La casa no puede estar más reluciente. Papá se asegura de que todo lo que limpiemos esté tal y como a él le gusta: impecable. Los portarretratos exhibiendo a los cuatro integrantes de nuestra familia, los muebles, las mesas, las alacenas. Todo. Ni una sola mancha de polvo mancilla la pulcritud de nuestro hogar. Las ventanas brillan, pese a que no hay ningún rayo de sol que quiera acercarse. Los cojines están suaves, pese a que no ha nadie que quiera utilizarlos. Los pisos están puros y encerados, pese a las cicatrices que dejaron en mi piel. La casa está impecable.
Mamá come despreocupada de sus muñecas llenas de cortes apenas tratados; papá corta su carne utilizando un cuchillo sin filo, con tanta agresividad que podría romper el plato si continuase. Yo trato de no hacer ruido con mi vajilla de porcelana blanca con estampado floral que mamá eligió de promoción en el supermercado, luego de haber escapado de papá cuando quiso golpearla por no tener lista la comida.
Es entonces cuando mamá toma el riesgo más grande y estrambótico que pudo haber imaginado. Se puso a hablar con nosotros.
-Hoy pasaron un reportaje en las noticias -dijo, sirviéndonos el té de frutos rojos sintético que compran todos los martes-. Hubo un caso en Pifo. Arrestaron a una pareja por abuso sexual a su hija de cinco años. Dijeron que la madre permitió al padrastro golpear a la niña, y la tuvieron encerrada en una bodega por algunas semanas. La encontraron desnutrida y casi muerta.
Me sorprende que papá no la haya detenido. No creo que un caso de violación infantil sea un tema agradable para la hora de comer. Sin embargo, papá la observaba expectante. El brillo de sus ojos muertos insistía en seguir escuchando.
-Dicen que les descubren porque la hermana de la mamá le va a visitar y no le encuentra a la niña, y llama a la policía para que investiguen la casa. Y en eso llega el papá biológico de la niña y se mete a buscarla. Encontraron fundas de cocaína en las mesas, todo lleno de telarañas y la leche en polvo de la niña llena de hormigas. No tenía mudas de ropa, y la encuentran desnuda encadenada a una madera, con mechones de cabello arrancado a tajos, y sin uñas en los dedos, ni de las manos ni de los pies. A duras penas abrazaba un osito de peluche sucio y descocido, como si intentase aferrarse a la poca inocencia que le queda. Lo peor es que ni siquiera condenan a la madre porque no tienen las evidencias para meterla a la cárcel, entonces logra salir libre y con la custodia de la niña. Ahí la reportera decía que el papá quiso levantar una demanda para evitar que la mujer se quede con su hija, pero el juez le niega el pedido porque en su separación, la mamá se había quedado con la custodia.
A veces se me da por pensar que el mundo no se ha acabado porque se asegura de hacernos ver la mierda de especie que somos. Es como un castigo. Nihilismo, lo llaman. La creencia de que el infierno es la tierra. Dios no existe, dicen. Ni el cielo ni el infierno. Somos todo lo que hay, y por eso, el mal que nosotros engendramos se hace con la debilidad de los hombres que creen que pueden decidir sobre todos los demás.
No sé si eso sea cierto, y no quiero saber. Pero de algo tengo certeza. Si el infierno existiera, dudo mucho que sea peor que las aberraciones que tienen lugar en el mundo.
-Una semana después de que la mujer quedara libre, la niña fue llevada al hospital de urgencia. Los doctores contaban llorando, que el deplorable estado de la niña le dejaría con traumas y afecciones de por vida. Resulta que la madre decidió enterrar un palo de madera de diez centímetros en el ano de la niña y dejarlo ahí varias horas. Se salvó porque justo, la hermana de la madre llegó a la casa y escuchó a la niña gritar y llorar despavorida. Llamó a la ambulancia y a la policía, arrestaron definitivamente a la madre y trataron a la niña.
Definitivamente no es el tipo de cosas que cuentas cuando estás comiendo. ¿Qué humano no enfermo querría escuchar todo esto, teniendo arcadas a cada instante, sin poder digerir la comida. Y sin embargo, papá no la detuvo.
Pensé que la golpearía en cualquier momento. Pensé que iba a abofetearla y mamá se levantaría, sonriendo, y de casualidad iría al baño para salir con las muñecas ensangrentadas.
Nada de eso sucedió.
Yo ni siquiera quería voltear la vista hacia ellos. Tenía miedo de que papá me golpeara o que mamá notara que estoy fascinado con la historia que cuenta. No puedo dejar de escucharla. No quiero dejar de escucharla. Me excita imaginar a detalle cada escenario, cada grito, cada golpe. Debió ser el mejor almuerzo que he tenido en toda mi vida.
-Finalmente la madre quedó presa y la niña será enviada a un centro de rehabilitación. Perdió gran parte de su recto y su intestino grueso está muy afectado. La niña no podrá recuperarse. Pese a todo eso, la madre no se ha disculpado ni ha ajustado cuentas con el padre biológico de la niña. Los jueces no quieren darle una sentencia tan fuerte, a pesar de que ya se determinó que la culpa la tiene la madre. Ella dio luz verde para que el padrastro la violara y maltratara. Además, ella le introdujo el palo de madera, lo que acaba de confirmar que es la culpable.
Papá se limpió la boca con su servilleta, justo cuando terminaba de comer. Bebe un largo y escandaloso trago de té y se levanta de la mesa. No ha terminado de comer, así que no podemos irnos todavía. Yo ya terminé hace unos minutos, pero aún así, tampoco quiero irme. Quiero seguir escuchando la historia de mamá. Aunque sea de esta manera, quiero impedir que se encierre en el baño y vuelva a cortarse. Quiero que mantenga algo de cordura, por poca que sea. Quiero que siga hablando, porque hace tiempo que no me siento tan bien escuchando una historia.
Atosigando una intensión vacía, me dejo llevar por mi torpeza y, sin querer, derramo mi té sobre el plato de papá. Mamá me observa sabiendo lo que me espera, y decide recubrir sus muñecas, solo por si acaso. Papá aún no se ha sentado de nuevo todavía, pero tampoco querrá encontrarme intentando limpiar el desastre que hice. Lo mejor será reconocer mi culpa y aceptar el castigo que me toque. Después de todo, ¿qué puede ser peor que lo que tuvo que vivir esa pobre niña?
Lejos de la reacción que esperaba, papá observó su plato; su ojo se sometió a un tic nervioso a punto de estallar en cólera, pero simplemente levantó la vajilla, la llevó al lavabo y tomó más comida para sentarse y voltear hacia mamá, sujetando su mentón.
-¿Y luego qué pasó?
Hace años que papá no le dirige la palabra a mamá. Esta es la última que puedo recordar. Papá solo la golpea y grita cuando está furioso, pero nunca le hace una pregunta directamente o intenta entablar una conversación. Se siente curioso. Ahora lo detesto aún más.
-No sé. La niña debe seguir en el hospital y la madre en juicio. El padre estará intentando hacer que le den una condena a la madre, y el padrastro está en prisión. También salió la nota de que los reos casi asesinan al padrastro a golpes. No suelen ser muy comprensivos cuando hay algún interno con antecedentes de violencia infantil. Son los crímenes más odiados en una cárcel.
Es curioso como incluso una gran parte de la maldad humana aún tiene algo de decencia. No les importa matar, o robar, o ser corruptos, pero cuando alguien le pone la mano encima a un niño, todos somos santos. ¿Por qué tú eres mejor que yo solo porque no has lastimado a un menor de edad? ¿No tienes los cojones para aceptar que yo soy capaz de algo que tú no? Debería ser venerado. Respetado. Es hipócrita ponerles etiquetas a los crímenes, como si uno fuese mejor que otro. Todos son un atajo para asegurarse de que vivamos en un auténtico infierno en la tierra, pero aún así, no quieren aceptar que no puede existir un infierno solo de pequeños delitos.
-¡Hermano! ¡Hermanito! -Oh, ahí está... La estaba extrañando -. ¡Ven, vamos a jugar!
Mi pequeña hermana me sujeta del buso, saltando.
Observo a mamá. Observo a papá. Ambos me sonríen. No sé si lo hacen con esa intención, pero tampoco creo que lo hacen conscientemente.
-Dios les page la comida -Levanto mis platos y los dejo junto al plato de papá, el que yo llené de té.
Mi hermana sigue saltando. A ella le gusta mucho jugar conmigo.
-¡Ven, ven, vamos, ya se hace de noche!
-Está bien, tranquila. No hay prisa.
-¿Qué quieres jugar hoy?
-¿Sabes? -suave, como si estuviese palpando una manta de seda, acaricio los dedos de mi hermana, y la tomo de la mano para perdernos en la penumbra de las escaleras hacia el segundo piso-. Mamá me dio una muy buena idea.
Merci pour la lecture!
Nous pouvons garder Inkspired gratuitement en affichant des annonces à nos visiteurs. S’il vous plaît, soutenez-nous en ajoutant ou en désactivant AdBlocker.
Après l’avoir fait, veuillez recharger le site Web pour continuer à utiliser Inkspired normalement.