Tras la formación definitiva de la Patrulla Intergaláctica, la tenienta Labis había quedado muy desilusionada y molesta. Quienes habían sido sus compañeros de equipo en el pasado, ahora eran sus acérrimos enemigos, los aliados de los mapaches, a los cuales detestaba con todo el corazón por haberle negado el puesto de combatiente que siempre había querido.
La capitanía, a cargo de Kitana, había iniciado un viaje de exploración por la galaxia NGC3384 y no regresaría hasta que cumpliese con la tarea asignada. La peligrosa misión que se les había encargado a los seis tripulantes consistía en juntar todos los cristales púrpuras que necesitaban los mapaches para producir energía atómica, que mantuviese activas las centrales nucleares del planeta y así los nativos tuviesen energía.
Con los protagonistas ausentes, Labis podía desquitarse de los mapaches que la habían hecho sentir como una buena para nada. Pero como ella no era una coneja cualquiera, tenía pensado llevar a cabo un plan de exterminio masivo que incluía la intervención de androides diseñados para matar. Como experta en cinegética, sabía qué medios utilizar para hacer parecer que una invasión alienígena fuera la responsable de la devastación. Sin embargo, construir aquellas máquinas asesinas le iba a tomar una eternidad; mientras tanto, debía valerse de otros mecanismos para recobrar el honor perdido.
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