Mi caballero navegante esta ahora sobre la mar. Allí esquivando las fuertes corrientes, saliendo de la proa a prenderse un cigarrillo e imaginarme que salgo de un camarote y subo a ver la marea, toda despeinada, salvaje, recién extasiada de hacerle el amor, con lluvia y aguacero en medio del río de la Plata... Y tengo la pintura de los ojos corrida y de una gota de lluvia me resbala una lagrima oscura debajo de las mejillas y su dedo caliente, que hace instantes me hurgaba el cuerpo húmedo, toca esa gota desorientada sin saber donde va a ceder y la disuelve de repente, haciéndome quedar el rostro seco otra vez, como cuando su aliento me salpica de amor. Y la tormenta cesa lenta y vemos juntos como se abre el cielo y la imagen se nos refleja en nuestros ojos, dilatados. Nuestras sombras bailan mientras inmóviles quedamos absortos, navegando mientras el barco sigue su curso a través del horizonte.
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