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Luces

CAPÍTULO PRIMERO

Pasaban las tres de la tarde y la alarma no paró de sonar hasta que una mano se posó sobre ella, apagándola. Ya era hora de salir de la cama y bajar las escaleras que llevaban a la puerta principal. Donde su familia le estaba esperando. Podía ver el rostro de tristeza que tenía la gente que estaba presente. Todos vestidos de negro le miraban con ojos compasivos. —hola Albert soy lizie, vamos juntos al insti —escuchó al tiempo que sintió una mano posar sobre su hombro derecho, sus ojos alcanzaron ver a una joven rubia de unos 17 años, con los ojos rojos por haber llorado —quería decirte que siento lo de tu padre, a todos nos parece trágico, no se merecía lo que le pasó —decía la chica con lágrimas en los ojos, secándoselas con un paño de seda. Albert le dió las gracias y se alejó del lugar. Necesitaba alejarse de aquel lugar funesto, rodeado de un ambiente tenso y lúgubre. Todo su mundo se había derrumbado, no podía concebir que su Padre ya no estaría, tan solo pensaba en huir del lugar. Algo en su interior le suplicaba que resistiera, que el dolor solo era temporal. Pero se negó a escuchar a aquella voz en su cabeza y se derrumbó en mitad de la gente.


—¡Albert! Estás bien?— le preguntó lizie mientras le ayudaba a levantarse.

—sí, siento haberme desmayado sobre tí. —No fue nada —dijo ella mientras le dirigía a un sofá para que reposara. —lo siento albert, tengo que irme ya me vinieron a buscar mis padres. —vale, nos vemos en clase —dijo él con los ojos llenos de lágrimas.



Al cabo de un rato se dirigio hacia las escaleras, la casa ya estaba quedándose vacía, todos los que vinieron a darles el pésame se estaban marchando porque ya se hacía tarde. Albert a dos pasos de las escaleras pudo ver como su madre llevaba a su hermanita a la cama, eso le sacó una sonrisa liviana. Le relajaba el corazón saber que su madre y hermana estaban bien. Ahora él era el hombre de la casa y tenía que protegerlas a ambas de cualquier peligro. Eso pensó mientras sus piernas caminaban sobre las escaleras. Al llegar a su cuarto se tiró sobre la cama sin dudarlo, comenzó a retirar la chaquetilla que portaba, se detuvo a mirar un rato la puerta de su cuarto esperando que su padre la abriera pero eso nunca pasó.

12 Am


Logró escuchar un estruendo en el piso de abajo, eso le alertó. Se levantó de la cama y cogió el bate de béisbol que guardaba bajo la almohada. Se dirigió sigilosamente hacia él piso de abajo, pero antes. Dió una parada por el cuarto de su madre para asegurarse de que estaba bien, al aproximarse al cuarto vio que la puerta estaba medio abierta y que en la cama dormían abrazaditas su madre y su hermanita. Cerró la puerta despacito, y se dirigió al piso de abajo, bajando las escaleras sigilosamente podía notar como alguien estaba moviendo los sofás del salón. Eso comenzó a ponerle nervioso, sus manos comenzaron a sudar y su garganta se secaba, el aliento cada vez más le pesaba —no puede ser mi padre murió hace dos días, no puede ser que hoy sea el día de mi muerte.—pensó mientras bajaba completamente las escaleras. Giró hacia la derecha y vió una luz blanca bajo la puerta del pasillo, cosa que le asusto aún más porque nunca tuvieron una puerta en el pasillo, pero ahí lo tenía justamente enfrente de sus ojos. Tragó saliva y se acercó a la puerta, cada vez que se acercaba con los pasos sigilosos parecía que los estruendos se hacían más intensos. Llegó al pomo de esa puerta. Se detuvo enfrente durante unos segundos, luego agarró el bate fuerte y abrió la puerta.


La luz que vió bajo la puerta ya no la veia, todo era oscuro en el interior. Pero los estruendos seguían y eran cada vez más intensos, así que se adentró por la puerta, y al hacerlo. La puerta se cerró bruscamente, dejándole encerrado. Ahora sólo le quedaba avanzar por esa oscuridad densa en la que hasta una bombilla se perdería en el vacío. —¿hay….. hay…. Alguien!? —Preguntaba en esa oscuridad, pero la única respuesta que obtenía era el eco de su voz volviendo hacia él. —¿qué haces aquí? Este no es un lugar para tí —escuchó de una voz que procedía del fondo —¿hola?...¿ Quién eres? —le preguntó a la voz del fondo, pero no volvió a oír una sola palabra suya sólo unas risas que rebotaban por toda la sala..


Notó una mano en su hombro izquierdo, eso le estremeció bastante, comenzó a temblar, su cuerpo se paralizó y sus ojos no paraban de buscar algo de luz pero no la encontraba . —únete a mí —decía una voz suave de mujer, la notaba cerca de su oreja como si le estuviera acariciando la oreja —quiero que tú y yo seamos uno en la muerte —las risas se hacian más intensas. La mano que se posó en su hombro comenzó a aprietarle el cuello. —¡¡únete a mí!¡… ¡¡únete a mí!!.. ¡¡únete a mí!!.— decía la voz con tono desesperado mientras sus manos dejaban sin aliento a Albert


—No te resistas y únete a mi. —decía la mujer mientras apretaba el cuello lamiendo la parte trasera de la oreja de Albert . Él ya se encontraba medio muerto, perdió la consciencia y ella abrió la boca y cómo si de una pitón se tratara, comenzó a tragarse a Albert desde la cabeza hasta los pies. Ya había llegado a tragarse el tronco superior de Albert, cuando del fondo de la sala oscura comenzó a expandirse una luz blanca que hacía amainar la oscuridad, esa luz quemaba la piel de la mujer. Por lo que tuvo que retirarse del cuerpo de Albert y huir a una esquina donde no alcance la luz. Albert se cayó al suelo y en ese estado de medio muerto pudo escuchar los pasos de alguien acercándose a él…. Cada vez lo notaba más cerca, hasta que se detuvo frente a su cabeza. Él seguía en el suelo sin apenas poder moverse, pero hizo un esfuerzo por ver qué venía a poner fin a su vida y despacio comenzó a levantar la cabeza para ver qué o quién era…… y lo vió…. Era su padre. —Hola hijo, no deberías estar aquí. —dijo su padre mientras le extendía una mano para ayudarle a levantarse —Este no es un lugar para los vivos, Albert. Es una puerta al más allá, se suponía que deberías estar durmiendo. —¿dor?…¿dormír? ¿De qué hablas padre? —exclamó el muchacho con lágrimas en los ojos. —Albert, yo ya estoy muerto hijo. No debrias preocuparte por mí, cuida de tu madre y de la pequeña Amalia. Si haces eso mi alma descansará en paz. —pe…. Pero padre eso intentaba, —dijo el muchacho con una catarata de lágrimas brotando de sus ojos —escuché un estruendo en el piso de abajo y… y.. temí lo peor. Por eso baje y al hacerlo me encontré con una puerta que no debería estar en el pasillo, pero ahí estaba, y al parecer alguien estaba movienfo muebles al otro lado, por eso la abrí pensé que nos robaban. —Hijo tranquilo, era yo. —dice su padre mientras pone sus manos sobre los hombros de Albert. —Deja de llorar hijo. —extendió su mano derecha hacia el rostro de Albertt y comenzó a retirarle las lágrimas que se caían por sus mejías —Hijo, resulta que a los muertos nos dan una noche para despedirnos de nuestra familia y mudarnos al otro lado. Esta era mi noche de mudanza, lamento haberte despertado. Aunque se suponía que lo que hacen los muertos no afecta al reino de los vivos. No sé que pudo pasar ni porque escuchaste los estruendos que producían los sofás al ser movidos. Ahora te devolveré a tu reino y yo me quedaré aquí. prométeme que nunca volverás a abrir esa puerta. En realidad debe desaparecer una vez que termine la mudanza pero a estas alturas tengo ciertas dudas así que pase lo que pase no abras esa puerta de nuevo. —wow, que lindo. Un padre preocupado por su hijo —decía la mujer con tono sarcástico desde las sombras —pero ya es demasiado tarde, el chico ya está maldito y ellos vendrán a por él.. —¿ellos?.. ¿quiénes? —Preguntó el padre de Albert. —ja ja ja, aún no les conoces eh. Pues te lo simplifico, los cegadores, pobre chico tendrá que vivir huyendo de su sombra toda la vida y lo peor es que todo aquel que se acerque a él morirá de una forma horrible. —decía la mujer mientras reía de una forma sádica. —Vamos Albert, regresemos a tu mundo. —dijo su padre mientras le guiaba hacia la salida —recuerda que pase lo que pase nunca entres por esta puerta. Intentaré protegerte desde mi lado a ti y mis chicas, adiós hijo. —una vez decir eso lo puerta se cerró y Alber se encontraba parado en el pasillo de su casa. No sabía si aquello era real o simplemente las alucinaciones de un alma en pena, así que subió a su cuarto y se tiró sobre la cama, convencido de que todo había sido un sueño que tenía despierto.



17 Novembre 2022 08:42 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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