triznia Triznia Beatriz Jiménez

Una joven toma una decisión estúpida que pondrá su vida en peligro, sólo su fuerza y tenacidad podrán decidir su destino.


Thriller/Mystère Tout public.

#relato corto #teen wolf #agua #angustia
Histoire courte
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More time to be rescued

Agua. Agua por todas partes. Allá donde mirara. Entre ola y ola, sumergiéndome. Elevándome. Y de nuevo al fondo. Ya casi no sentía los brazos, los pinchazos de dolor apenas eran ya simples pellizcos, casi caricias. Las piernas se movían de modo automático. Cada vez me costaba más volver a subir hasta la superficie. Y tardaba más. Respiraba tan hondo que tragaba agua, pero no podía evitarlo, todo mi cuerpo me pedía oxigeno. El esfuerzo o el pánico habían limpiado mi cuerpo de los efectos del alcohol. Podía notarlo todo: el olor a sal, el sabor del mar en la boca, el agua fría sobre mi cuerpo que ardía por el esfuerzo, la corriente arrastrándome más y más hacia dentro, como un novio celoso, apartándome de la costa. Pero no escuchaba nada y sólo veía agua.

Otra ola me sumergió de nuevo, más al fondo que las demás o eso parecía. El camino a la superficie me pareció eterno, las estrellas brillaban a tanta distancia, me parecía que la superficie estaba allá arriba, demasiado lejos. No llegaría. Pero sí, debía llegar. No podía ceder. Y aunque cada brazada era un suplicio, volví a llegar hasta las estrellas. Al coger el aire, el salitre hacía que los pulmones me ardieran. Y la garganta. Todo.

Horrible ironía. Hacía unas horas había estado disfrutando del alcohol ardiendo en mi garganta. También de la sensación de dejarse ir, de mecerse por las olas en un día de verano. Pero el mar me engullía salvaje y cruel, sin un ápice de compasión. Me había parecido tan buena idea bañarme en el mar tras las dos botellas de tequila. Tan divertido. Tan temerario. Todo por culpa de él. Y mía, de mis celos. Y aun a punto de morir, seguía pensado en él en vez de en tratar de que el oleaje no me arrastrase de nuevo al fondo.

Nadaba hacia la costa, pero la corriente podía conmigo. Era luchar contra una fuerza mayor que yo. ¿Pero entonces para qué luchar? ¿Sólo por no ahogarme? Si no iba hacia la costa, me ahogaría igual tarde o temprano. Quería llorar, pero no había energía para ello. Y el agua salada en mis ojos probablemente ya se estaba ocupando del tema.

De repente una voz sonó en mi cabeza. La reconocí al instante y me habría empezado a reír amargamente de tener fuerzas. El comienzo del capítulo “Battlefield” de Teen Wolf empezó a resonar en mi memoria. Una escena tan perfecta que había memorizado, ahora me acosaba, cruel, mofándose de mí.

« —Es como un ataque de pánico, ¿sabes?, como si no pudiera respirar.

—¿Cómo si te estuvieras ahogando?

—Sí. »

Otra ola me empujó hasta el fondo, como una hoja arrastrada en el viento. No podía hacer nada contra la masa de agua. No llegaría a la orilla. En la playa mis amigos quizás ni supieran que me estaba ahogando. Estarían bebiendo y riendo, rodando por la arena, haciéndose fotos o mandando mensajes a sus ex de los que arrepentirse al día siguiente; como yo tendría que estar haciendo si no hubiera sido tan idiota. Ya no idiota de haber confiado en que él cambiaría por mí, sino en que me hubiera afectado tanto el que no hubiera sido así. Tanto como para beber y beber en vez de haberle doblado la cara de un guantazo. Y haberme metido en el agua embravecida para que me hiciese caso, para que se preocupara. No había funcionado. Había sido la idea más estúpida de mi vida. ¿Para qué luchar? ¿Por qué no mejor dejarse llevar y que todo acabara?

« —Así que te estás ahogando y estás tratando de mantener la boca cerrada hasta el último momento. ¿Qué pasa si decides no abrir la boca para no dejar entrar el agua?

—Lo haces de todas maneras, es un reflejo. »

Iba a pasar tarde o temprano. Mi cuerpo no podría más, me dejaría llevar. Simplemente descansaría al fin. Quería dormir hasta el día siguiente, pedirle al despertador cinco minutos más, quería parar, descansar sólo un segundo. Quería cortar con el gilipollas que tenía de novio. Quería vivir, pero no quería luchar. Deseaba despertar en mi cama y escribir en Twitter la horrible pesadilla que había tenido. ¡Quería hasta ponerme a estudiar para el examen del lunes! El agua me daba un segundo de tregua, allá abajo, sin ser zarandeada. Un segundo de paz entre el caos. ¿Subir o quedarme allí?

« —Pero si esperas hasta que el reflejo se active, tienes más tiempo ¿no?

—No hay mucho tiempo.

—Más tiempo para luchar por llegar a la superficie.

—Supongo.

—Más tiempo para ser rescatado. »

Sí, ser rescatado. Tenían que haberse dado cuenta de que no salía del agua, me habían visto entrar. Estarían preocupados y no estábamos lejos de las tiendas. Tenían móviles. Habría policía. Habría alguien. Alguien que pudiera ayudarme, que me sacara de allí. Volví a sacar fuerzas de dentro, volví a salir a la superficie. Pero apenas un segundo después, un poco de oxigeno después, de nuevo otra ola me empujó como una muñeca de trapo, directo a la oscuridad del fondo del mar.

Casi no había podido respirar. Los pulmones ya ardiendo por la sal y el esfuerzo, por la falta de oxigeno. Los músculos aullando de dolor. Temblando. Y el agua allí en el fondo, tranquila. Al menos comparada con arriba. Daban ganas de quedarse allí.

« —Más tiempo para sentir el dolor agonizante, y ¿has olvidado la parte en la que sientes que tu cabeza explota?

—Si se trata de sobrevivir, ¿no vale la pena un poco de agonía?

—¿Y si sólo empeora? ¿Y si hay agonía ahora y después… sólo infierno? »

El cuerpo entero me pidió que dejara de luchar, que no nadase, que no volviera a intentar subir… total, luego iba a volver a bajar. Que abriera la boca, porque de igual manera, ya no quedaba oxigeno en la boca. Que me relajara, que dejara las cosas pasar. Que por fin todo terminara. No había esperanza, no había un final feliz en la historia. Sería ahogarme ya o en unos minutos, quizás horas, de agonía. ¿Por qué retrasarlo? La presión me comprimía el pecho, todo mi cuerpo ardía y me pedía aire, apenas podía ya pensar, la cabeza iba a explotar… Debía decidirlo ya: luchar o no.

« —Entonces piensa en algo que Churchill dijo una vez: “Si estás atravesando un infierno, sigue atravesándolo”. »

¿Quién se creía ese Churchill que era? Ni si quiera tenía tanto sentido la frase en castellano. “Keep going”. Era un continúa, un crúzalo del todo y sal de ahí porque es peor quedarse quieto que no buscar una salida. ¿Pero acaso el mar tenía salida?

Quise abrir la boca, lo deseaba con cada célula de mi cuerpo. Entonces pensé en mi familia, en mis amigos, en toda la gente que me quería. Pensé en lo que los defraudaría, en lo que sufrirían porque se me ocurrió la maravillosa idea de darme un baño nocturno. Pensé en abrazarlos y prometerles no volver a beber en la vida. Me los imaginé llorando ante un ataúd vacío porque el mar se tragara mi cadáver y dije no. Nadé de nuevo contra corriente, contra las olas que querían llevarme al fondo. Veía borroso por la sal y el agotamiento, pero la luz de la Luna me decía que al menos era la dirección correcta, que si seguía, llegaría arriba. Quizás sólo estuviera alargando mi agonía, pero seguiría luchando hasta que no quedara una pizca de vida dentro de mí, ganando tiempo: «más tiempo para ser rescatado».

Relato ganador del certamen literario IES Cavanilles.

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11 Février 2018 20:30 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Triznia Beatriz Jiménez Escritora, estudiando para guionista. Adicta a las series y a las historias que te tocan la patata. Shiper empedernida.

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