hectorcobo Héctor Cobo

El 16 de abril de 1983 un incidente en la frontera armenia estuvo a punto de desencadenar un conflicto a gran escala. Descubrimos al héroe que salvo al mundo de la Tercera Guerra Mundial


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#guerrafría #unión soviética
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16 abril 1983

Hay héroes que pasan por la historia envueltos en el más completo anonimato. No son descubiertos hasta que algún historiador, quizás por casualidad, saca a la luz una existencia que hasta entonces no había sobrepasado la categoría de anécdota. Un ejemplo de este tipo de personajes es Aleksei Antonov.

Antonov nació en un pueblecito de los Urales durante la Gran Guerra Patriótica. Estudió ingeniería agrónoma en la Universidad de Moscú, donde se licenció con notas mediocres. Acabó en el aparato burocrático del Ejército Rojo, destinado en una base aérea del Cáucaso como administrativo. Se casó y tuvo una hija.

El gran momento de Antonov llegó el 16 de abril de 1983. A las 16:48, hora moscovita, un bombardero del ejército americano entró en el espacio aéreo soviético a través de la frontera armenia. No se supo hasta años después, pero la aeronave tenía mal calibrados los aparatos de navegación y esto provocó que el piloto invadiera, sin imaginarlo ni desearlo, el territorio de la URSS.

Las alarmas saltaron en la base soviética. En aquella época, en plena Guerra Fría, cualquier mínimo incidente podía desencadenar una respuesta militar a gran escala que condujese a una serie de bombardeos nucleares sobre objetivos militares y civiles: la temida Guerra Nuclear. La principal preocupación de los hombres de armas de aquel tiempo, ya fuesen soviéticos o americanos, era disparar primero y asegurarse un mínimo de ventaja táctica antes de acabar con más de la mitad de la humanidad.

El general Dimitrovich, comandante de la base dónde estaba destinado Antonov, dio orden de bombardear la base americana desde dónde pensaba que había partido el avión invasor, en territorio turco. La orden recorrió la cadena establecida por la normativa vigente en la época hasta llegar a la mesa de nuestro hombre, que ojeó el papel que se hallaba frente a él sin saber demasiado bien lo que debía hacer. Quienes escribieron el manual de comunicación del ejército esperaban que la persona que ocupase el puesto de Antonov transmitiese la orden vía telefónica a la división de artillería que comenzaría el ataque. Pero nuestro protagonista hacía años que había olvidado el protocolo que regía en aquellas situaciones.

—No se muy bien qué hacer con esto, Iván —comentó a su compañero, que, con poca cortesía profesional, decidió ignorarle. Antonov se encogió de hombros y dejó la nota sobre su mesa. Insistiría de nuevo cinco minutos después. Con suerte Iván se mostraría más colaborador.

Justo en el momento en el que Antonov pedía ayuda a su compañero, concretamente a las 16:54, el bombardero americano abandonó el cielo soviético y siguió su camino sin imaginar que había estado a punto de provocar la Tercera Guerra Mundial. Una vez informado de la nueva situación, Dimitrovich se saltó toda la cadena y llamó personalmente a la división de artillería para detener el ataque con la esperanza de que no fuese demasiado tarde. El alivio que sintió cuando el oficial al mando informó que no había recibido orden alguna fue solamente comparable al de su asombro. Por si acaso, un nuevo papel que exigía ignorar la orden anterior fue emitido desde la oficina del general y, por el mismo procedimiento, llegó a manos de Antonov que, sin miramientos, destruyó ambos documentos y miró el reloj para comprobar cuánto quedaba para terminar su turno. Aquella noche, el hombre que salvó a la humanidad de su más que segura destrucción cenó una lata de carne en conserva.

El incidente no tardó en llegar al Kremlin. Se creó un comité de investigación que, durante tres meses, revisó las acciones de cada implicado hasta que dieron con Antonov y le identificaron como el eslabón que impidió el fatal bombardeo. Por alguna razón que ningún historiador ha sido capaz de explicar con éxito hasta el momento, el comité atribuyó a nuestro protagonista una lucidez geoestratégica providencial que nada tenía que ver con la desidia que había guiado su acción.

Dimitrovich fue relevado y sustituido por el general Chernov, un hombre afable y de temperamento más tranquilo que garantizaba al Estado Mayor que no comenzaría una guerra nuclear sin antes realizar un par de llamadas a Moscú. Lo primero que hizo el nuevo comandante fue llamar a su despacho a Antonov. Le contó los pormenores del asunto y le informó de que aquella misma tarde viajaría a Moscú, dónde el mismísimo Secretario General del PCUS le impondría la medalla de Héroe de la Unión Soviética.

Cuando aún no había anochecido, Antonov aterrizó en la capital. Aún estaba aturdido por la historia que le había contado Chernov. No terminaba de creerse que él había salvado al mundo y que, además, iba a recibir la mayor condecoración de su patria. Un coche oficial le llevó a uno de los mejores hoteles en las inmediaciones de la Plaza Roja. Al dejarle las maletas en la recepción, el conductor le dijo que al día siguiente le recogería a mediodía para trasladarle al Kremlin.

A la hora prevista para el comienzo de la ceremonia, el Secretario General, que en aquella época era Andrópov, entró en la sala de audiencias y encontró únicamente las miradas nerviosas de su séquito. Antonov no se había presentado.

Huelga decir que el camarada Secretario General no era un hombre al que uno podía plantar y salir impune. Ordenó localizar a aquel individuo de inmediato. ¿Para condecorarle o para castigarle? se preguntaron los subalternos del entonces hombre más poderoso de la URSS. Se realizaron unas llamadas telefónicas y al cabo de unos minutos un secretario informó a Andrópov: Antonov había sido encontrado muerto en su habitación. Se había ahorcado.

Por la tarde, un oficial dejó sobre la mesa del líder de la Unión Soviética la nota de suicidio del pobre desgraciado, unas sencillas líneas garabateadas en un papel con el membrete del hotel que contenían lo siguiente:

“Cometí un error y evité una guerra. El próximo error que cometa podría provocarla. ¡Es terrible la sensación de tener el mundo en mis manos!”.

18 Avril 2023 00:00 2 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Héctor Cobo Escritor de fantasía épica. Mi primera novela, El Silencio de la Noche, ya está disponible el librerías. Además soy bajista en Helix Nebula y Zyphra

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Joni Mercado Joni Mercado
Debo decir que tambien hubiese disfrutado si la historia se extendía un poco más.
May 11, 2023, 04:54

  • Héctor Cobo Héctor Cobo
    Hola, Joni. Me lo apunto para las próximas historias May 11, 2023, 16:14
~