Pasa de ser algo molesto, como mover una pierna sin parar mientras están todos quietos. No, no. Mi maldito hábito lo puedo hacer incluso mientras mi pierna salta como vagón de tren a prisa por las vías. No, no, no. Mi manía, sí, eso, «mi manía», la podía hacer incluso mientras leía el periódico ¡Sobre todo si lo leía! ¡Oh, pero cuántas noticias no aumentaron mi maniática obsesión! Obsesión que parecía tener vida propia, venía a mi descuido y me atacaba, y yo sin darme cuenta me entregaba a ella en cuerpo y alma.
Mi manía me consumía lentamente, entre los humos tóxicos de un cigarro yo podía perfectamente mover una pierna como bajo el efecto de un ataque de epilepsia y al mismo tiempo aspirar la nicotina, eso no era impedimento para los entretiempos, ahí mi manía tomaba control motor sin alterar la falta de juicio en mis deliberaciones mentales.
«Onicofagia», así la habían llamado los doctores, sí, porque no era simple cosa de morder las uñas para luego escupirlas, no, no, no, ¡dije que no!, yo las tragaba como si alimento fuese. De niño me llevaron al médico y dijo que no era nada, que yo simplemente estaba ansioso y que se me pasaría al crecer.
¡No, señor médico! Lo único en crecer fue mi manía diabólica, y era diabólica sí, porque no contenta con mis uñas, siguió con la piel alrededor de ellas.
Y me volví escritor para mantener mis manos lejos de mis dientes torcidos, mis dedos desollados, deformados por el continuo ataque de mis mordidas.
Pero no ¡Oh, mi dios no! Cuanto más leía, más me mordía y las níveas hojas continuamente se manchaban de marrón; la sangre seca es horrible en el pulcro papel. Por todo lo anterior dicho, fuí a un médico para la mente; el tratamiento consistía en poner electricidad en un lado de mi cabeza para detener la maldita manía, ahí en ese lado perdí el cabello que no volvió a crecer y entonces luego de tres meses de electrochoques y baños de agua fría, volví a trabajar y fumar, aun también bebía si podía y mi manía no volvía.
Ya no me mordía ¡Pero no podía celebrar todavía! Porque necesitaba escribir con incontrolable esmero.
Eternas madrugadas como un pianista loco, tecleaba hasta acalambrar todos mis músculos, gritaba del dolor en mis maltrechas manos, mis atrofiados dedos, hasta que caí rendido con la cabeza sobre lo escrito.
Más tarde solo despertaría para descubrir mi más horrenda pesadilla; mientras estuve desmayado mis manos siguieron golpeando las sonoras teclas de la máquina de escribir y fue ese incesante sonido el que me despertó.
Horrorizado y herido, mis manos no paran de teclear por mucho que llore y grite de agonía, es así como escribo esto tras descubrir con profundo terror como la tinta negra se volvió roja y más tarde pasó a marrón.
Las teclas están llenas de piel carcomida, pegajosas y resbalosas por la sangre en ellas, espero que está manía se muera pero sigue consumiendo, devorando mis huesudos nudillos, la máquina avanza y grita ¡Devórame! ¡Devora toda alma! ¡Escribe! ¡Vamos, teclea en carne viva! ¡Los escritores son mi comida!
Merci pour la lecture!
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