El silencio colmaba el bosque. Únicamente se distinguía el aullido del viento entre las ramas de los árboles. Era un silencio inquieto, expectante. La noche prevenía a los dispuestos a escuchar.
Un monstruo de cuernos retorcidos se abría paso entre las sombras. Se encontró con una niña.
Cuando hicieron contacto visual, el monstruo retrocedió un paso y la niña sonrió con deleite y enajenación. Zarcillos de oscuridad brotaron de los dedos de la niña y asfixiaron al monstruo.
Y así, en un instante, el monstruo se convirtió en presa y la niña en monstruo. Como por arte de magia.
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