fran-laviada Fran Laviada

Inicié aquel viaje con los ojos abiertos y la mente despierta, listo para disfrutar, aprender y sobre todo maravillarme con aquel trayecto bajo el mar, que tuve la inmensa suerte de vivir... Invito a todos los lectores que quieran darle rienda suelta a su imaginación, a que me acompañen en este maravilloso y fantástico viaje.


Fantaisie Tout public. © Francisco Álvarez Arias

#Un viaje fabuloso. #Por el mar de los sueños.
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Nadando libre en las aguas de la fantasía.

Me llamo Crispín, y quiero contarles una experiencia alucinante que viví­ cuando era un marinero recluta, y viajé en un extraño submarino, el "Fantastic", un sumergible presto a iniciar su postrera travesía, antes de pasar por el inevitable camino del desguace. El último viaje para la vieja máquina, que en su momento fue "insignia" de la flota, pero la ley de la vida, no tiene piedad, ni con los seres humanos, ni con los sumergibles.

   Inicié aquel viaje con los ojos abiertos y la mente despierta, listo para disfrutar, aprender y sobre todo maravillarme con aquel trayecto bajo el mar, que tuve la inmensa suerte de vivir.

El capitán, orgulloso de su tripulación y entusiasmando por estar al mando del submarino más emblemático de la Armada, ordenó con voz enérgica:

   ¡Arriba el periscopio!

   Pegó su ojo al visor y miró en dirección a tierra.

   ¿Y qué vio?

   -Un chimpancé recitando poemas de Bécquer.

   -Un ratón muy mosqueado, que perseguí­a a un tigre.

  -Un inmenso bosque de color verde muy intenso y con olor a menta (bueno, lo del olor, se lo supuso el capitán, ya que desde el periscopio se podía ver, pero no oler).

   -Un cocodrilo con dentadura postiza.

   -Una playa con polvo de oro en vez de arena.

   -Un político con un coeficiente intelectual alto (en este caso, puede que el criterio del capitán no haya estado excesivamente acertado).

   -Otros políticos acusados por varios casos de corrupción (en esta ocasión lo que vio el capitán se ajustaba totalmente a la realidad).

   -Un león con peluquín.

   -Una Miss Mundo con tres carreras (¡Y luego dicen que las guapas son tontas!)

   -Un loro que trabajaba en la ONU como traductor.

   -Un cobarde que no tenía miedo.

  -Y un valiente (presunto) que al menor ruido (¿De sables?), se escondía debajo de la mesa.

   -Un caballo de carrera jubilado porque tenía reuma.

   -Un independentista gritando: ¡Viva España!


   Y quizá¡, se volvió a equivocar el capitán (la verdad, es que era algo miope), cuando afirmó haber visto a un Presidente de Gobierno (ignoramos el país), que nunca decía mentiras (a un compañero se le escapó la risa cuando lo oyó, y acabó tres dí­as arrestado en su camarote).

  También aseguró el capitán, que había visto a un banquero devolviendo a sus clientes todas las comisiones que les habí­a cobrado (ilegalmente) de más, y por voluntad propia, es decir, sin que un juez se lo ordenase. En ese momento la tripulación se dio cuenta, que el jefe, se encontraba completamente borracho, pues se había bebido toda la botella de vodka (sin compartirla con nadie, el muy egoí­sta), que le habían regalado por su cumpleaños.

   Siguió y siguió viendo cosas el capitán a través de su periscopio (aunque la verdad, es que ya nadie en el submarino le hizo ni puto caso), hasta que se hizo de noche, y esperó a que de nuevo el dí­a siguiente le trajera nuevas imágenes (¿extrañas, irreales, quién lo sabe?).


Cuando llegaba la noche me acostaba en el diminuto catre que me correspondí­a, que para hacer juego con el entorno, se encontraba en el habitáculo más reducido del submarino. Era el miembro más joven de la tripulación, y por lo tanto me correspondí­a dormir en lo que llamaban "el dedal", que era como se conocí­a "el cuarto del novato", en este caso, un servidor.

  Casi siempre llegaba agotado a mi enano camarote, por la acumulación del cansancio propio de mis labores en el submarino, básicamente limpiando y ejerciendo como pinche de cocina, llevando a cabo la importante misión de pelar patatas. Pero antes de que mis ojos se cerrasen, siempre aprovechaba para escribir algo. 

   Yo era un grumete del mar y un aprendiz de la vida, y por eso, iba anotando todo lo que día a día me llamaba la atención en mi block de notas y al mismo tiempo aprovechaba para ejercitar mi imaginación, y poder liberar la creatividad que se generaba en mi cerebro, alimentada sin duda alguna, por la fantástica experiencia que me transmitía aquel extraordinario viaje, y me dedicaba a componer pequeñas poesí­as de todo tipo, y entre otras muchas, recuerdo que escribí­ la siguiente:


Uno más uno igual a dos. Dos mejor que uno.

Uno siempre solo. Mejor que mal acompañado.

 ¿Acompañado? Solo si es en buena compañí­a.

Así sí­, mejor dos. Dos más uno tres.

Tres son un trío.  ¿Quién se apunta?

Dicen que no hay dos sin tres. Pero creo que sobra uno.

Mejor dos. Tres son multitud.

Tres eran los Mosqueteros. Tres eran los Panchos.

Y también tres, eran las hijas de Elena. Y ninguna era buena.

 ¡Pero las tres estaban muy buenas!

Y también eran tres las Moscas Cojoneras.

Aunque quizá, era un cuento. ¡Pues me lo invento!

Tres más uno son cuatro. Cuatro, son dos más dos,

Dobles parejas. ¿Intercambio?

Bueno... Pasemos al cinco. ¡Agáchate que te...!

 ¡Mejor doy un brinco! Uno solo, más el cinco.

Y ya tenemos al seis. Tres parejas. O dos tríos.

Demasiado lío. ¡Apaga y vete!

Ahora se nos aparece el siete. Siete eran los Magníficos.

Y siete los Pecados Capitales. Y los días de la semana.

Que pasan en un periquete. Se nos va el siete.

Ahora también el ocho se nos mete. ¿Ocho?

Suena a timo. Tocomocho.

A mentiroso. Pinocho.

A dulce. Bizcocho.

A moreno. También llamado, Morocho.

¡Abre el paraguas que llueve! Con el agua se acerca el nueve.

Aunque él, prefiere que le digan el ocho más uno.

¡Chulo como ninguno! Y con el frío y la nieve, ahora, ya nadie se mueve.

 ¡Atención que llega el jefe! Aquí­ está¡ el diez.

¡Pero qué desfachatez! El cero, es quien aparece primero.

Atrás se ha quedado el uno. Uno más uno igual a dos...



Y un dí­a, sin duda triste para mí, se terminó aquel extraordinario viaje en submarino, pero tampoco hubo demasiado tiempo para dejar que la pena, me causara males mayores, pues en poco tiempo volví a dejar volar mi imaginación para seguir con mis sueños, y estuve soñando, esto y lo otro, y lo de más allá, y ahí­ sigo, cada día con una historia diferente:


   Soñé que llegaba por primera vez a una ciudad, que no era real, porque tan solo estaba en mi interior, y de la que sin embargo, jamás he salido, y por mucho que lo intenté, hasta el momento no he conseguido abandonar, a pesar del enorme esfuerzo que hago cada dí­a para buscar un nuevo lugar, donde el manto de la tranquilidad me cubra por completo.

   Y el final del sueño siempre es el mismo, despertar en la cama de todos los días, con el mismo pensamiento, encontrar la ciudad perdida cuyo camino soy incapaz de seguir.

   Soñé, que una Diosa se enamoraba de un Dios. La Diosa era Afrodita, reina del amor, la belleza y el deseo. El Dios, era Neptuno, señor del mar y dueño de las profundidades. Y vi a ambos, reinar en un mundo azul, rodeados de una luz difusa, que los hacía parecer seres humanos delante de mí, sujetos a la esclavitud de la pasión, como simples mortales, encadenados a las ataduras de un amor imposible. Al final, no recuerdo muy bien como termino mi sueño. Tan solo sentí­ los rayos de la claridad entrar por la ventana, mientras mis ojos se abrí­an, para dar la bienvenida al Dios Sol, un Dios real, vivo, intenso, estimulante...

   Soñé que entraba en una biblioteca, pero no pude leer ningún libro. Todos estaban escritos en lenguas desconocidas, aunque en lo que a mí­ respecta, ya es suficiente con que no estén escritos en español, para que no entienda absolutamente nada, excepto algunas palabras sueltas en francés, y otras (muy pocas) en inglés.

   Cuando desperté, y pensé en lo que habí­a soñado, me di cuenta de que eso también me sucedía con las personas que me rodean habitualmente, pues con frecuencia, no las entiendo, ya que hablamos idiomas diferentes aunque tengamos la misma lengua. ¡Qué curioso!

   Soñé con algo muy raro, y a decir verdad, no sabrí­a explicarlo con algo de lógica, para que los demás lo entiendan. Tan solo, me quedó la sensación de que en el interior de mi cerebro, la maquinaria mental estaba en pleno funcionamiento, trabajando a tope, para buscar soluciones a mis problemas. Al final, estas no aparecieron pues en mi cabeza últimamente, existe exceso de tráfico y hace falta un poco de orden. De momento, lo intentaré, colocando algunos semáforos.

   Soñé con una frase repetida incesantemente en mi cabeza, que decí­a. ¡Toda acción tiene un motivo, y todo problema una solución! Cuando desperté pensé en ella, y aún sigo haciéndolo, a ver si escarbando un poco, consigo sacar algo en limpio.

   Y continúo soñando y lo haré hasta el fin de mis dí­as, y aunque soñar se parezca a edificar castillos en el aire, sigo el sabio consejo del George Bernard Shaw, y construyo debajo de ellos, las bases de mi existencia, para que mi trabajo de ensoñación nunca se pierda.


"Un viaje fabuloso a través del mar de los sueños"

I Concurso Donbuk de Fantasí­a y Ciencia Ficción

2017

Donbuk Editorial. Sevilla (España)

(Relato finalista seleccionado para su publicación en el Libro Antología "La luz me hace daño")


Fran Laviada









10 Novembre 2017 17:38 0 Rapport Incorporer Suivre l’histoire
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La fin

A propos de l’auteur

Fran Laviada Editor de contenidos. Especialista en Liderazgo y Motivación. Técnico Deportivo Superior. Entrenador Nacional de Fútbol. Profesor de Enseñanza Deportiva. Articulista y Escritor. La imaginación nos permite darle tienda suelta a nuestra creatividad para que nos lleve volando con las alas de la inspiración a un universo fantástico que nos aleje de la cruda realidad, aunque al final no tengamos más remedio que volver a ella y poner nuestros pies en el suelo de la auténtica existencia diaria.

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