c-rodz Celi Rodz

Historia basada (algunas partes) en hechos reales. Porque yo sí creo en los ángeles, ¿Acaso no son ellos los creadores de criaturas tan hermosas y llenas de amor? Conoce la historia de Blondie Mariano, que es la historia de muchos gatitos en el mundo, aunque lamentablemente, no todos tienen un final feliz; en nosotros está cambiar esa realidad.


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Un Hogar Para Navidad



Allá arriba, en el salón celestial de diseño, un grupo de Ángeles dibujaban y coloreaban en diversos lienzos en 3D. Eran como pantallas de vídeos pero más alargadas, como cuadros, y les llamaban lienzos porque allí dibujaban su especialidad: gatos. Más de mil angelitos eran los encargados de cada diseño, pintando a mano, a cada gatito que venía al mundo.

Se divertían mucho creando diferentes obras con las mezclas permitidas y siempre alineados con los colores originales de sus padres, lo que venía a ser la paleta de colores para la camada a nacer. Es decir, si la mamá gata era blanca y el papá gato, marrón; los bebés podían ser blancos, marrones, blancos con pintas o manchas marrones y viceversa. Y en última instancia, beige o color crema. También diseñaban por razas de gatos para elegir el tipo de pelaje y tamaño. El salón celestial de diseño era sin duda, uno de los lugares más hermosos del cielo, y el de mayor trabajo, pues la cantidad de gatitos enviados diariamente a la tierra, era bastante grande.

—¿Por qué duras tanto con ese diseño, Haniel? —preguntaba uno de los angelitos dibujantes, al notar que Haniel no encontraba como pintar al cuarto gatito de la segunda camada de Betsi, una gata callejera de un país tropical.

—Es que me siento menos feliz hoy... Tengo que dibujar a los nuevos bebés de Betsi y ella no tiene hogar, probablemente esta camada morirá como casi toda la anterior, que solo quedó vivo Mateo. Que es quien ayuda a su mamá a sobrevivir en ese barrio tan pobre donde viven.

—Te entiendo... De paso, en unas semanas entramos en el mes de diciembre, y aunque no pasarán mucho frío por estar en un país tropical, lo cierto es que no les será muy agradable por la pirotecnia que utilizan los humanos en esas fechas. ¿Acaso no pueden celebrar la Navidad sin explosivos?

—Así es. El año pasado interpuse una protesta formal a San Miguel Arcángel, para que hablara con Dios, a fin de que detuviera los nacimientos de noviembre a febrero, pero para variar, mi petición les pareció absurda. Me falta diseñar el cuarto gatito de Betsi, pero lo cierto es que ya perdí todo el ánimo con esta situación...

—¡¿Y si haces algo nuevo?!

—¿Cómo qué? —Haniel mirando extrañado, a su angelical compañero.

—Utiliza más encanto, dulzura y gracia en la mezcla de las pinturas que emplearás en estos gatitos.

—Aja... ¿Y eso de qué servirá?

—Enserio que hoy estás tonto... ¡Así los adoptarán mucho más pronto! Quizás ni pasen muchos días en las calles, encantarán tanto a quienes los vean que querrán llevárselos consigo.

—¡Wow!, ¡Qué idea tan genial!

Así fue como Haniel, lleno de alegría y buen humor, mezcló los colores que le quedaban, pues ya había pintado tres de los cuatro gatitos. A esos tres solo pudo rociarles por encima la mezcla de encanto, dulzura y gracia, pero el cuarto gatito fue pintado de amarillo con mucho encanto, lo que le dio un tono tostado. Un poco de dulzura con el rosa de su nariz y sus plantillas, que son esas almuhadillas de sus patas. Por último, agregó mucha gracia mezclada con un tono beige para las líneas y panza. Así quedó listo el cuarto bebé de Betsi.


Más abajo, en la Tierra: Mateo, un gato adolescente vendía hojas secas, cartones y periódicos viejos a otros gatos y perros callejeros, que utilizaban para darse calor y alivio en las noches. Así lograba mantenerse y ayudar a su mamá que estaba a punto de dar a luz y no podía trabajar, ni salir a buscar comida en esas condiciones. Mateo pasaba todas las noches por las calles y techos del barrio, hasta que llegaba el amanecer.

—¡Hijo! Llegas golpeado, otra vez... —Betsi tratando de incorporarse pero la barriga que ya estaba en su máximo tamaño, se lo impedía. Pronto daría a luz.

—Lo de siempre mamá... —Mateo se dejó caer, agotado, con un ojo golpeado y un par de moretones en el cuerpo. —Renny y su pandilla intentaron robarme pero no me dejé. Sabes que me la tienen jurada desde que les di una paliza cuando intentaron sobrepasarse con Lizy.

—Pobre Lizy... Le llegó la época del amor muy temprano, como a todas. Menos mal que tú la cuidas, hijo.

—Lizy es mi amiga y pronto, cuando consiga casa, le pediré que sea mi novia...

Betsi miraba a su hijo con amor y un poco de tristeza en sus ojos. Sobre unos cartones, debajo de un puente pequeño, donde vivían; sabía que si de bebés muy poca gente los adopta, de grandes es casi imposible que alguien los quiera. Ella nunca había conocido un hogar, con casi cuatro años, siempre ha vivido en las calles. Si no fuese por su hijo Mateo, ya estaría muerta, pues él es quien la ha defendido de los otros gatos que han querido hacerle daño, e incluso de los niños malos del sector, esos que se divierten golpeando y matando animales. «La vida es muy dura para nosotros, que no tenemos a nadie que nos cuide, ni ayude» Pensaba Betsi, ya entrando el labor de parto. El pobre Mateo no había dormido nada y ahora tendría que ayudar a sus hermanitos a nacer. Era tan bueno, que no estaba para nada molesto, alcontrario, se puso muy feliz. Ya tenían listas y acomodadas varias cajitas de cartón que conseguía en las noches, en las puertas de los locales comerciales, y que servirían de cunitas a los bebés.

Unas horas más tarde, nacieron tres hermosas niñas y un precioso niño. Betsi y su hijo Mateo estaban felices, todos estaban sanos y por esos días había dejado de llover, lo que les brindaba mayor tranquilidad.

Pasó un mes, ya los bebés caminaban y jugaban, Betsi estaba muy agotada pero también muy feliz, aunque siempre con el temor de que les hicieran daño. No dormía jamás, porque en las noches Mateo salía a trabajar y en el día el pobre tenía que dormir. Ella, toda una madre; no se molestaba por no poder descansar, ya habría tiempo para eso...

Haniel desde los cielos, inconforme con la poca ayuda que siente que le brindó a Betsi y a todos los gatitos de calle. Interpuso una demanda celestial para que el Altísimo tomara en cuenta sus peticiones. Tras una semana de huelga de brazos caídos, en los que ningún angelito del salón de diseño dibujó ni una raya, el Arcángel Miguel aceptó su petición. Salió al balcón principal del cielo, el que utiliza el mismísimo Dios para sus alocuciones; trompeta en mano para hacer el previo llamado...

—Se concede una jornada masiva de fundaciones y proteccionistas al rescate, en diferentes ciudades de los países con los mayores índices de gatos sin hogar, para el rescate de los mismos. Apoyados por las empresas y gobiernos de cada país. Dicha jornada llevará el nombre de: "Un Hogar Para Navidad". Aboliendo por completo, las quejas de aquellos humanos que pretenden hacer ver que regalar una mascota en estas fechas es la peor idea, alegando que luego son abandonados como juguetes viejos. Dejamos en claro que dicha condición tan baja; no tiene nada que ver con la fecha, sino con las personas y sus respectivos valores morales. Para lo cual, enviaremos varios batallones de ángeles de bondad, que cubrirán los cielos de la tierra, asegurándonos de esta forma; que los adoptantes serán los de mejor corazón.


Y fue así, como una mañana de diciembre, montones de integrantes de diversas fundaciones y proteccionistas independientes, visitaron los barrios más pobres, llegando hasta donde Betsi, Mateo y los bebés vivían...

—¡Mateo, hijo!, ¡Despierta! Ya están llegando...

—¿Quiénes, mamá? —rascándose los ojos, aún con sueño.

—Las personas que nos llevarán a un hogar, como nos dijo Alegría, la gata de la casa de la señora que pone música todo el día.

—¡Ah si! Ella sabe porque su mamá humana es parte de un grupo de proteccionistas. ¡Entonces tengo que correr a buscar a Lizy! Ella también necesita un hogar, voy y vengo pronto.

—Está bien Mateo, pero ve rápido. No quiero que vuelvas y no nos encuentres...

—Tranquila mamá, correré como si mi vida dependiera de ello.

Mateo salió a la carrera a buscar a su amiga Lizy, quería asegurarse de su adopción, sobre todo de estar junto a ella para ser rescatados por el mismo grupo de voluntarios; eso aseguraría que fuesen adoptados por la misma familia o al menos en la misma zona, ya que los grupos de fundaciones y proteccionistas se dividían en ciudades y sectores.

Mientras tanto, Betsi trataba de bañar y ordenar a sus bebés, ya de casi un mes de nacidos, un poco más grandecitos y juguetones. Ninguno tenía nombre aún, eran pequeños todavía y como de su primer parto solo quedó vivo Mateo... Ella había perdido casi toda la esperanza hasta esa mañana, ahora sí estaba segura de que sus ruegos habían sido escuchados; esta vez sus hijos no estarían más en la calle pasando hambre y peligros.

Solo que a veces algunas cosas no salen como las esperamos...

Betsi, estaba debajo del puente donde vivía, lista con los niños ya bañados y perfectos para ser presentados a esas personas, ella; orgullosa madre, no dejaba de ver a sus pequeños tan hermosos. Dos de las hembras eran blancas con pintas amarillas y negras. La tercera hembra era gris a rayas y el cuarto gatito era amarillo tostado con ligeras rayas de color beige. Justo ese gatito era el más grandecito de la camada y también el más travieso... En el momento que se acercaba a la calle del puente, la comisión de fundaciones y proteccionistas, acompañados de varios voluntarios que iban cargando jaulas y kennels donde colocaban a los gatitos que rescataban a su paso; un grupo de personas se maravillaron al ver tan hermosa gata con esos bellos bebés, dos chicas y un chico desplegaron un par de mantas para tomarlos con cariño a uno por uno, pero Betsi no dejaba de maullar... Llamaba a Mateo, quien no regresaba aún de buscar a Lizy. El pequeño gatito amarillo, sintiéndose el único varón de la familia a falta de su hermano, intentó ayudar a su angustiada madre...

—Tranquila mamá, tranquila. Yo voy a buscarlo...

—No mi amor, no hay tiempo —Los voluntarios habían colocado a dos de sus hermanas en las jaulas, él, travieso y juguetón, no se dejaba atrapar; su intención era correr a buscar a Mateo, y así lo hizo. En el momento que el joven humano tomó a su madre para colocarla en un kennel, el pequeño, imitando a su hermano mayor; corrió a toda velocidad, por la misma calle por donde Mateo una hora antes, se había ido buscando a Lizy.

—¡Hijo!, ¡Ven!, ¡No te vayas! —maullaba sin parar, por lo que tuvieron que sedarla para tranquilizarla. Justo antes de quedarse dormida pudo ver a Mateo que llegaba con su amiga por la calle de abajo. Le había dado toda la vuelta al barrio y al regresar lo hizo por otra calle, por lo que no pudo ver a su pequeño hermano. Mateo y Lizy también fueron rescatados y llevados en la misma camioneta donde estaba su mamá y hermanas. Pero su pequeño hermanito no pudo ser rescatado, quedando solo en las calles, sin hogar para Navidad.

Así llegó la noche, hacía un poco de frío, no tanto pero sí más de los normal, por la época decembrina. El bebé amarillo ya no podía correr, estaba perdido, y aterrado por las explosiones que sonaban con frecuencia, los fuegos artificiales de la época. No encontraba a su hermano, tampoco sabía regresarse al puente donde vivía con su familia. Estaba a punto de llorar cuando vió a dos perros que se le quedaron mirando feo, casi sin fuerzas tuvo que echar de nuevo a correr. Mala idea... Con ello sólo logró que los perros corrieran tras él.

Varias calles había cruzado con los perros casi para alcanzarlo, ya a punto de desmayarse de hambre y cansancio; cuando una perra grande y negra que era la cuidadora de un taller de autos del sector, espantó a los perros con gran furia. Azabache, la llamaban, tenía muy mal carácter pero un gran corazón, no permitiría que le hicieran daño a un bebé, aunque fuese gato. Se interpuso entre el pequeño y los perros.

—¡Fuera ya de mi calle, cobardes! Atacar a un niño…

—¡Es solo un gato! Queremos jugar la pelota con él, y lo que quede te lo dejamos, lo prometemos. —propuso uno de los perros, que más bien parecía hiena.

—¡Infeliz!, váyanse ahora o la que jugará a la pelota con ustedes voy a ser yo. ¡Y ya me conocen cuando me pongo de mal humor!

No había terminado la frase, cuando los perros salieron espantados del lugar.

—¡Ven, pequeño! No temas, ya esos cobardes no vendrán más por aquí. ¿Cómo te llamas?

—No lo sé... —haciendo puchero, de nuevo a punto de llorar, balbuceó... —Mi mamá me dice cielo...

Azabache, enternecida con el pequeño, lo acurrucó contra su cuerpo para darle calor.

—Tienes hambre, se nota en tu carita, ten... —sacando unas patas de pollo que guardaba en uno de sus escondites de comida. El pequeño comió, bebió agua del plato de Azabache y se quedó profundamente dormido.

A la mañana siguiente, se despertó al grito de un humano, era el dueño del taller.

—¡¿Qué hace aquí este gato?!, ¿No me digas Azabache, que te lo vas a comer? —rió casi salvajemente, el ordinario dueño del taller de autos.

—Ya tengo que irme, debo encontrar a mi mamá.

—Pequeño... No te asustes con el señor Luis, él parece malo pero no lo es tanto. Y siento decirte que no creo que sea posible que encuentres a tu familia, si fueron rescatados ayer por las fundaciones y proteccionistas que vinieron por aquí, ya no deben estar en todo el sector.

La carita del pequeño se apagó de nuevo, sus ojitos se entristecieron pensando que se quedaría solo en el mundo, sin su mamá... ¿Ahora que sería de él?

—Quizás alguien te adopte, no estés triste.

El pequeño, secando las lágrimas de sus ojitos, recordó lo que su mamá solía decirle a él y a sus hermanitas: Cielo... De allí vinieron ustedes, todos venimos de un hermoso lugar llamado el cielo, donde viven muchos ángeles que nos cuidan y ayudan. Por eso, si alguna vez están en peligro, maullen, maullen muy fuerte al cielo; alguno de ellos escuchará y los salvarán.

—¡Tienes razón, Azabache! No estaré más triste, mamá me decía que maullara al cielo y todo se solucionaría. —al tiempo que emprendía de nuevo, la carrera.

—¡¿Y a dónde irás?!

—¡A encontrar a mi mamá!, ¡Gracias Azabache, muchas gracias!

Así fue como el pequeño gatito amarillo se fue a recorrer las calles maullando al cielo, con fuerza «para que me escuche hasta el último angelito del cielo» pensaba. Llegó la noche y no encontraba a ningún gato, todos habían sido rescatandos, estaba solo, con hambre, pero no quería rendirse; tenía que creer... Unas personas se asomaron en la puerta de una casa grande, a ver qué gato era ese que maullaba tanto.

—Hijo, anda a ver si eso que se ve allá, es un gatito. —dijo una señora blanca de cabellos rubios.

El pequeño salió corriendo hacia esas personas, sin parar de maullar. El joven hijo de la señora tomó al pequeño entre sus brazos, inmediatamente notó que era muy dulce y encantador, no quiso dejarlo en la calle, así que entró con él en su casa. Lo bañaron y alimentaron, le presentaron a otros gatitos que también vivían allí, y le dieron una camita confortable para dormir. Desde esa noche, el gatito amarillo fue adoptado y le pusieron nombre; Blondie Mariano.

Haniel en el cielo hizo una fiesta porque el chiquitín no se quedó abandonado, encontró una nueva mamá, una nueva familia y un hogar para Navidad, y para siempre.


FIN

Cuento escrito por:
Celi Rodz Landaeta.
Diciembre, del 2023 ©®









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La fin

A propos de l’auteur

Celi Rodz Soy productora y locutora de radio, podcaster, lectora apasionada, crítico musical, amante de la buena música. Proteccionista de animales, creadora y diseñadora de ideas y proyectos. Gloria In Excelsis Deo

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