—Faltan sólo quince minutos ¿Tienes que hacer esto ahora?
—Sí, Taehyung. Tengo que hacerlo.
—No te estas arrepintiendo ¿verdad?
Yoongi sólo se le quedó viendo como si estuviera loco, para luego negar levemente con la cabeza.
—Nunca Taehyung. Pero no puedo esperar quince minutos. Necesito verlo ahora.
Taehyung suspiró resignado y luego salió de la pulcra habitación. No era la de nadie en especial. Era solo una habitación de hotel, donde estaban organizando el evento más grande en la vida de dos hombres que se aman. Blanca pintura, paredes altas y refinadas, muebles caros y cortinas de seda. Pisos de mármol y un gran espejo de cuerpo entero en un extremo. El espejo en el que Yoongi veía a una parte de sí mismo por última vez, porque cuando saliera por esa puerta se convertiría en alguien nuevo, alguien diferente, alguien en quien deseaba convertirse desde el día que lo conoció. Desde el día que supo que lo amaba y entendió que no había, ni habría nadie más. Nadie como él.
La puerta de aquella habitación elegante, pero tan impersonal se abrió de nuevo, solo un minuto después.
—Parece que él también te necesita justo ahora, pero Hoseok no va a dejar que se vean antes de tiempo, así que van a tener que hablar sin verse. —el ceño fruncido en la cara de Yoongi era la clara expresión de no entender una mierda— Jimin estará encerrado en el baño y tú podrás hablar con él desde el otro lado de la puerta. Hoseok dice que es de mala suerte ver al novio antes de la boda. —aclaró Taehyung con algo de exasperación en su tono.
Yoongi puso los ojos en blanco, pero asintió. Le temblaban las piernas y las manos. No eran nervios, era emoción, anticipación y euforia. La emoción de saber que en solo unos minutos dejaría de ser Min Yoongi a secas y se convertiría en Min Yoongi, el esposo de Park Jimin. El dulce, dulce chico de ojos ámbar y cabello rubio como el sol.
—Bien. Vamos, que no hay tiempo.
—¿Qué sucede? —preguntó Taehyung— ¿Es tan necesario esto cuando están a menos de una hora de casarse?
Yoongi no respondió con palabras, solo asintió y salió al pasillo, hacia la habitación continua donde Jimin, su Jimin se preparaba igual que él para la boda.
La habían planeado por mucho tiempo. Dos años ahorrando y los últimos seis meses preparando. A Yoongi no le habría importado menos tomar la mano de su novio y llevarlo a un juzgado, pedir una licencia y casarse en menos de tres horas, pero más que el título, quería que Jimin tuviera un momento que recordar. Una ceremonia con aquellos que los querían y a quienes querían, una foto en un marco que adornara la casa que tanto sacrificio les había costado comprar. Un anillo en su dedo que le dijera al mundo que era suyo y un papel en el que el apellido de Jimin ya no sería Park, sino, Min-Park.
Yoongi quería poner el mundo a los pies de Jimin, si eso era lo que lo haría feliz y la felicidad de Jimin era compartir, recordar, atesorar. Por eso es que habían esperado tanto, por eso es que estaban a sólo unos pocos minutos de dar el sí que los uniría para siempre, aunque ellos ya se habían entregado el cuerpo, el corazón y el alma desde hace mucho.
Frente a la puerta de la habitación de Jimin se encontraba el hermano de Yoongi, Hoseok, de brazos cruzados y con la frente arrugada.
—¿Qué demonios Yoongi? Sólo, no vayas a salir con que no estás listo para esto porque te corto los huevos.
Yoongi resopló algo fastidiado. Su hermano y el mejor amigo de su prometido -prometido, eso sonaba demasiado bien- no entenderían la necesidad de Yoongi por hacer esto justo antes de la boda.
—No voy a arrepentirme ahora ¿bien? Solo necesito hablarle. Prometo que no voy a abrir la puerta y verlo antes de tiempo, pero ustedes se quedan afuera.
Taehyung y Hoseok hicieron señales de indiferencia con la mano y volvieron a la habitación de la había salido Yoongi solo unos segundos atrás, al mismo tiempo que Yoongi empujaba la puerta frente a él y se adentraba a una habitación aparentemente vacía.
Caminó en dirección al baño y se paró frente a la puerta de madera clara que lo separaba del amor de su vida. Puso ambos manos sobre la fría superficie tallada y recostó la frente entre ellas.
—Cariño.
—¡Oh Yoonie! Estoy tan nervioso —se oyó la voz de Jimin desde el interior.
—Lo sé amor. Yo estoy demasiado ansioso. Necesito verte pronto.
—Tae dijo que querías reunirte conmigo antes de la ceremonia, ¿sucede algo? Yo también quería, pero es nada más para calmar mis nervios.
Yoongi arrastró su mano izquierda por la puerta y la posó sobre el pomo, como si estuviera a punto de girarlo y abrir el muro que los separaba.
No había manera de expresar sus sentimientos en ese momento, pero estaba seguro de que cualquier cosa que dijera o intentara decir, Jimin lo entendería. Habían perfeccionado por casi nueve años el arte de entenderse con miradas, gestos, caricias, cuando no había manera de comunicarse en palabras, pero ahora no podían verse ni tocarse. Yoongi tendría que hablar.
Aclarándose la garganta soltó: —No sucede nada malo cariño. Solo tenía esta necesidad de tenerte cerca antes de salir a donde los demás nos esperan. Decirte, aunque tengo preparados mis votos, que estoy feliz de estar aquí contigo, ahora. De haber recorrido todo este camino contigo.
Se escuchó una suave risa apaga por el material que se interponía y a pesar de que Yoongi tenía la mano lista para abrir la puerta, fue desde adentro que esta se abrió. Solo lo suficiente para que una mano pequeña y suave se deslizara por el pequeño espacio de la puerta apenas entreabierta.
La sedosa mano adornada con un delgado anillo de platino, incrustado de un pequeño zafiro en forma de corazón fue tomada por la de Yoongi, que portaba un anillo a juego, pero diferente en tamaño. Las alianzas de compromiso que habían sido obsequiadas por el padre de Yoongi, diciendo que era tradición que la familia Min se encargara de obtener los anillos de compromiso y matrimonio.
—Lo sé amor. Me siento igual que tú y mientras me vestía no pude evitar recordar todo lo que hemos atravesado juntos hasta hoy.
Los dedos de ambos se entrelazaron y Yoongi sintió la imperceptible caricia de las yemas de los dedos sobre su piel. El mismo cálido toque de cuando se conocieron años atrás. Una tarde de noviembre en la que todo el mundo corría buscando refugio de la lluvia bajo los toldos en las aceras, todos menos el chico rubio de esbelta figura que levantaba el rostro al cielo y se empapaba de gotas frías y respiraba el olor de la lluvia.
Yoongi había cruzado la calle con su paraguas, intentando cubrir al lindo chico de la helada caída de agua desde las nubes. Nadie le había dicho que, así como caía la lluvia, caería él también ante los ojos del color de la miel más brillantes que jamás había visto. Los labios rosas como las flores y las mejillas esponjosas como el algodón de azúcar que hacían ver a aquel ser mortal como un ángel, o quizás era un ángel vestido como un mortal —había pensado Yoongi entonces.
—¿Te acuerdas cuando nos conocimos? Me quitaste el paraguas y me tomaste de la mano para correr bajo la lluvia. Por un momento pensé que estabas loco.
—¿Oh Dios! Ese día es inolvidable Yoonie. No supe por qué lo hice. Solo te vi ahí en el medio de la calle, tratando de cubrirme y pensé que eras el hombre más hermoso y amable que había visto jamás. —la sonrisa en la voz de Jimin se podía incluso sentir— Hasta que habíamos corrido por mucho tiempo me detuve y te dije que me encantaba caminar bajo la lluvia. Tenías la expresión más graciosa que había visto en mi vida, pero luego me sonreíste y me enamoré al instante.
Sí, había sido amor a primera sonrisa para Jimin. Era lo que siempre decía, pero para Yoongi había sido amor a primera vista. La vista más sublime del mundo entero.
Los dedos se ajustaron más unos contra otros y el pequeño apretón entre ellos le dijo le dijo Yoongi que Jimin estaba tan abrumado por su primer recuerdo como él.
—También me gustó tu sonrisa Jiminnie, pero sabes que lo primero que vi de ti fueron tus ojos.
Yoongi oyó suspirar a Jimin y no pudo evitar la sonrisa que se escapó de sus labios, al mismo tiempo que veía sus manos unidas y acariciaba distraídamente el zafiro sobre el anillo de compromiso.
—¿Sabes? Cada momento clave de nuestra relación ha sido algo digno de recordar y reír. Es como si nos hubiéramos inyectado una gran dosis de alegría al encontrarnos.
—¿Cómo cuando nos hicimos novios? Eso es merecedor de contárselo a nuestros nietos en unos años más. —Yoongi soltó una carcajada y Jimin rio un poco más bajo, pero feliz— Trataste de escribir la propuesta sobre un plato lleno de fresas con miel y todo el líquido pegajoso terminó embarrado en tus pantalones cuando resbalaste con una fresa que había caído al piso. Casi me hago pipí en mis propios pantalones.
—Sí, —Yoongi sonaba nostálgico— al menos dijiste que sí y limpiaste la miel de mi cara con besos. Definitivamente la mejor forma de pedir ser novios.
La puerta del baño se abrió un poco más, pero en lugar de que la mano de Jimin saliera, Yoongi empujó la suya hacia adentro. Ambas manos de Jimin la tomaron y Yoongi sintió que un beso presionaba sobre su dorso y luego sobre cada dedo haciendo cosquillas.
—Ha pasado tanto tiempo Yoonie, y aun así siento que no ha sido suficiente contigo a mi lado. Parece que fue ayer que nos dijimos el primer te amo. O que apenas han pasado un suspiro desde que hicimos el amor por primera vez. Nunca me voy a arrepentir de haberte dado mi primera vez esa tarde en el campo. Fue perfecto, fuiste perfecto.
La mano de Yoongi fue girada y más besos fueron depositados en la palma. Suaves y tibios.
—Nunca es suficiente tiempo juntos cariño. Hemos hecho cada cosa que se nos ha ocurrido y estado justo donde hemos querido estar, pero aún nos falta mucho más. Por eso te pedí que te mudaras conmigo ¿te acuerdas?
Yoongi sintió que su mano tapaba un sollozo, pero sabía que no era otra cosa que felicidad lo que había detrás de ese sonido.
Un año después del desastre dulzón de pedirle ser novios, Yoongi había rogado a Jimin que se mudara con él y lo dejara cuidarlo después de que perdiera a su familia. Jimin le había dicho que no quería ser una carga inoportuna, pero Yoongi le había hecho cambiar de idea con besos y mimos durante muchos días encerrados en su habitación.
Jamás se habían arrepentido de esa decisión. Era totalmente gratificante despertarse juntos cada mañana y rondar el uno sobre el otro mientras se preparaban para ir a clases y luego a trabajar.
El tiempo y el espacio compartido había hecho de los primeros cinco años, los más felices de sus vidas. Todo hermoso y color de rosa, hasta aquel día.
Yoongi envolvió de nuevo sus manos juntas y con un fuerte apretón pidió perdón.
—Lo siento tanto Jiminnie. Siempre me voy a lamentar por no haber estado contigo ese día.
—No tienes nada que lamentar amor. Nadie puede ver el futuro. Tú estabas trabajando y yo iba distraído.
Ambos sabían por qué Yoongi pedía perdón. Lo hacía cada vez que podía, aun si Jimin le repetía que no había nada que perdonar.
No había sido culpa de Yoongi tener que cumplir horas extras para poder pedir vacaciones por una semana completa y llevar a Jimin a la playa como había planeado dos meses antes de ese día.
Yoongi recordaba con amargura la llamada del hospital, diciéndole que su novio había sido arrollado por un auto con los frenos averiados y estaba siendo operado de emergencia.
Las vacaciones de Yoongi habían sido aprobadas, pero pasó cada día de esa semana en el hospital, cuidando de un Jimin mal herido. Todo porque él se había encaprichado en trabajar hasta tarde, sacar todos los pendientes y estar libre a tiempo. No había pasado a recoger a Jimin y tuvo que caminar directo a su desgracia.
—Yo debería ser quien pida perdón Yoonie. Después de lo que pasó me deprimí demasiado y traté de alejarte de mí. Me sentí inútil por no poder levantarme de la cama en mucho tiempo y tú solo te preocupabas por mi bienestar, teniendo que cuidarme y trabajar al mismo tiempo. Perdóname por hacerte la vida más difícil en ese entonces.
Cada cosa que habían vivido y aprendido los había llevado a ese momento, pensó Yoongi. Haberse conocido bajo la lluvia, hacerse novios en medio de un desastre meloso, mudarse juntos después de una pérdida dolorosa, reforzar su vínculo luego de una tragedia y entonces la propuesta de matrimonio más hermosa que pudiera imaginar.
Sin importar los meses, días y noches en los que Yoongi tuvo que esforzarse al triple con Jimin para que volviera a ser el de antes, el chico alegre y cantarín que hacía brillar el cielo de día o de noche con una sonrisa de ojos entrecerrados y radiantes como el mismo sol. Todo había valido la pena.
Nunca se habría imaginado, en ningún escenario posible, que el día en que decidieran unir sus vidas, solo de una manera más de las que ya lo habían hecho, sería el mismo Jimin quien hiciera la pregunta.
Que Jimin haya conspirado con sus padres para conseguir los anillos de platino y zafiro que ahora descansaban en sus respectivos lugares en las manos entrelazadas detrás de una puerta de baño y organizara toda una función para hacer todavía más inolvidable ese día.
Yoongi no pudo evitar reír de nuevo con el recuerdo y Jimin no tuvo que preguntar el por qué el cambio de ánimo repentino o si quiera lo que hacía a Yoongi reír. Lo sabía, así como sabía cada cosa sobre Yoongi y Yoongi amaba que ser un libro abierto para su prometido.
—Estás recordando mi propuesta ¿no es así? —dijo Jimin con alegría renovada y jugando con la banda gruesa en la mano de Yoongi. —Nunca pensaste que sería yo el que lo haría y fue por eso que lo hice y te sorprendí. Aún no sabes lo difícil que fue conseguir un espacio en ese restaurante para ese día o lo tedioso que fue discutir con tu papá por la elección de los anillos. —Jimin resopló— fue sólo un bonus que LeeHi fuera clienta habitual en la tienda de accesorios y estuviera contenta con la forma en que la he atendido siempre, si no, no habría conseguido que amenizara la noche con sus canciones.
¡Oh sí! Yoongi sabía la historia. Es chica que era clienta de Jimin en la tienda en que trabajaba y que Jimin siempre decía que cantaba como una verdadera sirena. Unos cuantos elogios, un descuento por su compra y una de las arrasadoras sonrisas de Jimin habían sido suficiente para que ella decidiera estar ahí el día en que se comprometieron y si Yoongi era honesto, había quedado fascinado con la voz de ella y la hermosa canción que cantaba mientras Jimin estaba en el medio del salón con los ojos encendidos de emoción y un anillo en la mano, esperando que Yoongi dijera que sí quería casarse con él.
Sé mi único
El nombre que quiero llamar así a mi lado
tomarse de la mano y caminar juntos.
Incluso en noches lluviosas y días solitarios
Lléname con tus colores brillantes
Lo haré mejor si te quedas conmigo así.
La dulce voz de Jimin comenzó a llenar el espacio entre ellos, mientras recitaba las letras de la canción que se había convertido en su himno de compromiso.
—Deberías cantarme tú Jiminnie. Tienes la voz más hermosa que he conocido —dijo Yoongi entonces.
—Tal vez lo haga Yoonie.
Se oyó un suave golpe en la puerta de entrada y Yoongi supo que se le acababa el tiempo. Pero era solo para comenzar uno nuevo. Se separaría de Jimin solo unos instantes, antes de volver a juntarse frente a un altar que los esperaba rodeado de familia y amigos, para no volver a separarse más hasta que la vida o la muerte así lo decidiera.
—Ahora voy— dijo Yoongi a quien sea que estaba detrás de la puerta.
—Todavía faltan unos retoques en el atuendo de Jimin. Sal de ahí.
Yoongi soltó un gemido frustrado. Su hermano a veces era demasiado intenso.
Se enderezó en su lado de la puerta de aquel baño, sin soltar la mano de Jimin que se sentía cálida y como un ancla. El ancla que lo mantenía con los pies en el suelo, porque de lo contrario, Yoongi se sentía volar de mera felicidad.
—Te estaré esperando afuera cariño. No tardes.
Jimin le apretó la mano un poco más, quizás sin estar preparado aún para dejarlo ir.
—No te iras lejos ¿verdad? —su tono era inseguro.
—Jamás me iría, mi amor. Me tienes atado a ti desde el primer día. Te amo.
—Te amo Yoonie. Desde el primer minuto.
Jimin liberó la mano de Yoongi y este a regañadientes se obligó a salir de la habitación. Serían solo un par de minutos y entonces, no sólo sostendrá su mano a través de una puerta, sino enfrente del mundo y viéndole a los ojos mientras le declaraba por milésima vez su amor.
Merci pour la lecture!
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