines.

Tom era su mejor amigo. Fue la primera persona a la que conoció al llegar allí. Además, estaban justo en ese bar y en esa barra. Desde entonces se volvieron inseparables, tanto, que fue quién le presentó a Ayna

—Mañana llega mi madre, por cierto—comentó despreocupado antes de llevarse la cerveza a la boca.

—¿Hanna? Tengo que pasarme a saludarla, hace mucho que no la veo.

—Le encantará verte, eres el hijo perfecto que nunca tuvo.

Se miraron un segundo y ambos estallaron en risas. Siempre hacía ese tipo de chistes, pues decía que Jayden era demasiado educado y familiar si se comparaban.

El resto del fin de semana fue divertido: una agradable comida con Tom y Hannah, un par de paseos por el muelle con Ayna y su helado favorito de la heladería de la calle Maison’s.

Pero algo en su pecho le decía que algo no iba bien. Ya sumaban seis días sin haber podido hablar con sus padres. Perdió la cuenta de las veces que lo intentó, obteniendo siempre la misma respuesta del contestador automático que saltaba al sexto tono.

Pasó dando vueltas por su apartamento toda la madrugada del domingo. Era incapaz de acallar lo que su corazón le gritaba. Intentaba pensar fríamente, pero su sentido común le decía una y otra vez que lo que sucedía no era normal. Jamás había pasado tanto tiempo sin saber nada de su familia.

—¿Cariño? —La voz somnolienta de Ayna le sobresaltó.

—Aquí fuera —susurró desde el balcón—, perdona amor, no podía dormir.

—¿Aún le sigues dando vueltas a lo de tus padres? Cariño, seguro que están bien —dijo tratando de reconfortarle mientas acariciaba su ancha espalda.

—Si es así, ¿por qué no han respondido a mis llamadas y mensajes? Ayna —tragó saliva—, desde el lunes no sé nada de ellos. Mañana hará una semana.

—¿Por qué no organizamos un viaje express? Tienes días de vacaciones, seguro que si hablas con tu jefe, lo entenderá.

—¿Jhon? ¿Entender a los empleados? Eso si que es un chiste. De hecho —hizo una pausa entrando al salón y encendiendo su ordenador—, no voy a darle la opción de negarse.

—¿Qué vas a hacer?

—Mandarle un mail diciéndole que tengo una emergencia familiar y que no puedo eludirlo.

—Pe-pero…—susurró mientras se sentaba a su lado en el sofá— ¿Eso no te traerá problemas?

—Probablemente, pero, siendo sinceros, en el caso de que me echasen, podría encontrar un puesto mejor en menos de una semana. Tengo una buena formación y experiencia de sobra.

—Ya, cariño—Se removió incómoda—, pero ¿no crees que arriesgarlo todo por una sospecha infundada, es un poco precipitado?

—Ayna —La miró seriamente—, son mis padres, y puede que estén en peligro. No tienen a nadie más que a mí. Y yo no tengo a nadie más que a ellos.

—Oh, ¿en serio?—gritó indignada—¿Puedes decirme qué soy yo entonces?

—Amor, te quiero y sabes que quiero pasar el resto de mi vida contigo, pero mis padres siempre han estado ahí para mi, han sacrificado más de lo que crees y no puedo actuar como si no pasase nada.

—¿Acaso sería así siempre? Si formásemos una familia, ¿seguirías poniendo a tus padres por delante de nosotros?

Jayden la miró unos segundos, para después levantarse tranquilamente, para acabar delante de ella. Pudo ver como sus ojos estaban a punto de derramar un puñado de lágrimas amargas. Agarró su cara entre sus manos y besó sus labios suavemente.

—Cariño, entiendo que estés frustrada ahora mismo, pero compréndeme. Esta situación está acabando con mi paciencia. De verdad necesito ir a ver qué está pasando. Solo estaré fuera un par de días. Llegaré, veré que están perfectamente, y me volveré. Después de eso iremos de vacaciones juntos y empezaremos a vivir esa vida que deseamos, ¿de acuerdo?

Ella solo asintió, para después abrazarse a él. Eran momentos difíciles que ninguno de los dos supo cómo enfrentar.

En pocos segundos ya tenía los billetes comprados. Salía a media mañana, y si sus cálculos no fallaban, a la hora de cenar estaría en casa, sorprendiendo a sus padres y compartiendo una deliciosa comida casera.

—Hablamos en seis horas, ¿vale amor?

Tras grabar y enviar el audio a Ayna, puso su teléfono en modo avión. Lógicamente, Jhon había intentado ponerse en contacto con él en múltiples ocasiones esa mañana, pero no quiso contestar. Ya se encargaría de eso cuando volviese.

Estaba bastante intranquilo, no pudo leer ni una sola de las hojas del libro que había elegido de la estantería del despacho de su novia. Llevaba tiempo insistiéndole para que lo leyese, aunque nunca encontraba el momento. Un vuelo así de largo podría ser la oportunidad perfecta, pero su cabeza no le dejaba concentrarse.

La música tampoco le ayudó. Ni siquiera su canción favorita. No sabía cuántas veces la pudo haber escuchado, y siempre lo animaba, pero en esta ocasión tenía muy mal presentimiento y presión en el pecho.

Respiró hondo. Tenía que calmarse, pues por mucho que se pusiera nervioso, el avión no iba a recorrer más distancia en menos tiempo.

Cuando recogió su maleta no tardó ni dos minutos en salir de la terminal.

—Oh, genial, está lloviendo.

Era el clima habitual, pero aquello no hacía más que ponerle de punta los pelos de la nuca. Todo parecía indicarle que algo malo estaba pasando.

Un viento frío le golpeó la cara, sacándole de sus pensamientos.

Paró un taxi y le dio la dirección a la que quería que lo llevase. Desde el aeropuerto hasta su casa no se demoraría más de treinta minutos, pero el tiempo parecía no pasar.

Su corazón latía desbocado conforme iba reconociendo las calles por las que pasaba. Era cuestión de pocos minutos encontrarse cara a cara con la realidad y no estaba seguro de llegar preparado. ¿Y si no estaban? ¿Y si todo esto era un error y estaba exagerando? Suspiró vaciando de aire sus pulmones. Inspiró y expiró, un par de veces.

—¿Viene de vacaciones, caballero? —preguntó de buen ánimo el taxista.

—No, solo vengo a comprobar que mis padres estén bien.

—Que buen hijo —sonrió con dulzura—. Ojalá el mío se preocupase un poco por mi y por mi mujer, que puede tirarse semanas sin mandar siquiera un mensaje.

—Vaya, siento oír eso. Para mi, mis padres son lo más importante y llevo una semana sin poder contactar con ellos de ninguna forma. No sé la de veces que los he llamado, la de mensajes que les he enviado… Y nada.

—Bueno, muchacho, seguro que están bien —Trató de animarlo—. Hoy en día las tecnologías fallan. Igual por algún motivo se les ha ido la luz y no pueden cargar los móviles o simplemente se los han robado.

—¿Robado? —Pestañeó sorprendido ante esa nueva posibilidad que había descubierto—. Pues no se me había ocurrido, la verdad.

—La ciudad está un poco revuelta últimamente, así que no me extrañaría que les hubiese sucedido eso.

—¿Qué ha pasado para que las cosas estén tan mal? —Se interesó.

—Ya sabes, hijo—suspiró—, el nuevo alcalde quiere recortar derechos y privatizar aún más servicios y la gente está saliendo a la calle a protestar. Cómo siempre hay gente pacífica, pero también se aprovechan de las multitudes los cuatro sinvergüenzas de turno. Está el ambiente muy caldeado, de hecho, te aconsejaría no bajar al centro de noche.

—Vaya, si que ha cambiado la cosa desde que no vivo aquí. Pero muchas gracias por el consejo y por informarme.

Jayden sabía que aquel hombre de mediana edad tenía la mejor de las intenciones cuando le contó aquello, pero no hizo más que aumentar la preocupación del muchacho. Ahora sí que tenía que convencer a sus padres para mudarse a la que era su nueva ciudad. Sabía que les encantaría, y además, por fin los tendría cerca y sus vidas mejorarían infinitamente.

En un par de minutos ya estaba despidiéndose del amable taxista y saliendo del coche. Al fin estaba frente al porche de casa, en el que tantas veces jugó inventándose aventuras. En el que en tantas ocasiones perseguía a los malhechores con su gorra de policía y su pistola de plástico.

Cuando se acercó para llamar al timbre, pues como de costumbre, había olvidado sus llaves, encontró la puerta entornada.

El corazón le dio un vuelco. ¿Qué hacía abierta? En un micro segundo su cabeza enumeró una lista interminable de desgracias que pudieron haber pasado.

Su garganta se secó y su respiración se entrecortó. ¿Qué estaba pasando?

Suspiró y empujó la puerta, deseando ver la luz de la cocina al fondo del pasillo, y escuchar las voces de sus padres mientras hablaban de cualquier cosa.

Nada de lo que se había imaginado le preparó para lo que vio. Nunca, ni en la peor de sus pesadillas encontró un escenario de semejante horror.

Alargó la mano para encender la luz de la entrada, y lo que le reveló lo dejó en shock. Se tapó la boca ahogando un grito.

En el suelo había sangre. Mucha. Y además se notaba que habían arrastrado un cuerpo, ya que las marcas hacían una especie de camino, manchando el suelo con aquella sustancia.

—¿Ma-mamá? ¿Papá?—exclamó con la respiración aún entrecortada.

Nadie contestó, así que se decidió a entrar. Primero encendió la luz de la salida que quedaba a la derecha, donde solía jugar los domingos con su padre al ajedrez.

Encima de la mesa estaba el tablero preparado, e incluso había una jugada que acababa en jaque mate. En la silla de su padre se encontró una caja de madera, y a pesar de estar acojonado, se acercó para abrirla.

Gritó al ver el contenido. No podía ser real lo que sus ojos le mostraban. Tuvo que apartarse porque una arcada enorme le golpeó y amenazaba con salir de su cuerpo.

El brazo de su padre yacía al fondo del recipiente, junto con una nota que agarró tras unos segundos con las manos temblorosas, la respiración irregular y los ojos llorosos.

“A veces, hay que saber esperar la buena jugada. Yo que tú, subiría a la terraza de la habitación de tus padres, seguro que te gusta continuar con el juego.”

—¡Pero qué cojones!—gritó exasperado y asustado.

¿Quién había sido capaz de hacerle esto a su padre? ¿Y su madre, habría corrido la misma suerte?

—¡Papá!—Desesperado mientras subía las escaleras a toda prisa.

El suelo de toda la casa estaba manchado de sangre, además de las paredes y la barandilla. No sabía qué es lo que había sucedido, pero sin duda, el que lo hizo, debía de odiarle muchísimo para haber armado aquella macabra escena.

Al entrar en el dormitorio, encima de la cama vio una gran mancha de sangre, y varios órganos esparcidos por ella. Casi se cae al suelo de la impresión. Las ganas de vomitar se habían vuelto más fuertes a cada paso que daba.

Vio otra caja en el suelo manchado de la terraza y su corazón se desbocó un poco más.

Al abrirla no pudo evitar el vómito y tardó varios segundos en recomponerse un mínimo para contemplar la “sorpresa”.

Junto a otra nota, un corazón inerte era el único contenido de aquella caja.

No quiso mirar mucho la escena, así que rápidamente cogió la nota y procedió a leerla.

”Tu padre te amó por encima de todas las cosas. En una ocasión te dijo que ojalá pudiese darte su corazón para que entendieras lo que te quería y lo que significabas para él. Bien. Aquí lo tienes. De nada.

PD: seguro que tienes muchos recuerdos en la casita del árbol, yo me acercaría a echar un vistazo.”

Su mente no era capaz de procesar todo lo que estaba sintiendo: miedo, asco, sorpresa, horror, negación, una profunda tristeza y la sensación de no entender nada de lo que estaba pasando.

Era imposible que alguien tuviese algo en contra de sus padres. Siempre habían sido buenas personas que ayudaban en la comunidad. Mucha gente los quería. ¿Cómo era posible cometer tal atrocidad?

Perdió la cuenta de cuánto tiempo pasó allí, llorando, de rodillas delante de aquella pequeña caja.

No podía soportar el imaginar lo que habían sufrido sus padres a manos de aquel psicópata. Pero al pensar en el autor de aquello, algo hizo clic en su mente: debía de ser una persona conocida. Sabía detalles muy concretos de su relación con su padre. No era posible que fuesen hechos al azar. La jugada en el tablero de ajedrez, poner la caja en la silla que siempre usaba su padre, ahora la nota que aún tenía en sus manos diciendo las palabras que le dijo cuando se graduó… Era todo muy extraño.

Nada parecía fuera de su lugar, ni al parecer faltaba ningún objeto, pues las televisiones estaban en su sitio, la tablet de su progenitor estaba encima de la mesilla de noche y el libro electrónico de su madre se encontraba encima de la otra, junto a su lado de la cama. El robo no fue el motivo por el que esa persona irrumpió en su hogar.

Bajó las escaleras sin ánimo, tratando de asimilar que ya nunca vería a sus padres de nuevo, que se habían marchado de este mundo entre el peor de los sufrimientos.

En pocos pasos se encontraba en el jardín, justo delante de la casita de madera que su padre le construyó cuando él tenía a penas seis años.

Se quedó allí, inmóvil, empapándose bajo la lluvia. No quería continuar con este juego macabro. Solo deseaba despertar de aquel mal sueño.

Suspiró y subió las pocas escaleras para encontrarse en el interior de la pequeña construcción. Y en el medio de la estancia, volvió a encontrar una caja, esta vez más grande que las anteriores.

Su pulso temblaba y su garganta parecía hecha de piedra. Le costaba respirar porque sabía que lo que encontraría al quitar aquella tapa no iba a gustarle.

Una vez más, lo que sus ojos le mostraban lo dejó totalmente fuera de juego. El corazón pareció pararse en su pecho por un instante, mientras que su estómago dio un vuelco y de nuevo las nauseas le golpearon.

—N-no, por favor…—sollozó entre lágrimas— Papá…

En su fuero interno sabía que su padre estaba muerto. Era imposible que no lo estuviese después de haberle arrancado el corazón del pecho, pero aquello era demasiado. Su cabeza decapitada, y sin ojos, descansaba apoyada en una de las paredes de la caja. En la tapa de la misma, con un celo, había una última nota.

Tragó saliva, se limpió las lágrimas y la leyó.

”Bien, campeón, así se hace. En esta vida hay que tener principios y pensar con la cabeza en muchas ocasiones, más que con el corazón. Habrá ocasiones que te señalen direcciones totalmente opuestas, y será ahí cuando debas analizar bien la situación y elegir a quién escuchar.

PD: la tarta de manzana de tu madre estaba exquisita. Siento no haberte dejado ningún trozo, pero el horno hay que limpiarlo, así que anímate.”

Tuvo que hacer varias pausas para leer aquellas palabras. De nuevo era un consejo que le dio su ya difunto padre, tiempo atrás, cuando le ofrecieron su actual puesto de trabajo, y debía elegir entre quedarse aquí con ellos o seguir su vida y perseguir sus sueños.

Cerró la caja con rabia y pena. No podía soportar ver aquello ni un segundo más. No sabía qué había podido hacer para desatar la ira del malnacido que mató a su padre, pero era demasiado. Nadie se merecía acabar sus días de aquella forma.

Rezó una oración por el alma de su padre antes de abandonar la habitación. No era especialmente religioso, pero sus padres si lo eran. O fueron, mejor dicho.

Su miedo se había vuelto realidad, y aumentada por mil. Jamás pensó que existiera gente tan mala, capaz de cometer tales atrocidades sin ningún motivo aparente.

Volvió dentro, calado hasta los huesos, cuando un pitido se escuchó en la cocina. Agarró un paraguas que había justo al lado de la puerta trasera, donde se encontraba, y sin dudarlo se dirigió a la otra estancia. Encendió la luz y la escena era aún peor que las demás.

El cuerpo de su madre yacía mutilado encima de la mesa de madera donde tantas veces habían compartido momentos y comidas deliciosas.

Estaba desnuda, con el pecho y abdomen abierto, dejando al descubierto sus órganos ensangrentados.

De la impresión que le produjo verlo, casi perdió el conocimiento. El paraguas se le resbaló de entre las manos y tuvo que apoyarse en el marco de la puerta para no caerse.

Tras unos momentos, pudo recobrar mínimamente la compostura, ya casi destruída por completo. Pasó sus ojos por la habitación, que estaba manchada de sangre por todas partes. Al mirar la encimera, descubrió el origen del sonido que escuchó. Un pequeño reloj de cocina que su madre usaba para cronometrar los doce minutos exactos que tardaba en cocinarse su famosa tarta de manzana.

Pero aquello era extraño. No era uno digital que podías programar, era bastante antiguo, así que solo podías accionarlo girando sus partes en sentido contrario. Conociendo el nivel de detalles familiares que tenía toda la escena en general, estaba seguro de que el tiempo que debía contar, sería sin duda, el mismo que el de la receta de aquel postre.

Lo cual quería decir que quién hubiese hecho eso, se encontraba allí mismo cuando lo accionó. Justo cuando él estaba descubriendo la terrorífica sorpresa que ese desequilibrado le había preparado.

—El horno…

De pronto ese aparato apareció en su cabeza. El desalmado que había hecho eso, escribió en su nota que estaba sucio y que se animase a limpiarlo.

Rápidamente se dirigió hacia la ubicación del electrodoméstico, y lo que encontró al abrirlo le rompió el corazón más aún, si es que era posible.

No pudo contener la arcada y tuvo que correr hacia el fregadero para vaciarse.

De nuevo, una cabeza sin ojos y, esta vez, con una manzana metida en la boca, le sorprendía dejándole en total estado de shock.

En ese momento sintió como un agujero negro le engullía y le dejaba flotando en la más absolutas de las miserias. Lo había perdido todo, y aún no sabía por qué.

Todo aquello era surrealista, más propio de una novela negra o de terror que de un suceso real.

Era imposible que aquello sucediese fuera de las páginas de un libro.

No podía parar de llorar. Los recuerdos vividos en aquella casa se le agolpaban en la garganta, y dejó escapar toda su desesperación.

Lloró, berreó, gritó y se desgarró durante un buen rato. No paraba de ver cómo sus padres sufrían por un juego absurdo y sangriento.

No recuerda mucho de lo que pasó después. Se quedó allí, sentado en el suelo, cuando de pronto, unas voces difuminadas le hablaban.

Nada quedaba ya de su vida, ni de su familia. No era capaz de procesar que todo había dejado de existir.

Gente que no conocía lo ayudaron a salir de la vivienda y lo metieron en una ambulancia, mientras que le hacían unos primeros exámenes para comprobar su estado. Un par de policías se acercaron a él para contrastar información y hacerle unas preguntas, pero no podía ni hablar.

En su mente rememoraba una y otra vez cada uno de los descubrimientos terroríficos que había hecho. Repasaba cada nota, una por una, tratando de descifrar algo más. Una pista que pudiese indicarle quién había hecho eso, pero ni siquiera reconocía la letra.

No podía comprender cómo alguien podía hacer algo así de macabro.

En medio de aquella vorágine de pensamientos, su teléfono sonó en su bolsillo. De forma instintiva miró la pantalla y se quedó helado.

”Espero que te lo hayas pasado bien con el juego que te preparé. Me costó bastante arrancar las cabezas de los cuerpos, pero la vieja sierra de tu padre me ayudó bastante. Fue divertido, la verdad. Como trofeo y recuerdo, me he llevando sus ojos, son un buen recuerdo de lo sucedido. Me ha encantado ver cómo corrías desesperado de un lugar a otro de la casa. Mírate el estómago, que vomitas con mucha facilidad.

Los gritos de dolor y desesperación mientras eran torturados siempre me acompañaran en mis momentos de tranquilidad. Ojalá pudiese enseñarte el vídeo, pero se me vería la cara y el juego dejaría de ser divertido.

Siempre has sido demasiado perfecto, con tu novia perfecta, tu piso perfecto y tu trabajo perfecto. Bueno, amigo mío, ahora eres como el resto de los mortales, con traumas de por vida y existencia vacía. Disfrútala.”

El grito desgarrador de Jayden se escuchó en toda la calle, sobresaltando y encogiendo el corazón de todos los allí presentes.

17 Juin 2023 10:21 6 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Marina R Martin ¡Hola a todos! Soy Marina, una escritora apasionada de la fantasía, correctora de textos e ilustradora. Desde que era pequeña, he estado tejiendo mundos mágicos y emocionantes con palabras, y estoy emocionada de compartir esas historias contigo aquí.

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Ariadna García Ariadna García
Te has superado con este relato, Marina. Mi más sincera enhorabuena.
June 21, 2023, 08:30

  • Marina R Martin Marina R Martin
    Jo, ¡muchas gracias! La verdad es que ha sido un reto. Dista muchísimo de lo que suelo escribir normalmente, pero me gusta ir probando jaja June 21, 2023, 08:36
Héctor Cobo Héctor Cobo
¡Que bueno! Tengo mi teoría acerca de quién puede ser el asesino
June 21, 2023, 07:10

  • Marina R Martin Marina R Martin
    ¡Muchas gracias! ¿Si? ¡Cuéntame por privado! Jaja June 21, 2023, 08:35
Adryan Rex Adryan Rex
Me ha puesto los pelos absolutamente de punta 🤩🤩🤩
June 17, 2023, 13:03

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